lunes, 9 de marzo de 2009

LAS DEHESAS DE ESPELUY

     Una soleada tarde, hace dos días, salimos David y yo para las Dehesas de Espeluy con el objetivo de intentar observar sisones y ortegas. A pesar de no tener éxito con estás especies de aves esteparias sí que pudimos ver otras. Saliendo de Villanueva de la Reina, un ratonero levantó el vuelo desde el poste donde estaba posado para adentrarse en el bosque en galería, de chopos, de la vega del Río Guadalquivir. Por el camino las aves más abundantes que se dejaron ver fueron los trigueros y los jilgueros.
     Al llegar a estas pequeñas dehesas lo primero que vimos fue una culebra de escalera atropellada, quizá de forma accidental, quizá a drede por la aversión que siguen despertando estos beneficiosos e inofensivos reptiles en algunas personas. Entre las aves que pudimos observar en el entorno están la paloma torcaz, el petirrojo, la curruca capirotada y el jilguero. Y a pesar que aún faltaban algunas horas para que anocheciese, ya se podían oír los maullidos del mochuelo, capaz de aventurarse a cazar insectos a la luz del día, o los ratones más madrugadores.
     También contemplamos con impotencia como una de estas relícticas dehesas ha sido plantada no hace muchos años por olivos, mientras que en otra, un tractor se daba prisa en rociar la pradera con algún tipo de pesticida. Estás dehesas tienen viejas encinas centenarias, que incapaces de regenerarse por sus propios medios debido al actual uso del suelo y técnicas de labor, son testigos mudos de la transformación que ha sufrido el paisaje, de como un encinar mediterráneo, sometido incesantemente por el fuego, las talas y el pastoreo, se degradó a una dehesa aclarada, mantenida por el diente del ganado, para finalmente convertirse en tierras agrícolas. Estas dehesas, condenadas a desaparecer de persistir el continuo avance del olivar, constituyen todavía uno de los últimos refugios de aves esteparias tan singulares como el sisón, la ortega o el alcaraván en la provincia de Jaén.
     A continuación nos dirigimos a una gran balsa de riego próxima a Villanueva, pero en lugar de volver sobre nuestros pasos, fuimos por Cazalilla. Por el camino pudimos ver algunos abejarucos, y una vez más nos vuelven a acompañar los jilgueros. Sobre uno de los cada vez más escasos cultivos de trigo o cebada, planeaba una hembra de aguilucho cenizo.
     Metidos en el carril que nos conduciría hasta la balsa, en el exiguo cañaveral de un encajonado arroyo por taludes verticales, unas tarabillas se posaban y revolotean en lo más alto de las cañas secas y medio quemadas de la cuneta del camino. De la espesura, salió una curruca capirotada y a la vera del mismo camino un par de conejos. Un pequeño cañaveral se convierte pues, en un auténtico refugio para la vida en mitad de una campiña cada vez más estéril. En estos pequeños arroyos, de marcado carácter estacional, se puede ver con mucha claridad los nefastos efectos de la erosión. Las recientes lluvias han profundizado aún más el talud de arcilla del arroyo al no encontrar ninguna vegetación que sujete el suelo superficialmente. Las calumniadas "malas hierbas" han desaparecido por prácticas agrícolas supuestamente correctas y los olivos más próximos a los arroyos se quedan con parte de sus raíces desnudas, expuestas al aire y al exceso de humedad que provoca la aparición de hongos.
     Ya, en el entorno de la balsa artificial, los mochuelos siguen maullando hasta que a nuestro paso, se levanta uno para cambiar de olivo. También se dejó ver un cernícalo y un par de cigüeñas, mientras en los olivos cercanos parlotean los pardillos.
     Pero no solo hay olivos en la campiña de Villanueva y Cazalilla, todavía quedan algunos campos de cereal, aunque en decremento a favor de los olivares debido a mal enfoque de las subvenciones agrarias. Con esto se ven obligados los últimos aguiluchos cenizos a concentrarse cada vez más para reproducirse, y no siempre con éxito, dada la cada vez más temprana recolección del cereal con maquinaria pesada que destruirá más de un nido aún con pollos desvalidos.
     Finalmente, y ya casi de noche nos acercamos al bosque de ribera del Guadalquivir. Un cernícalo que apuraba la última luz del día para cazar, levanta el vuelo de un poste de las vías del tren y un alcaraván nos sorprende cruzándose de lado a lado, con un rápido planeo para integrarse en el suelo, con el buen mimetismo que le otorga su crítico plumaje.
     En la breve parada que hicimos en el entorno de río, pudimos escuchar ánades reales al llegar, mientras en las profundidades del sotobosque retumbaba la potente alarma del mirlo y se hacía eco la monótona llamada del autillo. Y sobre un pequeño bosquete de pino carrasco, voló un búho chico que identificamos más que nada por su silueta, dado que ya había anochecido.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Cigüeña Blanca (Ciconia ciconia)
  • Ánade Azulón (Anas platyrhynchos)
  • Aguilucho Cenizo (Circus pygargus)
  • Busardo Ratonero (Buteo buteo)
  • Cernícalo Vulgar (Falco tinnunculus)
  • Alcaraván Común (Burhinus oedicnemus)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Autillo Europeo (Otus scops)
  • Mochuelo Europeo (Athene noctua vidalii)
  • Búho Chico (Asio otus)
  • Abejaruco Europeo (Merops apiaster)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Tarabilla Común (Saxicola torquatus rubicola)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Curruca Capirotada (Sylvia atricapilla)
  • Jilguero (Carduelis carduelis)
  • Pardillo Común (Carduelis cannabina)
  • Triguero (Emberiza calandra)

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