martes, 24 de enero de 2017

DE BICHEO POR LA SIERRA DE ANDÚJAR

     En compañía de David, compañero del Voluntariado en Pirineos de septiembre del año pasado, con quien acordé que viniera este pasado fin de semana, nos movimos durante el sábado y el domingo por un sector de la Sierra de Andújar que nos deparó interesantes avistamientos de varias especies de la fauna silvestre que en estos montes tienen su hogar permanente… o su cuartel de invernada en el caso de algunos pájaros migradores. Cada día en el campo, aunque se repita el escenario y el público que lo contempla, se representan escenas diferentes, y cambian los actores que en ellas intervienen.

     Nuestro periplo campero comienza el sábado, cuando en camino hacia la sierra vimos unas pocas garcillas bueyeras, divididas en tres grupos distintos, pasando en vuelo sobre la carretera, más los destacados estorninos negros, agrupados en los árboles del borde de la calzada. Al desviarnos en sentido al Embalse del Jándula, empezó a seguirnos un comboy de vehículos que se dirigían a  una montería, lo que nos impidió poder detenernos para mirar los primeros ciervos que sólo pudimos ver de pasada, al igual que tórtolas turcas, urracas, y así como los rabilargos, la “urraca de cola y alas azules” que por estar tan solo presente en algunos montes del centro y del sur peninsular, resulta tan llamativa para las personas, que como David, vienen de fuera.
     Por suerte, para nosotros, aquellos coches no nos siguieron al meternos en el carril de La Lancha. Una breve parada al incorporarnos al carril nos permitió ver algún estornino, un carbonero y un herrerillo. Hicimos un par de paradas antes de llegar a “las curvas”. En un arroyo, a un lado de la pista le indiqué David donde se encontraba un andarríos grande, con su inquieta agitación de su cola mientras se dedicaba a sondear el lecho de arena. Pero él localizó otro al otro lado del camino, en compañía de una lavandera cascadeña. Paramos también en un punto donde los bolos graníticos salpican la dehesa donde vimos a un par de machos de gamo, coronados por sus paletas. Entre las rocas y los prados se movían algunos colirrojos y petirrojos. Pero lo más espectacular fue un alarmado mirlo que salió apresurado de un lentisco cercano, y tras él un veloz gavilán, a los que enseguida perdimos de vista, y de los que nunca más supimos. A lo largo del reto del camino, hasta llegar a las curvas, fueron apareciendo pinzones, más petirrojos, algún conejo, y sorprendimos a un pito real en un poste de madera. Y poco antes de llegar a las curvas paramos a ver un par de arrendajos.

Gamos en la dehesa 

     Mientras íbamos recorriendo las curvas, hubo un momento en el que aprecié cierto revuelo entre la gente que allí se encontraba. Entonces, dejando el coche tal cual lo frené en medio del camino, y sin dudar, le dije a David que se apresurara en bajarse si quería ver al lince. Casi inmediatamente me sumé al grupo. Iba a ser casi imposible observarle, pero sabíamos que estaba allí. Nos lo indicaban el revuelo de los rabilargos, y tres perdices, que alarmadas, se echaron a volar barranco abajo, y que además se estaba desplazando. Pero a la que casi nadie le echaría cuentas sería a una abubilla que se cruzó de frente con los rabilargos. No pasó demasiado tiempo sin que fuera visto cruzando el camino, y fue ahí cuando pudimos verlo nosotros. A partir de ahí estuvimos siguiendo sus movimientos entre el matorral, entre el que a veces desaparecía. La voz de alarma de algún mirlo y un ciervo macho que con ligereza se apartó de la ruta que llevaba el gato, nos lo volvieron a redescubrir. Pese a la notable diferencia de tamaño, el ciervo no apartaba la vista del lince, que con paso decidido, desfiló frente al gran ungulado de ramificada cuerna. Cuando dejo de verse definitivamente aparqué el coche a un lado del camino. Por suerte no le había estorbado a nadie.
     Poco más tarde volvió a ser visto por la misma zona. Tal vez hubiera regresado pronto de su campeo, tal vez fuese otro distinto, no lo sabemos. Nosotros tan sólo teníamos de referencia la zona donde había sido localizado. Pero la gente se empezó a largar pronto, especulando con la posibilidad que hubiese pasado a la otra ladera de la colina. Y en ese momento, cuando la gente se retiraba con cierta ansiedad, la paciencia nos recompensó mostrándonos nuevamente al moteado gato. Lo localizó David, y al vernos mirar tan atentamente con los prismáticos hacia el mismo sitio, volvieron apresuradamente los que ya se iban, sin llegar a verlo, porque ya desapareció entre la vegetación. Quizás podría pensarse que alguien que viene por primera vez a la Sierra de Andújar, y bimba al ser más emblemático por excelencia nada más arribar, no llegaría a apreciarlo y a valorarlo como bien merece, pero el entusiasmo con el que mi compañero de campo en esta jornada vivió la experiencia, es el más sincero reflejo de todo lo contrario.
     Invertimos el resto de la mañana por allí, viendo pasar de vez en cuando buitres leonados, y algún que otro negro. También vimos muy lejos el águila imperial, un individuo damero. También nos estuvieron entreteniendo un rato las currucas cabecinegra y rabilarga, con sus reclamos, y dejándose ver alguna de cuando en cuando. Se dejó ver una familia de mitos, con sus agudas voces se movía entre los bajos chaparros y las jaras y los romeros. Unos pocos aviones roqueros daban pasadas por el lugar, mientras veces cruzaba alguna paloma por la zona. Mientras estábamos pendientes de las voces de las urracas, una pequeña bandada de verdecillos irrumpió en la zona. Además, un cuantioso grupo de escandalosos rabilargos vino volando ladera abajo.

Embalse del Jándula

     Para la hora de comer bajamos hacia el Embalse del Jándula, no si antes hacer una breve parada en el mirador del embalse. Por la presa se movían unos pocos colirrojos, mientras por sus alrededores volaba algún avión roquero. Desde la presa advertimos en la pared a unas cabras monteses, una hembra y un par machos, que prácticamente pasaban desapercibidas. En el río nadaban un par ánades reales, mientras entre la vegetación se movían algunos mosquiteros y dos lavanderas cascadeñas entra las piedras.
     De vuelta, andorreamos un poco por el poblado de La Lancha. Sobre los eucaliptos que por allí crecen pudimos ver unos cuantos estorninos y unos pocos picogordos. Nos asomamos al valle para mirar el embalse desde otra perspectiva. Oímos a la llamada de las chovas, y no tardamos en ver dos jugando en el aire, entrecruzando sus trayectorias. Entre los arbustos del entorno vimos pinzones, petirrojos, a los cuales e les podía oír también, algún mosquitero, y a un carbonero común sobre una roca. Pero sobre otra roca divisamos al más genuino poblador de estas pétreas formaciones, al azul roquero solitario, que posó más de una vez por allí.

Río Jándula

     Al llegar a las curvas nos quedamos allí hasta que anocheció. Y de nuevo, gracias a la gente que habían visto el lince antes de llegar nosotros, volvimos a verlo, casi cuando ya estábamos apunto de marcharnos. Pero esta vez se trataba de dos linces, que entre la lejanía y la penumbra del atardecer, sólo podíamos observarlos con cierta gracias a un telescopio del que hicimos el usufructo. En general permanecieron bastante parados casi todo el tiempo. Y mientras estábamos algo absortos con los linces, esperando ver algún comportamiento más activo, cantó un cercano mochuelo, posado sobre un granito. De regreso a Andújar, ya de noche, memorando la extraordinaria jornada lincera, vimos junto al camino algunos ciervos.

     Dado que habíamos conseguido ver el lince el día anterior, me permití ampliar nuestro recorrido del domingo para que David conociese otros lugares de la sierra. No prioricé ir hasta La Lancha desde el principio, así que fuimos al Encinarejo. Al poco de salir de Andújar, además de repetir las garcillas bueyeras volando sobre la carretera, también pasó un bando de avefrías. También vimos de pasada estorninos y tórtolas turcas por aquella de zona de cultivos, al inicio de nuestro recorrido. Al transitar ya por la sierra vimos unas urracas y una torcaz, posadas en la vegetación junto a la calzada.
     La niebla se concentraba sobre el Río Jándula. Mientras recorríamos carril hacia la presa del Embalse del Encinarejo, vimos pinzones y David deparó en un conejo. En el puente se agolpaban varias personas, que como nosotros, habíamos acudido para intentar ver a la nutria, pero la densidad del manto de niebla sobre las aguas no invitaba al optimismo, así que en vez de alargar la espera le sugerí a mi compañero enseñarle un poco la zona, y tirar otra vez a La Lancha antes de que se fuera.

El Río Jándula envuelto en la bruma mañanera

Cormorán Grande

































     Nos acercamos a un gran remanso del río, y curiosamente la bruma se desvaneció rápidamente. Observamos a un par de cormoranes reposando sobre las deshojadas ramas de un fresno, y sobre ellos, en las ramas más altas de la oleácea ribereña, unos picogordos. Los petirrojos nos acompañaban por las rocas aledañas. Al final del gran remanso del río se dejó ver la garza real, y después de muchos años sin verla por allí, también apareció la gallineta, vista por David en primer lugar. Entonces, en cuestión de segundos, también David me avisa de la presencia de la nutria, mientras me la señala, pero sólo me da tiempo a ver fugazmente como una silueta oscura se hunde en el agua, que bien hubiera podido ser un pez. Durante un tiempo, que quizás nos pareció más largo de lo que realmente fue, nos quedamos expectantes, aguardando su regreso. Y la nutria volvió a surgir de las aguas, que a pesar de la lejanía, la vimos claramente como comisqueaba algo, con la cabeza totalmente descubierta y la parte superior de su alargado cuerpo emergido, junto a unos cantos rodados. Al dirigirnos hacia el coche escuchamos el trino del escribano soteño, y lo acabamos localizando sobre la copa de una encina. Vimos también unas totovías por el suelo.

Abubilla

     Al retomar la marcha nos fijamos en una abubilla totalmente inmóvil sobre la hierba escarchada. Y sobre una encina, antes de volver a parar, pudimos ver un par de escribanos montesinos. Nos volvimos a asomar al río, y nuevo nos encontramos con la nutria casi nada más llegar, observándola desde otra perspectiva, durante más tiempo. Venía nadando tranquilamente aguas abajo, y la distancia a la que estábamos hizo que la señora del río no advirtiera nuestra presencia. Lo mismo iba por mitad del cauce que se dirigía a las orillas. Parecía estar jugando y disfrutando del fluido en el que desenvolvía sus movimientos. Igualmente se zambullía, que nadaba superficialmente, que se subía a algún tronco que se cruzase en su camino. Un cormorán que también nadaba por aquel tramo, se largó volando aguas arriba, cuando la nutria se acercó. Su jornada de pesca culminó con la captura de algún pequeño pez, que hasta pudimos oír el ruido que producía al mascarlo en una orilla. Avisando de su llegada con su graznante voz, una garza real que vino a posarse en un fresno. Casi simultáneamente también se escuchaban el zorzal charlo, el herrerillo capuchino, la totovía, y el berrido de un ciervo que retumbó en el monte en una ocasión, más otro sonido que no llegamos a identificar, pero fue el águila imperial la que nos hizo apartar la mirada del mustélido para buscarla en el despejado cielo. Y a lo lejos pudimos ver un adulto planear sobre el pinar. El atronador ruido de algunos disparos o las campanas del santuario cuando se agitaban, invadían con brusquedad el ambiente, rompiendo la armonía de los sonidos naturales. Por las encinas del entorno se movían también algún herrerillo común, y un grupo mitos.

Nutria

     Siguiendo nuestra ruta nos encaminamos hacia La Lancha, donde pasamos el resto del día. A nuestro paso vimos ciervos y gamos, en los que nos entretuvimos un poco, y urracas, rabilargos, un par de charlos, petirrojos, pinzones. Un águila imperial adulta cicleando sobre la pista nos hizo detenernos en el camino también. Mientras la veíamos deparé en la presencia de una discreta hembra de roquero solitario en unas piedras cercanas.

Dos gamos machos descansando en el encinar

Ciervas
































     Durante el tiempo de espera llegamos a ver a un par de águilas imperiales volando juntas, a las que también pudimos escuchar. Antes y después de ver la pareja de imperiales, observamos un águila real que pasó por allí. Y tan sólo un único buitre leonado es lo que llegamos a ver de estas grandes aves, habitualmente gregarias. Había unos pocos lejanos ciervos dispersos por la zona, que de vez en cuando todavía berreaban, además de urracas, rabilargos y torcaces a las que tanto se las podía ver y oír. Mientras por las inmediaciones revoloteaba algún avión roquero y las abejas se dedicaban afanosamente a libar nectar de la violeta flor de los romeros, a lo lejos descubrimos el vuelo de un gavilán. También se escuchaba el ajeo de la perdiz, los reclamos de las currucas cabecinegra y rabilarga, e incluso llegaron a sonar las potentes notas del alcaudón real, pero no lo encontramos.

Apis mellifera entre las flores de Rosmarinus officinalis

     Las últimas horas de la tarde las pasamos mirando una pequeña vaguada donde nos avisaron que un lince había sido visto. Había menos gente que el día anterior, aunque repetían algunos. Al llegar al sitio, una joven águila imperial volaba relativamente baja por la zona. El tiempo pasaba, y yo mismo dudaba que aún se encontrara por allí escondido. Observábamos el tranquilo comportamiento de petirrojos y algún mirlo al adentrarse en los arbustos que controlábamos visualmente. Incluso un conejo llegó a refugiarse en un lentisco. Entre tanto se volvió a escuchar al alcaudón real, pero de nuevo sin llegar a ser visto. En unas peñas localicé a un roquero solitario macho, que no fue tomado muy en cuenta por la gente. Tan sólo distrajeron su atención al pasar una joven águila real describiendo círculos en el aire.

Juvenil de águila imperial

Águila Real joven

































     Pienso que la observación de fauna silvestre en el medio natural está muy supeditada al azar. Que en muchas ocasiones es estar en el momento y en el lugar, aunque la paciencia para esperar y la perseverancia de volver a un lugar también acaban dando sus frutos. Nos enteramos por un conocido mío, que el gato salió de su escondite a escasos minutos después de habernos ido.
     Durante el camino de regreso vimos tórtolas turcas, trigueros, perdices, y un par de pitos reales compartiendo el mismo poste de madera. En una dehesa junto a la que paramos a esperar a la chica con la que David se iría, pudimos ver unos ciervos por un lado y un pequeño grupo de gamos por otro. Un zorzal charlo era quizás el ave que más destacaba de cuantos menudos pájaros andorreaban por la hierba. Los gregarios fringílidos en un bando mixto compuesto por verdecillos, pardillos, pinzones y algún jilguero se mezclaban con los bisbitas pratenses, compartiendo el prado del abierto encinar con sus primas cercanas, las lavanderas blancas. Además del zorzal, también estaban por allí sus primos túrdidos más pequeños, los colirrojos tizones y una pareja de tarabillas comunes, y además vimos unos cuantos gorriones. A la caída de la tarde, cuando me despedí de David, empezó a maullar un cercano mochuelo.

(*) Fotografías: gentileza de David Gómez.
                                                                                                                           

Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Nutria Paleártica (Lutra lutra)
  • Lince Ibérico (Lynx pardinus)
  • Cabra Montés (Capra pyrenaica hispanica)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Gamo (Dama dama)
  • Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo)
  • Garcilla Bueyera (Bubulcus ibis)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Ánade Azulón (Anas platyrhynchos)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Gavilán Común (Accipiter nissus)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Águila Real (Aquila chrysaetos)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Gallineta Común (Gallinula chloropus)
  • Avefría Europea (Vanellus vanellus)
  • Andarríos Grande (Tringa ochropus)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Tórtola Turca (Streptopelia decaocto)
  • Mochuelo Europeo (Athene noctua vidalli)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Pito Real Ibérico (Picus sharpei)
  • Totovía (Lullula arborea)
  • Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris)
  • Bisbita Común (Anthus pratensis)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Lavandera Cascadeña (Motacilla cinerea)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros)
  • Tarabilla Europea (Saxicola rubicola)
  • Roquero Solitario (Monticola solitarius)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Zorzal Charlo (Turdus viscivorus)
  • Curruca Rabilarga (Sylvia undata)
  • Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala)
  • Mosquitero Común (Phylloscopus collybita)
  • Mito Común (Aegithalos caudatus irbii)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Herrerillo Común (Cyanistes caeruleus)
  • Herrerillo Capuchino (Lophophanes cristatus)
  • Alcaudón Real (Lanius meridionalis)
  • Arrendajo Común (Garrulus glandarius)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Chova Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Gorrión Común (Passer domesticus)
  • Pinzón Común (Fringilla coelebs coelebs)
  • Verdecillo Común (Serinus serinus)
  • Jilguero (Carduelis carduelis)
  • Pardillo Común (Carduelis cannabina)
  • Picogordo (Coccothraustes coccothraustes)
  • Escribano Soteño (Emberiza cirlus)
  • Escribano Montesino (Emberiza cia)
  • Triguero (Miliaria calandra)

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