jueves, 14 de enero de 2016

DÍA ÉPICO EN UN RINCÓN DE LA SIERRA DE ANDÚJAR

     A propuesta de Raimundo, volvimos por la Sierra de Andújar hace dos días. Frente al pleno al seis de Raimundo en lo que a observaciones de lince se refiere por salida, esta fue mi cuarta salida y la tercera en la tengo la inmensa fortuna de poder no solo ver, sino también de escuchar los potentes maullidos del gran gato rabón. El lugar elegido, como en las ocasiones anteriores fueron “las curvas” de La Lancha, donde había más gente de lo que esperábamos.
     Tras el anterior día de lluvia, la jornada fue soleada y de temperatura más agradable de lo que debiera para estas fechas. La atmósfera limpia y la luz le otorgaban pureza y brillo a los colores del paisaje que nos envolvían. Por la carretera se dejaron ver una abubilla que salió volando de la cuneta al pasar junto a ella, algún mirlo, y unas perdices en vuelo, cuando superamos el tramo de niebla cercano a Andújar. Más adelante, vimos urracas y pinzones, antes de detenernos unos momentos a contemplar el algodonoso mar de nubes que se extendía sobre el Valle del Jándula, del que solo despuntaba el santuario a lo lejos a modo de isla, como un castillo flotante en las densas nubes de un mundo mágico. Esta parada también me permitió ver tres colirrojos tizones que revoloteaban por los alrededores, y me entretenían con sus flexiones.

Valle del Río Jándula, inundado por el mar de nubes

     Paramos otra vez para ver un mochuelo apostado en los bolos graníticos de una dehesa. Al rato voló a refugiarse en el ramaje de una encina cercana. Estaban también presentes en las cercanías del camino donde estábamos parados la lavandera blanca y el buitrón, y un poco más adelante nos aguardaba la tarabilla. Destacaba en el prado verde la blancuzca silueta del zorzal charlo entre los negros estorninos que comisqueaban entre la hierba. Entre otros bolos resaltaban las ramificadas cornamentas de un par de ciervos. En el resto del bacheado camino vimos algunos pinzones más, unos mitos y un arrendajo.
     Al llegar a las primeras curvas nos encontramos con el banco de niebla que nos privaba del amplio campo visual que abarca los dominios del lince. Nos enfrentamos a una sensación contradictoria. Por un lado experimentamos cierto alivio por no haber llegado más temprano, pero por otro lado sentimos temor que pasado el medio día no hubiesen abierto aún las nieblas, y nos quedamos sin ver nada. A pesar de todo no teníamos más opción que resignarnos, y esperar. Mientras me entretenía observando las numerosas currucas capirotadas, y algún que otro pinzón, moviéndose entre la vegetación próxima. Y la niebla poco a poco, no tardó en disiparse.
     En un paseo me encontré con Armando, que había venido con unos amigos suyos de Málaga. Mientras charlábamos, después de algunos años desde la última vez que nos habíamos visto, nos entreteníamos con las currucas rabilargas que de vez en cuando asomaban entre los romeros y lentiscos desde los que emitían sus reclamos, con urracas y rabilargos que de vez en cuando nos ponían en alerta cuando graznaban, con el paso de alguna paloma torcaz y los buitres leonados que empezaron a remontar en vuelo. Junto a un conejo que se soleaba en un claro, maullaron una pareja de mochuelos cercanos que también tomaban el sol apostados en una roca de granito. También se escuchaba a la curruca cabecinegra. Pero fue el águila imperial la que tuvo un mayor protagonismo cuando pasó sobre nuestras cabezas.
     Entre tanto, habíamos tenido noticia que un lince había cruzado el camino cerca de donde estábamos, pero solo lo había visto una persona, y rápidamente se perdió de vista. Yo me disponía a enfocar con los prismáticos a un escribano montesino, posado sobre una jara pringosa al otro lado del camino, cuando Armando me advirtió que un lince estaba cruzando el camino delante de nosotros. Fueron solo unos momentos los que se dejó ver, pero suficientes para que se concentrara gran número de personas en la zona. Justo después de cruzar llegó Rafa, que también hacía tiempo que no veía, y le dije que se acababa de cruzar justo donde él y otro compañero suyo habían dejado el coche. Pudimos ver a aquel macho unos instantes más, caminando entre la espesa vegetación, pero enseguida lo perdimos de vista, y nunca más supimos de su paradero. Al parecer se trataba de un joven macho.
     Pero no tardamos mucho en recibir la noticia que también estaban viendo otro lince en otra curva. Me lo tomé con calma y fui el último de mis compañeros en llegar al lugar. Al llegar encontré un ingente número de objetivos de cámaras y prismáticos apuntando desde el borde del camino hacia abajo. Y abajo se encontraba una lincesa dedicada a su aseo, acicalándose sobre una roca expuesta al sol. Al rato empezó a caminar pausadamente hacia abajo, alejándose del camino. De vez en cuando se perdía entre los lentiscos y los acebuches. En su ruta, iba marcando con orina algunos puntos. Según se iba alejando, llegaba el momento en el que me parecía más interesante observar a una pareja de buitres negros que habían aparecido por la zona. Esta hembra probablemente fuera aquel primer ejemplar de lince del que supimos que había cruzado el camino.
     Cuando dejó de verse, Raimundo y yo nos fuimos a comer. Mientras almorzábamos escuchábamos al pito real y a la perdiz, y me distraía con las currucas capirotadas que revoloteaban entre los lentiscos cercanos. También lo hizo algún pinzón, y además una hembra de mirlo sobre una jara, me permitió descubrir al más discreto acentor común que había junto a ella. Y en unas rocas descubrí al azul roquero solitario macho.
     Cerca de donde comimos había gente que había seguido a la lincesa, ya muy lejos. Mientras la pareja de águilas imperiales empezó a volar junta, mientras lanzaban sus graznidos al aire por el que se deslizaban. ¡Todo un espectáculo! Más cercanos que la lincesa, podía verse algún que otro ciervo deambular tranquilamente por los montes.

Águila Imperial Ibérica

     Nos acercamos a reunirnos nuevamente con mis amigos de Málaga. En el corto paseo escuchaba los reclamos de la curruca rabilarga y cabecinegra. Pude ver aparecer un macho de la cabecinegra surgir del interior de un mirto. También veía las acrobacias de un par de chovas en el cielo, mientras graznaban. Pero comprobamos que no graznaban para mantener el contacto entre ellas, que tanto revuelo se debía a la presencia de un gavilán que perturbaba su tranquilidad. No dudaron los ágiles córvidos en lanzarse en un furioso ataque contra la pequeña rapaz forestal hasta expulsarla de su territorio.
     El rato que estuve con los malagueños vimos a otra pareja de chovas, aposentadas sobre otras grandes piedras. Más abajo se movía algún ciervo, y sobre la roca en que había una pareja de mochuelos al medio día, había ahora un par de perdices.
     Raimundo se volvió un poco antes que yo adonde habíamos comido y desde donde tenían localizada a la lincesa. Cuando llegué me dijo que la habían vuelto a ver. Mientras caía la tarde vimos un par de conejos corretear en un claro y el vuelo de las perdices precipitándose ladera abajo. El cacareo de una urraca atrajo nuestra atención, pero enseguida comprobamos que se trataba de un pequeño grupo de cuatro de estos córvidos comunicándose entre ellos sobre el área descubierta de un cortafuegos. Escuché un par de notas del pico picapinos, y algo más tarde lo localicé sobre un poste de madera. Algo más lejos, también localicé al alcaudón real posado sobre una encina.

Pico Picapinos

     Recogimos las sillas, y al guardar el trípode de su cámara, Raimundo me comentó que seguro que volvíamos a ver otro lince ya que lo había guardado. Caminábamos hacia donde estaban mis amigos de Málaga, ya para despedirnos de ellos. Poco antes de llegar adonde estaban ellos iba con la mirada perdida en el fondo del barranco, donde me daba la impresión de estar viendo un animal, sobre la divisoria de aguas de un pequeño promontorio, en la frontera entre las sombras y las luces de la tarde. Hay momentos en los que la vista, ayudada por la imaginación, juega malas pasadas a los naturalistas, y vemos algún animal donde solo hay una piedra o un tronco, así que confieso haber cometido el error de no comprobarlo. Ciertamente fue un fallo, porque apenas un instante tras verlo y tomar esa equivocada decisión en mi cabeza, aquel tronco muerto cobró vida, y empezó a emitir unos potentes maullidos que hicieron las delicias de todos quienes se acercaron atraídos por la desgarradora voz del lince.
    Aquel lince, que en la distancia parecía de mayor tamaño que los otros dos de las primeras horas de la tarde, empezó a ascender por la ladera envuelta en las sombras crepusculares. A lo largo de su aparentemente errática trayectoria, en la que llegó a volver sobre sus pasos, orinó, marcando su territorio, y también posó sentado, como si contemplase el área de sierra que controla. Y la fiera del monte mediterráneo volvió a romper el silencio en la sierra con sus maullidos, o quizás más bien rugidos, deleitándonos a todos los oyentes allí presentes la jornada vespertina. ¡Todo un regalo de la Naturaleza, la experiencia vivida en este día!


Lince Ibérico

     La jornada la completan un ciervo que vimos volviendo por la noche, y una liebre que se nos cruzó en la carretera.

(*) Fotografías: gentileza de Raimundo Gómez.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Liebre Ibérica (Lepus granatensis)
  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Lince Ibérico (Lynx pardinus)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Gavilán Común (Accipiter nisus)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Mochuelo Europeo (Athene noctua vidalii)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Pito Real Ibérico (Picus sharpei)
  • Pico Picapinos (Dendrocopos major)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Acentor Común (Prunella modularis)
  • Colirrojo Tizón (Phoenicuros ochruros)
  • Tarabilla Europea (Saxicola rubicola)
  • Roquero Solitario (Monticola solitarius)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Zorzal Charlo (Turdus viscivorus)
  • Buitrón (Cisticola junciduis)
  • Curruca Rabilarga (Sylvia undata)
  • Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala)
  • Curruca Capirotada (Sylvia atricapilla)
  • Mito Común (Aegithalos caudatus irbii)
  • Alcaudón Real (Lanius meridionalis)
  • Arrendajo Común (Garrulus glandarius)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Chova Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Escribano Montesino (Emberiza cia)

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