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lunes, 15 de enero de 2018

FIN DE SEMANA LINCERO

     El emblemático lince ibérico fue el protagonista indiscutible del pasado fin de semana en la zona pública de la Sierra de Andújar, haciéndonos testigos a Raimundo y a mí, aunque no en exclusividad, sino también a otras muchas personas de diversas procedencias, probablemente demasiadas, que desafiaron el frío y la lluvia, para presenciar dos de las facetas quizás más apasionantes en la vida de este felino: la caza y la cópula.
     Cuando llegamos el sábado a las concurridas “curvas de La Lancha”, lo habían estado viendo unos 15 minutos antes, carroñeando los restos de un cérvido, unos decían ciervo y otros gamo, y aunque pude verlos con los prismáticos, no me paré a tratar de averiguar de que especie eran aquellos despojos. Habían sido justo los minutos en los que yo me había demorado en llegar al punto de encuentro con Raimundo, y estaba un poco molesto por ello. Podíamos haber perdido la oportunidad de observar el lince ese día.


     Pero unos maullidos, posiblemente del ejemplar que había estado comiendo carroña, se propagaron por el lugar, y nos devolvió la confianza en que podíamos verlo. Decidimos cambiar de sitio. Nos desplazamos andando, y llegamos a un sitio donde lo estaban viendo. Un lince estaba a la caza de su presa por excelencia, el conejo, pero no estaba empleando su habitual rececho para sorprender a su presa y capturarla al salto. Estaba llevando a cabo una insólita técnica que de hecho en un principio dudé que estuviera cazando, hasta que me despejó la incertidumbre con el conejo en las fauces. Un animal como el lince, sin ninguna adaptación anatómica para la excavación, se empleaba a fondo en los alrededores de una gazapera. Más que excavar, parecía como sí solo arañase el terreno con las retráctiles uñas con las que están dotadas las zarpas de todos los felinos del mundo.
     Mientras, habíamos divisado otro lince que bajaba por la ladera del monte, en dirección al que estaba excavando. Este por su parte había conseguido extraer dos jóvenes conejos, uno que mal herido se ocultó entre unos romeros cercanos. Pero seguía obstinado en su prospección, tanto que no advirtió que un congénere se le aproximaba sigilosamente. Cuando llegó a su altura, se asustó, dando un pequeño brinco hacia atrás, cogiendo con diligencia el conejo muerto que yacía al lado, y desapareciendo de nuestra vista en la espesura de la vaguada.


     El lince que acababa de llegar también estuvo merodeando y olisqueando la gran boca abierta al exterior por el lince que se había marchado, pero no se entregó a ello tan afanosamente como el que se había ido. Localizó al pequeño conejo que se había ocultado entre unos romeros cercanos, donde puede que muriera, porque lo cogió sin ningún esfuerzo. Tras haberlo comisqueado, se dirigió al agujero, y sin emplearse tan afondo en remover tierra como el otro, consiguió extraer otro gazapo. Acto seguido, se largó exactamente por donde se fue el primero. Se trataba de una pareja, pues poco después, los pudimos ver juntos de nuevo sobre una gran roca de granito.
     Además aquella mañana de sábado, pues nos fuimos a medio día, antes de que empezara a llover, vimos también por allí a los buitres leonados y una pareja de negros, más un águila imperial. Y en general otras aves como mirlos, el petirrojo, palomas, la curruca cabecinegra, gorriones o el pito real que vimos en el camino, o que habían estado en el punto de observación, eclipsadas por el lince para el gran público. Porque la siguiente mañana, el domingo, estuvo lloviendo, y no fue precisamente un día para contemplar aves, exceptuando al trepador azul que pude oír mientras llegaba Raimundo, y un mochuelo y una abubilla que vimos por el camino. Ciervos y gamos, también fueron mamíferos que vimos ambos días, sobre todo por el camino. Y entre las aves que repitieron están urracas, rabilargos, pinzones, estorninos y perdices. Los conejos parecen que vuelven a repuntar en la zona, tras haber quedado su población reducida al mínimo por la hemorrágica vírica de años atrás.
     Nada más llegar el domingo a las curvas, encontramos a la gente concentrada en una de ella en medio del camino. Obviamente estaban viendo al lince. Tuve suerte de poder aparcar a un lado del camino, sin estorbarle a nadie, que otros que llegaron después se vieron obligados a dejar sus coches en mitad de la pista. El silencio unánime del grupo nos comunicaba que el lince andaba cerca. Y no uno, sino dos, una pareja estaba a menos de 100 metros de nosotros. Ya habían copulado, según nos dijeron. Otra vez sentía que habíamos llegado tarde.


     Tan cerca estaban, que oíamos el gruñido casi continuo que emitía la hembra, agazapada, sin apartar la vista de su compañero, el cual la rondaba insistentemente, bajo la constante lluvia. De vez en cuando se movían por las inmediaciones, desapareciendo entre las jaras y los romeros. Yo temía que en una de esas veces que se levantaba la hembra, emprendieran una carrera y se largaran. Me resultaba increíble que estuvieran tan entregados, el macho en intentar montar a la hembra, y esta, que parecía poco receptiva, en intentaba evitarlo, sin importarles el gran número de gente que allí nos reunimos.
     El macho cada vez se envalentonaba más, y la hembra ya recurrió a repelerlo en un conato de lucha a zarpazos, pero aquel consiguió finalmente su objetivo, y yo presencié mi primera cópula de lince, a pesar de estar tras una mata de romero. Mientras el macho montaba a la hembra, mordiéndola por el cogote, está permanecía echada en el suelo, gruñendo sin cesar.



     Tras finalizar la cópula, seguían permaneciendo juntos ambos consortes, allí mismo, pero el interés de la gente por los linces empezó a decrecer. Hay que entender que la mayor parte de de cualquier animal discurre dentro de una rutina, que en el caso del lince es bastante tranquila. Quizás también  la lluvia, que por momentos arreciaba, también desanimara al público. Yo mismo me fui un par de veces al coche. Y poco antes de dejar de llover, los linces se marcharon ladera arriba. La gente, y los coches, empezaron a irse poco a poco también. Y como testimonio de aquellas magníficas horas en las que estuvimos contemplando las escenas de amor con las que nos deleitaron aquella pareja de linces, algunos espectadores dejaron abandonadas las colillas de sus cigarros sobre el camino.


     Pero pese al protagonismo casi absoluto que le damos al lince, conviene recordar que no es en si mismo un ser aislado que vive independiente o de maneja ajena al entorno en el que se mueve. Ni siquiera es tan simple como la estrecha relación trófica que guarda con el conejo, animal que constituye la base en su dieta. El lince interactúa con el resto de elementos, vivos y no vivos de su hábitat. El lince precisa de las jaras, los romeros y los lentiscos, donde ocultarse para cazar, o descansar tranquilamente. Necesita de las inertes rocas, entre cuyas oquedades suelen realizar sus camadas. Y así, los conejos, las jaras y los lentiscos, y las rocas constituyen el mundo del lince ibérico en un delicado y complejo equilibrio en la Sierra de Andújar.

(*) Fotografías: gentileza de Raimundo Gómez.
                                                                                                             

Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Lince Ibérico (Lynx pardinus)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Gamo (Dama dama)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Mochuelo Europeo (Athene noctua vidalii)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Pito Real (Picus sharpei)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala)
  • Trepador Azul (Sitta europaea caesia)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Gorrión Común (Passer domesticus)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)

lunes, 2 de enero de 2017

COMENZANDO EL AÑO CAMPEANDO POR LA SIERRA DE ANDÚJAR

     Inmejorable inicio del año. Ya empieza a ser costumbre que inaugure los años saliendo al campo. Aprovechando ayer mi día libre, que previsiblemente será de los pocos que tenga en enero, salí en compañía de Rocío, a sugerencia suya, a dar una vuelta por la sierra. Y yo le propuse ir al camino de La Lancha, a probar suerte con el lince. Salimos más bien tarde, pero el día dio bastante de si, pese a llevar un plan más bien tranquilo y relajado, y no ir expresamente en busca de nada.
     Durante el trayecto de ida paramos en alguna ocasión para fijarnos en los pajarillos que había junto al camino. Petirrojos y pinzones sobre todo, pero también algún colirrojo tizón y tarabillas. Nos detuvimos también a ver los trigueros en alambradas y encinas cercanas, y a un par de zorzales charlos, algo lejos, en una dehesa por la que pasamos. Más cerca que los charlos, vimos también una abubilla en la misma parada, sondeando el suelo con su largo y curvo pico, a la sombra de una encina. Por supuesto tampoco faltaron urracas, ni estorninos, pero no les prestamos demasiada atención. Pero me extraño no ver ni un ciervo en todo el camino.

Sierra de Andújar

     Al poco tiempo de llegar a las curvas, donde había bastante gente repartida por diferentes puntos del camino, vimos una pareja de buitres negros que nos pasaron volando bastante cerca. Se oían los arrullos de la paloma torcaz y las ásperas notas de reclamo de la curruca capirotada, y de vez en cuando también berreaba algún ciervo. También oímos el canto del águila imperial, pero tampoco se dejaba ver. Vimos un conejo al lado de un lentisco. Los buitres leonados planeaban diseminados por el cielo, en todas direcciones, en lugar de hacerlo en las típicas concentraciones aprovechando las corrientes térmicas. Alguna paloma pasaba en vuelo por el lugar. Las pocas urracas también aparecían dispersas por la zona, y aunque de vez en cuando se oían, no eran alarmas que marcaran la presencia de ningún carnívoro, como a menudo lo hacen con el lince. Y no tardó en aparecer el águila imperial, el adulto al que habíamos oído hacia un rato.
     Poco antes de almorzar, emprendimos un paseo que pronto se vería interrumpido. Habían detectado a un lince en algún lugar. Cuando una mujer nos dejó mirar por su telescopio, contemplamos a un remoto lince, a contra luz, tumbado placidamente sobre una gran roca, al sol. A pesar de las malas condiciones de luz, y la lejanía, siempre que se consigue observar un lince en libertad es un momento especial, y quizás más tratándose del primero, y espero que no el último, del año. Pero no se quedo demasiado tiempo allí, y tras acicalarse y lamerse con esmero, bajó de la roca al suelo, y entre la vegetación desapareció. Fue entonces cuando Rocío y yo nos fuimos a comer.
     Mientras comíamos sentados al borde del camino volvimos a ver un conejo, quizás el mismo de antes, junto a los lentiscos por los que se movía algún que otro mirlo. Se seguía oyendo a la curruca cabecinegra, y llegó a salir unos instantes de los lentiscos que la cobijan. Con sus habituales griteríos, de repente irrumpió en aquel mismo rodal de lentiscos donde estuvo el conejo, los mirlos y la curruca, un bando de rabilargos. Y a lo lejos, el pito real repitió seguidamente sus potentes notas sonoras, componiendo su característica estrofa.

Abeja libando el néctar de la flor del romero

     Reanudamos el paseo poco después de comer, con varias paradas para mirar a los buitres leonados, al buitre negro y al águila imperial, que también se podía escuchar con fuerza. Esta vez, además de al adulto, llegamos a ver a un damero. Vimos también petirrojos y unas perdices. Divisamos al azul roquero solitario entre granitos, mientras daban pasadas sobre la pista aviones roqueros. Las abejas (Apis mellifera) zumbaban entre los romeros en flor. No muy lejos se encontraban las colmenas, visibles desde el camino. Y al término de nuestro paseo oímos el chasquido que producen los ciervos al chocar sus cuernas. Nos asomamos un poco más adelante por si descubríamos la pelea, pero tan solo vimos un grupo de seis machos que enseguida se marcharon. En cambio un joven vareto se mostró más confiado. Parece que el hecho de que no se cace en esa finca, ha cambiado el comportamiento de los animales, mostrándose más tranquilos y confiados.
     Al comenzar a caminar de vuelta, presenciamos como el águila imperial adulta, entre cacareos, picaba sobre el damero. Más buitres deslizándose por el aire, y aviones revoloteando por los alrededores del carril. Nos paramos un rato a mitad de recorrido, y nos sentamos a contemplar los seres animados del paisaje. De nuevo repetía el macho del roquero solitario posado en su pétreo hábitat. Un petirrojo se movía inquieto por un lentisco próximo al camino. Un par de urracas, la una sobre una encina, y la otra en el suelo, se veían cláramente pese a la distancia, por su destacado blanquinegro plumaje. También vimos otro conejo, algo lejos, cerca de unos acebuches.

Anocheciendo

     No tardamos mucho en volver al coche para irnos, pues aunque todavía quedaba un buen rato de luz aprovechable, tenía cosas que preparar. Durante el camino de vuelta vimos más ciervos, separados por grupos de machos y hembras. Alguno de ellos eran portadores de grandes cuernas. Vimos también un grupo de gamos en una dehesa, algunos de los cuales, con alocados brincos y carreras, idas y venidas, y sus colas totalmente levantadas mostrando el escudo anal completamente blanco, parecían estar jugando y divirtiéndose, en lugar de indicar algún tipo de peligro inminente. Y de las aves volvieron a repetir los estorninos, los trigueros, los colirrojos, los petirrojos, los pinzones, más la abubilla, que voló no lejos de un gran ciervo macho, que corría paralelo a la valla que le impedía cruzar la pista.

(*) Fotografías: gentileza de Rocío Ferrer.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Lince Ibérico (Lynx pardinus)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Gamo (Dama dama)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Pito Real Ibérico (Picus sharpei)
  • Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros)
  • Tarabilla Europea (Saxicola rubicola)
  • Roquero Solitario (Monticola solitarius)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Zorzal Charlo (Turdus viscivorus)
  • Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Triguero (Miliaria calandra)

miércoles, 4 de mayo de 2016

SENDERISMO EN CONTADERO-SELLADORES Y EN EL CENTENILLO

     Con la idea de hacer senderismo y de observar un poco el área nororiental de la Sierra de Andújar, Elena, Fran y yo, nos desplazamos hace un par de días hasta aquella zona, a la finca de Contadero-Selladores, donde hace unas semanas estuve de Voluntariado, y a la aldea minera de El Centenillo, lugares a los que tenemos menos oportunidad de acudir con frecuencia.

Bosque Mediterráneo, autóctono y bien conservado, cubriendo los montes de Contadero-Selladores

     La Naturaleza en su apogeo primaveral, impregnaba de vida los lugares por los que pasamos, en los que estuvimos. Saliendo de Andújar era fácil ver estorninos y tórtolas turcas en los tendidos eléctricos que se elevan sobre los campos de cultivo aledaños al pueblo. Al pasar por la zona donde comienza el monte aparecían las urracas. Pero no es hasta donde empezamos a circular por la estrecha y bacheada carretera que nos conduciría hasta Contadero-Selladores donde se amplían nuestras observaciones de aves, y donde tenemos oportunidad de pararnos con más detenimiento a tratar de verlas con calma. Urracas, rabilargos y palomas torcaces se suceden con regularidad a lo largo del camino, intercaladas con algunas abubillas mirlos y pinzones.
     Cuando nos parábamos a ver algo, solíamos descubrir otras cosas, con lo que se alargaban nuestras detenciones. Así nos pasó donde paramos a contemplar los abejarucos, que también vimos a la abubilla, detectamos a los trigueros por su canto, posados en las alambradas, mientras se paseaban las golondrinas sobre los floridos mantos de hierba que cubrían el campo. Otras paradas más breves, y específicas, se las dedicamos a los alcaudones, tanto comunes como a un real, y a los aláudidos más montaraces, las cogujadas montesinas y a las totovías, a los cuales también escuchamos. Pararnos para ver una liebre que cruzó la pista con bastante tranquilidad para lo apresuradas que suelen ser, nos permitió ver también unas perdices. Apenas pudimos ver unos instantes, en sus huidizos vuelos al pito real, el zorzal charlo y un críalo, alejándose del camino a nuestro paso. En una zona de pastizal más abierto podían verse con facilidad las tórtolas turcas, estorninos, gorriones y trigueros, pero aquí nos detuvimos a mirar a unas lavanderas boyeras, machos de subespecie alemana que se encuentran en paso. Detenernos más adelante para mirar con los prismáticos a unos buitres de altos vuelos, nos dio la oportunidad de ver elevarse una nutrida columna de chovas piquirrojas, volando en espiral en una corriente térmica. También se dejó ver algún que otro ciervo, y paramos en la carretera para ver a un lagarto que soleaba en el asfalto.
     Paramos un rato también en el Mirador de los Pastores, desde donde vimos pasar volando vencejos, aviones y palomas sobre las dehesas de los alrededores. Después iniciamos el Sendero de los Cuatro Términos porque culmina en un punto donde se juntan los términos municipales de Andújar, Villanueva de la Reina, Baños de la Encina y El Hoyo. Jara pringosa, enebros de la miera, labiérnagos y madroños constituyen el sotobosque que circunda este sendero, del que despuntan encinas y alcornoques, y bajo cuya sombra brotan las peonías. Nos vimos envueltos en la esencia misma del Monte Mediterráneo. Carboneros, pinzones y arrendajos aportaban sonido al bosque, a los cuales llegamos a ver.

Las dehesas, vistas desde el Mirador de los Pastores

     Almorzamos en el Área Recreativa de La Aliseda, por donde pasó un águila calzada sobre el dosel del pinar. Podía oírse el canto de la tórtola común, y también se movió por allí algún que otro arrendajo. Después nos dirigimos hacia la aldea de El Centenillo, donde completamos nuestros recorridos senderistas con dos cortos itinerarios. En ambos contemplamos restos del patrimonio minero de la zona. Primero hicimos el Sendero circular de Pozo Nuevo, con espectaculares vistas a las lomas del este, nexo de unión entre la Sierra de Andújar y Despeñaperros. Se oyeron pinzones y algún carbonero durante el recorrido.

Sierras orientales, a caballo entre Andújar y Despeñaperros

     Al pasar por el poblado de El Centenillo, para dirigirnos al inicio del Sendero del Cerrillo del Plomo pudimos ver gorriones y estorninos, pero nos fijamos en una lavandera boyera que se movía por sus aledaños. Al mirarla detenidamente, nos dimos cuenta que se trataba de un macho de la raza italiana, que exhibía el casco de la cabeza gris oscuro.
     El Sendero del Cerrillo del Plomo es lineal, bajando por lo más profundo en un valle, entre pinares, hasta llegar al cerro propiamente dicho, donde escuchamos al agateador y al pico picapinos. Al pájaro carpintero lo acabamos viendo cuando levantó el vuelo. De vuelta, cuando íbamos subiendo se nos cruzó una joven lagartija colilarga y vimos a una pareja de chovas, que habían llamado nuestra atención con sus voces. De los pinares circundantes a la senda también las ásperos sonidos del arrendajo.

Anochecer en la Sierra de Andújar

     En el camino de vuelta, al atardecer, se multiplicaron el número de ciervos que vimos, alguno hasta en la misma pista. Pero al poco de haber iniciado el camino nos detuvimos a contemplar el vuelo de tres águilas calzadas. Durante la marcha levantamos a nuestro paso, pinzones y totovías, así como algún mirlo que se cruzó en el camino. Además se atravesó la carretera un apresurado zorro, y al pararnos para tratar de verlo, descubrimos la silueta de una rapaz posada junto a una alberca. Cuando levantó el vuelo comprobamos que se trataba de un ratonero, Pero se siguieron sucediendo cosas, y en la alberca deparamos que nadaban una pareja de patos. Cuando salieron a tierra, y dejó de darles directamente la luz del sol, aseguramos que se trataba de azulones. Otra parada se la dedicamos a un águila culebrera que estaba posada en lo alto de una torreta metálica del tendido eléctrico. Nos paramos un rato en el Mirador de los Alarcones, a comisquear algo, mientras contemplábamos con las últimas luces el Embalse del Rumblar. En el entorno, había trigueros, estorninos, gorriones y tórtolas turcas. Al caer la oscuridad, solo vimos algunos ciervos más, de los que estaban junto a la carretera.

(*) Fotografías: gentileza de Elena Pulido.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Liebre Ibérica (Lepus granatensis)
  • Zorro Rojo (Vulpes vulpes)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Ánade Azulón (Anas platyrhynchos)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Busardo Ratonero (Buteo buteo)
  • Culebrera Europea (Circaetus gallicus)
  • Aguililla Calzada (Aquila pennata)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Tórtola Europea (Streptopela turtur)
  • Tórtola Turca (Streptopela decaocto)
  • Críalo Europeo (Clamator glandarius)
  • Abejaruco Común (Merops apiaster)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Vencejo Común (Apus apus)
  • Pito Real Ibérico (Picus sharpei)
  • Pico Picapinos (Dendrocopos major)
  • Cogujada Montesina (Galerida theklae)
  • Totovía (Lullula arborea)
  • Golondrina Común (Hirundo rustica)
  • Avión Común (Delichon urbicum)
  • Lavandera Boyera Alemana (Motacilla flava flava)
  • Lavandera Boyera Italiana (Motacilla flava cinereocapilla)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Zorzal Charlo (Turdus viscivorus)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Agateador Común (Certhia brachydactyla)
  • Alcaudón Común (Lanius senator)
  • Alcaudón Real (Lanius meridionalis)
  • Arrendajo Común (Garrulus glandarius)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Chova Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Gorrión Común (Passer domesticus)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Triguero (Miliaria calandra)
  • Lagartija Colilarga (Psammodromus algirus)
  • Lagarto Ocelado (Timon lepidus lepidus)

viernes, 18 de marzo de 2016

CAMINO DE LA LANCHA

     Ayer echamos el día Raimundo y yo en la sierra. Y aunque no vimos el lince, la jornada no desmereció la pena, pues disfrutamos de la transición del invierno a la primavera, plasmado no solo en el paisaje, sino también en las aves migradoras, viajeras que llegan, unas simplemente pasajeras, y otras que pronto se irán, más las que usualmente permanecen en estos montes.
     Por la carretera vimos una abubilla, rabilargos, urracas y algún que otro mirlo. Nuestras primeras paradas no se producen hasta que no pasamos las viñas, y empezamos a recorrer el camino al Embalse del Jándula. La primera se la dedicamos a un triguero posado en una alambrada, que no aguantó demasiado al pararnos a su lado. Había alguno más por la zona, del que oíamos su repetitivo tono a través de las ventanillas del coche. También se movían urracas por los prados cercanos, y una abubilla que se alejó volando. Esta parada nos permitió ver pasar un cuco. La siguiente parada, más adelante, fue para ver tres gamos lejanos. Íbamos recorriendo el camino lentamente que de vez en cuando deteníamos la marcha por unos momentos para mirar los zorzales charlos, los mirlos, las perdices, las palomas torcaces, las urracas o los rabilargos que se movían por las dehesas colindantes al camino. Ello también nos permitía ver a los altos buitres o a pequeños pájaros, como las golondrinas comunes revoloteando sobre el camino, algún petirrojo y un par de herrerillos que cruzaron el camino, de una encina a otra, a los que pudimos oír cantar.
     Hicimos algunas paradas en las curvas en las que dedicamos más tiempo, hasta la hora de comer, a buscar en el paisaje al lince. Nos parecía un poco raro que no hubiéramos visto ni un ciervo en el camino, ni localizásemos ninguno en toda la mañana. Predominaban los arrullos de las palomas y el cuchicheo de la perdiz, a los que de vez en cuando se sobreponían los pitidos del pito real, o los voceríos de los rabilargos y las urracas que deambulaban por las lomas. También se oyó al mosquitero común. Las golondrinas dáuricas hacían incursiones por la zona, oyéndoselas parlotear. Y entre tanto pasaban buitres leonados, y a veces negros, navegando en las corrientes de aire.

Lagartija Ibérica

     Más adelante, paramos unos instantes para ver una pareja de escribanos montesinos que se desplazaba por el suelo, y justo al detenernos de nuevo para bajarnos a observar el área, se cruzó un pito real. Se añadieron los verdecillos y el carbonero con sus cantos a lo que ya se oía. A veces también se escuchaba al mochuelo o el reclamo de la curruca cabecinegra. Vimos en una piedra solearse a una lagartija ibérica. Y continuaban viéndose los buitres pasar. También pasaron unos veloces jilgueros, a la par que cantaban volando. Soplaba el aire, y parecía que costaba aclimatarse, pues expuestos al sol hacía calor, y bajo las escasas sombras refrescaba después de un rato.
     Al volver a cambiarnos de sitio, sorprendimos a una gran culebra de herradura cruzando la pista. Fue donde más rato pasamos, contemplando el entorno, mientras proseguía la orquesta de las aves cantoras ya descritas, y el paso, a cuenta gotas, de los buitres. Lejos, podía oírse de vez en cuando la voz del cuervo, mientras por las proximidades se movían unas chovas. Entre jaras y romeros se descubrió la curruca cabecinegra, y se también se dejó ver el petirrojo. Apareció por allí el cernícalo. Y de repente surgieron tras los cerros, como centellas, una pareja de cuervos pisándole los talones a un águila imperial, graznando simultáneamente ambas especies, en una alocada persecución. Fue persistente el lance de los cuervos contra la rapaz, abandonando primero uno, mientras el otro miembro de la pareja aún seguía marcando al águila, echándola cada vez más lejos.
     Cuando estábamos barajando la idea de cambiar de lugar para almorzar, vimos dos águilas imperiales, volando altas, una joven y otra adulta. Próximos a ellas, cicleaban varios milanos negros. Y casi a la vez, divisamos al frente un águila culebrera. Más allá del águila culebrera, volaba otro pequeño grupo de milanos negros, pero fue la culebrera la que estuvo acaparando nuestra atención durante un buen rato, con sus vuelos prospectores sobre la zona y sus repetidos cernidos, hasta que dejó de verse. Entre tantas rapaces que casi podíamos observar simultáneamente, casi pasaban inadvertidos los aviones comunes que también sobrevolaban el lugar. Pero lo más extraño de todo era que no habíamos visto ningún ciervo, ni durante el camino ni en las paradas en las curvas.

Águila Culebrera

     Bajamos a comer al Mirador del Embalse del Jándula. De camino nos fijamos en el alcaudón real, que vigilaba su territorio desde un tendido. Al llegar al mirador vimos unos colirrojos tizones, cerca de donde dejamos el coche. Nos amenizaba la comida un carbonero común cantado desde un árbol próximo.
     Antes de bajar hasta la presa hicimos un alto en el camino, para asomarnos a contemplar el valle por donde discurre el Jándula, aguas abajo del dique. Pasó una chova, volando casi a nuestra altura, lo que nos permitió verla casi de frente. Se manifestó acústicamente el águila imperial, y no tardó mucho en dejarse ver una pareja volando sobre los eucaliptos.
     Bajando hacia la presa, paramos para mirar a un pito real posado en la rama de un pino, que previamente se había delatado al volar. Desde la presa vimos a la pareja de chovas, posadas en un talud, hasta alzar el vuelo entre sus graznidos. Volaban en los alrededores de la presa varios aviones.
     Tras un tiempo por las cercanías del embalse, volvimos a las curvas. Vimos otra vez al alcaudón real a la vuelta, y poco más adelante paramos al ver una culebra reptando por la pista. Al detenernos, también se quedó inmóvil el ofidio, y pudimos ver que se trataba de una culebra bastarda. Tras un tiempo de espera, se dio la vuelta, sin terminar de cruzar el carril. Si raro es que se te crucé una serpiente, más lo es poder ver dos en el mismo día.

Culebra Bastarda

     Permanecimos el resto de la tarde por la misma zona, viendo los buitres, y desde donde descubrimos un roquero solitario cuya figura destacaba sobre el bolo granítico en el que estaba posado. De nuevo se dejaron ver el águila imperial, la culebrera y el cernícalo, en diferentes momentos, mientras repetían las golondrinas dáuricas, dando pasadas de vez en cuando por allí, o las palomas pasando velozmente. Por fin empezamos a ver los primeros ciervos, a lo lejos. Urracas y rabilargos se desplazaban de un lugar a otro. Se acercó un petirrojo por donde estábamos, y un paseo por las inmediaciones se dejo ver una curruca cabecinegra. Unas perdices salieron volandas alarmadas. También a lo lejos pudimos ver una piara de jabalíes, compuesta por tres adultos y cuatro rayones. El viento nos traía a los oídos los arrullos de las torcaces, los cacareos de urracas y rabilargos, y los maullidos del mochuelo, a veces con no demasiada nitidez dependiendo de hacia donde soplara el viento o hacia donde dirigíamos la vista en un determinado momento. Entre ellos se colaron, por un instante, otros maullidos, lejanos y poco nítidos, que nos recordaron mucho al lince, pero que no me atrevería confirmar con completa seguridad.
     Al final de la tarde, cuando ya íbamos volviendo, nos llamó mucho la atención un ave grande que apareció que entre los buitres cuya silueta me recordó a una gaviota. Al parar y mirarla con los prismáticos nos sorprendimos al ver que se trataba de un águila pescadora. Se deslizaba por el aire en vuelo de crucero, con sus largas y estrechas alas, ligeramente curvadas. Tuvimos pues, la gran sorpresa del día cuando ya nos marchábamos. Improvisamos otras paradas para ver los ciervos que estuvieron ausentes en la ida, en alguna ocasión mezclados con los gamos. También hubo en el camino perdices, zorzales charlos, mirlos, un petirrojo y algún triguero. Paramos a ver un mochuelo en la penumbra, bajo una encina. Atravesando las viñas, cruzó la carretera un conejo.

(*) Fotografías: gentileza de Raimundo Gómez


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Jabalí (Sus scrofa)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Gamo (Dama dama)
  • Milano Negro (Milvus migrans)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Culebrera Europea (Circaetus gallicus)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Águila Pescadora (Pandion haliaetus)
  • Cernícalo Vulgar (Falco tinnunculus)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Cuco Común (Cuculus canorus)
  • Mochuelo Europeo (Athene noctua vidalii)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Pito Real Ibérico (Picus sharpei)
  • Golondrina Común (Hirundo rustica)
  • Golondrina Dáurica (Cecropis daurica)
  • Avión Común (Delichon urbicum)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros)
  • Roquero Solitario (Monticola solitarius)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Zorzal Charlo (Turdus viscivorus)
  • Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala)
  • Mosquitero Común (Phylloscopus collybita)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Herrerillo Común (Cyanistes caeruleus)
  • Alcaudón Real (Lanius meridionalis)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Chova Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
  • Cuervo Grande (Corvus corax)
  • Verdecillo Común (Serinus serinus)
  • Jilguero (Carduelis carduelis)
  • Escribano Montesino (Emberiza cia)
  • Triguero (Miliaria calandra)
  • Lagartija Ibérica (Podarcis hispanica)
  • Culebra de Herradura (Hemorrhois hippocrepis)
  • Culebra Bastarda (Malpolon monspessulanus)

martes, 30 de junio de 2015

RUTA POR EL RÍO CEBOLLÓN

      A propuesta de Lucía, me sumé al grupo que había formado junto a Sergio, un amigo suyo, para hacer una ruta este domingo por el Río Cebollón, en la Sierra de Tejeda, Alhama y Almijara. Además de mí, también iba Toñi por mediación de Lucía, y por parte de Sergio iban su prima Cristina, Gema y Jon. Sin conocernos entre todos de antes, el camino que anduvimos juntos, nos unió en un gran equipo humano. A nivel personal, me sorprendió muy gratamente la variedad de fauna silvestre que pudimos observar, sobre la cual he escrito este relato.
     Salimos pronto de Málaga, hacia la Sierra de Alhama, Tejeda y Almijara, en la que fue mi cuarta visita a este espacio natural. Algunas de las aves que pude reconocer durante el camino por las estribaciones de la sierra fueron el alcaudón real, posado en una visible percha; aviones roqueros, siempre volando cerca de los escalpados peñascos, un pito real que se cruzó por la carretera mientras circulábamos por un encinar; el águila real, cicleando sobre un valle; una abubilla más un par de abejarucos posados en cables de tendido eléctrico; garzas reales en el Embalse de los Bermejales, ánades reales en un pequeño estanque próximo a La Resinera; y el cernícalo, volando cercano a un talud rocoso.
     Aparcamos en La Resinera, donde hay un Punto de Información que visitamos antes de comenzar la caminata. Entre la vegetación del entorno se ocultó un mirlo, y se podían escuchar a los piquituertos y al verderón cantar. Cruzamos el Río Cacín por un puente cercano a La Resinera, y aunque el camino iba paralelo al río, se elevaba poco a poco sobre este, donde podían contemplarse los peces a través de sus cristalinas y amansadas aguas. Antes de llegar al Río Cebollón, pasamos de andar por una chopera al pinar. El calor ya era fuerte entrada la mañana, y eso repercutía en que fueran pocos los animales que manifestaban su actividad. Tan solo un macho de lagartija colilarga, que vino a pararse a nuestros pies en mitad en mitad del polvoriento carril, una pequeña rana y unos cuantos renacuajos en un reguero que cruzaba el camino, y el reclamo de un arrendajo, monte arriba, que después voló, fue todo cuanto vimos antes de empezar a andar por el río.

Macho de Lagartija Colilarga

     Caminamos por el lecho de uno de los pocos ríos andaluces trucheros, donde también vive el mirlo acuático y nuestro cada vez más escaso cangrejo de río autóctono, en medio de una composición paisajística de montañas y pinares. Advertimos la ausencia de bosque en galería formado por especies propiamente riparias, pero la conectividad del río con el entorno era completamente natural. Los pinos llegaban hasta las orillas, de hecho muchos eran los que yacían sobre el cauce, y bajo sus sombras proliferaban los helechos. Supongo que el agua estaría más fría de lo que parecía, pero la sensación térmica resultaba muy agradable, y era la única manera de desafiar el calor, andando bajo el sol.
     Ir andando por un río, sobre cantos rodados, entre rocas y otras posibles dificultades, obliga a poner bastante atención adonde se pisa. Atención que se le resta a la posibilidad de poder observar algún animal, o simplemente contemplar las maravillas que nos brindaba el paraje que nos rodeaba. Además, la corriente acallaba cualquier otro sonido que pudiera oírse en los alrededores. Tan solo era posible advertir alguna rana al saltar en alguna tranquila poza de aguas quietas, que no estuviese influida directamente por la corriente, donde también nadaban zapateros por su superficie. Las arañas tejían sus complejas redes entre los brezos de los márgenes, y allí donde el río se estrechaba, extendían sus trampas de seda de lado a lado. Y entre los insectos voladores destacaban distintas especies de mariposas, libélulas de abdomen rayado y caballitos del diablo de alas negras (Calopterix haemorrhoidalis). Encontramos en algunos someros fondos por los que pasamos las armaduras de los cangrejos de río. Por el fondo también se movían unos pequeños y alargados peces que vimos en algunos puntos, que quizás se tratase de alevines de alguna especie de mayor porte.
     Llegamos hasta un dique donde paramos un rato a bañarnos. Esta parada me sirvió para encontrar un sapo común que iba tratando de vadear el río, haciéndole frente al empuje de la corriente. Y estar allí un rato también me permitió fijarme en los vencejos y en los aviones roqueros que volaban sobre nosotros. Y una de las veces que alcé la mirada, descubrí al águila perdicera, no muy alta, lo que nos permitió contemplarla a placer. Cuando reanudamos la marcha, aguas arriba, todavía cerca del dique, encontré otro sapo común, pero esta vez a bastante profundidad.

Sapo Común Ibérico, recientemente catalogado como especie propia, y
separado taxonómicamente del Sapo Común Europeo

     Antes de parar a almorzar vimos una pareja de lavanderas cascadeñas, a las que también escuchamos, así como algún que otro pinzón. Comimos bajo la sombra de unos pinos, sobre un ramal del río que se encontraba completamente seco. Y es que según nos habían dicho, este año bajaba menos agua, debido a la escasez de lluvia de este año.
     Cuando retomamos el camino vi algún pinzón más, y también logré ver dos chochines en diferentes sitios. Me resultó curioso llegar a verlos, pues más fácil detectarlos por su canto o su reclamo, y en cambio no los escuché. Al que sí pude oír fue al mito, pero no verlo. Aparecían algunos arces cercanos a la orilla. Y por una orilla descubrí un pequeño sapo al moverse entre la hierba, que resultó ser el sapo partero bético, endemismo andaluz que es la primera vez que veo. Más adelante, también en la orilla, pudimos ver un joven lagarto ocelado.

Sapo Partero Bético

     Finalmente llegamos hasta dos pozas muy cerca la una de la otra, con la suficiente profundidad para cubrirnos, donde pasamos un buen rato, tanto por la cantidad de tiempo que pasamos allí como por lo divertido que fue. Eso sí, aquí se nos adhirieron a la piel pequeñas sanguijuelas, pero que tampoco nos ocasionaron ninguna herida. Por encima de los taludes que contenían estas ”piscinas” naturales, crecían unos pequeños olmos de montaña.
     La vuelta fue más rápida, y en lugar de ir todo el tiempo por el río, utilizamos durante un buen trecho la senda que había paralela. Andar más metido en monte que en el río hizo que viésemos algunas lagartijas colilargas. No obstante desde el camino también pude ver algunas lavanderas cascadeñas. Por poco tiempo, seguimos equivocadamente un camino que ascendía por el monte. Esta pequeña confusión nos deleitó con una bonita panorámica del paraje por donde discurría el río. Todavía hacía bastante calor al atardecer, así que después de llevar algún tiempo andando fuera, apetecía volver al río y refrescarse. En una de estas ocasiones en las que volvimos al agua, encontramos un ejemplar adulto de cangrejo de río común o europeo (Austropotamobius pallipes), también llamado cangrejo de patas blancas, nuestra especie autóctona, y que sin embargo resulta más difícil de encontrar que el invasor cangrejo rojo americano, responsable de su rarefacción.

Cangrejo de Río Común o Europeo, o Cangrejo de Patas Blancas

      Antes de salir definitivamente al camino, hicimos una breve parada para observar el alto vuelo de un halcón peregrino. Cerca, también volaban los vencejos. Entre las plantas del camino, vimos el frágil vuelo de hasta tres ejemplares de Nemoptera bipennis, un precioso insecto alado, que lejanamente puede recordar a una mariposa o a una libélula, pero que no tiene ningún parentesco cercano ni con la una ni con la otra.
     Las aves empezaban a mostrarse muy activas con la caída de la tarde, y cerca ya de La Resinera, se oían los pájaros carpinteros, al pito real por el pinar y al pico picapinos por la chopera. El mosquitero papialbo cantó por el río del cual ya nos habíamos salido completamente, y también se oyó el reclamo de la oropéndola por la chopera. Se dejaron ver unos arrendajos; una paloma torcaz, que pasó en vuelo; un pico picapinos, que fue a pararse en la rama de un chopo; un escribano montesino que se cruzo volando por el camino, del cual despegó una abubilla para adentrarse en el bosque. Gema, Jon y yo mismo, que íbamos más rezagados, nos perdimos el ciervo que vieron los demás. No solo traíamos con nosotros los residuos que habíamos generado cuando cominos, si no que además recogimos algunos que encontramos en nuestra andadura.
     De camino a Alhama de Granada, al anochecer, además de observarse perfectamente la proximidad entre Júpiter y Venus, que en unos días coincidirán en el mismo punto en el cielo, levantamos de la carretera a un chotacabras pardo.
     Diez horas de refrescante ruta, dieciocho kilómetros recorridos por un idílico rincón de nuestra Naturaleza que hasta hace un par de días era desconocido para los siete que integramos el grupo, y que desde luego no defraudó nuestras expectativas.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Ánade Azulón (Anas platyrhynchos)
  • Águila Real (Aquila chrysaetos)
  • Águila de Bonelli (Aquila fasciata)
  • Cernícalo Vulgar (Falco tinnunculus)
  • Halcón Peregrino (Falco peregrinus brookei)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Chotacabras Cuellirrojo (Caprimulgus ruficollis)
  • Vencejo Común (Apus apus)
  • Abejaruco Europeo (Merops apiaster)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Pito Real Ibérico (Picus sharpei)
  • Pico Picapinos (Dendrocopos major)
  • Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris)
  • Lavandera Cascadeña (Motacilla cinerea)
  • Chochín Común (Troglodytes troglodytes)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Mosquitero Papialbo (Phylloscopus bonelli)
  • Mito Común (Aegithalos caudatus irbii)
  • Alcaudón Real (Lanius meridionalis)
  • Oropéndola Europea (Oriolus oriolus)
  • Arrendajo Común (Garrulus glandarius)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Verderón Común (Chloris chloris)
  • Piquituerto Común (Loxia curvirostra)
  • Escribano Montesino (Emberiza cia)
  • Lagarto Ocelado (Timon lepidus lepidus)
  • Lagartija Colilarga (Psammodromus algirus)
  • Sapo Partero Bético (Alytes dickhilleni)
  • Sapo Común Ibérico (Bufo spinosus)
  • Rana Verde Ibérica (Pelophylax perezi)