A diferencia de la mayoría de las veces en
las que Raimundo y yo hemos quedado para salir de campo, que lo hemos hecho en la Sierra de Andújar, ayer
fuimos a la Sierra
de Cazorla. Salimos desde Baeza, donde nos encontramos. Me apetecía bastante
volver por allí, que ya llevaba tiempo sin ir, y aunque el cielo estaba
encapotado por la nubosidad, sentía que iba a ser un buen día, que algo grande
nos esperaba.
Subiendo por la carretera de la sierra,
nos salía al paso algún que otro pinzón, más un carbonero común que puede
apreciar claramente posado en una rama de un arbusto deshojado. Un poco antes
de llegar al Puerto de las Palomas, levantó el vuelo desde un árbol contiguo a
la calzada, un falcónido que no pudimos identificar, pues el cielo gris sólo
nos dejó ver la silueta negra del ave de puntiagudas alas y cola larga al paso,
ya que nos fue imposible parar con seguridad. Desde el mirador del puerto,
localizamos algunas cabras monteses, entre ellas un par de hembras con chivos.
Prosiguiendo nuestro camino, vimos aves de
mayor porte que el carbonero y los pinzones, tales como torcaces, cornejas y
algún mirlo. Y además unos ciervos cerca de la carretera. También desde la
carretera divisamos algunos buitres leonados cicleando en el cielo. Hicimos
otra parada para mirar un arroyo que se precipitaba por un profundo tajo. El
continuo murmullo del agua no consiguió apagar el canto del trepador azul ni
del carbonero garrapinos, que logré distinguir en el breve periodo que allí
estuvimos.
Raimundo me descubrió un lugar donde no
había estado antes, pero del que había oído hablar, las lagunas de Valdeazores
y Aguas Negras. Al llegar al sitio donde aparcamos el coche, sin bajarnos,
descubrimos al pico picapinos posado apoyado sobre el fino tronco de un joven
pino resinero. Por la zona se escuchaba con facilidad a los piquituertos, del
que divisamos unos pocos en la horquilla de un alto pino laricio, y los
carboneros garrapinos, que no tardamos en ver al ponernos a caminar. Las
graznantes voces de los arrendajos y las alarmas de los mirlos, también nos
permitieron advertir sus movimientos entre el ramaje o en vuelo. Al chochín tan
sólo pudimos oírlo, pero al mito, tras haber escuchado su agudo canto,
conseguimos dar con él. El sonido de rocas sueltas desplomándose por una ladera
nos permitió ver unos gamos machos.
Quebrantahuesos |
Allí donde el valle por el que
descendíamos, se abría un poco más, descubriendo el espacio aéreo, podíamos ver
algún buitre. No dejaban de atraparme la atención los buitres. No sólo por su
armonioso planeo entre los paredones rocosos, pues por suerte puedo decir que
estoy acostumbrado a verlos, sino que buscaba algo entre ellos. ¡Y por fin más
adelante lo encontré! El quebrantahuesos, que tras varias décadas desaparecido
por fin vuelve a volar en libertad en estas vastas y abruptas sierras. Raimundo
determinó que se trataba de un ejemplar subadulto, pero la importancia de su
edad quedaba relativizada, con la emoción del momento de haber contemplado por
primera vez al buitre barbudo en estado silvestre en la Sierra de Cazorla.
Laguna de Aguas Negras |
Llegamos a la Laguna de Aguas Negras,
donde nadaba una focha, y se oía alguna otra entonando su reclamo entre las
eneas de los bordes. Sobre Valdeazores volaban unos pocos buitres, de los que
seguía sin apartar la mirada. Entre las rocas por las que corría el Río Borosa
descubrimos a la llamativa lavandera cascadeña, y casi a la vez vimos a un
zorro escabullirse entre la vegetación arbustiva. Paramos a comer por allí.
Deshaciendo el camino recorrido, hacia el
coche, volvimos a toparnos con algunas de las aves que ya habíamos visto,
arrendajos, mirlos y carboneros garrapinos. Pero al llegar al coche se suma
otro párido más a la lista, el herrerillo capuchino, delatado por su canto, desde
un espino albar. Además, de las profundidades del pinar, llegaron a nuestros
oídos las notas del pito real.
De vuelta por la carretera, paramos a ver
un pequeño grupo de gamos, a los que les apuntaba las cuernas en forma de varas,
lejos de parecerse a las palas que exhibirán al final de su desarrollo. También
vimos cornejas y torcaces. Y volvimos a parar para mirar un rato a una ardilla
que desde el suelo se lanzó a trepar por el tronco de un pino. Culminamos la
jornada con otro rato de espera y observación en el Puerto de las Palomas,
donde además de las cabras, entre los que vimos un par de machos monteses
lejanos, también oímos el ajeo de la perdiz y nos estuvieron entreteniendo con
su repertorio de voces una pareja de cornejas.
(*)
Fotografías: gentileza de Raimundo Gómez.
Lista
de Especies Observadas (Orden Sistemático):
- Ardilla Roja
(Sciurus vulgaris)
- Zorro Rojo (Vulpes vulpes)
- Cabra Montés
(Capra pyrenaica hispanica)
- Ciervo Rojo
(Cervus elaphus)
- Gamo (Dama dama)
- Buitre
Leonado (Gyps fulvus)
- Quebrantahuesos
(Gypaetus barbatus)
- Perdiz Roja
(Alectoris rufa)
- Focha Común
(Fulica atra)
- Paloma
Torcaz (Columba palumbus)
- Pito Real
Ibérico (Picus sharpei)
- Pico
Picapinos (Dendrocopos major)
- Lavandera
Cascadeña (Motacilla cinerea)
- Chochín
Común (Troglodytes troglodytes)
- Mirlo Común
(Turdus merula)
- Mito Común (Aegithalos caudatus irbii)
- Carbonero
Común (Parus major)
- Carbonero
Garrapinos (Periparus ater)
- Herrerillo
Capuchino (Lophophanes cristatus)
- Trepador
Azul (Sitta europaea caesia)
- Arrendajo
Común (Garrulus glandarius)
- Corneja
Negra (Corvus corone)
- Pinzón
Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
- Piquituerto
(Loxia curvirostra)
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