Dedicamos la mañana completa del jueves 8 a hacer una ruta ascendente a
pie de algo más de dos horas hasta el Ibón de Anayet. El punto de partida era
la carretera que sube hasta la estación de esquí de Anayet, donde comienza el
sendero propiamente dicho hasta llegar al ibón, a los pies del pico Anayet.
Antes de empezar la marcha, ya era posible
ver algunas aves por la zona, como un par de garzas reales, cornejas y
cernícalos. Al poco tiempo de comenzar a andar, nos fue posible ver al águila
culebrera a lo lejos, pero nos entretenían más las tarabillas norteñas, unos
pardillos y algún que otro escribano cerillo, que por su cercanía, dedicábamos
más tiempo tratando de observar. También había por allí algunas urracas y collalbas
grises, a las que no hacíamos tanto caso.
Llegando a la estación de esquí, pudimos
ver algunas marmotas entre las rocas que encauzaban un riachuelo, donde en
diferentes puntos sorprendimos al mirlo acuático. Por la misma estación
pululaba una lavandera blanca. Y además de collalbas también revoloteaban entre
las rocas de los alrededores del sendero los colirrojos tizones.
El Pico Anayet, con sus 2.574 m. y su cima cubierta por nubes, se alza sobre el ibón con el que compararte nombre |
Almorzamos a orillas del ibón, sentados en
unas rocas mientras contemplábamos un cuantioso y compacto bando de aviones comunes
revolotear sobre el agua, a la caza de mosquitos. Por los alrededores también
se movían collalbas, una de las cuales nos llamó la atención por quedarse en
varias ocasiones suspendida sobre el agua momentáneamente, como si de un
cernícalo se tratara. En las aguas descubrimos una gran sanguijuela negra, que
se desplazaba con movimientos ondulantes de su cuerpo por el líquido elemento. También
planeaban los buitres leonados, cercanos a los altos roquedos. Pasó volando un
quebrantahuesos, a no demasiada altura, siendo uno de los mejores avistamientos
que tuvimos de este buitre barbudo. Y también pasó sobre el ibón, a baja
altura, un halcón peregrino, que raudo, se dirigió hacia las paredes del
antiguo circo glacial que contienen el lago.
Después de un rato de sobremesa,
recorrimos el perímetro del ibón, pudiendo observar a un par de mirlos
acuáticos volar por sus bordes, y lanzarse al agua a la captura de algún
insecto. En un extremo del ibón, por el que escurría el agua formando un
arroyo, teníamos una sobrecogedora perspectiva de un valle glacial. Ningún
indicio de lo que llamamos civilización había a nuestro alrededor, ni
carreteras, ni edificios… ¡nada! Sólo nosotros y las montañas cuyas cumbres más
altas escondían las plomizas nubes. Unas cornejas prospectaban entre la hierba,
no muy lejos de las orillas del ibón.
En el descenso, a la vuelta, vimos algún
mirlo acuático más por el torrente que discurría paralelo a la senda que
llevábamos. También los buitres se deslizaban por el aire, próximos a los
riscos. Más abajo, en los canchales donde se acumulan las rocas sueltas que se
desprenden por los efectos erosivos de los agentes meteorológicos, podían verse
collalbas y colirrojos. Y entre el pasto que circunda el camino pasó una
lagartija de turbera. Se trataba de un macho que pudimos ver con más calma al
salir a un área abierta.
Lagartija de Turbera, macho |
Entre los derrubios de las rocas,
amontonadas, encontraban las marmotas el lugar propicio donde construir sus
vivares, a la vez que puntos elevados desde los que custodiar el territorio,
constituyendo un refugio inexpugnable. A lo largo de esta senda podíamos
observar más cerca que nunca a estos rollizos roedores, pudiendo fijarnos en las
poderosas zarpas delanteras adaptadas a la excavación, y en las pequeñas orejas
y en los ojos ubicados en la parte superior de la cabeza, muy cerca de la plana
frente, reduciendo al máximo la parte de sus cabezas que exponen al asomarse a las bocas de su guaridas subterráneas a
algún predador que acechara en las inmediaciones. Con frecuencia se yerguen apoyándose sobre
sus extremidades posteriores cuando algo les llama la atención. David consiguió
aproximarse bastante a uno de estos centinelas, pero sin pasarle inadvertido, pues
antes de retirarse, le lanzo dos potentes silbidos, mientras todavía aguantaba en su posición.
Marmota |
Al llegar a la estación de esquí volvimos
a ver al águila culebrera, o tal vez otra distinta a la que vimos por la
mañana, a saber, pero al igual que los cernícalos que también prospectaban el
área, nos demostró que poco tiene que envidiar a los pequeños halcones en
cuanto a su habilidad para cernirse, a pesar de la considerable mayor talla que
ostenta el águila encapuchada. Y también volvimos a ver por aquellos
pastizales, antes de llegar adonde habíamos dejado el coche, a las collalbas,
las tarabillas y las urracas.
(*)
Fotografías: gentileza de David Gómez.
Lista
de Especies Observadas (Orden Sistemático):
- Marmota
Alpina (Marmota marmota)
- Garza Real (Ardea cinerea)
- Buitre
Leonado (Gyps fulvus)
- Quebrantahuesos
(Gypaetus barbatus)
- Culebrera
Europea (Circaetus gallicus)
- Cernícalo
Vulgar (Falco tinnunculus)
- Halcón
Peregrino (Falco peregrinus brookei)
- Avión Común
(Delichon urbicum)
- Lavandera
Blanca (Motacilla alba alba)
- Mirlo
Acuático (Cinclus cinclus)
- Colirrojo
Tizón (Phoenicurus ochruros)
- Tarabilla
Norteña (Saxicola rubetra)
- Collalba
Gris (Oenanthe oenanthe)
- Urraca (Pica pica melanotos)
- Corneja
Negra (Corvus corone)
- Pardillo
Común (Carduelis cannabina)
- Escribano
Cerillo (Emberiza citrinella)
- Lagartija de
Turbera (Zootoca vivipara)
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