Con el propósito de ayudar a Laura a
documentar un reportaje de viajes enfocado sobre la Sierra de Andújar, como
destino turístico, la acompañamos ayer, en un recorrido por la sierra, Elena,
Fran, y yo. Por mi parte, me dediqué a mostrarle los animales que íbamos
viendo, quizás omitiendo o tocando con demasiada ligereza otros aspectos que
hacen de la Sierra
de Andújar un enclave singular, como la vegetación o su geología, aunque desde
luego, el valor más destacado de este espacio natural sea su gran diversidad
faunística, de la que tan solo observamos una pequeña muestra, en un día cualquiera.
Salimos por la Carretera de la Cadena , en cuanto empezamos
a transitar por la zona de Los Cerrillos, paré a ver un macho de tarabilla
común posado sobre un tamujo cercano al cauce del Arroyo Mestanza. No tardamos
mucho en volver a parar para ver a una garcilla bueyera caminado entre las
vacas, haciendo honor a su apellido. También se movían lavanderas blancas por
la hierba que tapiza las suaves lomas con un fresco verdor, y algún que otro
colirrojo tizón. Carretera arriba, donde el encinar es desplazado por los
pinares de Las Viñas de Peñallana, se nos cruzaron rabilargos, y vimos el
planeo de los buitres leonados.
Paramos en una vieja viña, en cuya piscina
caen anfibios, y actúa como una trampa de la que no pueden salir. Por primera
vez en algunos años el nivel de agua estaba lo bastante bajo que dejaba expuesto
al aire parte del fondo. Encontramos allí, entre la pinocha, ocho tritones
pigmeos adultos, de diferentes tamaños, y nueve gallipatos, también adultos, y
aunque de tamaño variable de unos a otros, todavía no habían alcanzado la talla
máxima a la que pueden llegar. Optamos por dejarlos allí, pues aunque no puedan
entrar y salir libremente de la piscina, es lo bastante amplia como para que
puedan vivir en condiciones óptimas, conseguir alimento, y reproducirse.
Tritón Pigmeo |
Mientras estábamos en la zona de la
piscina, escuchamos el canto del águila imperial, pero el pinar que nos
rodeaba, impedía localizarla. Caminamos por el umbrío pinar, hasta el borde de
un soleado talud donde se abría la vista hacia el norte de la sierra. No tardó
mucho en descubrirse un ejemplar adulto de águila imperial, que de vez en
cuando soltaba algún cacareo al aire, mientras se elevaba sobre el mismo. Bajo
el águila, apareció al rato un buitre negro que iba siguiendo su trayectoria en
la columna de aire.
Gallipato |
De vuelta hacia el coche, escuchamos la
aguda voz del agateador cantar en el pinar. Además se nos cruzó una pequeña lagartija
colilarga, que se movía con rápidas carreras. Con el coche llegamos hasta otro
sitio desde el que pueden contemplar unas fabulosas vistas de la sierra.
Nuestra estancia allí fue breve, pues el tiempo apremia, y anochece pronto en
estos días del avanzado otoño.
Siguiendo por el camino, poco antes de
incorporarnos a la carretera, dirección a La Lancha , paré al ver a un macho de curruca
capirotada ocultarse en una coscoja. Esa corta parada, en la que ni siquiera
nos bajamos del coche, nos permitió oír cantar al carbonero común, y ver pasar
algunos rabilargos.
Vimos de camino hacia el Embalse del
Jándula, una vez pasadas Las Viñas, urracas, pinzones y un par de zorzales
charlos, pero fueron los ciervos, sobre todo los primeros que vimos, los que
parecían acaparar más interés por parte de mis compañeros de ruta, y a mí
mismo. Cuanto mayor sea un animal suele producir este efecto. Pero no me
pasaban desapercibidos, cada vez que nos deteníamos unos momentos para ver
algún ciervo, detectar a las totovías o a los petirrojos a través de sus
cantos. Y donde estuvimos almorzando, nos acompañó un petirrojo que varias
veces asomó entre la vegetación, y posó sobre la arena del carril.
Al poco de retomar la marcha, paramos a
contemplar la ternura con la que una cierva amamantaba a su gabato, y el
contundente rechazo que mostraba frente a otra de sus compañeras del grupo al
acercarse a ella, tal vez su cría del año anterior. Paramos algo más adelante,
al llegar a la primera de las “curvas de La Lancha ”. No tardamos en ver unos ciervos, pero
junto a ellos había también un jabalí que, siguiendo su ruta, se perdió monte
arriba. Últimamente, a tenor de otras observaciones que he realizado en la
zona, parece que los jabalíes empiezan a dejarse ver con luz más a menudo, y
también más tranquilos. Es posible que ello se deba a que ha dejado de
practicarse la caza en esta finca que circunda el camino, y también sendero, al
que presta su nombre, Los Escoriales. Pasaron también por allí unas palomas
torcaces.
Retomando la ruta hacia el pantano, cruzó
velozmente el camino un herrerillo que siguió volando pendiente abajo,
perdiéndose pronto de vista. Al llegar al embalse, aparcamos el coche y
cruzamos la presa andando. Estuvimos viendo la silueta de un par de grandes
peces que buceaban superficialmente, mientras que los aviones roqueros nos
revoloteaban por encima. Los colirrojos tizones se movían por el muro del dique
que contenía el agua embalsada al otro lado. Pasamos al otro lado del túnel
excavado en el granito, y nos asomamos al rebosadero de la presa. Podían oírse
las notas musicales del petirrojo, procedentes del tupido sotobosque de brezos,
madroños y cornicabras que cubría la umbría ladera.
Al volver a cruzar la presa, además de los
aviones roqueros y los colirrojos, pude ver pasar un verdecillo rápidamente. Recorrimos
también el corto Sendero del Mirador del Rey. El azar no nos permitió que viésemos
a las cabras monteses que viven en estos roquedos. En cambio sí que vimos algún
que otro cormorán venir volando desde el embalse. Y también escuchamos los
graznidos de la chova piquirroja, pero no la localizamos.
Invertimos las últimas horas de claridad
en dar un paseo por las ruinas del poblado de La Lancha. Descubrí unos
estorninos posados en lo más alto de un eucalipto, y pude escuchar los
repetitivos pitidos del pico picapinos. Vimos algunos ciervos más en el camino
de vuelta, con las últimas luces del fresco atardecer. En
una última parada, envueltos ya en la oscuridad de la noche, escuchamos venir
de las dehesas los bramidos de un toro, los berridos del ciervo, y el canto de
los mochuelos.
Lista
de Especies Observadas (Orden Sistemático):
- Jabalí (Sus scrofa)
- Ciervo Rojo
(Cervus elaphus)
- Gamo (Dama dama)
- Cormorán
Grande (Phalacrocorax carbo)
- Garcilla
Bueyera (Bubulcus ibis)
- Buitre
Leonado (Gyps fulvus)
- Buitre Negro
(Aegypius monachus)
- Águila
Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
- Paloma
Torcaz (Columba palumbus)
- Mochuelo
Europeo (Athene noctua vidalii)
- Pico
Picapinos (Dendrocopos major)
- Totovía (Lullula arborea)
- Avión
Roquero (Ptyonoprogne rupestris)
- Lavandera
Blanca (Motacilla alba alba)
- Petirrojo
Europeo (Erithacus rubecula)
- Colirrojo
Tizón (Phoenicurus ochruros)
- Tarabilla
Común (Saxicola torquatus)
- Zorzal
Charlo (Turdus viscivorus)
- Curruca
Cabecinega (Sylvia melanocephala)
- Carbonero
Común (Parus major)
- Herrerillo
Común (Cyanistes caeruleus)
- Agateador
Común (Certhia brachydactyla)
- Rabilargo
Ibérico (Cyanopica cooki)
- Urraca (Pica pica melanotos)
- Chova
Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocarax)
- Estornino
Negro (Sturnus unicolor)
- Pinzón
Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
- Verdecillo
Común (Serinus serinus)
- Lagartija
Colilarga (Psammodromus algirus)
- Gallipato (Pleurodeles waltl)
- Tritón
Pigmeo (Triturus pygmaeus)
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