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lunes, 29 de febrero de 2016

ESCAPADA A LAS TABLAS DE DAIMIEL

     Llevábamos ya tiempo con la idea de ir a las Tablas de Daimiel, y por fin hoy, Elena, Fran y yo conseguimos escaparnos. Y como de costumbre, en las Tablas siempre aguardan sorpresas. Cada vez que allí he ido he tenido oportunidad de contemplar distintas cosas. Las poblaciones de aves fluctúan al ritmo que lo hace el nivel del agua, y los acentuados cambios estacionales.
     Mientras esperábamos a Fran para partir en la temprana mañana, Elena y yo nos entreteníamos con las aves urbanas, tórtolas turcas, estorninos, golondrinas y gorriones comunes, mirándolos y escuchándolos. Aunque por la carretera no íbamos muy pendientes de mirar, no escaparon a nuestra atención las urracas, los abundantes estorninos y alguna cogujada, más otros que nos fue imposible determinar que eran. Circunvalando ya Daimiel vimos un cernícalo al borde de la autovía, pero nos resultó más llamativo el paso migratorio de los milanos negros, que en un disgregado grupo, escalaban cotas en el espacio aéreo describiendo espirales.
     Llegando al Río Guadiana, cruzado por el puente del Molino de Molemocho, destacaban en sus aguas un ingente número de fochas, y las cigüeñas, ocupando los nidos sobre los viejos chopos. Fue nuestra primera escala. Al bajarnos del coche llegan a nuestros oídos los crotoreos de las cigüeñas, y la repetitiva estrofa del ruiseñor bastardo. Las golondrinas revoloteaban por los alrededores, y el pequeño zampullín común nadaba y se sumergía cerca de las ojeras del puente, donde por la despejada orilla se movía la inquieta lavandera blanca. Pasaban de vez en cuando algún cormorán, cigüeña o gaviota sombría cruzando el cielo, y mientras observábamos las fochas, a nuestras espaldas cantó con fuerza un cercano ruiseñor bastardo que tuvo la amabilidad de asomar de su escondite entre las apretadas eneas y permitirnos que lo contemplásemos.


Las someras aguas de las Tablas de Daimiel

































     Dirigiéndonos hacia los aparcamientos, junto a las oficinas del Parque Nacional, pude ver estorninos y alguna cogujada, más un bando mixto de pájaros poco antes de llegar, entre los que estaban los inconfundibles jilgueros, reconocidos por la banda alar amarilla. Entre los tarajes de las inmediaciones podía verse urracas y palomas torcaces.
     Nuestro primer objetivo fue la Laguna Permanente. En nuestras andaduras, nos vimos envueltos por nubes de mosquitos en más de una ocasión. En el paseo hasta llegar a los observatorios, escuchamos al buitrón, y localizamos entre las desnudas ramas de los chopos y los tarajes, gracias a sus cantos, al carbonero y al herrerillo común. Antes de entrar en los observatorios, ya habíamos divisado en un pequeño cerro de la otra orilla a los ánsares pastando sobre el césped. Desde el interior del observatorio, pudimos verlos mejor, y además, a un par de cormoranes, posados en un pequeño islote, y de entre los pequeños bandos de grullas, diseminados por el cielo, uno de ellos compuesto por cinco, que se precipitó tras la colina donde estaban los ánsares. Descubrimos también, buscando en la profundidad del horizonte, a unas gaviotas sombrías, unas nadando, otras volando, un par de somormujos lavancos, una garza real en una orilla, bastante disimulada entre los tallos de la jungla de espadañas y carrizos secos, y un pequeño grupo de avefrías que pasaron volando.
     La siguiente meta fue ir hasta la Isla del Pan, pero haciendo el recorrido a la inversa a lo que usualmente hacen los visitantes, desde la Isla del Maturro, en lugar desde la Entradilla. Empelamos bastante rato en completar el corto itinerario. La razón, las múltiples paradas que nos obligaban las aves a improvisar. Destacaban sobre las someras aguas de la Tabla de la Hita los patos, los llamativos machos blancos del pato cuchara, y junto a ellos, las pequeñas cercetas, que compartían con alguna focha.
     Las lavanderas blancas se movían por las cenagosas orillas, y mientras las mirábamos se descubre desde el carrizal un pájaro de mayor porte, con el dorso gris pardusco, que irresistiblemente atrajo mi atención como imán sobre él. A menudo, estos pájaros de plumaje discreto, que pocas veces se dejan ver tan claramente, constituyen todo un desafío identificarlos. Mi sorpresa vino, cuando al girarse me muestra su pecho teñido parcialmente de azul, dibujándole una especie de collar, característica por la cual recibe su nombre. Se trataba de un pechiazul, bien de una hembra, bien de un macho del primer año, que aun carecía de la amplia mancha de intenso azul que colorea todo el pecho, a veces interrumpida por una pequeña mancha central blanca o roja, de los adultos de su sexo. Y aunque no es la primera vez que veo a esta especie, no pude ocultar el entusiasmo que sentí al verlo, recogiendo así mi premio particular con el que me obsequiaron las Tablas de Daimiel en esta visita aquí descrita.
     No tardamos mucho en afinar más, y descubrir unos cuantos pechiazules más. Uno se dejó ver posado en una alta rama que se elevaba sobre el nivel de los carrizos, pero la mayoría aparecían por las orillas, compartiéndolas con las lavanderas, un petirrojo que también salió por allí, y algún bisbita. Gaviotas y cormoranes podían verse en vuelo, pero más nos atraían los bandos de grullas, con su ensordecedor trompeteo mientras surcaban el firmamento. Cantaba el ruiseñor bastardo, y también podía oírse a veces al mosquitero. Más adelante acabamos viendo alguno, cuando asomaba entre las eneas y carrizos exteriores de las orillas. También vimos algunos ánades reales, y al aguilucho lagunero sobrevolar las tablas.
     Estaban bastante concurrido el Parque hoy por la mañana, a pesar de ser lunes. Caminando bajo el bosque de tarajes de la Isla del Pan escuchamos y pudimos ver unos gorriones morunos. Se oía también al ruiseñor bastardo, pero no lo vimos. Poco antes de llegar al observatorio pudimos ver un buitrón sobre una mata. Tras unos momentos en que pudimos mirarlo a placer, el diminuto pájaro desafió la corriente de aire, alzando el vuelo, a la vez que emitía su monótono canto, hasta dejarse caer en el suelo, un poco más allá de donde lo habíamos visto. Y seguimos viendo grullas pasar durante el tiempo que allí permanecimos, y apenas si le echamos cuentas a los aviones que también sobrevolaban la zona.

Grullas en vuelo

     De camino entre las Islas del Descanso y la Entradilla, vimos un par de fochas, y unas cercetas, y de nuevo, el vuelo rasante del aguilucho lagunero sobre la vegetación palustre. Escuchamos al ruiseñor bastardo y al buitrón mientras nos dirigíamos al observatorio de la Laguna de Aclimatación, lugar que elegimos para comer, desde donde además de los anátidos y rálidos que allí mantienen en condiciones controladas, vimos un bisbita caminado por la orilla, el único ave completamente silvestre, que puede entrar y salir libremente a través de la malla metálica que cubre la laguna. Yo salí antes, a llevar algunas cosas al coche, lo que me permitió advertir a una pareja de tarabillas, posadas en las puntas más altas de los arbustos del entorno, y poder oírlas cantar.

Pareja de Fochas

     Después de comer, fuimos hacia la Torre de Prado Ancho, parando en cada uno de los observatorios que había en el camino. La actividad de las aves parecía haber menguado a primeras horas de la tarde. Al iniciar el camino, pudimos ver un carbonero entre los tarajes del principio. Algunas urracas y palomas más adelante, y el paso de algún que otro cormorán. Nos fue fácil ver al macho de tarabilla posado en una señal. En las breves estancias en los observatorios tampoco conseguimos ver gran cosa. Tan solo un ánsar, dos ánades reales, un par de parejas de cercetas, además unas pocas fochas y cormoranes. Entre ellos había uno muy llamativo, que pudimos observarlo no muy lejos, que ya lucía el plumaje de celo, con la cabeza blanca, y desplegaba sus alas mientras nadaba. Cerca ya de la torre, volvemos a dedicar unos momentos para levantar la vista al cielo, y no dejar de mirar con cierto asombro las escuadras de las vociferantes grullas.
     Desde lo alto de la torre observamos un grupo de machos de patos cuchara, entre los que se movía una cigüeñuela. No muy lejos también nadaban unos ánades reales. Más al fondo había cormoranes sobre el agua, o bien pasaban volando, como también lo hizo un pequeño grupo de ánsares. Mientras tanto el aguilucho lagunero seguía sus prospecciones, dando pasadas sobre las tablas. Y en el borde de una de las junglas de carrizos y eneas que circundan las tablas, descubrimos a la garza real.

Tabla de Prado Ancho

     La vuelta la hicimos por un camino paralelo, entre barbechos restaurados con vegetación forestal mediterránea. Se oía el triguero y el buitrón en aquellos parajes, y podían verse alguna bandada jilgueros, gorriones y estorninos, así como a las solitarias tarabillas posadas en los tallos más altos de los pastos y a las cogujadas corretear por el camino. Además de las grullas, pudimos ver en el aire evolucionar una disgregada columna de milanos negros a lo lejos. Algunos pasaron más cerca. También pasaron unas grajillas, que graznaban de cuando en cuando. Llegando casi al Centro de Visitantes, saltó una liebre de donde se encontraba encamada. Lo más curioso es que salió corriendo después de haber pasado cerca de ella, y ni nos habíamos dado cuenta.
     En la parcela donde se encuentran los merenderos, junto a las oficinas del Parque, había tórtolas turcas, y también fui capaz de ver una abubilla en la linde, donde pronto pasó desapercibida entre los chaparros. Sobre las leñosas matas pudimos ver también una tarabilla macho, pero atrajo más nuestra atención poder ver al descubierto una curruca rabilarga, pequeña en comparación con la tarabilla, ya que por unos instantes la inquieta curruca nos permitió verla cerca de la tranquila tarabilla.
     Faltaba poco más de una hora para la puesta de sol, y mi idea era que antes que oscureciese, poder ir a la Laguna de Navaseca. Iba con cierto nerviosismo, por querer abarcarlo todo. Las numerosas fochas que nadaban cerca del puente del Molino del Molemocho, avanzaban ahora por tierra, como si de gallinas se tratara, dirigiéndose hacia el corral para recogerse.

Avifauna de la Laguna de Navaseca: fochas y flamencos

     Comprobé con satisfacción las actuaciones de mejora llevadas a cabo en el entorno de la laguna procedente de la estación depuradora, observatorios en su perímetro, y señalización limitando la velocidad a su alrededor por el paso de fauna. Y no es para menos, pues la vida bulle allí, concentrada como en un oasis. No nos detuvimos demasiado tiempo. De entrada nos da la bienvenida la algarabía formada por las gaviotas reidoras, y conseguimos ver con suma facilidad los flamencos, las gallinetas, las cigüeñulelas y los zampullines que no pudimos encontrar en las Tablas de Daimiel. Tampoco faltaban aquí las fochas, ni los ánsares ni los ánades reales. Además, en una de nuestras breves paradas, conseguimos ver una agachadiza común, que alzó el vuelo desde la orilla junto a la que pasamos. Las golondrinas también volaban por el entorno de la laguna, papando mosquitos. En nuestro ligero recorrido perimetral, además de parar para ver las aves acuáticas, también lo hicimos para observar un par de trigueros posados en una valla.
     De vuelta a las Tablas, pudimos ver la puesta de sol antes de cruzar el Guadiana. Aprovechamos para disfrutar del incandescente atardecer desde la carretera, cuyas últimas luces irisaban el cielo, reflejado también en el espejo del agua.

Atardecer en las Tablas de Daimiel

     Sin más demora, dejamos el coche en los aparcamientos, junto a las oficinas, y a un ritmo ligero andamos hacia la Isla del Pan. Nuestra intención era ver la llegada de las grullas a sus dormideros antes que se fuera la luz. Pero quedamos gratamente sorprendidos nada más llegar con otro espectáculo pocas veces observable, la jornada de caza vespertina de un búho chico. Con vuelo inaudible se deslizaba aleteando a ras de los matorrales de bajo porte que cubren la isla, efectuando quiebros y cortos cernidos justo antes de dejarse caer a tierra. Enseguida volvía a despegar y continuaba con su actividad, alejándose poco a poco, hasta desvanecerse entre tinieblas. Lejanos bandos de grullas se desplazaban por el aire, de las cuales solo podíamos ver sus siluetas contra el anaranjado horizonte del poniente. Hasta nuestros oídos llegaban sus voces. Yéndonos de Daimiel, un enclave que nunca decepciona mis expectativas, cruzó la carretera un ratón.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Ratón de Campo (Apodemos sylvaticus)
  • Liebre Ibérica (Lepus granatensis)
  • Zampullín Chico (Tachibaptus ruficollis)
  • Somormujo Lavanco (Podiceps cristatus)
  • Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Cigüeña Blanca (Ciconia ciconia)
  • Flamenco Común (Phoenicopterus ruber)
  • Ánsar Común (Anser anser)
  • Ánade Azulón (Anas platyrhynchos)
  • Cuchara Común (Anas clypeata)
  • Cerceta Común (Anas crecca)
  • Milano Negro (Milvus migrans)
  • Aguilucho Lagunero Occidental (Circus aeruginosus)
  • Cernícalo Vulgar (Falco tinnunculus)
  • Gallineta Común (Gallinula chloropus)
  • Focha Común (Fulica atra)
  • Grulla Común (Grus grus)
  • Cigüeñuela Común (Himantopus himantopus)
  • Avefría Europea (Vanellus vanellus)
  • Agachadiza Común (Gallinago gallinago)
  • Gaviota Reidora (Chroicocephalus ridibundus)
  • Gaviota Sombría (Larus fuscus)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Tórtola Turca (Streptopelia decaocto)
  • Búho Chico (Asio otus)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Pito Real Ibérico (Picus sharpei)
  • Cogujada Común (Galerida cristata)
  • Golondrina Común (Hirundo rustica)
  • Avión Común (Delichon urbicum)
  • Bisbita Común (Anthus pratensis)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Pechiazul (Luscinia svecica)
  • Tarabilla Europea (Saxicola rubicola)
  • Ruiseñor Bastardo (Cettia cetti)
  • Buitrón (Cisticola juncidis)
  • Curruca Rabilarga (Sylvia undata)
  • Mosquitero Común (Phylloscopus collybita)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Herrerillo Común (Cyanistes caeruleus)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Grajilla Occidental (Corvus monedula)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Gorrión Común (Passer domesticus)
  • Gorrión Moruno (Passer hispaniolensis)
  • Jilguero (Carduelis carduelis)
  • Triguero (Miliaria calandra)

miércoles, 2 de enero de 2013

VIAJE EXPRES A LAS TABLAS DE DAIMIEL

     Invitado por mi amiga Eva Marín, comenzamos el nuevo año con una escapada a las Tablas de Daimiel. Entre los asistentes se encontraban caras conocidas como las de Javi Moreno, Isa Periera, Javi Ramírez, Paqui Jódar y Jesús García, a quienes no veía desde mayo del año pasado. Y una grata sorpresa, reencontrarme con Rosa Armenteros, una compañera del Voluntariado del lince del verano del 2004, a la que no veía desde entonces. Igualmente positivo fue conocer gente nueva. Un verdadero lujo haber podido recorrer los itinerarios de las Tablas en tan buena compañía, con los que compartir impresiones y observaciones de campo que aquí relato.
 

Las Tablas de Daimiel vistas al atardecer

     La mañana del primer día del año amanecía cubierta de nubes por la borrasca que barría el cielo, y húmeda por la tenue llovizna que se precipitaba sobre la campiña olivarera que rodeaba la gasolinera donde esperaba a Eva y a los demás. Temía que el día en las Tablas fuera pasado por agua, mientras un carbonero parecía que clamaba a la lluvia emitiendo su característica estrofa “aguaquí aguaquí…”. Pero aunque el día no llegó a abrir totalmente, tampoco llovió.
     Llegando a Despeñaperros se dejó ver un rabilargo que volaba junto a la autovía. Posado en una roca, se recortaba la silueta del ratonero, y al entrar en uno de los túneles de Despeñaperros un buitre planeaba bajo. Recorriendo la meseta manchega empiezan a verse urracas y estorninos cerca de la autovía, posados en postes o en cables del tendido eléctrico, y del mismo asfalto despegaban algunos gorriones al acercarnos. Un milano real sobrevoló la autovía. Aproximándonos a nuestro destino vimos tres cernícalos y otro ratonero más. Cada vez más cerca de las Tablas, además de gorriones y estorninos, se veían los bandos de jilgueros recorriendo los llanos campos aledaños a la carretera, y las primeras grullas, surcando el cielo gris, nos anuncian que ya estábamos al lado de las Tablas de Daimiel.

Las Tablas de Daimiel

     Nuestra primera parada fue en el puente que cruza el Río Guadiana, donde destacaban las oscuras fochas que nadaban sobre sus aguas, y las gallinetas que prospectan las orillas. También había unos pocos cormoranes allí presentes, al igual que un concentrado bando de gaviotas sombrías sobre la superficie del agua, ocupando una parcela concreta, que parecía claramente definida. Y sobre un taray en medio del río, se posó una lavandera blanca.
     Pasado el medio día llegamos a nuestro destino, el Parque Nacional, donde nuestro primer objetivo fue acercarnos a la Laguna de Aclimatación, en la que hay ejemplares de distintas especies de anátidas y rálidas que se tratan de recuperar para devolverlos a la libertad. Pero las únicas aves que entran y salen de aquel recinto son los pequeños gorriones que se cuelan por la malla que cubre la laguna. Y a través de la malla, vimos al primer aguilucho lagunero que volaba fuera.
     A continuación hicimos un itinerario a través de las islas de las Tablas. El nivel de agua no estaba demasiado alto. Era fácil descubrir a las fochas en el agua, o a las gallinetas recorriendo las orillas. Desde una pasarela podían apreciarse un número considerable de ánades frisos, y también un par de machos de cerceta común. Desde uno de los observatorios descubrimos al gallo azul de nuestras zonas húmedas: el calamón, que utilizando sus enormes pies a modo de manos, agarraba los rizomas con los que se nutre.

Pareja de Ánades Frisos

     Más lejanas, aparecían las grullas en las dehesas del fondo, y sobre las mismas, cicleaban las cigüeñas. Los ánsares, las garzas reales y los cormoranes también los vimos de lejos, en las lagunas del fondo. Los aguiluchos laguneros y las gaviotas daban pasadas sobre aquellas áreas inundadas.
     Entre los secos tallos de la vegetación palustre se movían los mosquiteros, y de vez en cuando era posible ver alguna tarabilla posada en lo más alto de esos mismos tallos. En las islas, en tierra firme, crecen a modo de bosques grandes tarajes que cobijan urracas, palomas torcaces, petirrojos y mirlos. También se ven sobre el terreno las hozaduras de los jabalíes, y por las pasarelas se podía observar excrementos de zorro.
     Cuando llegamos a los aparcamientos, a coger nuestro almuerzo, el colirrojo tizón se mostraba con confianza. Un herrerillo que cantaba por allí, se descubrió al volar. Y de camino al área recreativa donde comimos, vimos una gran liebre por las inmediaciones, y alguna que otra tórtola turca.

Las secas espadañas ocupan las orillas de las lagunas

     Después de comer, para aprovechar el tiempo de las primeras horas de la tarde, antes de asistir al gran espectáculo de la llegada de las grullas, fuimos hasta la Torre de Prado Ancho. En el camino varias paradas obligadas, para disfrutar del maravilloso entorno que nos rodea. Desde uno de los observatorios, pudimos ver de cerca un pequeño grupo de ánsares que comisqueaban sobre el barro de una zona que estuvo encharcada hasta hace no mucho tiempo. Y donde aún quedaba algo de agua, nadan cinco hembras de pato cuchara. Otros ánsares volaban cerca, dejándonos escucharlos.
    El grupo ya se había disgregado un poco, y mientras algunos ya habían llegado a la Torre de Prado Ancho, otros, los más rezagados, nos tomábamos el paseo con calma. Destacaban los trigueros que se detectaban con facilidad por su canto inconfundible, e igualmente se veían posados en lo más alto de un cardo, o eran fáciles de descubrir entre las desnudas ramas de los tarajes del camino.
     Un zorro nos obligó a detenernos en seco, y el raposo no huyó, si no que incluso hasta se nos acercó. En el tiempo que nos dejó observarlo, nos mostró algunas de las facetas de su vida cotidiana, y así marcó con la orina el borde de un camino, mordisqueó un junco permitiéndome verle con los prismáticos los caninos, y por último nos enseñó como caza, dirigiendo sus pabellones auditivos hacia la presa como si fueran rádares, con la cola izada cubierta del lustroso pelaje invernal y flexionado las patas traseras para abalanzarse de un certero salto sobre su víctima. No falló, pero tampoco vimos que se llevaba en la boca, aunque por su tamaño más bien pequeño, presumiblemente se tratara de algún roedor.

Zorro

     Caía la tarde y las grullas pronto llegarían. Con cierta celeridad hicimos el camino de vuelta, del que nos salió una liebre que tenía el encame cerca del camino, y corrió campo a través hasta desaparecer de nuestra vista. Con el grupo disgregado, unos acabaron en la Laguna Permanente y otros fuimos a la Isla del Pan para ver llegar a las grullas. Mientras aún caminaba, puede ver el grueso de las grullas, como un caudal que recorría el cielo del atardecer, que anunciaba su llegada emitiendo su sonido de trompeta.
     Desde la Isla del Pan seguimos viendo la llegada de más grullas, pero ya repartidas en pequeños bandos. Entre el sonido de las grullas se mezclaba con el las urracas que también tienen su dormidero en las Tablas de Daimiel. Mientras el sol se ocultaba tras el horizonte, y el juego de luces de la fría tarde de invierno, pintaba el cielo de preciosas tonalidades que contrastaban con las oscuras y sombrías nubes, comenzaba a ulular el búho real. De vez en cuando también se escuchaban los graznidos de la garza real.

La llegada de las grullas al atardecer en las Tablas de Daimiel

(*) Fotografías: gentileza de Paqui Jódar y Javier Ramírez (orden alfabético).


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Liebre Ibérica (Lepus granatensis)
  • Zorro Rojo (Vulpes vulpes)
  • Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Cigüeña Blanca (Ciconia ciconia)
  • Ánsar Común (Anser anser)
  • Ánade Friso (Anas strepera)
  • Cuchara Común (Anas clypeata)
  • Cerceta Común (Anas crecca)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Milano Real (Milvus milvus)
  • Aguilucho Lagunero Occidental (Circus aeruginosus)
  • Busardo Ratonero (Buteo buteo)
  • Cernícalo Vulgar (Falco tinnunculus)
  • Calamón Común (Porphyrio porphyrio)
  • Gallineta Común (Gallinula chloropus)
  • Focha Común (Fulica atra)
  • Grulla Común (Grus grus)
  • Gaviota Sombría (Larus fuscus)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Tórtola Turca (Streptopelia decaocto)
  • Búho Real (Bubo bubo)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros)
  • Tarabilla Común (Saxicola torquatus)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Mosquitero Común (Phylloscopus collybita)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Herrerillo Común (Cyanistes caeruleus)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Grajilla Común (Corvus monedula)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Gorrión Común (Passer domesticus)
  • Jilguero (Carduelis carduelis)
  • Triguero (Miliaria calandra)

jueves, 6 de octubre de 2011

ENCUENTRO JUVENIL EN LITUANIA: VISITA AL PARQUE NACIONAL AUKŠTAITIJA

     El día 28 de septiembre realizamos una visita guiada al Parque Nacional Aukštaitija (Aukštaitijos Nacionalinis Parkas). Nos llevaron a ver un centro de visitantes donde se mostraban los principales valores del parque, un museo de la miel, y aunque resulte chocante: ¡a una torre de telefonía móvil! Supongo que un país donde prácticamente no hay de elevaciones naturales debe resultar atractivo tener una perspectiva visual desde la altura, aunque sea desde una estructura metálica artificial poco integrada en el paisaje, pero aun así yo no subí. El centro de vistantes tampoco fue de mi agrado, pues los animales que mostraban no eran maquetas, si no que se trataban de ejemplares reales que estaban disecados, expuestos como una colección de trofeos cinegéticos. Pero también hicimos paradas en un mirador desde el que se contemplaban lagos rodeados por pinares, y en un pequeño puente que actuaba de presa sobre un río y formaba un pequeño embalse.



Lagos del Parque Nacional






























     El paisaje del Parque Nacional no variaba con respecto al lugar donde estábamos alojados: pinares, solo interrumpidos por praderas y lagos. Y al igual que en los alrededores de Salakas era complicado observar fauna silvestre, y más aún, viajando en un autobús que solo paraba donde tenía previsto hacerlo. Así que me tuve que conformar con ver solo de pasada dos garzas reales y dos cisnes, y también unos pocos arrendajos que se atrevieron a cruzar la carretera.

Cauce de un río estancado por una pequeña presa

Ánades Reales o Azulones reposando en la orilla de un río

     En el pequeño pueblo donde se hallaba el centro de visitantes, integrado en el bosque y cerca de un gran lago, tuvimos bastante tiempo libre, y allí fue donde comimos, en un área recreativa. Algunos invertimos nuestro tiempo en dar un paseo por la zona. Era fácil encontrarse con ranas, en cambio las aves brindaban pocas oportunidades de observación, de las que las cornejas cenicientas eran las que más se dejaban ver. Unas grajillas se delataron por el canto, lo que me permitió localizarlas con facilidad. Andando entre unas viejas cabañas de madera pudimos ver un carbonero, al que descubrimos gracias a su canto, y poco más adelante, entre la hierba del suelo vimos un zorzal real, que salió volando en cuanto paramos para intentar observarlo. También unos pocos gorriones comunes y molineros, separados en distintos bandos, se dejaron ver por el poblado. 

Rana Bermeja

     En los lagos que se veían desde el mirador, a pesar de la distancia, se distinguían algún que otro somormujo, y a las oscuras fochas, nadando en grupo. En el corto rato que estuvimos allí, voló un picapinos por un claro del bosque. En las aguas contenidas por el puente, formando una pequeña laguna, nadaban, confiados de la gente, algunos ánades reales. Y cerca del mismo puente desde donde observábamos los patos, andaba por la carretera una lavandera blanca. Al acercarnos a orillas del río saltaban entre la hierba multitud de ranas bermejas tratando de huir de nosotros, mientras que los patos ni se inmutaban. Aquí presenciamos algo que llamó bastante la atención del grupo. Una gran rana, que al aproximarnos, se lanzó al agua, circunstancia que aprovechó uno de los patos para capturarla. Apresuradamente, el ánade se alejó del resto de sus congéneres, que lo persiguieron para arrebatarle el botín. A pesar de zarandearla y golpearla repetidas veces contra el somero fondo del cristalino río, era incapaz de tragarsela. Aún así, insistía constantemente y tampoco la soltaba. No sabemos si finalmente la engulló, porque tuvimos que marcharnos, pero lo que es seguro que la rana no viviría para contarlo. Mientras el grupo subía a la torre, en la que fue nuestra última parada al final de la tarde, aproveché para dar una vuelta por los alrededores, lo que me permitió encontrar un par de montículos de hormigas rojas. Cuando el grupo bajaba de la torre para marcharnos, pasó una bandada de ánsares en su característica forma de V.

Perspectiva de un lago y del pinar del Parque Nacional
































(*) Fotografías: gentileza de Marta Negrillo y Patricia Zamora (orden alfabético).


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Somormujo Lavanco (Podiceps cristatus)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Ánsar Común (Anser anser)
  • Cisne Vulgar (Cignus olor)
  • Ánade Azulón (Anas platyrhynchos)
  • Focha Común (Fulica atra)
  • Pico Picapinos (Dendrocopos major)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Zorzal Real (Turdus pilaris)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Arrendajo Común (Garrulus glandarius)
  • Grajilla Común (Corvus monedula)
  • Corneja Cenicienta (Corvus cornix)
  • Gorrión Común (Passer domesticus)
  • Gorrión Molinero (Passer montanus)
  • Rana Bermeja (Rana temporaria)

domingo, 9 de enero de 2011

DIARIO DE UN VIAJE A ZAMORA

Introducción:

     Para empezar el año David y yo nos fuimos de viaje a Zamora. Concretamente nuestra intención era conocer parte de la naturaleza de esta provincia castellana. Este plan era novedoso para ambos puesto que ninguno de los dos habíamos estado bicheando nunca por esta tierra. El viaje ha sido todo un lujo por muchos factores.
- Expectativas: Se han cubierto muchas de ellas al encontrar casi todas las especies que llevábamos en mente.
- Clima: Aunque algunos días (los pasados en la Sierra de la Culebra) tuvimos lluvia y niebla, la temperatura ha sido siempre muy agradable.
- Economía: En 6 días hemos gastado poco más de 100 € cada uno, y la mayoría de este gasto se corresponde por supuesto al combustible. Evitamos los peajes.

     Para realizar este viaje íbamos con la casa a cuestas literalmente. Fuimos en una furgoneta (wolksvagen caravelle, equipada por westfalia) acondicionada con calefacción, frigorífico, cocina, fregadero, armarios, mesa y cama. Además se le podía desplegar el techo, lo que nos permitía movernos con comodidad en su interior. Aunque pueda parecer una cutrez y lleváramos cierto desorden, hemos estado en las glorias. Era como tener un apartamento con vistas a donde quisiéramos. Así pues, lo mismo comíamos entre avutardas, en medio de un barbecho en llano, casi infinito, donde la vista se perdía en el horizonte, en los campos de Villafáfila, que contemplando un hermoso lago glaciar, la Laguna de los Peces, cerca del Lago de Sanabria. Igualmente dormíamos en plena naturaleza, esperando encontrarnos con bellas panorámicas nada más despertar, y tomar nuestro desayuno consistente en pan tostado con aceite, tomate y lomo y zumo natural de naranja y exprimido a mano, observando uno de esos maravillosos espectáculos que de vez en cuando nos brinda el campo. Y de esta manera lo mismo amanecíamos en el corazón de la Sierra de la Culebra, frente a la loma de una montaña, esperando observar a los lobos, que en los aledaños de un pueblo deshabitado a la orilla de una de esas lagunas esteparias de Villafáfila, donde por la noche sisea la lechuza y durante el día las ruidosas escuadras de ánsares surcan el cielo gris plomizo de Castilla.


1º Día: Llegada a Tierra de Campos.

     Con un poco de resaca, consecuencia de la noche anterior, y algo de retraso para mi gusto, partimos hacia nuestro destino el primer día del año, sobre las 17.00. Prácticamente hicimos todo el viaje de noche y por supuesto llegamos a Tierra de Campos en plena oscuridad, sobre las 23.45. Cenamos a medio camino. Atravesamos Madrid por el Puerto de Guadarrama, pero como ya se nos había echado la noche encima, no pudimos ver, aunque solo fuera de paso, esta sierra limítrofe con Segovia donde aparecen los primeros rodales de pino silvestre, característicos de los bosques de coníferas del norte de la península y prisioneros de las más altas montañas en el sur, aunque en ambas latitudes, muchos de estos pinares procedan de repoblaciones forestales.
     Tampoco vimos ningún animal en toda la autovía, salvo algunos conejos y liebres atropellados, hasta que cogimos el desvío hacía Villafáfila, y a su vez, antes de llegar al pueblo, tomamos otra pequeña carretera que volvía a la principal y que rodea una estación de no se que (creo que de transferencia y que se trataba de una especie de vertedero, pero debía ser muy aséptico porque no olía a nada), más o menos frente a la Casa del Espacio Natural de las Lagunas de Villafáfila. Aquí tuvimos nuestro primer encuentro del viaje con animales, un sapo corredor, cruzando la calzada, indicador de la buena temperatura y de la humedad del ambiente, y dos búhos campestres, que levantaron el vuelo, uno detrás de otro, ante nuestra llegada. Este avistamiento nos pilló desprevenidos, sin la linterna (que alumbra como un foco) a mano, así que nos tuvimos que conformar con la fugaz visión que nos permitió la luz larga de la furgo. Como ya no teníamos nada que hacer y estábamos cansados por el viaje, aparcamos "nuestra casa" en un ancho cruce de carriles y allí dormimos, en medio del campo.


2º Día: Travesía entre campos y lagunas.

     Amaneció con bruma no muy espesa que más o menos pronto de disipó, pero todo el día fue gris y hasta las últimas horas de la tarde no vimos la luz directa del sol. Mientras desayunábamos, estuvimos hablando con un cazador, que nos comentó que se podía ver por aquellas tierras. Entre tanto contemplábamos los vuelos rasantes de un macho de aguilucho pálido, un par de milanos reales que alternaban sus posaderos sobre los postes y un cernícalo posado en un cable rodeado por gorriones molineros. Algunos pequeños bandos de jilgueros y pardillos volaban de aquí para allí, así como alguna lavandera blanca, y algunos trigueros, estorninos y cornejas se movían por el barbecho. Pequeños grupos de ánsares iban y venían buscando un campo donde parar a saciar su apetito, hasta que aparecieron las primeras avutardas con su pesado vuelo y aterrizaron a lo lejos.

Avutardas

     Después hicimos una visita a la Casa del Parque donde nos informaron sobre puntos concretos donde ver avutardas y ortegas, e incluso nos hablaron de una pista forestal concreta para cuando fuéramos a la Sierra de la Culebra. En las pequeñas lagunas del recinto de este centro era posible ver con suma facilidad ánsares y fochas, algún que otro ánade y zampullín, y hasta porrón moñudo, además pollos de avutarda que tienen en condiciones controladas en una parcela para su recuperación. Las únicas aves que se movían con total libertad en este sitio eran los paseriformes: algunas urracas, un mirlo, un alcaudón real, un par de petirrojos y otro par de colirrojos, mosquiteros, unos pocos trigueros, gorriones comunes, algún pardillo y un gran bando de verderones que pululaban entre los escasos arbustos y los desnudos arbolillos.
     Salimos hacía los campos que nos indicaron para carrilear con tranquilidad, apartados de la carretera. Durante prácticamente todos nuestros movimientos por esta zona, no faltaban avutardas, avefrías, ánsares, cornejas, cernícalos, ratoneros, milanos reales, aguiluchos pálidos, aves, que a pesar de estar presentes por doquier en cualquier parte adonde fuéramos, resultaban bastante desconfiadas. Seguramente escarmentadas por los disparos de las muchas escopetas que parece que había en el lugar, emprendían el vuelo antes de posicionarnos a su altura. Los grandes bandadas de fringílidos, sobre todo jilgueros y pardillos, así como los estorninos negros y pintos, también son frecuentes y fáciles de ver. La nota musical del paisaje la ponían los alaúdidos, alondras y calandrias, y alguna lavandera blanca al pasar volando. Ya metidos en carriles, paramos a comer entre un bando de unas 60 avutardas, y en mitad del carril, como puestas a drede para que las encontráramos, dos rémiges de esta gran ave.

Bando de Avutardas

     Hacía la tarde cambiamos de campos. Pero antes de abandonar estos caminos nos topamos con una garza real. Nos dirigimos hacía otras tierras de labor, a probar suerte con la ortega, y la suerte estuvo de nuestro lado. En un campo de alfalfa segada, y acompañadas por avutardas, nos encontramos con 9 ortegas. A pesar de desplazarnos a poca velocidad, y la considerable y prudente distancia que nos separaba de ellas, no nos dieron ni tiempo a parar la furgoneta. Emprendieron la huida sin pestañear, pero nos dejaron escuchar sus arrullos al volar.
     Cuando eran las últimas horas de la tarde, cuando el sol rojo incandescente del crepúsculo empezaba a ocultarse tras el horizonte de la meseta castellana, nos acercamos al pequeño y abandonado pueblo de Otero de Sariegos, a las orillas de la Laguna de la Salina Grande. En las proximidades se vieron un par de grajillas pero aquí nos dedicamos sobre todo a observar la llegada de los gansos a la laguna, a su dormidero tras haber llenado el buche con los diversos granos y semillas que encontraran en los campos, pero también se veían otras anátidas como el azulón, además de algunas fochas. También se observaba en esta zona lacustre algún aguilucho lagunero y una gaviota reidora que dio varias pasadas. Las abundantes lluvias de la estación otoñal e invernal le habían dado a la laguna unas dimensiones descomunales, desmesuradas. Las orillas eran prácticamente inexistentes y la vegetación palustre escaseaba, por lo que no pudimos observar ningún limícola ni ardeido. Pronto, antes de que se ocultase el sol definitivamente, empezaron a maullar los mochuelos de los viejos palomares, y algo más tarde, fueron las lechuzas del pueblo las que nos dejaron escuchar sus chirriantes chillidos.

Lechuza Común
     Dimos un paseo por el pueblo, en las primeras horas de la cerrada noche, pero antes de llegar, vimos un sapo corredor. La llamada de la lechuza se repetía en distintas direcciones (al menos un par de individuos), y algún que otro ejemplar se dejaba ver fugazmente en vuelo entre las ruinas del pueblo, como la repentina aparición de un fantasma blanco que pronto se desvanecía entre tinieblas. Luego, por fin conseguimos sorprender a una lechuza posada en un poste, a bastante distancia, que emprendió la huída en cuanto la luz de la linterna se le acercó. Poco después, la historia se volvió a repetir con otra lechuza, o tal vez misma, que estaba apostada en un palomar en los aledaños del pueblo. Ya las habíamos visto posadas pero no nos permitieron observarlas con detenimiento. Volvimos y cogimos el furgón para hacer un breve recorrido nocturno. Queríamos ir hasta donde estuvimos durmiendo la noche anterior, exactamente hasta aquella estación de cuyo nombre no me acuerdo, próxima a la Casa del Parque, donde vimos aquel par de búhos campestres nada más llegar. Pero esta vez, en lugar de ir por la carretera, íbamos por los carriles que atravesaban campos y lagunas. Se nos cruzaron conejos y liebres a lo largo del laberinto de caminos, pero acabábamos de emprender esta marcha, cuando en un bajo poste de una valla, esta vez sí, pudimos observar a corta distancia y posaba a la blanca dama de la noche. Resulta espectacular contemplar en estas condiciones a una de estas hermosas aves estrictamente nocturnas. Llegamos hasta la estación, pero esta vez no había ningún búho, así que volvimos sobre nuestros pasos. Debido a los cruces de caminos, tuve una pequeña confusión y tomé otra dirección. Acertada confusión, pues esta vez, en un mojón de madera, indicador de un sendero, sorprendimos a otra lechuza. Aunque ya sabíamos que ese camino no nos llevaría de regreso al pueblo, lo continuamos un poco más, hasta encontrar una anchura o un cruce donde poder cambiar de sentido. Bien, pues cuando conseguimos dar la vuelta, otra vez había vuelto la lechuza al mismo mojón, y ante el descaro de la rapaz nocturna, David intentó fotografiarla. Habíamos parado la furgoneta, pero como no estábamos a una buena distancia, intentamos acercarnos un poco más, simplemente soltando el freno de mano, y dejar que la gravedad y la suave pendiente nos acercara silenciosamente, pero la lechuza voló. Iba a arrancar, cuando otra vez vuelve a su posadero. Parecía estar haciéndonos un reconocimiento, como valorando si podríamos suponer un peligro para ella. Finalmente se perdió en la noche, y aunque estuvimos un rato esperándola no volvió. Regresábamos al pueblo, esta vez por el camino correcto, y en aquella misma valla del principio, otra vez estaba la lechuza. Nos permitió acercarnos bastante y la titónida estuvo posando para el objetivo de cámara de David durante bastante rato, y yo, como ayudante de fotografía y técnico de iluminación, estuve enfocándola con el linternón. Por supuesto también nos permitió deleitarnos, observando con los prismáticos su acorazonado rostro blanco y el contraste cromático de su plumaje que le otorga esa bonita librea y ese sigilo al volar. E incluso nos hizo una pequeña exhibición de caza. Desde su oteadero se dejó caer en un charco, justo frente a nosotros, posiblemente para capturar algún batracio. Falló el intento, pero ya que estaba en el agua, aprovechó y se dio una ducha, y con sus largas patas, rojas por el barro, volvió a posicionarse en su posadero, hasta que poco después se marchó. Estábamos alucinando con estos increíbles avistamientos de un ave de la que hasta entonces solo habíamos visto sus furtivos vuelos. Tanto fue así, que intentamos repetir la hazaña aquella misma noche, pero salvo por dos lechuzas volando entorno al campanario del pueblo, no volvimos a ver a las confiadas lechuzas de los campos.

Mojada tras su baño de media noche y con las patas teñidas de rojo por el
barro, la lechuza volvió a su posadero inicial a sacudirse y secarse.

3 Día: El gregario búho diurno de las cunetas.

     Se levantaba el día gris, pero al menos no había niebla, lo que nos permitía ver cómodamente la laguna que teníamos en frente. Más de lo mismo, muchas anátidas y ninguna garza ni ningún limícola. A nuestras espaldas se situaba el pueblo despoblado y los palomares, y en un palomar y en un tejado de una vieja casa, sendos mochuelos se dejaban ver. Habíamos tenido vecinos de furgoneta aquella noche, una pareja de asturianos, aficionados a la naturaleza, con los que estuvimos desayunando allí mismo. Pero antes de desayunar, fui a la lavarme la cara, las manos y a peinarme un poco a la fuente del pueblo, y de paso a dar un pequeño paseo matutino para abrir el apetito. En un palomar encontré egagrópilas de mochuelo y un excremento de zorro, con lo que la conversación tuvo su momento escatológico. Y en el cielo, unos fuertes trinos llamaron nuestra atención y delataron la presencia de un bando de aves. Se trataba de 26 zarapitos trinadores que parecían deambular algo extraviados debido a la falta de orillas en las que sondear con sus largos y curvos picos los animalillos que componen su dieta.
     Habíamos hablado del búho campestre, de como encontrarlo, queríamos asegurarnos de haberlo avistado con seguridad. Nos dijeron que moviéndonos por los caminos que recorrían los campos, era posible levantar algún ejemplar, ya que tenían cierta querencia por apostarse en las cunetas (quizás debido a los pastos más desarrollados que campo a través). Carrileamos por los mismos caminos en los que en la noche anterior había lechuzas, ahora sustituidas por rapaces diurnas como aguiluchos, milanos y ratoneros.

Búho Campestre, de librea clara
     Bajábamos lentamente por una suave pero larga cuesta que terminaba en la vaguada de un pequeño arroyo, donde el camino empezaba otra vez a elevarse someramente sobre los campos, cuando en vuelo a ras de suelo, salió un búho campestre que se posó más o menos cerca, en medio del barbecho. Ahí estuvo largo rato sin moverse, lo que permitió tomarle unas fotografías hasta que una corneja vino a posarse a su lado. La corneja graznaba, pero poco parecía importarle al búho de “orejas” cortas, incluso ante nuestra atónita mirada se atrevió a expulsar una egagrópila. Era cuestión de tiempo y el búho acabó emprendiendo el vuelo, y como si de una persecución se tratara, el córvido, más rápido, se lanzó tras el estrígido, hasta adelantarlo en un picado que no llegó a tener contacto entre ambas aves. El búho vino a posarse al camino, junto a la cuneta opuesta en la que había estado oculto inicialmente, un poco más abajo desde nuestra situación. La corneja se posó en el campo y el búho se volvió a ocultar en la cuneta. Entonces, pensamos en dejarnos caer cuesta abajo, sin encender el motor, pero no había hecho más que soltar el freno de mano, cuando de la misma cuneta desde donde salió el primer búho, y a la misma altura donde estábamos parados, sale otro búho campestre de plumaje algo más claro que también se posó en medio del campo. Resultaba increíble que lo hubiésemos tenido todo el tiempo a nuestro lado y no nos hubiéramos dado cuenta. Ya que estaba más cerca que el otro, también fue objeto de fotografía. Y al igual que el otro, al cabo de un rato volvió a esconderse a la cuneta, no sin antes haber sido hostigado por la corneja. A pesar la inclinación, no bastaba con quitarle el freno de mano a la furgoneta para que bajara sola, así que improvisamos un método para aproximarnos sin hacer demasiado ruido, y fue usar la furgo a modo de monopatín, con un pie dentro y con otro empujando en el suelo. Pues según empezamos a rodar, se levantó un tercer búho y ya empezamos a mostrar signos de sorpresa en nuestras caras. Todavía no se había posado en el suelo y emprendió el vuelo un cuarto búho que fue a parar cerca del otro. Y acto seguido empezaron a salir búhos de ambas cunetas de forma escalonada. Con sus vuelos de un lado para otro, sobrevolando a baja altura el camino y el campo, iban llamando la atención de sus congéneres. Quedamos perplejos ante tal revuelo de búhos que al parecer habían elegido el mismo dormidero diurno, o quizás cazadero. No sabíamos donde mirar y estimamos que había en aquel territorio unos 10 búhos campestres. Ya estábamos entusiasmados con la suerte que tuvimos viendo el primero, cuando menos esperábamos una decena.

Búho Campestre, de librea oscura

      Seguimos hacía adelante viendo la avifauna típica de los espacios abiertos y nos detuvimos en un campo a coger plumas de avutardas, algunas de aguilucho pálido y hasta una rémige de buitre leonado. En el suelo estaban impresas las características huellas tridáctilas de avutarda. A nuestro paso, un joven lebrato emprendió la huida corriendo, y además pude observar a un topillo corriendo por sus caminos y túneles entre la hierba. Volvimos para atrás, pero ya no vimos ningún búho y tomamos un camino paralelo que se bifurcaba. Además de las avutardas y de las rapaces, de un grupo de cogujadas, algunos trigueros y un pinzón, tampoco tuvimos aquí ningún otro avistamiento relevante.
     Había pasado el mediodía y decidimos volver a donde el día de antes habíamos visto las ortegas. Retomamos el camino del pueblo que surca campos y lagunas y paramos a echarle un vistazo a los patos cuchara. Por supuesto en el agua también había gansos, azulones y fochas, y en los alrededores avefrías y cigüeñas. Evolucionando en el aire o posadas en algún poste, siempre descubríamos alguna rapaz. Y mientras mirábamos todo esto, otra vez apareció el escandaloso y divagante bando de 26 zarapitos que vimos en la mañana. En cambio las ortegas no repitieron en el mismo sitio.

Grupo de Avutardas

     Entonces acordamos que era el momento de emigrar de la llanura y dirigirnos a las montañas, y así fue como llegamos hasta la Sierra de la Culebra. Durante el recorrido, a excepción del aguilucho pálido y de las demás aves esteparias y acuáticas, el resto de rapaces mencionadas y las cornejas parecían sentirse cómodamente ubicadas tanto en los campos agrícolas como en los agrestes montes. La vegetación se repartía el espacio según un gradiente altitudinal, de los encinares de las zonas bajas, pasamos a los robles y a los castaños, y a continuación a los pinares de pino negral o resinero y de pino silvestre que aparecían en las cotas más altas, aunque de claro origen antropogénico. También había amplias zonas desprovistas de vegetación arbórea, donde las jaras, los brezos y los piornos cubrían el suelo formando una tupida alfombra verde.
     Paramos para quedarnos en la pista forestal que nos indicaron en la Casa del Parque Natural de las Lagunas de Villafáfila, cerca de Boya. El tiempo se había estropeado bastante por la entrada de una borrasca, la niebla empezó a adueñarse del valle y de las cumbres y también tuvimos algunos chubascos. Ya no teníamos mucho que hacer ese día, así que nos disponíamos a cenar, y a ver tranquilamente las fotos de David en el ordenador, a poner la guía sonora de aves, o incluso ver alguna película o el documental “Las Montañas del Lobo”. Entonces apareció en la pista un coche a baja velocidad que se paró frente a la furgoneta. Pues resultó ser Esteban Ureña y su novia Concha, de quien estábamos avisados que podríamos encontrarnos por allí. Cuando dejó de llover intentamos escuchar aullar a los lobos. Pero como el resultado fue infructuoso, nos despedimos y ellos se fueron al camping donde estaban alojados y nosotros nos quedamos a pasar la noche allí mismo.

Avutardas en vuelo

4º Día: De la Sierra de la Culebra a los Lagos de Sanabria, y viceversa.

     El día comenzó como acabó el anterior, con una densa niebla, que de vez en cuando aclaraba el viento, y una tenue pero continua llovizna. Tuvimos compañía esa noche, y un par de amigos vascos hicieron lo mismo que nosotros, quedarse a dormir allí, en plena sierra. Mientras desayunábamos, mirábamos el paisaje translúcido por la bruma. Solo unos cuantos ciervos se dejaron ver, y entre los brezos de nuestro alrededor, delataron su presencia una curruca rabilarga mediante su áspera voz y un chochín con su reclamo de contacto.
    
No había nada que ver ese día y tanto nuestros acompañantes esporádicos, como nosotros decidimos marcharnos. Tiramos para Sanabria y debido a la niebla y a la lluvia no vimos nada en todo el camino, ni siquiera pudimos disfrutar del paisaje. En el Lago de Sanabria tan solo vimos unos ánades reales, y en sus alrededores un arrendajo, pero al menos contemplamos una buena panorámica del lago.
     Subimos a la gélida Laguna de los Peces, hasta cotas donde la nieve estaba presente. Aunque es territorio de perdiz pardilla y de otros animales muy interesantes, tampoco vimos ningún bicho moverse por el entorno. En medio de una pequeña ventisca bajamos a ver el lago congelado de cerca y a la subida descubrimos un excremento de lobo, con muchísimo pelo de jabalí. Con la ropa empapada, improvisamos un tendero en la furgoneta y utilizamos la calefacción como secadora y nos quedarnos a comer allí.

Laguna de los Peces

     Por la noche, cuando volvimos a la Sierra de la Culebra, el panorama no había cambiado demasiado. Persistía la niebla y la lluvia. Quedamos con Esteban y nos dedicamos aquella noche, hasta altas horas de la madrugada, a buscar al lobo, pero sin obtener un resultado satisfactorio. No obstante, en los momentos que dejó de llover, vimos un ciervo, un par de zorros y una ranita de san antón cruzando la carretera, debido a la temperatura nocturna relativamente cálida que hacía y a lo saturado de humedad que estaba el ambiente.


5º Día: Rumbo a las Tablas de Daimiel.

     Las inclemencias meteorológicas continuaban. El tiempo no nos daba tregua en la Sierra de Culebra. Como ya le comentamos a Esteban la noche anterior, nuestra intención era acercarnos a los Arribes del Duero, pero Esteban dijo que no íbamos a ver nada, porque solo son los domingos cuando zarpan los barcos. También habíamos barajado la posibilidad de llegarnos al colindante Parque Natural de Montesinho, en el norte de Portugal, pero visto lo visto acordamos bajarnos a la Mancha. Ya que decidimos volver hacía el sur, también habíamos pensado en llegarnos por Monfragüe, pero las previsiones del tiempo allí eran muy similares a las que había en la Sierra de la Culebra. Nos fuimos por Salamanca, Ávila y Toledo hasta llegar a las Tablas de Daimiel, aunque nuestra intención inicial había sido Cabañeros.
     Durante el largo camino, algo monótono y tedioso, tan solo vimos algunas cigüeñas, pero sobre todo milanos reales haciendo gala de sus acrobáticos vuelos, ratoneros y cernícalos posados en postes, y al atravesar el Sistema Central, a caballo entre las Sierras de Gredos y Guadarrama, los buitres leonados que coronaban el cielo con sus planeos, se añadían a nuestra la lista de especies observadas. Los únicos pájaros que se aproximaron a la carretera, fueron algunas cornejas, un pequeño grupo de jilgueros, y un macho de tarabilla posado en una alambrada. Por la noche en Daimiel salimos a pasear, y entre los constantes sonidos de las fochas y los sapos, pudimos ver un jabalí.


6º Día: La vuelta a casa.

     Salimos a dar una vuelta antes de desayunar y ante todo contemplamos con enorme satisfacción como las generosas lluvias del otoño y del invierno han devuelto la vida este humedal desecado por la sobreexplotación humana del líquido elemento. No tenía nada que ver con lo que encontramos hace casi dos años. Una marisma convertida en una árida estepa, regenerada de nuevo, gracias al agua caída del cielo. Este enclave natural que comenzó a arder en las profundidades de sus entrañas, ha sido salvado en el último momento por la propia naturaleza, y no por quien lo hirió de gravedad. La recuperación ha sido prodigiosa, se podría decir que a un ritmo vertiginoso, y la vida ha irrumpido de forma explosiva en las Tablas. Otro buen año de precipitaciones como los que venimos teniendo, unido a una explotación sostenible y responsable del acuífero, y es posible que los Ojos del Guadiana vuelvan a llorar.
     Las fochas eran las aves acuáticas más abundantes, pero no las únicas, pues estaban acompañadas por gansos, ánades reales y silbones, patos cucharas y colorados, porrones, gallinetas y zampullines. Escuchamos los relinchos del pito real y poco más tarde acabamos viendo su ondulante vuelo. El ruiseñor bastardo también se dejaba oír, pero el pájaro que parecía haberse adueñado del Parque Nacional era el mosquitero común. Adonde quiera que fuéramos lo veíamos y lo oíamos, y se movía entre carrizos como si de un auténtico pájaro del carrizal se tratara. Entre tarajes vimos gorriones, pero también unos bisbitas. Mientras charlábamos con un guarda en una tabla, avistamos un torcecuello que tranquilamente se atusaba el plumaje en la rama de un taray, y sobre nuestras cabezas volaron algunos cormoranes, gaviotas reidora y sombría, garcillas bueyeras, un par de pequeños grupos de agachadiza común, aguiluchos laguneros y una hembra de esmerejón, cazando a ras de los secos carrizos.

Focha Común

     Después de desayunar hicimos otro itinerario. Las fochas se podían ver sin dificultad alguna desde cualquier observatorio y los mosquiteros se movían a sus anchas por las inmediaciones. Además, la tarabilla común y la lavandera blanca se dejaban ver fácilmente, y también logramos escuchar y ver al buitrón. En cambio, no logramos observar a los verdaderos pájaros del carrizal. Bigotudos, pájaros moscones, escribanos palustres y carricerines reales que hasta hace poco se hacinaban a los últimos y mermados charcos, ahora estaban dispersos por todo el humedal y resultó imposible verlos. Desde el observatorio de la torre se veían en la zona palustre todo tipo de aves acuáticas ya mencionadas, además de los aguiluchos laguneros en vuelo, tratando de sorprender algún pato despistado y en conflictos entre parejas. Las verdes dehesas del fondo eran sobrevoladas por las grullas y en los viñedos próximos se movía un macho de aguilucho pálido. Y a los pies de la misma torre, entre los carrizos de una pequeña charca, se descubrieron un par de zorros.
     Antes de marcharnos definitivamente queríamos ver, lo que en los años difíciles fue el refugio para muchas aves que no encontraban agua en Daimiel, la laguna de aguas residuales. Pero antes hicimos una breve parada en un puente desde donde se podía observar cerceta pardilla. Hasta una veintena de este pequeño y escaso ánade de superficie llegamos a contar en solo un rato. La laguna de decantación de aguas residuales estaba desbordada y las rálidas eran las únicas aves que allí permanecían, las abundantísimas gallinetas y alguna que otra focha. En las orillas también frecuentaban las avefrías y los estorninos.
     Con la satisfacción de haber disfrutado intensamente del viaje pero a la vez con cierte melancolía, cogimos el destino de regreso a casa. En un camino de la carretera al que nos salimos para comer, nos acopañaron mosquiteros, carboneros y pinzones, en unos campos de Cuidad Real vimos las únicas perdices de todo el viaje y atravesando Despeñaperros vimos buitres leonados, los últimos animales de nuestra ruta. Y finalmente, sobre las 17.00 llegamos al cortijo de Javi, donde tenemos nuestro huerto ecológico, para dejar allí, lo que había sido como nuestro hogar, la furgo que a tantos rincones maravillosos nos llevó, y que con algo de pereza limpiamos un poco; y así se puede decir que concluyó nuestro viaje.


(*) Fotografías: gentileza de David Torres.

FECHA
LUGAR
ESPECIE
OBSERVACIÓN
01/01/2011
Villafáfila (estación/vertedero)
Búho Campestre
(Asio flammeus)
2 inds.
01/01/2011
Villafáfila (estación/vertedero)
Sapo Corredor
(Epidalea calamita)
Un ind.
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Liebre Ibérica
(Lepus granatensis)
Pocas
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Conejo Europeo
(Oryctolagus cuniculus algirus)
Pocos
02/01/2011
Villafáfila (Casa del Parque)
Zampullín Chico
(Trachybaptus ruficollis)
Pocos
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Garza Real
(Ardea cinerea)
Un ind.
02/01/2011
Villafáfila (campos y lagunas)
Ánsar Común
(Anser anser)
Muchos. Oído
02/01/2011
Villafáfila (lagunas)
Ánade Azulón
(Anas platyrhynchos)
Varios
02/01/2011
Villafáfila (Casa del Parque)
Porrón Moñudo
(Aythya fuligla)
Varios
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Milano Real
(Milvus milvus)
Bastantes
02/01/2011
Villafáfila (lagunas)
Aguilucho Lagunero Occidental
(Circus aeruginosus)
Pocos
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Aguilucho Pálido
(Circus cyaneus)
Algunos
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Busardo Ratonero
(Buteo buteo)
Pocos
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Cernícalo Vulgar
(Falco tinnunculus)
Algunos
02/01/2011
Villafáfila (lagunas)
Focha Común
(Fulica atra)
Varias
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Avutarda Común
(Otis tarda)
Bastantes
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Avefría Europea
(Vanellus vanellus)
Muchas
02/01/2011
Villafáfila (lagunas)
Gaviota Reidora
(Chroicocephalus ridibundus)
Un ind.
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Ganga Ortega
(Pterocles orientalis)
9 inds.
02/01/2011
Otero de Sariegos. Villafáfila (campos)
Lechuza Común
(Tyto alba alba)
2 inds. Oída
02/01/2011
Otero de Sariegos
Mochuelo Europeo
(Athene noctua vidalii)
Oído
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Alondra Común
(Alauda arvensis)
Pocas. Oída
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Calandria Común
(Melanocorypha calandra)
Oída
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Lavandera Blanca
(Motacilla alba alba)
Pocas
02/01/2011
Villafáfila (Casa del Parque)
Petirrojo Europeo
(Erithacus rubecula)
2 inds.
02/01/2011
Villafáfila (Casa del Parque)
Colirrojo Tizón
(Phoenicurus ochruros)
2 inds.
02/01/2011
Villafáfila (Casa del Parque)
Mirlo Común
(Turdus merula)
Una hembra
02/01/2011
Villafáfila (Casa del Parque)
Mosquitero Común
(Phylloscopus collybita)
Pocos
02/01/2011
Villafáfila (Casa del Parque)
Alcaudón Real
(Lanius meridionalis)
Un ind.
02/01/2011
Villafáfila (Casa del Parque)
Urraca
(Pica pica melanotos)
Pocas
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Corneja Negra
(Corvus corone)
Varias
02/01/2011
Otero de Sariegos
Grajilla Común
(Corvus monedula)
2 inds.
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Estornino Pinto
(Sturnus vulgaris)
Varios
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Estornino Negro
(Sturnus unicolor)
Bastantes
02/01/2011
Villafáfila (Casa del Parque)
Gorrión Común
(Passer domesticus)
Pocos
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Gorrión Molinero
(Passer montanus)
Algunos
02/01/2011
Villafáfila (Casa del Parque)
Verderón Común
(Chloris chloris)
Varios
02/01/2011
Villafáfila (campos)
Jilguero
(Carduelis carduelis)
Bastantes
02/01/2011
Villafáfila (Casa del Parque y campos)
Pardillo Común
(Carduelis cannabina)
Bastantes
02/01/2011
Villafáfila (Casa del Parque y campos)
Triguero
(Miliaria calandra)
Algunos
02/01/2011
Otero de Sariegos
Sapo Corredor
(Epidalea calamita)
Un ind.
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Topillo Campesino
(Microtus arvalis)
Un ind.
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Liebre Ibérica
(Lepus granatensis)
Un ind.
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Cigüeña Blanca
(Ciconia ciconia)
Pocas
03/01/2011
Villafáfila (campos y lagunas)
Ánsar Común
(Anser anser)
Muchos. Oído
03/01/2011
Villafáfila (lagunas)
Ánade Azulón
(Anas platyrhynchos)
Varios
03/01/2011
Villafáfila (lagunas)
Cuchara Común
(Anas clypeata)
Varios
03/01/2011
Villafáfila (campos). Estribaciones S. Culebra
Milano Real
(Milvus milvus)
Bastantes
03/01/2011
Villafáfila (lagunas)
Aguilucho Lagunero Occidental
(Circus aeruginosus)
Pocos
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Aguilucho Pálido
(Circus cyaneus)
Algunos
03/01/2011
Villafáfila (campos). Estribaciones S. Culebra
Busardo Ratonero
(Buteo buteo)
Algunos
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Cernícalo Vulgar
(Falco tinnunculus)
Algunos
03/01/2011
Villafáfila (lagunas)
Focha Común
(Fulica atra)
Varias
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Avutarda Común
(Otis tarda)
Bastantes
03/01/2011
Villafáfila (lagunas)
Avefría Europea
(Vanellus vanellus)
Muchas
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Zarapito Trinador
(Numenius phaeopus)
26 inds.
03/01/2011
Otero de Sariegos
Mochuelo Europeo
(Athene noctua vidalii)
2 inds.
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Búho Campestre
(Asio flammeus)
Pocas
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Alondra Común
(Alauda arvensis)
Oída
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Cogujada Común
(Galerida cristata)
Pocas
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Calandria Común
(Melanocorypha calandra)
Oída
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Lavandera Blanca
(Motacilla alba alba)
Pocas
03/01/2011
Otero de Sariegos
Colirrojo Tizón
(Phoenicurus ochruros)
Un ind.
03/01/2011
Otero de Sariegos
Mosquitero Común
(Phylloscopus collybita)
Pocos
03/01/2011
Villafáfila (campos). Estribaciones S. Culebra
Corneja Negra
(Corvus corone)
Algunas. Oída
03/01/2011
Villafáfila (campos). Estribaciones S. Culebra
Estornino Negro
(Sturnus unicolor)
Varios
03/01/2011
Otero de Sariegos
Gorrión Común
(Passer domesticus)
Pocos
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Pinzón Vulgar
(Fringilla coelebs coelebs)
Un ind.
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Jilguero
(Carduelis carduelis)
Varios
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Pardillo Común
(Carduelis cannabina)
Varios
03/01/2011
Villafáfila (campos)
Triguero
(Miliaria calandra)
Pocos
04/01/2011
Sierra de la Culebra
Zorro Rojo
(Vulpes vulpes)
2 inds.
04/01/2011
Sierra de la Culebra
Ciervo Rojo
(Cervus elaphus)
Pocos
04/01/2011
Lago de Sanabria
Ánade Azulón
(Anas platyrhynchos)
Pocos
04/01/2011
Sierra de la Culebra
Chochín Común
(Troglodytes troglodytes)
Oído
04/01/2011
Sierra de la Culebra
Curruca Rabilarga
(Sylvia undata)
Oída
04/01/2011
Sierra de la Culebra
Ranita de San Antón
(Hyla arborea molleri)
Un ind.
05/01/2011
Tablas de Daimiel
Jabalí
(Sus scrofa)
Un ind.
05/01/2011
Prov. Salamanca (campos)
Cigüeña Blanca
(Ciconia ciconia)
Pocas
05/01/2011
Prov. Salamanca y Ávila
Milano Real
(Milvus milvus)
Varios
05/01/2011
Sistema Central (Ávila)
Buitre Leonado
(Gyps fulvus)
Varios
05/01/2011
Prov. Salamanca y Toledo
Busardo Ratonero
(Buteo buteo)
Pocos
05/01/2011
Prov. Salamanca y Ávila
Cernícalo Vulgar
(Falco tinnunculus)
Pocos
05/01/2011
Tablas de Daimiel
Focha Común
(Fulica atra)
Oída
05/01/2011
Sistema Central (Ávila)
Tarabilla Común
(Saxicola torquatus rubicola)
Un macho
05/01/2011
Prov. Salamanca y Ávila
Corneja Negra
(Corvus corone)
Algunas
05/01/2011
Prov. Salamanca (campos)
Jilguero
(Carduelis carduelis)
Algunos
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Zorro Rojo
(Vulpes vulpes)
2 inds.
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Cormorán Grande
(Phalacrocorax carbo)
Pocos
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Garcilla Bueyera
(Bubulcus ibis)
Pocas
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Ánsar Común
(Anser anser)
Varios. Oído
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Silbón Europeo
(Anas penelope)
Algunos
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Ánade Azulón
(Anas platyrhynchos)
Varios
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Cuchara Común
(Anas clypeata)
Varios
06/01/2011
Puente del Malemocho
Cerceta Pardilla
(Marmaronetta angustirostris)
Algunas
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Pato Colorado
(Netta rufina)
Algunos
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Porrón Europeo
(Aythya ferina)
Algunos
06/01/2011
Despeñaperros
Buitre Leonado
(Gyps fulvus)
Algunos
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Aguilucho Lagunero Occidental
(Circus aeruginosus)
Algunos
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Aguilucho Pálido
(Circus cyaneus)
Un macho
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Esmerejón
(Falco columbarius)
Una hembra
06/01/2011
Cuidad Real (campos)
Perdiz Roja
(Alectoris rufa)
Pocas
06/01/2011
Tablas de Daimiel. Laguna de decantación
Gallineta Común
(Gallinula chloropus)
Muchas
06/01/2011
Tablas de Daimiel. Laguna de decantación
Focha Común
(Fulica atra)
Muchas. Oída
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Grulla Común
(Grus grus)
Pocas
06/01/2011
Laguna de decantación
Avefría Europea
(Vanellus vanellus)
Bastantes
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Agachadiza Común
(Gallinago gallinago)
Pocas
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Gaviota Reidora
(Chroicocephalus ridibundus)
Algunas
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Gaviota Sombría
(Larus fuscus)
Pocas
06/01/2011
Cuidad Real (campos)
Tórtola Turca
(Streptopelia decaocto)
Un ind.
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Torcecuello Euroasiático
(Jynx torquilla)
Un ind.
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Pito Real
(Picus viridis sharpei)
Un ind. Oído
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Bisbita Pratense
(Anthus pratensis)
Pocos
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Lavandera Blanca
(Motacilla alba alba)
Un ind.
06/01/2011
Tablas de Daimiel. Laguna de decantación
Tarabilla Común
(Saxicola torquatus rubicola)
2 parejas
06/01/2011
Tablas de Daimiel
Ruiseñor Bastardo
(Cettia cetti)
Oídos
06/01/2011
Tablas de Daimiel. Laguna de decantación
Buitrón
(Cisticola juncidis)
Pocos. Oído
06/01/2011
Tablas de Daimiel. Cuidad Real (campos)
Mosquitero Común
(Phylloscopus collybita)
Muchos
06/01/2011
Cuidad Real (campos)
Carbonero Común
(Parus major)
Pocos
06/01/2011
Laguna de decantación
Estornino Negro
(Sturnus unicolor)
Bastantes
06/01/2011
Cuidad Real (campos)
Pinzón Vulgar
(Fringilla coelebs coelebs)
Pocos