Cerca de La Ropera , una pequeña pedanía de Andújar, desemboca el Río Jándula en el Guadalquivir, formando una pequeña marisma. Pero además, su entorno está conformado por encinar adehesado y manchas de monte mediterráneo, chopera de repoblación y vegetación ripícola, y cultivos que fundamentalmente son olivares, aunque también hay algunos frutales. Esta convergencia de ecosistemas diferentes en el mismo lugar, le otorgan una rica biodiversidad a un pequeño espacio natural, que sin embargo está expuesto a las agresiones humanas, ya que no goza de ninguna figura de protección medioambiental.
Ayer salí con David Torres por La Ropera. Al llegar, transitando el carril que conduce al puente, tuvimos nuestro primer avistamiento, un macho de oropéndola volando a cielo descubierto. Aunque algo lejano, no por ello deja de ser llamativo contemplar al ave de oro. Tampoco tardamos mucho en ver un bando de rabilargos. Al cruzar el puente, subimos la empinada cuesta, y en un recodo del camino aparcamos el coche. Salimos a caminar río arriba, hasta un pequeño dique por el que salta el agua por encima en algunos puntos. Tuvimos que ir por el talud del río, bordeándolo, pues un joven olivar ha sustituido a la dehesa que se encontraba en el rellano por donde antes se iba. En algunos remansos del río proliferan las eneas, y entre su espesura el carricero tordal emite su áspero canto. De la siguiente mancha de esta planta ribereña, según nos aproximábamos, vemos salir una garza imperial. Desde el dique no vimos nada, así que pronto volvimos hacía atrás.
Salimos de nuevo al camino, y subimos hasta el olivar que ha reemplazado al encinar. Algunas cogujadas se descubrían al volar entre los olivos. Lo rodeamos hasta el final para poder asomamos al filo del gran talud que el Río Jándula ha excavado con el paso del tiempo, antes de entregarle sus aguas al Guadalquivir. Desde estas alturas tenemos unas magníficas vistas de la cara sureña de la sierra y del curso bajo del río. En la distancia, vemos algunos ánades reales nadando en el río. También las garzas reales están allí presentes, pero inmóviles en las someras orillas arenosas.
Críalo |
Tras este paseo, ahora pretendíamos hacer otro por la orilla de enfrente, paralelo al margen izquierdo del río. Pero antes de bajar la cuesta que llega al puente, nos detuvimos para mirar un zampullín que nada en medio del río. Y mientras veíamos como el zampullín cruzaba lentamente de una orilla a otra, pasó como una flecha un martín pescador volando sobre el río que atravesó el puente por uno de sus ojos. Al llegar al puente vemos algunos galápagos sobre el lodo en el que crecen las eneas, que rápidamente se sumergen en las turbias aguas. Al llegar al otro extremo del puente, donde también prosperan las espadañas en una acumulación de sedimentos aportados por el río, y retenidos contra los pilares del puente volvemos a ver más galápagos, pero entre ellos nos llamó la atención uno que tenía una llamativa mancha roja detrás del ojo. Se trataba de un galápago americano, bastante grande, y lejos de nuestro alcance como para capturarlo.
Andábamos por el camino que va hacía la Ropera , viendo alguna que otra gallineta, y haciendo una espera junto a una de estas formaciones de espadañas, descubrimos un calamón, pero en la otra orilla, donde habíamos estado antes. Pero entre estas eneas se ocultaba una garza imperial, que al verse observada, alzó el vuelo bruscamente de entre los tallos secos que la camuflaban. La densidad de sauces y zarzas que bordean el camino nos dificultaba mucho el poder mirar al río, aunque por el mismo se nos cruzaban los mirlos, los ruiseñores y los conejos.
Al llegar a una pequeña laguna que se forma con agua del río, salieron volando unos patos, pero aquí nos aguardaba dos avistamientos que no esperábamos. La vegetación del borde del río ya se había aclarado, y en la orilla nos encontramos con una garceta grande, que al verse sorprendida por nuestra llegada no duda en huir. Pero es que un poco más adelante nos topamos de frente, también en la orilla del río, con una espátula, que solo se cruzó el río alejándose no mucho, posándose junto a una garza real. Después de un rato se marcharon. Ante estas dos insólitas observaciones decidimos hacer una espera, por si volvían, pero solo se dejaron ver algunos ánades y garcillas, mientras escuchábamos la repetitiva estrofa del ruiseñor bastardo, aunque también pasó un martín pescador en uno de sus rápidos vuelos.
La Espátula junto a una Garza Real |
Así que decidimos seguir hacia delante, hasta casi llegar a la chopera. Por allí se escuchaba al carbonero, y el traqueteo del pico picapinos, al que vimos volar desde un chopo hasta perderse entre las copas de los sauces de la ribera. Al regresar, íbamos con más cautela, para intentar ver de nuevo la espátula o la garceta grande. Y allí estaban de nuevo las dos zancudas, esta vez más cerca una de otra, y que una vez más levantaron el vuelo enseguida. Más al fondo del río también podían verse las grises garzas reales, pero aquellas dos blancas aves que tanto nos interesaban, se perdieron de vista. Cerca de aquellas garzas apareció un aguilucho lagunero prospectando una mancha de eneas. Al volver por el tramo de camino envuelto en zarzas y sauces, repetían los mirlos y los ruiseñores pasando, y dejándose oír.
Pareja de Martinetes |
Para finalizar la jornada, mientras atardecía, nos sentamos al borde del puente. En medio del río, desde la parte que habíamos venido se veían las pacientes garzas reales. Las gallinetas eran fáciles de ver nadando paralelas a las orillas, tratando de pasar desapercibidas entre la vegetación. Las garcillas y los ánades pasaban sobre nosotros, ya probablemente dirigiéndose hacia sus dormideros. A estas horas empezaron a moverse los avetorillos, que descubríamos en vuelo, y que literalmente desaparecían al posarse entre las espadañas. Tanto es así, que un individuo vino a posarse junto al grupo de eneas que teníamos justo delante, y éramos incapaces de verlo, hasta que al rato volvió a marcharse. Ya había empezado a ulular el búho real. Y al girarnos, siguiendo el vuelo de otro avetorillo, acabamos viendo un martinete que se había posado en fresno cercano, a nuestras espaldas. Estábamos tan entretenidos fijándonos en este ejemplar, que casi no apreciamos que había otro a su lado, casi encima suya. Casi anocheciendo ya, cuando volvíamos de regreso, junto al camino vimos un mochuelo.
(*) Fotografías: David Torres.
Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):
- Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
- Zampullín Chico (Tachybaptus ruficollis)
- Avetorillo Común (Ixobrychus minutus)
- Martinete Común (Nycticorax nycticorax)
- Garcilla Bueyera (Bubulcus ibis)
- Garceta Grande (Egretta alba)
- Garza Real (Ardea cinerea)
- Garza Imperial (Ardea purpurea)
- Espátula Común (Platalea leucorodia)
- Ánade Azulón (Anas platyrhynchos)
- Aguilucho Lagunero Occidental (Circus aeruginosus)
- Calamón Común (Porphyrio porphyrio)
- Gallineta Común (Gallinula chloropus)
- Críalo Europeo (Clamator glandarius)
- Mochuelo Europeo (Athene noctua vidalii)
- Búho Real (Bubo bubo)
- Martín Pescador Común (Alcedo atthis)
- Abejaruco Europeo (Merops apiaster)
- Abubilla (Upupa epops)
- Pico Picapinos (Dendrocopos major)
- Cogujada Común (Galerida cristata)
- Ruiseñor Común (Luscinia megarhynchos)
- Mirlo Común (Turdus merula)
- Ruiseñor Bastardo (Cettia cetti)
- Carricero Tordal (Acrocephalus arundinaceus)
- Papamoscas Gris (Muscicapa striata)
- Carbonero Común (Parus major)
- Oropéndola Europea (Oriolus oriolus)
- Rabilargo (Cyanopica cyanus cooki)
- Galápago Americano (Trachemys scripta elegans)
- Galápago Leproso (Mauremys leprosa)
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