Un año más termino pasando sus últimos
días en el monte, en la cercana Sierra de Andújar. Nunca hay dos días iguales
en el campo, aun estando en los mismos lugares e incluso repitiendo en las mismas
horas. Siempre se puede observar algo diferente. De estos últimos días, destaco
el de hoy, en el que hemos apurado al máximo las horas de luz.
Avanzando lentamente por las dehesas
podían verse urracas, rabilargos, palomas y perdices moviéndose agrupadas. Nos
detuvimos un momento al escuchar a las urracas, pero como en muchos casos, no
marcaban nada.
También aparecían los conejos, que a lo
sumo eran dos los que podían verse juntos. La mayoría en solitario, denotando
la triste realidad que han dejado tras de si las enfermedades que han diezmado
las poblaciones del lagomorfo que era tan común antaño. Sin conejos en el
monte, sus depredadores habituales se ven avocados a buscar fuentes de alimento
alternativas, entrando en conflicto con intereses humanos, o ampliar sus
territorios y dispersarse más. Esta es la principal causa que hayamos cerrado
un año tan catastrófico para el lince ibérico, con la fatídica cifra de 27
muertes por causas no naturales… que se sepa, según datos oficiales.
Principalmente han sido atropellos, pero también ha habido algún ejemplar que
se ha dejado la vida en la trampa o en el tiro de escopeta de algún
desaprensivo cazador. También por la caza los ciervos se mostraban bastante
huidizos.
Las totovías, invisibles en el suelo, no
se descubrían hasta que no levantaban el vuelo, o bien cuando emitían su
melódico canto. Entre las apretadas zarzas que crecen junto al río se escuchaba
al petirrojo, que de vez en cuando se descubría. Un cormorán pasó volando
siguiendo el curso del río. Entre los deshojados fresnos podía oírse los
reclamos del pico picapinos, que no vimos hasta que no emprendió su ondulante
vuelo. La hierba crujía con nuestros pasos, y en lugar de mostrar flexibilidad,
estaba rígida debido a la escarcha.
Subimos hasta una alta loma desde donde
oteamos el terreno un rato. Vimos pasar unos ciervos, que se desplazaban
apresurados, tal vez asustados por tres perros que parecían extraviados, que
habíamos visto momentos antes. La presencia de estos animales en el monte, bien
perdidos en tras las monterías, o abandonados directamente por sus dueños,
provoca serios perjuicios en las especies silvestres y en el ganado doméstico.
Pasaron también algunas palomas, y un arrendajo que se metió en la copa de un
pino.
Bajamos hacia las dehesas, por un umbrío
barranco donde el bosque mediterráneo alcanza su máximo esplendor con las
siempre verdes encinas y los ahora dorados quejigos, mezclado los madroños de
hojas de verde brillante y sus vistosos frutos rojos, los verdes oscuros del
mirto, del agracejo o del lentisco, y las rojas cornicabras, ofreciendo a la
vista un hermoso contraste cromático. En esta vaguada hay rincones donde no
penetran los rayos de sol en todo el día, blancos por el hielo, de la escarcha
que se acumula de un día para otro. En las dehesas, donde la vegetación no es
tan apretada como en el barranco, podían verse fácilmente las urracas, los
rabilargos y las perdices. La observación de los conejos repetía prácticamente
en los mismos sitios.
Tras hacer un recorrido prospectando las
dehesas bajas, volvemos a dirigirnos a otro punto en las partes altas, desde
donde otear el terreno. Un par de zorzales cambiaron su rumbo a descubrir
nuestra posición. Pasado el medio día, me aposté contra una roca de granito en
una ladera, desde donde tener una cómoda perspectiva. En un momento que me dio
por volver la mirada atrás descubro una enorme serpiente que se arrastra detrás
de mí. Pero lo que me desconcierta es que no logro identificarla claramente,
por presentar una librea negra que no me es familiar entre las especies de
ofidios propias de aquí. De hecho, hasta barajé la posibilidad que pudiera
tratarse de una especie exótica, mientras me inclinaba sobre ella para poder
verle la cabeza. Cuando consigo vérsela, concluyo que se trata de una culebra
de herradura, inusualmente negra, en la que casi resultaban inapreciables las
manchas que lucen los ejemplares ibéricos. Este diseño es más característico de
los individuos norteafricanos. Sobrepasaba el metro de longitud, pero también
resultaba sorprendente que estuviera activa en pleno invierno, que aunque había
sido relativamente cálido, desde hace unos días helaba bastante.
Culebra de Herradura |
A la hora del almuerzo hizo su aparición,
aunque en la lejanía, el águila imperial. Por la zona empezaron a mostrarse muy
activos los pequeños pájaros a primera hora de la tarde. Sobre todo se veían
petirrojos y mosquiteros, pero también un pequeño agateador trepando el tronco
de un pino, y un reyezuelo que no cesaba de moverse entre las ramas de una encina.
De vuelta hacia las zonas bajas paramos
en un par de lugares, a media altura, a hacer unas breves esperas. Desde el
primer sitio donde estuvimos se empezaban a ver ciervos otra vez por las
laderas de los montes, más activos por la tarde que por la mañana. Por aquí se
oyeron jilgueros. También se oyó al águila imperial, y poco más tarde apareció
para posarse sobre la horrible estructura metálica de una torreta eléctrica. En
el segundo sitio donde paramos veíamos los prados de las dehesas ya en penumbra,
por donde también había ya algún ciervo pastando. Un grupo de urracas se
concentraba en un sitio, emitiendo su alarma, pero de nuevo no señalaban nada. También
se dejaron oír los pitidos del pito real y el reclamo del herrerillo.
Llegamos hasta la inmediación del río,
donde poco a poco se nos hizo de noche, en una espera en el interior del coche.
Se escuchaban los reclamos de petirrojos, del chochín y de la curruca
cabecinegra. También se oyó graznar una garza real. Con la oscuridad, empezaron
a oírse los reclamos de los mirlos. Con su pesado vuelo, la negra silueta de un
búho real surcó el cielo hasta posarse en una torreta eléctrica. Con el
telescopio pudimos apreciar con algo más de detalle, tanto como nos permitía la
poca luz que ya quedaba, al compacto búho, que llegó a ulular. Mientras,
también empezó el cárabo a hacerlo desde el bosque de ribera. Y desde la
lejanía, también llegaron a nuestros oídos los ladridos de un zorro.
Recorriendo los caminos, en dirección a la
carretera, se nos cruzaron tres gamos, vimos más ciervos, los conejos parecían
más activos de noche, y finalmente también se atrevió a atravesar el caminote
lado a lado un pequeño ratón.
Lista
de Especies Observadas (Orden Sistemático):
- Ratón de
Campo (Apodemus sylvaticus)
- Conejo
Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
- Zorro Rojo (Vulpes vulpes)
- Ciervo Rojo
(Cervus elaphus)
- Gamo (Dama dama)
- Cormorán
Grande (Phalacrocorax carbo)
- Garza Real (Ardea cinerea)
- Águila
Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
- Perdiz Roja
(Alectoris rufa)
- Paloma
Torcaz (Columba palumbus)
- Búho Real (Bubo bubo)
- Cárabo Común
(Strix aluco sylvatica)
- Pito Real (Picus
viridis sharpei)
- Pico Picapinos (Dendrocopos major)
- Totovía (Lullula
arborea)
- Chochín Común (Troglodytes troglodytes)
- Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
- Mirlo Común (Turdus
merula)
- Zorzal Común (Turdus
philomelos)
- Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala)
- Mosquitero Común (Phylloscopus collybita)
- Reyezuelo Listado (Regulus ignicapilla)
- Herrerillo Común (Cyanistes caeruleus)
- Agateador Común (Certhia brachydactyla)
- Arrendajo Común (Garrulus glandarius)
- Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
- Urraca (Pica
pica melanotos)
- Jilguero (Carduelis
carduelis)
- Culebra de
Herradura (Hemorrhois hippocrepis)
Pedrito la que me mordió era más peque!! No sé por que me gustan tanto...
ResponderEliminarY también más clara. Esa tan librea tan oscura no es habitual.
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