En compañía de David, compañero del
Voluntariado en Pirineos de septiembre del año pasado, con quien acordé que viniera este pasado fin de semana, nos movimos durante el sábado y el domingo
por un sector de la Sierra
de Andújar que nos deparó interesantes avistamientos de varias especies de la
fauna silvestre que en estos montes tienen su hogar permanente… o su cuartel de
invernada en el caso de algunos pájaros migradores. Cada día en el campo, aunque
se repita el escenario y el público que lo contempla, se representan escenas
diferentes, y cambian los actores que en ellas intervienen.
Nuestro periplo campero comienza el
sábado, cuando en camino hacia la sierra vimos unas pocas
garcillas bueyeras, divididas en tres grupos distintos, pasando en vuelo sobre
la carretera, más los destacados estorninos negros, agrupados en los árboles
del borde de la calzada. Al desviarnos en sentido al Embalse del Jándula,
empezó a seguirnos un comboy de vehículos que se dirigían a una montería, lo que nos impidió poder
detenernos para mirar los primeros ciervos que sólo pudimos ver de pasada, al
igual que tórtolas turcas, urracas, y así como los rabilargos, la “urraca de
cola y alas azules” que por estar tan solo presente en algunos montes del
centro y del sur peninsular, resulta tan llamativa para las personas, que como
David, vienen de fuera.
Por suerte, para nosotros, aquellos coches
no nos siguieron al meternos en el carril de La Lancha. Una breve parada al
incorporarnos al carril nos permitió ver algún estornino, un carbonero y un
herrerillo. Hicimos un par de paradas antes de llegar a “las curvas”. En un
arroyo, a un lado de la pista le indiqué David donde se encontraba un andarríos
grande, con su inquieta agitación de su cola mientras se dedicaba a sondear el
lecho de arena. Pero él localizó otro al otro lado del camino, en compañía de
una lavandera cascadeña. Paramos también en un punto donde los bolos graníticos
salpican la dehesa donde vimos a un par de machos de gamo, coronados por sus
paletas. Entre las rocas y los prados se movían algunos colirrojos y
petirrojos. Pero lo más espectacular fue un alarmado mirlo que salió apresurado
de un lentisco cercano, y tras él un veloz gavilán, a los que enseguida
perdimos de vista, y de los que nunca más supimos. A lo largo del reto del
camino, hasta llegar a las curvas, fueron apareciendo pinzones, más petirrojos,
algún conejo, y sorprendimos a un pito real en un poste de madera. Y poco antes
de llegar a las curvas paramos a ver un par de arrendajos.
|
Gamos en la dehesa |
Mientras íbamos recorriendo las curvas,
hubo un momento en el que aprecié cierto revuelo entre la gente que allí se
encontraba. Entonces, dejando el coche tal cual lo frené en medio del camino, y
sin dudar, le dije a David que se apresurara en bajarse si quería ver al lince.
Casi inmediatamente me sumé al grupo. Iba a ser casi imposible observarle, pero
sabíamos que estaba allí. Nos lo indicaban el revuelo de los rabilargos, y tres
perdices, que alarmadas, se echaron a volar barranco abajo, y que además se
estaba desplazando. Pero a la que casi nadie le echaría cuentas sería a una
abubilla que se cruzó de frente con los rabilargos. No pasó demasiado tiempo
sin que fuera visto cruzando el camino, y fue ahí cuando pudimos verlo
nosotros. A partir de ahí estuvimos siguiendo sus movimientos entre el
matorral, entre el que a veces desaparecía. La voz de alarma de algún mirlo y un
ciervo macho que con ligereza se apartó de la ruta que llevaba el gato, nos lo
volvieron a redescubrir. Pese a la notable diferencia de tamaño, el ciervo no
apartaba la vista del lince, que con paso decidido, desfiló frente al gran
ungulado de ramificada cuerna. Cuando dejo de verse definitivamente aparqué el
coche a un lado del camino. Por suerte no le había estorbado a nadie.
Poco más tarde volvió a ser visto por la
misma zona. Tal vez hubiera regresado pronto de su campeo, tal vez fuese otro
distinto, no lo sabemos. Nosotros tan sólo teníamos de referencia la zona donde
había sido localizado. Pero la gente se empezó a largar pronto, especulando con
la posibilidad que hubiese pasado a la otra ladera de la colina. Y en ese
momento, cuando la gente se retiraba con cierta ansiedad, la paciencia nos
recompensó mostrándonos nuevamente al moteado gato. Lo localizó David, y al
vernos mirar tan atentamente con los prismáticos hacia el mismo sitio,
volvieron apresuradamente los que ya se iban, sin llegar a verlo, porque ya
desapareció entre la vegetación. Quizás podría pensarse que alguien que viene
por primera vez a la Sierra
de Andújar, y bimba al ser más emblemático por excelencia nada más arribar, no
llegaría a apreciarlo y a valorarlo como bien merece, pero el entusiasmo con el
que mi compañero de campo en esta jornada vivió la experiencia, es el más
sincero reflejo de todo lo contrario.
Invertimos el resto de la mañana por allí,
viendo pasar de vez en cuando buitres leonados, y algún que otro negro. También
vimos muy lejos el águila imperial, un individuo damero. También nos estuvieron
entreteniendo un rato las currucas cabecinegra y rabilarga, con sus reclamos, y
dejándose ver alguna de cuando en cuando. Se dejó ver una familia de mitos, con
sus agudas voces se movía entre los bajos chaparros y las jaras y los romeros. Unos
pocos aviones roqueros daban pasadas por el lugar, mientras veces cruzaba
alguna paloma por la zona. Mientras estábamos pendientes de las voces de las
urracas, una pequeña bandada de verdecillos irrumpió en la zona. Además, un
cuantioso grupo de escandalosos rabilargos vino volando ladera abajo.
|
Embalse del Jándula |
Para la hora de comer bajamos hacia el
Embalse del Jándula, no si antes hacer una breve parada en el mirador del
embalse. Por la presa se movían unos pocos colirrojos, mientras por sus
alrededores volaba algún avión roquero. Desde la presa advertimos en la pared a
unas cabras monteses, una hembra y un par machos, que prácticamente pasaban
desapercibidas. En el río nadaban un par ánades reales, mientras entre la
vegetación se movían algunos mosquiteros y dos lavanderas cascadeñas entra las
piedras.
De vuelta, andorreamos un poco por el
poblado de La Lancha. Sobre
los eucaliptos que por allí crecen pudimos ver unos cuantos estorninos y unos
pocos picogordos. Nos asomamos al valle para mirar el embalse desde otra
perspectiva. Oímos a la llamada de las chovas, y no tardamos en ver dos jugando
en el aire, entrecruzando sus trayectorias. Entre los arbustos del entorno
vimos pinzones, petirrojos, a los cuales e les podía oír también, algún
mosquitero, y a un carbonero común sobre una roca. Pero sobre otra roca
divisamos al más genuino poblador de estas pétreas formaciones, al azul roquero
solitario, que posó más de una vez por allí.
|
Río Jándula |
Al llegar a las curvas nos quedamos allí
hasta que anocheció. Y de nuevo, gracias a la gente que habían visto el lince
antes de llegar nosotros, volvimos a verlo, casi cuando ya estábamos apunto de
marcharnos. Pero esta vez se trataba de dos linces, que entre la lejanía y la
penumbra del atardecer, sólo podíamos observarlos con cierta gracias a un
telescopio del que hicimos el usufructo. En general permanecieron bastante
parados casi todo el tiempo. Y mientras estábamos algo absortos con los linces,
esperando ver algún comportamiento más activo, cantó un cercano mochuelo,
posado sobre un granito. De regreso a Andújar, ya de noche, memorando la
extraordinaria jornada lincera, vimos junto al camino algunos ciervos.
Dado que habíamos conseguido ver el lince
el día anterior, me permití ampliar nuestro recorrido del domingo para que David
conociese otros lugares de la sierra. No prioricé ir hasta La Lancha desde el principio,
así que fuimos al Encinarejo. Al poco de salir de Andújar, además de repetir
las garcillas bueyeras volando sobre la carretera, también pasó un bando de
avefrías. También vimos de pasada estorninos y tórtolas turcas por aquella de
zona de cultivos, al inicio de nuestro recorrido. Al transitar ya por la sierra
vimos unas urracas y una torcaz, posadas en la vegetación junto a la calzada.
La niebla se concentraba sobre el Río
Jándula. Mientras recorríamos carril hacia la presa del Embalse del Encinarejo,
vimos pinzones y David deparó en un conejo. En el puente se agolpaban varias
personas, que como nosotros, habíamos acudido para intentar ver a la nutria,
pero la densidad del manto de niebla sobre las aguas no invitaba al optimismo,
así que en vez de alargar la espera le sugerí a mi compañero enseñarle un poco
la zona, y tirar otra vez a La
Lancha antes de que se fuera.
|
El Río Jándula envuelto en la bruma mañanera |
|
Cormorán Grande |
Nos acercamos a un gran remanso del río, y
curiosamente la bruma se desvaneció rápidamente. Observamos a un par de
cormoranes reposando sobre las deshojadas ramas de un fresno, y sobre ellos, en
las ramas más altas de la oleácea ribereña, unos picogordos. Los petirrojos nos
acompañaban por las rocas aledañas. Al final del gran remanso del río se dejó
ver la garza real, y después de muchos años sin verla por allí, también
apareció la gallineta, vista por David en primer lugar. Entonces, en cuestión
de segundos, también David me avisa de la presencia de la nutria, mientras me
la señala, pero sólo me da tiempo a ver fugazmente como una silueta oscura se
hunde en el agua, que bien hubiera podido ser un pez. Durante un tiempo, que
quizás nos pareció más largo de lo que realmente fue, nos quedamos expectantes,
aguardando su regreso. Y la nutria volvió a surgir de las aguas, que a pesar de
la lejanía, la vimos claramente como comisqueaba algo, con la cabeza totalmente
descubierta y la parte superior de su alargado cuerpo emergido, junto a unos
cantos rodados. Al dirigirnos hacia el coche escuchamos el trino del escribano
soteño, y lo acabamos localizando sobre la copa de una encina. Vimos también
unas totovías por el suelo.
|
Abubilla |
Al retomar la marcha nos fijamos en una
abubilla totalmente inmóvil sobre la hierba escarchada. Y sobre una encina,
antes de volver a parar, pudimos ver un par de escribanos montesinos. Nos
volvimos a asomar al río, y nuevo nos encontramos con la nutria casi nada más
llegar, observándola desde otra perspectiva, durante más tiempo. Venía nadando
tranquilamente aguas abajo, y la distancia a la que estábamos hizo que la
señora del río no advirtiera nuestra presencia. Lo mismo iba por mitad del
cauce que se dirigía a las orillas. Parecía estar jugando y disfrutando del
fluido en el que desenvolvía sus movimientos. Igualmente se zambullía, que
nadaba superficialmente, que se subía a algún tronco que se cruzase en su camino.
Un cormorán que también nadaba por aquel tramo, se largó volando aguas arriba,
cuando la nutria se acercó. Su jornada de pesca culminó con la captura de algún
pequeño pez, que hasta pudimos oír el ruido que producía al mascarlo en una
orilla. Avisando de su llegada con su graznante voz, una garza real que vino a
posarse en un fresno. Casi simultáneamente también se escuchaban el zorzal
charlo, el herrerillo capuchino, la totovía, y el berrido de un ciervo que
retumbó en el monte en una ocasión, más otro sonido que no llegamos a
identificar, pero fue el águila imperial la que nos hizo apartar la mirada del
mustélido para buscarla en el despejado cielo. Y a lo lejos pudimos ver un
adulto planear sobre el pinar. El atronador ruido de algunos disparos
o las campanas del santuario cuando se agitaban, invadían con brusquedad el
ambiente, rompiendo la armonía de los sonidos naturales. Por las encinas del entorno se movían también
algún herrerillo común, y un grupo mitos.
|
Nutria |
Siguiendo nuestra ruta nos encaminamos
hacia La Lancha,
donde pasamos el resto del día. A nuestro paso vimos ciervos y gamos, en los
que nos entretuvimos un poco, y urracas, rabilargos, un par de charlos,
petirrojos, pinzones. Un águila imperial adulta cicleando sobre la pista nos
hizo detenernos en el camino también. Mientras la veíamos deparé en la
presencia de una discreta hembra de roquero solitario en unas piedras cercanas.
|
Dos gamos machos descansando en el encinar |
|
Ciervas |
Durante el tiempo de espera llegamos a ver
a un par de águilas imperiales volando juntas, a las que también pudimos
escuchar. Antes y después de ver la pareja de imperiales, observamos un águila
real que pasó por allí. Y tan sólo un único buitre leonado es lo que llegamos a
ver de estas grandes aves, habitualmente gregarias. Había unos pocos lejanos
ciervos dispersos por la zona, que de vez en cuando todavía berreaban, además
de urracas, rabilargos y torcaces a las que tanto se las podía ver y oír.
Mientras por las inmediaciones revoloteaba algún avión roquero y las abejas se dedicaban afanosamente a libar nectar de la violeta flor de los romeros, a lo lejos
descubrimos el vuelo de un gavilán. También se escuchaba el ajeo de la perdiz,
los reclamos de las currucas cabecinegra y rabilarga, e incluso llegaron a
sonar las potentes notas del alcaudón real, pero no lo encontramos.
|
Apis mellifera entre las flores de Rosmarinus officinalis |
Las últimas horas de la tarde las pasamos mirando
una pequeña vaguada donde nos avisaron que un lince había sido visto. Había
menos gente que el día anterior, aunque repetían algunos. Al llegar al sitio,
una joven águila imperial volaba relativamente baja por la zona. El tiempo
pasaba, y yo mismo dudaba que aún se encontrara por allí escondido.
Observábamos el tranquilo comportamiento de petirrojos y algún mirlo al
adentrarse en los arbustos que controlábamos visualmente. Incluso un conejo
llegó a refugiarse en un lentisco. Entre tanto se volvió a escuchar al alcaudón
real, pero de nuevo sin llegar a ser visto. En unas peñas localicé a un roquero
solitario macho, que no fue tomado muy en cuenta por la gente. Tan sólo
distrajeron su atención al pasar una joven águila real describiendo círculos en
el aire.
|
Juvenil de águila imperial |
|
Águila Real joven |
Pienso que la observación de fauna
silvestre en el medio natural está muy supeditada al azar. Que en muchas
ocasiones es estar en el momento y en el lugar, aunque la paciencia para
esperar y la perseverancia de volver a un lugar también acaban dando sus
frutos. Nos enteramos por un conocido mío, que el gato salió de su escondite a
escasos minutos después de habernos ido.
Durante el camino de regreso vimos
tórtolas turcas, trigueros, perdices, y un par de pitos reales compartiendo el
mismo poste de madera. En una dehesa junto a la que paramos a esperar a la chica
con la que David se iría, pudimos ver unos ciervos por un lado y un pequeño
grupo de gamos por otro. Un zorzal charlo era quizás el ave que más destacaba
de cuantos menudos pájaros andorreaban por la hierba. Los gregarios fringílidos
en un bando mixto compuesto por verdecillos, pardillos, pinzones y algún
jilguero se mezclaban con los bisbitas pratenses, compartiendo el prado del
abierto encinar con sus primas cercanas, las lavanderas blancas. Además del
zorzal, también estaban por allí sus primos túrdidos más pequeños, los
colirrojos tizones y una pareja de tarabillas comunes, y además vimos unos cuantos gorriones. A la caída de la tarde,
cuando me despedí de David, empezó a maullar un cercano mochuelo.
(*)
Fotografías: gentileza de David Gómez.
Lista
de Especies Observadas (Orden Sistemático):
- Conejo
Europeo (Oryctolagus cuniculus
algirus)
- Nutria
Paleártica (Lutra lutra)
- Lince
Ibérico (Lynx pardinus)
- Cabra Montés
(Capra pyrenaica hispanica)
- Ciervo Rojo
(Cervus elaphus)
- Gamo (Dama dama)
- Cormorán
Grande (Phalacrocorax carbo)
- Garcilla
Bueyera (Bubulcus ibis)
- Garza Real (Ardea cinerea)
- Ánade Azulón
(Anas platyrhynchos)
- Buitre
Leonado (Gyps fulvus)
- Buitre Negro
(Aegypius monachus)
- Gavilán
Común (Accipiter nissus)
- Águila
Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
- Águila Real
(Aquila chrysaetos)
- Perdiz Roja
(Alectoris rufa)
- Gallineta
Común (Gallinula chloropus)
- Avefría
Europea (Vanellus vanellus)
- Andarríos
Grande (Tringa ochropus)
- Paloma
Torcaz (Columba palumbus)
- Tórtola
Turca (Streptopelia decaocto)
- Mochuelo
Europeo (Athene noctua vidalli)
- Abubilla (Upupa epops)
- Pito Real
Ibérico (Picus sharpei)
- Totovía (Lullula arborea)
- Avión
Roquero (Ptyonoprogne rupestris)
- Bisbita
Común (Anthus pratensis)
- Lavandera
Blanca (Motacilla alba alba)
- Lavandera
Cascadeña (Motacilla cinerea)
- Petirrojo
Europeo (Erithacus rubecula)
- Colirrojo
Tizón (Phoenicurus ochruros)
- Tarabilla
Europea (Saxicola rubicola)
- Roquero
Solitario (Monticola solitarius)
- Mirlo Común
(Turdus merula)
- Zorzal
Charlo (Turdus viscivorus)
- Curruca
Rabilarga (Sylvia undata)
- Curruca
Cabecinegra (Sylvia melanocephala)
- Mosquitero
Común (Phylloscopus collybita)
- Mito Común (Aegithalos caudatus irbii)
- Carbonero
Común (Parus major)
- Herrerillo
Común (Cyanistes caeruleus)
- Herrerillo
Capuchino (Lophophanes cristatus)
- Alcaudón
Real (Lanius meridionalis)
- Arrendajo
Común (Garrulus glandarius)
- Rabilargo
Ibérico (Cyanopica cooki)
- Urraca (Pica pica melanotos)
- Chova
Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
- Estornino
Negro (Sturnus unicolor)
- Gorrión Común
(Passer domesticus)
- Pinzón Común
(Fringilla coelebs coelebs)
- Verdecillo
Común (Serinus serinus)
- Jilguero (Carduelis carduelis)
- Pardillo
Común (Carduelis cannabina)
- Picogordo (Coccothraustes coccothraustes)
- Escribano
Soteño (Emberiza cirlus)
- Escribano
Montesino (Emberiza cia)
- Triguero (Miliaria calandra)
Pedro, el omnívoro. Siempre un placer estar en tu compañía
ResponderEliminar