sábado, 14 de octubre de 2017

OBSERVACIONES DE AVES EN EL PUERTO DE SOMPORT

     La segunda etapa de mi estancia de casi un mes por los Pirineos oscenses, discurre entre los días 1 y 11 del mes presente, en el que he vuelto a participar como voluntario en el Proyecto Lindus 2 que la SEO lleva a cabo para el censo de aves migratorias a su paso por este sistema montañoso, que han de atravesar prácticamente por obligación, tanto en su viaje prenupcial, como en el postnupcial, una vez finalizada la reproducción. Pero este año cambié mi elección de puerto de montaña, por conocer un lugar diferente, el de Somport en lugar de Portalet, aunque también he tenido la oportunidad de pasar por allí, donde me reencontré con Marta y con Marco, de conocer a los voluntarios que allí estuvieron, y de volver a ver al armiño, a las águilas reales, alguna gran rana bermeja adulta, y a las últimas marmotas que todavía quedaban activas. Y en vez de asistir al primer turno, como el año pasado, estuve en el último, por lo que ya no quedaban alimoches, ni escribanos hortelanos, ni alcaudones dorsirrojos, ni tarabillas norteñas que ver, ya que emigran a finales de verano.

Rana Bermeja (Puerto de Portalet)

     En Somport están de técnicos Pilar, a quien ya conocía del año pasado, y Héctor. Ale, a quien conocí hace dos años en un Voluntariado en Monfragüe, terminaba su turno allí, y pude coincidir con ella un rato para contarnos un poco sobre como nos va la vida. Como compañeras con las que compartí las vivencias del día a día, estuvieron Toñi, Cris, y Claudia, quien se incorporó algunos días más tarde. También nos acompañó un par de días Pablo, quien está haciendo sus prácticas de carrera con la SEO, precisamente recopilando datos sobre las rutas migratorias de las aves por los Pirineos.

El hayedo del puerto, ya deshojado
     Nos alojábamos en el albergue de Canfranc Estación, donde a diario, con tan sólo asomarse al Río Aragón, que también presta su nombre al valle, podíamos disfrutar de los mirlos acuáticos que se movían a lo largo de aquel tramo del cauce. Censábamos de 9.00 a 18.00, por intervalos de una hora, y posteriormente pasábamos los datos en el albergue. Contábamos con tres puntos de observación, el hito 304, cerca del propio Puerto de Somport, y la cima del Tobazo, a 2.000 metros de altitud, que eran los dos que visitábamos asiduamente, más el Col de Ladrones, cerca del pueblo, reservado para cuando las nieblas impedían ir a los otros dos, y que hecho fue donde acudimos los dos primeros días, y donde gracias a Héctor vimos una cigüeña negra que divisó contra el cielo gris. Además, durante el fin de semana, montábamos el stand informativo en Canfranc Estación, y paralelamente también anotábamos las aves que por allí se vieran. Porque no sólo apuntábamos las migradoras, sino también las sedentarias, elaborando así una relación de aves bastante exhaustiva.
     Diversas especies de aves planeadoras, y particularmente rapaces, utilizaron el Puerto de Somport y el Valle del Aragón en su viaje hacia el sur aquellos días. Los últimos halcones abejeros, que ya pasaban dispersos, en lugar de concentrados en grandes grupos. También en solitario viajaban las águilas calzadas. Algún gavilán, ratonero y milanos reales, entre los que había que discernir entre la población residente y los que estaban en paso. En el caso de los milanos resultaba más sencillo, pues en migración solían ir agregados en pequeños grupos. Especies que testimonialmente pasaron, y constituían la sorpresa del día, fueron los aguiluchos pálido y lagunero, la cigüeña negra y el águila pescadora (que yo ni siquiera vi, por lo alejada que estaba, a pesar de indicármela Héctor), localizadas por los ojos expertos de los técnicos que nos acompañaban. Nos quedamos con las ganas de ver pasar algún cormorán, pero sobre todo la llegada de las grullas.

El entorno del Puerto de Somport

     Pero no sólo detectamos el paso de las grandes aves planeadoras. También pájaros en el sentido más estricto, tenían Somport en sus rutas viajeras como lugar de paso. De hecho el ave migratoria que en cuanto a importancia numérica se refiere que cruzó los Pirineos por este puerto, fueron las pequeñas golondrinas comunes. Desde pequeños grupos inferiores a cuatro o cinco, incluso alguna en solitario, hasta algún bando que aglutinaba más de cien ejemplares que Pilar llegó a contar. Con sus parientes los aviones roqueros resultaba más difícil saber si iban de paso, o pertenecían a la población local. Otro tanto igual ocurría con los zorzales charlos, que a menudo sorprendíamos posados en la cúspide de los pinos negros (Pinus uncinata), con los mosquiteros que se desplazaban tranquilamente entre la vegetación arbustiva, o los bandos de pinzones que se movían por allí. Fuimos testigos en los últimos días de la llegada de los primeros lúganos, pero la gran sorpresa nos la dieron los mirlos capiblancos. Irrumpieron en bandos de hasta una docena estos túrdidos que era la primera vez que observaba, avisando de su llegada con su poderoso reclamo, y teniendo la delicadeza alguno de sus integrantes de pararse en los pinos cercanos a tomar un breve descanso, más que suficiente como para permitirnos contemplarlos a la perfección, pudiendo apreciar además de la característica mancha pectoral que los distingue, la finas motas claras con la que está salpicado su oscuro plumaje. Podría decir que sólo por el bimbo de esta especie, valieron la pena las largas jornadas de campo.

Vistas desde el Tobazo

     En cualquier caso, no siempre es fácil establecer el estatus poblacional de muchas de las aves citadas, que aunque se hallan establecidas en los Pirineos como estivales o residentes, más tarde o más temprano todas efectuarán movimientos, cuanto menos de dispersión, cuando lleguen los fríos y las nieves. Y a veces, aún teniendo claro que se trataba de especies en migración, como es el caso de las golondrinas, nos despistaba el rumbo de vuelo que tomaban, aunque evidentemente lo harían para reagruparse y virar posteriormente en sentido sur. Y las aves no eran las únicas que parecían estar sujetas al imperativo migratorio. También algunas mariposas, entre las que se cuentan los blancos piéridos, y ejemplares de Vanessa atalanta parecían estar impulsadas, a pesar de su aparente fragilidad, a desafiar la dureza de los perfiles montañosos.
     Pero el elenco de aves sedentarias es todavía más amplio. Aves que a diario contemplábamos, en cualquier ubicación donde nos estableciésemos, eran los buitres leonados, que al empezar a calentar el sol por las mañanas, empezaban a ascender en columnas aprovechando las corrientes térmicas, o bien surcando el espacio aéreo sobre las cumbres a las horas centrales del día o primeras de la tarde. Era fácil ver también algún quebrantahuesos, a veces dos, haciendo lo mismo que los buitres, y en alguna ocasión junto a ellos. Entonces podíamos apreciar comparativamente las patentes diferencias que hay en las siluetas de estas dos grandes aves necrófagas. También los milanos reales se dejaban ver a diario, bien algún residente en la zona, bien los que iban de paso.
     La algarabía de las chovas piquiguardas me llamaba mucho la atención. Su registro de voces difiere mucho de los graznidos de su prima, la chova piquirroja, también allí presente, y en mayores cifras. La corneja es otro córvido al que veíamos y escuchábamos todos los días, de hecho andaban por Canfranc Estación, como las palomas lo hacen en cualquier otro pueblo o ciudad.

Corneja Negra

     Además, en cada punto de observación contábamos con una serie de aves habituales. Si en el pueblo de Canfranc Estación además de las cornejas y los mirlos acuáticos, también se solían ver las lavanderas cascadeñas, en los pastizales y los pedregales del Tobazo nunca faltaban los bisbitas alpinos ni las collalbas grises, y también era fácil localizar a los acentores alpinos, mientras que el hito 304 siempre veíamos al pequeño carbonero garrapinos. A parte de los zorzales, otros que también tenían predilección por posarse en las horquillas de los pinos eran los piquituertos. Pero además de las aves, también era frecuente que desde este punto de observación, descubriéramos los corzos en el algún claro del bosque, o los oyéramos ladrar, al zorro prospectando su territorio en los bordes del bosque, y los rebaños de sarrios en las laderas de montaña. Los sarrios, que ya empezaban a cambiar el pelaje de verano por el de invierno, y que pronto comenzarán con el celo, tampoco entrañaba demasiada dificultad encontrarlos en el camino del Tobazo. Los prados en torno a las instalaciones de las pistas de esquí que debíamos atravesar en nuestro trayecto hacia el Tobazo, eran un buen lugar para ver lavanderas blancas, bandadas de pardillos y a los escribanos cerillos. La lagartija roquera también resultaba fácil descubrirla soleándose por las rocas de los alrededores del hito 304. Y los días que fuimos al Col de Ladrones, siempre vimos al escribano montesino y al acentor común. Además, en una fosa que contenía agua, había renacuajos de rana bermeja. El colirrojo tizón era habitual verlo también en los aledaños del Puerto de Somport, por las inmediaciones del Col de Ladrones y del Tobazo, así como los gorriones comunes y el mirlo común lo eran en Canfranc Estación.

Los alrededores del Col de Ladrones

     Si no a diario, no resultaba demasiado rara la observación del águila real, cernícalos y algún ratonero en algunos puntos. El halcón peregrino fue una rapaz a la que sólo vimos en alguna ocasión. Como también lo fue una garza real que habitaba un pequeño pantano cerca del puerto, que vertía sus aguas al río donde un día pude ver un par de truchas en sus trasparentes aguas, indicando la buena calidad de las mismas con su presencia. Por el puerto, o incluso desde el Tobazo también vimos en alguna ocasión a los verderones serranos, pero siempre pasando fugazmente en vuelo. Lo mismo que el par de veces en sendos días que llegué a ver las perdices pardillas. Me frustró no conseguir verlas paradas, puesto que era la primera vez que las observé. El arrendajo, siempre próximo a los bosques, era fácil de descubrir por sus gritos y en sus vuelos desde el hito 304 y en el Col de Ladrones, lugar este último donde también se manifestaban carboneros y herrerillos comunes. Más montaraz, al cuervo se le podía ver con mayor facilidad desde el Tobazo, por donde también se solían desplazar verdecillos y pardillos. Desde el Tobazo llegamos a ver también en alguna ocasión unas urracas.

El hayedo de Canfranc, aún con hojas
     El pico picapinos y los mitos, los vimos el día que Claudia y yo teníamos que quedarnos a cargo del stand junto a la estación de tren del pueblo. Por la tarde, que teníamos libre, decidimos dar un paseo por el Arboreto de Canfranc, un bosque tan denso donde apenas llegaba la luz al suelo, y donde tan sólo oíamos los trinos del trepador azul, las notas del herrerillo capuchino, pero sin llegar a ver ningún pájaro, a excepción del alarmado mirlo. Los caminos ascendentes se cruzaban por otros que seguían paralelos las curvas de nivel de la falda de la montaña. Y sin saber exactamente por donde apareceríamos cuando decidimos volver, salimos a un claro de bosque, junto al pueblo, en el que se congregaban multitud de pájaros. Se escuchaba al chochín, y podíamos ver algún carbonero común, petirrojos y a la curruca capirotada. También se dejó ver, y bastante cerca el carbonero palustre, mientras que con el paso del tiempo en el rato que allí echamos, empezaron a oírse las lastimeras notas del camachuelo común, que en aquel momento no identifiqué. Este lugar descubierto fortuitamente por Claudia y por mí, se convirtió en un punto de interés que en días sucesivos, o bien por la mañana antes de irnos, o bien por la tarde al volver de nuestra jornada de censos en el puerto, visitábamos los técnicos, mis compañeras voluntarias y yo. Se daban cita allí las cinco especies de páridos ibéricos. También los agateadores, probablemente ambas especies, aunque los días que yo los vi fue imposible determinar cual, además del trepador azul. Y tampoco faltaba algún mosquitero, el acentor común, la curruca capirotada, el chochín, el reyezuelo listado, petirrojos o algunos camachuelos pululando por allí. Una madrugada escuché ladrar los corzos por allí cerca mientras hacía una espera, y acabé viendo una ardilla a la entrada del bosque.
                                                                                                         

Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Ardilla Roja (Sciurus vulgaris)
  • Zorro Rojo (Vulpes vulpes)
  • Sarrio (Rupicapra pyrenaica pyrenaica)
  • Corzo (Capreolus capreolus)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Cigüeña Negra (Ciconia nigra)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Quebrantahuesos (Gypaetus barbatus)
  • Milano Real (Milvus milvus)
  • Abejero Europeo (Pernis apivorus)
  • Busardo Ratonero (Buteo buteo)
  • Gavilán Común (Accipiter nissus)
  • Aguilucho Lagunero Occidental (Circus aeroginosus)
  • Aguilucho Pálido (Circus cyaneus)
  • Águila Real (Aquila chrysaetos)
  • Águila Calzada (Aquila pennata)
  • Cernícalo Vulgar (Falco tinnunculus)
  • Halcón Peregrino (Falco peregrinus brookei)
  • Perdiz Pardilla (Perdix perdix)
  • Pico Picapinos (Dendrocopos major)
  • Golondrina Común (Hirundo rustica)
  • Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris)
  • Bisbita Alpino (Anthus spilonetta)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Lavandera Cascadeña (Motacilla cinerea)
  • Mirlo Acuático (Cinclus cinclus)
  • Chochín Común (Troglodytes troglodytes)
  • Acentor Común (Prunella modularis)
  • Acentor Alpino (Prunella collaris)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochururos)
  • Collalba Gris (Oenanthe oenanthe)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Mirlo Capiblanco (Turdus torquatus)
  • Zorzal Charlo (Turdus viscivorus)
  • Reyezuelo Listado (Regulus ignicapilla)
  • Mito Común (Aegithalos caudatus taiti)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Herrerillo Común (Cyanistes caeruleus)
  • Carbonero Garrapinos (Periparus ater)
  • Herrerillo Capuchino (Lophophanes cristatus)
  • Carbonero Palustre (Poecile palustris)
  • Trepador Azul (Sitta europaea caesia)
  • Arrendajo Común (Garrulus glandarius)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Chova Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
  • Chova Piquigualda (Pyrrhocorax graculus)
  • Corneja Negra (Corvus corone)
  • Cuervo Grande (Corvus corax)
  • Gorrión Común (Passer domesticus)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Verderón Serrano (Carduelis citrinella)
  • Lúgano (Carduelis spinus)
  • Pardillo Común (Carduelis cannabina)
  • Piquituerto Común (Loxia curvirostra)
  • Camachuelo Común (Pyrrhula pyrrhula)
  • Escribano Montesino (Emberiza cia)
  • Escribano Cerillo (Emberiza citrinella)
  • Lagartija Roquera (Podarcis muralis)
  • Rana Bermeja (Rana temporaria)
  • Trucha Común (Salmo trutta)

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