Dos días después de la subida al Mulhacén,
volvimos a su entorno el grupo de voluntarios de Eco Campus a continuar con
nuestras labores, pero esta vez con el requerimiento de quedarnos a vivaquear
en la montaña. Subir y bajar al alojamiento de Capileira a diario nos hubiera
supuesto demasiado tiempo y esfuerzo, y la proporcional ineficiencia en el
trabajo. Y aunque dura, supuso una vivencia incomparable para las personas que
integramos el grupo. Pasar más de dos días enteros en un paisaje de aspecto
lunar, que a primera vista parece inhóspito, envuelto en la inmensa soledad que
trasmiten las altas cumbres cuando te detienes un momento y alzas la vista a
los picos y collados que te rodean, es una experiencia única e inolvidable. Sentir
el azote del sol durante el día, capaz de quemar aún cuando no calienta, sin
sombras donde resguardarse, y que cuando se oculta el frío cala rápidamente,
somete al cuerpo a un gran estrés por el mero hecho de estar allí. Preparamos
todo meticulosamente el día de la partida, racionalizando alimentos y
dosificando agua, que después del primer día, potabilizamos de la que cogíamos
de las lagunas.
Ladera norte del Mulhacén (vista desde el Collado del Ciervo) |
Una vez que dejamos el coche en el Alto del Chorrillo (con la correspondiente autorización), emprendimos la marcha. Entre los numerosos saltamontes de alas azules (Oedipoda caerulescens) que escalan hasta estas altas cotas, aparecían ejemplares de la áptera chicharra de Sierra Nevada (Baetica ustulata), sobre todo machos, fácilmente reconocibles por la ausencia del largo tubo ovopositor que presentan las hembras en el extremo del abdomen. Las collalbas grises se desplazaban en vuelos rasantes de roca en roca. Vuelos más altos y largos hacían los pardillos, que a pesar de dejarse oír, eran complicados de llegar a ver. Los aviones roqueros podían verse más fácilmente en sus repetidas pasadas.
Hembra de Baetica ustulata |
Macho de Baetica ustulata |
Nuestra primera ocupación fue seguir tapando veredillas y trochas entre una de las veredas principales de subida al Mulhacén por la vertiente oeste, y otra que sube al Collado del Ciervo. En lo alto del Collado del Ciervo comimos en compañía de una cabra y su chivo. Se acercan tanto las cabras (y también los zorros, que no llegamos a ver) en busca de los restos de comida que abandona la gente, o a que directamente le ofrezcan algo los montañeros y excursionistas, e incluso su atrevimiento las lleva a hurgar en las mochilas cuando su dueño se despista. Por supuesto no les dimos nada de comer, pues este comportamiento las está llevando a desnaturalizarse, a perder su instinto silvestre de supervivencia. Además, nuestros alimentos no siempre son apropiados para los animales silvestres. Además pudimos ver algún que otro buitre pasando rápidamente en vuelo de crucero, y unos vencejos reales. Eché de menos los prismáticos más de una vez, cuando vi rapaces que no pude identificar a simple vista, que no llevé conmigo para aligerar peso.
Hembra de cabra montés y su chivo |
Después de comer empezamos a descender
hacia la Laguna
de La Mosca ,
levantando hitos de piedra a lo largo del primer tramo de bajada. De vez en
cuando aparecía sobre alguna piedra la rechoncha silueta del acentor alpino. No
conseguimos finalizar, pues se nos echaban encima las horas, y debíamos llegar
a la laguna antes de que oscureciera. En el verde borreguil que la rodea
pastaban media docena de machos monteses cuando llegamos.
Nos arropamos, y cenamos a orillas de la laguna, en un lugar distinto donde dormimos, para evitar que se nos acercaran los zorros u otros animales. En plena oscuridad, bordeamos la laguna para dirigirnos al lugar donde pasaríamos la noche, no sin antes pararnos a contemplar el cielo estrellado reflejado en el espejo del agua. La ausencia de la luna nos brindó la posibilidad de observar un cielo nocturno sin igual desde nuestros sacos.
Laguna de La Mosca |
Nos arropamos, y cenamos a orillas de la laguna, en un lugar distinto donde dormimos, para evitar que se nos acercaran los zorros u otros animales. En plena oscuridad, bordeamos la laguna para dirigirnos al lugar donde pasaríamos la noche, no sin antes pararnos a contemplar el cielo estrellado reflejado en el espejo del agua. La ausencia de la luna nos brindó la posibilidad de observar un cielo nocturno sin igual desde nuestros sacos.
Había algunas cabras a nuestro alrededor
cuando despertamos. El acentor alpino asomaba entre las piedras, y el colirrojo
tizón podía verse volar sobre las rocas de la pedrera de los alrededores de la
laguna. Empleamos el día central de nuestra estancia en la montaña en eliminar
las corraletas que impide el desarrollo del pastizal del borreguil de La Mosca , y en terminar, casi
anocheciendo, de marcar con hitos la vereda que va al Collado del Ciervo.
Además de basura, que por supuesto recogimos, al desmontar las corraletas aparecían bastantes escarabajos, arañas y opiniones. Menos numerosos resultaban cochinillas, escolopendras, ciempiés y milpiés. Todo este elenco de invertebrados es lo que sustenta a los acentores, collalbas y colirrojos que afanosamente se dedican a prospectar las rocas a estas altitudes. La chicharra de Sierra Nevada tampoco faltaba allí.
Almorzamos a orillas deLa Mosca , y aprovechamos para
potabilizar agua que corría en su zona de desagüe.
El verde borreguil de La Mosca |
Además de basura, que por supuesto recogimos, al desmontar las corraletas aparecían bastantes escarabajos, arañas y opiniones. Menos numerosos resultaban cochinillas, escolopendras, ciempiés y milpiés. Todo este elenco de invertebrados es lo que sustenta a los acentores, collalbas y colirrojos que afanosamente se dedican a prospectar las rocas a estas altitudes. La chicharra de Sierra Nevada tampoco faltaba allí.
Timarcha sp. |
Almorzamos a orillas de
Ya por la tarde, ascendiendo por la
empinada vereda que sube al Collado del Ciervo, consigo ver el fugaz paso de tres
pardillos a los que previamente había oído. Al detenerme unos momentos y mirar
al aire, descubro semillas de diente de león flotando, que serán parte del
sustento que el pardillo encuentra a estas alturas. Poco después el graznido de
la chova llama mi atención, y al levantar la vista descubro a una ágil chova
que parecía estar quitándose del alcance de un águila real que cicleaba sin
aparentemente prestar demasiada atención al córvido. Y ajenos a todo esto, los
aviones roqueros también volaban por allí.
Descendimos hastala Laguna de La Caldera al anochecer,
donde cenamos y pasamos la noche a la intemperie.
Descendimos hasta
Desperté al oír el graznido de las chovas,
y poco más tarde nos levantamos en compañía de unas cabras, como el día
anterior. A diferencia de La
Mosca , La
Caldera no tiene borreguil en sus inmediaciones, si no que es
una pedrera. No obstante, desmontamos las corraletas que están a menos de 50 metros de la orilla,
como está previsto, y seguimos recogiendo basura. Por el pedregal se movía el
colirrojo.
Otra diferencia, es que La Caldera es totalmente
estanca, sin desagüe, y aunque extrajimos agua para potabilizar, lo descartamos
por la presencia de pequeños seres macroscópicos similares a pulgas de agua y
gusanos. Aprendimos así el valor que tiene el recurso del agua, administrando
nuestras últimas reservas para poder echar el día.
Almorzamos en el refugio deLa Caldera , valorando así lo
que es tener una sombra donde cobijarse en medio de tan asolado terreno.
Cogimos la vereda arriba del Mulhacén para terminar de cerrar las últimas
trochas. Alguna que otra collalba gris se dejaba ver por allí, y mientras tanto
los aviones roqueros iban y venían. Seguimos con el levantamiento de un hito
caído en otra de las veredas que asciende al Mulhacén por su lado oeste. Y por
fin terminamos eliminando una corraleta del borreguil de la ahora seca Laguna
de Majano.
Laguna de La Caldera |
Almorzamos en el refugio de
Con la satisfacción por haber completado
todo el trabajo previsto, nos felicitamos por ello, y sin mucha demora, cogimos
con ganas a pesar del cansancio el camino de regreso al coche. Durante la
caminata pudimos ver más collalbas, y unas alondras más abajo, donde el
pastizal ya alcanza cierto porte, destacando sobre las rocas. Las negras
chicharras de Sierra Nevada y los pequeños saltamontes de alas azules también
se veían fácilmente. Una vez que bebimos y nos refrescamos con el agua que
había en el coche, nos montamos para volver. Antes de entrar en piso ocupado
por el pinar, pude identificar unos cernícalos que parecían estar cazando en
grupo en una despejada ladera. Posiblemente se estarían cebando con los
montaraces ortópteros.
(*)
Fotografías: gentileza de Mabel Roldán.
Lista
de Especies Observadas (Orden Sistemático):
- Cabra Montés
(Capra pyrenaica hispanica)
- Buitre
Leonado (Gyps fulvus)
- Águila Real
(Aquila chrysaetos)
- Cernícalo
Vulgar (Falco tinnunculus)
- Vencejo Real
(Tachymarptis melba)
- Alondra
Común (Alauda arvensis)
- Avión
Roquero (Ptyonoprogne rupestris)
- Acentor
Alpino (Prunella collaris)
- Colirrojo
Tizón (Phoenicurus ochruros)
- Collalba
Gris (Oenanthe oenanthe)
- Chova
Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
- Pardillo
Común (Carduelis cannabina)
No hay comentarios:
Publicar un comentario