lunes, 29 de noviembre de 2010

EL ESTRENO DE MIS NUEVOS PRISMÁTICOS: MÁS DE UNA HORA OBSERVANDO UN LINCE

     Desde la semana pasada que por fin me mandaron mis prismáticos nuevos (de techo; 10x50), tras un mes esperado desde que los encargué, ya tenía ganas de salir al campo a estrenarlos. Aunque pueda parecer romántico, antes de ir a Málaga (1) quería hacerles el rodaje por mi tierra, en la Sierra de Andújar, concretamente mi intención era que vieran la luz por primera vez donde había visto un lince la última y única vez en mi vida: en el Encinarejo, en el llamado por los naturalistas el "mirador del lince", el pasado 3 de noviembre de 2009.
     El tiempo meteorológico no había acompañado mucho los últimos días. Ha llovido, y los días que no ha llovido tampoco ha estado el cielo despejado. Otros días, mis ocupaciones me impedían salir al monte. Pero el lunes 22 de noviembre tomé la determinación, ¡ahora o nunca! Salvo porque no ha llovido, el día tampoco ha sido precisamente luminoso que digamos, por los densos bancos de nubes que cubrían y descubrían el sol a merced del viento.
     Lo único bueno es que era lunes, un día laboral para la mayoría de los mortales, por lo tanto esperaba encontrar una sierra vacía de gente. Pero tampoco la hora a la que salí era buena, pues ya iba más tarde de lo que hubiese querido. Salí de Andújar acelerado, con cierta tensión acumulada, como esperando recuperar el tiempo perdido. No iba prestando demasiada atención al entorno, estaba más bien distraído, pensando en lo fabuloso que sería volver a ver un lince para desvirgar mis prismáticos como se merecen.
     Cuando ya había dejado atrás la zona de las Viñas de Peñallana, en una curva veo a dos fotógrafos que apuntaban los objetivos de sus cámaras con mucho interés hacía abajo, por detrás del quitamiedos. Me detengo a su altura, y uno de ellos, con señas, me dice que pare el coche. Pues en la misma curva donde estaba detenido, paro el coche, enciendo las luces de emergencia, y salgo apresurado del coche dejándome la puerta abierta y llevando los prismáticos aún con las tapas puestas, que se las quité en apenas los dos pasos que di.
     Cuando me asomé por el quitamiedos no daba crédito a lo que estaba viendo. Un joven lince a menos de cinco metros de mí, sentando en una roca de granito, a la sombra de un lentisco, sin ningún signo de inquietud aparente por la presencia de tres observadores. Con la respiración contenida, estuve mirándole unos minutos hasta que desapareció como un fantasma, con un sigilo tremendo. Una valla impedía que nos adentráramos a buscarlo, aunque tampoco sabíamos con certeza ninguno de los tres que rumbo había tomado.

     Tras una corta búsqueda visual sobre el terreno, que resultó infructuosa, estos fotógrafos de Andújar, Pedro Alcántara y José Manuel Cañones, que acababa de conocer, me estuvieron comentando que se les acaba de cruzar un poco antes de que yo llegase, que lo habían estado siguiendo por el borde de la carretera, me enseñaron algunas de las fotos que le habían hecho, así como las fotos de las nutrias del Río Jándula que momentos antes habían tomado. Vamos, que llevaban la jornada redonda.
     Estábamos a punto de despedirnos, cuando uno de ellos lo vuelve a ver más abajo, caminando tranquilamente. El misterioso gato cerval había surgido otra vez, como de la nada, en las proximidades de la carretera ¡un kilómetro más abajo desde nuestra posición! Rápidamente cogemos los coches, y nos lanzamos como centellas hasta donde había vuelto aparecer. Es más, para el paso tan lento que llevaba, nos pareció que había llegado demasiado rápido a este sitio en tan poco tiempo, e incluso pensamos que se pudiera tratar de otro ejemplar. Desde luego, si era el mismo que habíamos visto inicialmente, debió atravesar la finca en línea recta, sin torcerse demasiado. Solo las fotos revelaran esta duda, porque lo cierto es que se trataba casualmente de otro individuo juvenil.
     Bueno, volvamos al gran gato manchado. En esta ocasión lo pudimos observar durante largo rato y con más detenimiento, a distancias tan cortas que me sentía agobiado por perturbar la tranquilidad del animal. En cambio el lince parecía pasar de nosotros, apenas nos dedicaba miradas, por lo que resultaba difícil verle los ojos verdes a la última fiera ibérica. Estuvo apostado entre lentiscos, dándome una lección de porqué es tan difícil de ver, gracias a su perfeccionado mimetismo; se paseó entre granitos, haciendo gala de su bella figura finamente moteada, orejas pinceladas, barbas poco aparentes por su temprana edad, de rabo corto y largas patas, que le capacitan para ese silencioso andar.


     Por otro corto momento volvió a desvanecerse. En esta ocasión lo descubrí yo. Había traspasado la valla sin hacer el más mínimo ruido y se sentó a la sombra de un pino, lo suficientemente cerca como para poder contemplarlo, aunque no para seguir fotografiándolo. Permaneció en esta posición sin inmutarse, un buen rato, hasta que apareció un conejo. Aunque el conejo estaba a una distancia "prudente" del lince, ambos mamíferos, el cazador y la presa, permanecieron inmóviles, mirándose fijamente. El lince aún estaba sentado y el conejo se había levantado sobre sus patas posteriores manteniendo bien tiesas las orejas. El canto de dos mochuelos en pleno medio día, daba más suspense al momento. Nosotros estábamos expectantes, con el corazón acelerado, esperando ser testigos de una escena de caza. Pero el conejo fue el primero en romper esta especie de tenso desafío que había mantenido con su enemigo natural y se ocultó.

     Poco después el lince debió ver otro conejo, o algo que le llamara la atención porque lo cierto es que de repente se agazapó, como acechando una presunta presa. Y con un par de cortas avanzadillas, arrastrándose por el suelo, se perdió entre unos cantuesos. La inclinación del terreno, a favor de la vaguada de un arroyo, no nos permitía seguir viéndolo. Tal vez seguir esperando hubiera sido lo más acertado, pero lo cierto es que ya llevábamos más de una hora pendientes del felino. Además, al momento de haber bajado hasta este segundo lugar donde estuvimos viendo al lince, se nos plantó un guarda privado de la finca, que estuvo vigilándonos hasta que nos marchamos, a pesar de que en ningún momento saltamos la malla ni nos metimos en la finca. La presencia de este guarda, y su actitud un tanto caciquil; digamos que me incomodó. Me resultó molesto ser vigilado estando una carretera pública.
     Seguí mi itinerario previsto, tiré para el Encinarejo y después de comer fui para la Lancha, pero el avistamiento de este lince eclipsó todo lo demás que vi a lo largo de la jornada. Ni los omnipresentes ciervos de la Sierra de Andújar, y ni gamos ni muflones, ni los buitres leonados y tampoco el ratonero, ni las garzas reales y tampoco los cormoranes, ni las urracas y tampoco los rabilargos, ni los mirlos y tampoco los zorzales, ni las palomas torcaces y tampoco las tórtolas turcas, ni los picos picapinos y tampoco el alcaudón real, ni los petirrojos y tampoco los colirrojos, ni los mosquiteros y tampoco la curruca cabecinegra, ni los pinzones y tampoco el picogordo, ni la lavandera cascadeña y tampoco el escribano montesino, ni nada ha podido igualar el hecho de ver un lince, tal y como lo he visto. Para completar el día hubiese estado bien haber "bimbado" (2) algo, pero no ha sido así. No obstante el haber visto al lince ha satisfecho con creces mis expectativas. Este ejemplar juvenil de lince, totalmente silvestre, sin collar de seguimiento y emancipado, representa la esperanza viviente para el felino más amenazado del planeta, una especie que está a punto de extinguirse.


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(*) Fotografías: gentileza de Pedro Alcántara.

(1) Aquel fin de semana (del 26 al 28 de noviembre) fui a Málaga a unas jornadas durante sábado y domingo en las que se supone que iba a salir por las Sierras de Alhama, Tejeda y Almijara, y subir a La Maroma (2068 m). Me fui el viernes para poder pajarear antes por la Desembocadura del Guadalhorce. Pero como llovió, se jodió el invento.

(2) Bimbar: es una palabra de la jerga naturalista que significa observar e identificar por primera vez una especie nunca antes vista.

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Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Lince Ibérico (Lynx pardinus)
  • Muflón (Ovis orientalis)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Gamo (Dama dama)
  • Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Busardo Ratonero (Buteo buteo)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Tórtola Turca (Streptopelia decaocto)
  • Mochuelo Europeo (Athene noctua vidalii)
  • Pico Picapinos (Dendrocopos major)
  • Lavandera Cascadeña (Motacilla cinerea)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rebecula)
  • Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochuros)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Zorzal Charlo (Turdus viscivorus)
  • Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala)
  • Mosquitero Común (Phylloscopus collybita)
  • Alcaudón Real (Lanius meridionalis)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Picogordo (Coccothraustes coccothraustes)
  • Escribano Montesino (Emberiza cia)