lunes, 4 de septiembre de 2017

VIGILANCIA DE INCENDIOS EN EL XORRET DE CATÍ

     Con el calificativo alicantino podría resumir mi mes de agosto, que desde el 31 de julio al 1 de septiembre ha transcurrido en esta provincia levantina. Y el grueso de mi estancia se centra en el Xorret de Catí, un enclave natural situado entre las Sierras del Maigmó, de El Cid y del Fraile. Tan prolongada permanencia se debe a que he participado en tres turnos seguidos, de 11 días cada uno, de un Voluntariado sobre vigilancia de incendios forestales, a lo largo de los cuales he tenido la oportunidad de conocer a bastantes personas, cada cual con sus peculiaridades, pero todas interesantes a su manera, que he tenido por compañeros y monitores, y que pasaron por la casa donde conviví un mes. Además, para el primer turno me reencontré con David e Irene, dos años después de conocernos en Sierra Nevada. Los monitores, siempre dos, fueron Raquel y Cristian en el primero y segundo turno, y Neus y Rossana en el tercero.

Sierra del Cid

La Sierra del Cid, vista desde la casa






























     Por parejas y en turnos de 4 horas, bien por la mañana o bien por la tarde, vigilábamos desde puntos fijos, que en función de la cantidad de gente que hubiésemos, ocupábamos preferentemente unos u otros. El primordial en ocupar era aquel que designaban como Mirador, bajo la crestería de la Sierra del Fraile, y que paradójicamente muchos preferían que no les tocase, porque había que ir andando, y subiendo cuesta casi todo el tiempo. El siguiente punto en prioridad respondía al nombre en clave de Ermita, por la proximidad a una ermita, y el tercero se llamaba Cachuli, pero nadie me supo explicar el porqué de ese nombre. Estos dos puntos eran torretas de vigilancia, pero a Cachuli sólo pude ir un par de veces durante el segundo turno, ya que llegamos a estar 13 voluntarios, a uno de cubrir todas las plazas. Esos nombres usábamos para comunicarnos con los walkie-talkies. A parte, los días de alerta 3 (alto riesgo de incendio), y los fines de semana, por la gran afluencia de gente que pudiera acudir a la zona, había una ronda de vigilancia nocturna, que era opcional para los voluntarios, y a las que me sumé en algunas ocasiones.
     Cuando no teníamos guardia hacíamos diversas actividades complementarias. Algunas relacionadas con el cometido del Voluntariado, como lo eran la Cartografía, para familiarizarnos con los mapas y las brújulas, y aprender a calcular el rumbo en caso de detectar alguna columna de humo (por suerte no hubo que hacer ningún aviso), gymkhanas destinadas a la orientación, rutas tanto diurnas como nocturnas para el reconocimiento de la zona, o visitar el Parque de Bomberos de Elda. Y otras actividades que eran más de ocio, como visitar lugares de baño en algún río, la vía ferrata en la Sierra del Fraile y la escalada en La Foradá. Además Cristian nos dio una iniciación sobre primeros auxilios, una tarde en el primer turno Gabriel nos enseñó un poco de acroyoga, con Neus hicimos una excursión reconociendo plantas, y un día de lluvia, Víctor, compañero del segundo y tercer turno, nos dio unas nociones de defensa personal. También hicimos un par de batidas de limpieza. Una de ellas tras el final de una etapa de la vuelta ciclista que terminaba allí, y dejaron basura esparcida por todo el área y a lo largo de la carretera, y además encontramos una garduña muerta, probable víctima de atropello por el trasiego de vehículos en los días previos y posteriores.

Sierra del Maigmó

     De esas actividades, las que más me gustaron fueron las rutas senderistas. Dos subidas al Despenyador (1262 m.), en el primer turno con Gabriel y guiados por Raquel, y en el segundo turno en compañía de Bruno, Fer y Mar, también conducidos por Raquel. Otras dos fueron al Pantanet, que no es un embalse, una andando por carretera en el segundo turno, pero la más aventurera fue por donde nos llevó Rossana en el tercer turno, siguiendo la crestería de la Sierra del Fraile. Otra caminata muy agradable fue siguiendo un sendero PR en el tercer turno que Tomás conocía, ofreciéndonos buenas vistas panorámicas de las Sierras del Maigmó y de El Cid. Además en este recorrido pasamos por un pozo de nieve y una pequeña gruta. Las dos rutas nocturnas que hice en el primer y segundo turno fueron en torno a La Foradá, más larga en el segundo turno, conducidos por Saúl y Víctor, además de una subida hasta el Mirador. Pero además están las andanzas que pude hacer por libre, bajo las paredes de la cresta del Fraile, siguiendo una pista forestal abandonada que llega hasta la roca que le da el nombre a la sierra, aunque en mi opinión parece una gárgola, primero con Saúl, en el segundo turno, y posteriormente lo repetí en el tercero con Héctor. Y aparte, el día de la vuelta ciclista tuvimos que ir andando desde la casa hasta la torre de Ermita a hacer una guardia, pasando por otro pozo de nieve, aunque a Susana no le gustó demasiado este atajo.

La crestería de la Sierra del Fraile
La roca que le da nombre a la Sierra del Fraile

     Pinos carrascos más bien jóvenes formaban los bosques del Xorret de Catí, con algunas manchas de encinar, carrascas como las llaman aquí, que atestiguan el bosque primigenio que allí debió existir. Coscojas, jaras y espino negro (Rhmanus lycioides) componían el estrato arbustivo. Concretamente el espino negro, indicador de que la naturaleza del terreno es caliza, me lo identificó Marcos, el hermano de Bruno, un compañero que estuvo en los dos primeros turnos, con quien me reí un montón, y que alguno de los sobrenombres que me puso, tenía que ver con mi faceta bichera. El paisaje también estaba integrado por bancales de cultivo de almendros, y hasta cerezos, indicador de que existe cierto grado de humedad en la zona, seguramente aportada por el aire que entra desde el cercano Mar Mediterráneo.
     No destaca el Xorret en cuanto a fauna, al menos por cantidad, a pesar de haber cierta variedad. Quizás por la época, o porque yo no estuve muy acertado, pero en general hacía sólo observaciones puntuales de aves, que es el grupo más numeroso y fácil de reconocer. Y de estas, me resultó curioso que fueran los piquituertos los que en más ocasiones detecté por vista u oído, y probablemente también fueran los más numerosos, cuando en la mayor parte de los lugares en los que he estado, no es ni mucho menos el ave más frecuente. Al arrendajo también se le veía o se le escuchaba con relativa asiduidad. Los vencejos comunes tenían algunos días en los que se dejaban ver en gran número. Y de las aves de presa, el pequeño cernícalo era la que más a menudo se movía, bien en torno a los bancales, o bien cerca los riscos y las altas rocas. El águila real o la culebrera sólo las vi algunos días sueltos.
     Tal vez ante la escasez de aves y otros vertebrados, me empleé más a fondo que quizás en ninguna otra etapa de mi afición como naturalista, a fijarme en el complejo universo de los insectos y los arácnidos. Saúl, que disponía de un objetivo macro que acoplaba al móvil, hizo fotos con bastante detalle de estos pequeños animales. A veces era cómico ver como Gabriel, o algún otro compañero intentaba desembarazarse con poco éxito de las avispas que siempre compartían nuestros desayunos en la terraza, o el talento innato de Tamara para encontrar arañas y avisarme para que las expulsara de su habitación. En cambio despertaban mucha expectación polillas, crisopas, escarabajos y hasta mantis que acudían, atraídas por la luz, a esa misma terraza por la noche, cuando después de haber cenado, interrumpíamos nuestros juegos o nuestras charlas, para centrar nuestra atención sobre los lances de caza que las salamanquesas ejercían sobre ellas. Hasta tres salamanquesas que por estar allí siempre, llegamos a reconocer individualmente. Alguna estilizada Empusa pennata de las que acudían precisamente a la luz para capturar polillas, se convirtió en el cazador cazado, al ser presa de una gran salamanquesa.

Cymbalophora pudica

Dendrolimus pini
Sphinx maurorum














     Algunas de estas polillas eran bastante vistosas, como Cymbalophora pudica de alas anteriores densamente punteadas, o de considerable tamaño como Sphinx maurorum, o los varios ejemplares de Dendrolimus pini, haciendo notable su presencia en las paredes de la terraza, aunque las más frecuentes eran las de la procesionaria (Thaumetopoea pytiocampa) más modestas en cuanto a tamaño y discreta librea gris. Pero además de estos lepidópteros nocturnos, también había mariposas diurnas en la zona, tales como Hipparchia fidia, que además resultaba corriente localizarla.

Hipparchia fidia en cópula

     Desde los puestos de vigilancia, cuando no estaba inmerso en alguna conversación con el compañero de turno, trataba también de localizar algún ave. Y según el punto, era más fácil de ver unas u otras especies. Varias veces pude ver los aviones roqueros, los vencejos comunes, y algún real, volando sobre las paredes que se elevaban verticalmente tras el Mirador, o cuando hacíamos alguna excursión por la Sierra del Fraile. Las chovas piquirrojas, que creí que serían frecuentes por allí, sólo pasaron muy de tarde en tarde, y en pequeño número. Por la ladera que asciende hacia esta sierra era usual toparse con las lagartijas colilargas, y alguna vez también con el lagarto bético, o fardacho como lo llaman allí, separado como especie propia del lagarto ocelado hace pocos años. Por el camino que iba a la torre de Ermita, se veían de vez en cuando arrendajos, torcaces o pinzones, o se escuchaba al pito real. Y desde la misma torre, a parte de piquituertos, vencejos y algún cernícalo, llegué a ver y a escuchar a la curruca rabilarga, al herrerillo capuchino y a los carboneros garrapinos y común.

Hembra de Lagartija Colilarga

     Cerca del propio Xorret, que sería como una especie de surgencia de agua, ahora oculta y canalizada por una estructura construida por el ser humano, había una pequeña charca, artificial también, que no obstante está muy naturalizada por los juncos que crecen en su entorno, que usaban como posaderos las múltiples libélulas que por allí revoloteaban, y en cuyas orillas era fácil encontrar ranas de apreciable tamaño. Aquí los piquituertos elegían las horquillas altas de los chopos para posarse. Las ardillas, de cuando en cuando, solían también verse por los alrededores. Y hasta una perdiz seguida por su prolífica pollada, llegué a ver por la zona. Aunque las perdices, al igual que algún conejo, cuando llegaba a verlos, solían estar en el entorno de los bancales.

Rana Verde Ibérica

     La propia casa también se convertía en un punto de observación durante mi estancia al aire libre. Las golondrinas comunes y dáuricas a veces se concentraban por los aledaños, siendo fácil verlas en vuelo. Alguna vez también pasaron unas abubillas. De vez en cuando observaba fugazmente una pequeña lagartija marrón, que no terminaba de ver claro. Suponía que podría ser una cenicienta, pero no fue hasta los últimos días, cuando conseguí fotografiar una, y que me identificaron como lagartija de Edwards, una de las tres especies en las que los taxónomos separaron la cenicienta. Y no sólo cerca de la casa, sino también en claros con rocas, tomillos y matorrales bajos la encontré.

Juvenil de Lagartija de Edwards

     Las arañas que solían encontrarse dentro de la casa eran las patilargas Pholcus phalangioides, completamente inofensiva y beneficiosa como todas arañas. En los exteriores teníamos localizada a una hembra de Argiope lobata, aguardando pacientemente en el centro de su telaraña vertical construida en el pasto seco frente a la puerta de casa, a que algún saltamontes o un insecto volador cayese en su trampa invisible, especie de la que Víctor y yo vimos otro espécimen en otro sitio. También encontramos tanto cerca de casa como en otras zonas algunos negros ejemplares de la valiente e imponente Amblyocarenum walckenaeri. Jorge, compañero del primer turno con él que me quedó pendiente hacer una guardia, y María, compañera del segundo turno, trataban de evitar encuentros con estos artrópodos de ocho patas a toda costa.

Macho de Amblyocarenum walckenaeri

Hembra de Argiope lobatacon un saltamontes como presa






























     Los escorpiones, que solíamos encontrar activos por las noches en las que salíamos de ruta o de vigilancia, se ocultaban bajo piedras durante las horas diurnas. Bajo las rocas, y cerca de casa también, podían verse luciérnagas y milpiés. Y en una de mis prospecciones volteando piedras, a parte de alguna lagartija, encontré un día un eslizón ibérico. Si se hace esta práctica de levantar piedras, que menos que tras de la molestia ocasionada a cualquier inquilino que se encuentre bajo ellas por satisfacer nuestro gusto en contemplarlos, que dejar la piedra en la posición original en la que se hallaba, y posteriormente permitir que el animal que sea retorne a ella, y no antes, para evitar un posible aplastamiento.

Escorpión, también conocido como alacrán

Eslizón Ibérico


























Sapo Común Ibérico
     Que en aquel lugar se mantenía cierta humedad nos lo ponían de manifiesto los sapos comunes que en más de una noche llegamos a encontrar por la carretera o en los caminos durante nuestros recorridos. Estas salidas nocturnas también nos permitieron ver un joven mochuelo una noche, y algún chotacabras.
     Se abrió la media veda estando allí, aunque paradójicamente Natalia, una compañera del segundo turno con una gran sensibilidad por los animales e interesada en aprender sobre la fauna, y yo apreciamos un mayor número de cazadores en la zona, que sus potenciales piezas, perdices y palomas. Con el paso de los días también se notaban cambios en el comportamiento de las aves, que ya empezaba a agruparse para sus viajes migratorios. Los vencejos hacía tiempo que no los veía, y empezaba a verse alguna tarabilla por los bancales y los espacios abiertos. Y en compañía de Neus y de Susana, detectamos a los abejarucos a través de su canto, que revoloteaban altos sobre nuestras cabezas. Tuvimos lluvia en los últimos días, y hasta una espectacular noche de tormenta que contemplamos desde la terraza, como el resplandor de los relámpagos iluminaba la noche.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Ardilla Roja (Sciurus vulgaris)
  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Culebrera Europea (Circaetus gallicus)
  • Águila Real (Aquila chrysaetos)
  • Cernícalo Vulgar (Falco tinnunculus)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Mochuelo Europeo (Athene noctua vidalii)
  • Chotacabras Cuellirrojo (Caprimulgus ruficollis)
  • Vencejo Común (Apus apus)
  • Vencejo Real (Tachymarptis melba)
  • Abejaruco Europeo (Merops apiaster)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Pito Real Ibérico (Picus sharpei)
  • Golondrina Común (Hirundo rustica)
  • Golondrina Dáurica (Cecropis daurica)
  • Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris)
  • Tarabilla Europea (Saxicola rubicola)
  • Curruca Rabilarga (Sylvia undata)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Carbonero Garrapinos (Periparus ater)
  • Herrerillo Capuchino (Lophophanes cristatus)
  • Arrendajo Común (Garrulus glandarius)
  • Chova Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Piquituerto Común (Loxia curvirostra)
  • Salamanquesa Común (Tarentola mauritanica)
  • Eslizón Ibérico (Chalcides bedriagai)
  • Lagarto Bético (Timon nevadensis)
  • Lagartija Colilarga (Psammodromus algirus)
  • Lagartija de Edwards (Psamodromus edwardsianus)
  • Sapo Común Ibérico (Bufo spinosus)
  • Rana Verde Ibérica (Pelophylax perezi)

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