miércoles, 31 de diciembre de 2014

ÚLTIMA JORNADA DE CAMPO DEL AÑO EN LA SIERRA DE ANDÚJAR

     Un año más termino pasando sus últimos días en el monte, en la cercana Sierra de Andújar. Nunca hay dos días iguales en el campo, aun estando en los mismos lugares e incluso repitiendo en las mismas horas. Siempre se puede observar algo diferente. De estos últimos días, destaco el de hoy, en el que hemos apurado al máximo las horas de luz.
     Avanzando lentamente por las dehesas podían verse urracas, rabilargos, palomas y perdices moviéndose agrupadas. Nos detuvimos un momento al escuchar a las urracas, pero como en muchos casos, no marcaban nada.
     También aparecían los conejos, que a lo sumo eran dos los que podían verse juntos. La mayoría en solitario, denotando la triste realidad que han dejado tras de si las enfermedades que han diezmado las poblaciones del lagomorfo que era tan común antaño. Sin conejos en el monte, sus depredadores habituales se ven avocados a buscar fuentes de alimento alternativas, entrando en conflicto con intereses humanos, o ampliar sus territorios y dispersarse más. Esta es la principal causa que hayamos cerrado un año tan catastrófico para el lince ibérico, con la fatídica cifra de 27 muertes por causas no naturales… que se sepa, según datos oficiales. Principalmente han sido atropellos, pero también ha habido algún ejemplar que se ha dejado la vida en la trampa o en el tiro de escopeta de algún desaprensivo cazador. También por la caza los ciervos se mostraban bastante huidizos.
     Las totovías, invisibles en el suelo, no se descubrían hasta que no levantaban el vuelo, o bien cuando emitían su melódico canto. Entre las apretadas zarzas que crecen junto al río se escuchaba al petirrojo, que de vez en cuando se descubría. Un cormorán pasó volando siguiendo el curso del río. Entre los deshojados fresnos podía oírse los reclamos del pico picapinos, que no vimos hasta que no emprendió su ondulante vuelo. La hierba crujía con nuestros pasos, y en lugar de mostrar flexibilidad, estaba rígida debido a la escarcha.
     Subimos hasta una alta loma desde donde oteamos el terreno un rato. Vimos pasar unos ciervos, que se desplazaban apresurados, tal vez asustados por tres perros que parecían extraviados, que habíamos visto momentos antes. La presencia de estos animales en el monte, bien perdidos en tras las monterías, o abandonados directamente por sus dueños, provoca serios perjuicios en las especies silvestres y en el ganado doméstico. Pasaron también algunas palomas, y un arrendajo que se metió en la copa de un pino.
     Bajamos hacia las dehesas, por un umbrío barranco donde el bosque mediterráneo alcanza su máximo esplendor con las siempre verdes encinas y los ahora dorados quejigos, mezclado los madroños de hojas de verde brillante y sus vistosos frutos rojos, los verdes oscuros del mirto, del agracejo o del lentisco, y las rojas cornicabras, ofreciendo a la vista un hermoso contraste cromático. En esta vaguada hay rincones donde no penetran los rayos de sol en todo el día, blancos por el hielo, de la escarcha que se acumula de un día para otro. En las dehesas, donde la vegetación no es tan apretada como en el barranco, podían verse fácilmente las urracas, los rabilargos y las perdices. La observación de los conejos repetía prácticamente en los mismos sitios.
     Tras hacer un recorrido prospectando las dehesas bajas, volvemos a dirigirnos a otro punto en las partes altas, desde donde otear el terreno. Un par de zorzales cambiaron su rumbo a descubrir nuestra posición. Pasado el medio día, me aposté contra una roca de granito en una ladera, desde donde tener una cómoda perspectiva. En un momento que me dio por volver la mirada atrás descubro una enorme serpiente que se arrastra detrás de mí. Pero lo que me desconcierta es que no logro identificarla claramente, por presentar una librea negra que no me es familiar entre las especies de ofidios propias de aquí. De hecho, hasta barajé la posibilidad que pudiera tratarse de una especie exótica, mientras me inclinaba sobre ella para poder verle la cabeza. Cuando consigo vérsela, concluyo que se trata de una culebra de herradura, inusualmente negra, en la que casi resultaban inapreciables las manchas que lucen los ejemplares ibéricos. Este diseño es más característico de los individuos norteafricanos. Sobrepasaba el metro de longitud, pero también resultaba sorprendente que estuviera activa en pleno invierno, que aunque había sido relativamente cálido, desde hace unos días helaba bastante.

Culebra de Herradura

     A la hora del almuerzo hizo su aparición, aunque en la lejanía, el águila imperial. Por la zona empezaron a mostrarse muy activos los pequeños pájaros a primera hora de la tarde. Sobre todo se veían petirrojos y mosquiteros, pero también un pequeño agateador trepando el tronco de un pino, y un reyezuelo que no cesaba de moverse entre las ramas de una encina.
      De vuelta hacia las zonas bajas paramos en un par de lugares, a media altura, a hacer unas breves esperas. Desde el primer sitio donde estuvimos se empezaban a ver ciervos otra vez por las laderas de los montes, más activos por la tarde que por la mañana. Por aquí se oyeron jilgueros. También se oyó al águila imperial, y poco más tarde apareció para posarse sobre la horrible estructura metálica de una torreta eléctrica. En el segundo sitio donde paramos veíamos los prados de las dehesas ya en penumbra, por donde también había ya algún ciervo pastando. Un grupo de urracas se concentraba en un sitio, emitiendo su alarma, pero de nuevo no señalaban nada. También se dejaron oír los pitidos del pito real y el reclamo del herrerillo.
     Llegamos hasta la inmediación del río, donde poco a poco se nos hizo de noche, en una espera en el interior del coche. Se escuchaban los reclamos de petirrojos, del chochín y de la curruca cabecinegra. También se oyó graznar una garza real. Con la oscuridad, empezaron a oírse los reclamos de los mirlos. Con su pesado vuelo, la negra silueta de un búho real surcó el cielo hasta posarse en una torreta eléctrica. Con el telescopio pudimos apreciar con algo más de detalle, tanto como nos permitía la poca luz que ya quedaba, al compacto búho, que llegó a ulular. Mientras, también empezó el cárabo a hacerlo desde el bosque de ribera. Y desde la lejanía, también llegaron a nuestros oídos los ladridos de un zorro.
     Recorriendo los caminos, en dirección a la carretera, se nos cruzaron tres gamos, vimos más ciervos, los conejos parecían más activos de noche, y finalmente también se atrevió a atravesar el caminote lado a lado un pequeño ratón.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Ratón de Campo (Apodemus sylvaticus)
  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Zorro Rojo (Vulpes vulpes)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Gamo (Dama dama)
  • Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Búho Real (Bubo bubo)
  • Cárabo Común (Strix aluco sylvatica)
  • Pito Real (Picus viridis sharpei)
  • Pico Picapinos (Dendrocopos major)
  • Totovía (Lullula arborea)
  • Chochín Común (Troglodytes troglodytes)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Zorzal Común (Turdus philomelos)
  • Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala)
  • Mosquitero Común (Phylloscopus collybita)
  • Reyezuelo Listado (Regulus ignicapilla)
  • Herrerillo Común (Cyanistes caeruleus)
  • Agateador Común (Certhia brachydactyla)
  • Arrendajo Común (Garrulus glandarius)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Jilguero (Carduelis carduelis)
  • Culebra de Herradura (Hemorrhois hippocrepis)

domingo, 16 de noviembre de 2014

ESCAPADA A SIERRA MADRONA, POR LA SIERRA DE ANDÚJAR

     Tras varios días seguidos de lluvia, aprovechamos la calma de ayer Raimundo y yo para salir de campo. Fuimos hasta Sierra Madrona, atravesando la Sierra de Andújar. Más allá de los animales que pudimos ver, destacó la presencia del agua en el paisaje, que se precipitaba a través de los arroyos, o se acumulaba en charcos.
     Carretera arriba, hacia la sierra, me fijé en unas palomas torcaces posadas en un eucalipto, en los estorninos alineados en los tendidos eléctricos, y en los rabilargos que se movían por el entorno. En Las Viñas realizamos nuestra primera parada, corta, pero en la que nos dio tiempo a escuchar la continua y variada cascada de notas de los estorninos, acompañados del agudo canto de los petirrojos, como música de fondo, a la que de vez en cuando se le imponía los graves reclamos de algún cercano herrerillo o del pico picapinos que no acertamos a ver.
     Seguimos adelante, viendo algunas urracas por las cercanías de la carretera. La siguiente parada la hicimos al cruzar el Río Jándula para contemplar a un par de cercanas grajillas posadas en la desnuda rama de un chopo, la mayoría de los cuales están vestidos ahora de amarillo.
     Pocos ciervos y numerosos buitres fueron la razón principal de algunas de nuestras siguientes paradas. A veces resultaba difícil determinar la especie de buitre que estábamos viendo, pues aunque no volaban demasiado altos, lo hacían contra el gris oscuro de las nubes. Las siluetas nos ayudaban bastante a discernir los negros que se mezclaban con los cuantiosos leonados. Entre tanto podían escucharse a los arrendajos y al pito real, que habíamos visto cuando íbamos en marcha por la carretera, así como también rabilargos y algunos zorzales. Los bandos de pinzones también podían verse fácilmente al levantarlos a nuestro paso. Dediqué una pequeña parada a un petirrojo posado sobre la horquilla más alta de una rama seca. En otra parada nos acercamos a un arroyo, donde una rana se delató al saltar al agua. Más otra parada en la que nos dedicamos a recolectar unos cuantos madroños, tarea que mientras realizábamos, nos acompañaba con sus cantos el trepador azul, el herrerillo y los petirrojos que estaban por los aledaños.


Arroyo de la Sierra de Andújar

     Abundaban los buscadores de setas en Sierra Madrona. Podíamos ver sus coches aparcados junto a la carretera al pasar. El lugar que elegimos para campear fue el tramo alto del Río Jándula. Dirigiéndonos hacia allí, paralelos a las cumbres rocosas, podíamos ver altos a los buitres leonados sobrevolándolas. El primer sitio al que quisimos ir era la Hoz del Jándula, pero el abundante caudal de este río, al que le aunaba el del Robledillo, nos lo impidieron. Envidiamos al andarríos grande y a la garza real que podían desplazarse en vuelo sobre el río, y posarse allá donde les daba la gana. De lejos se oía al ruiseñor bastardo. Y llegamos a ver a una pequeña rana que prefería la tranquilidad de un pequeño charco, que los agitados caudales de los ríos próximos.

Hoces del Río Jándula

     El siguiente sitio al que fuimos, donde almorzamos y echamos casi el resto de la tarde, hasta que decidimos irnos, fue otra zona próxima al río. Unos pitidos cortos y de timbre agudo se repetían a un ritmo continuo sin variaciones. En mis pensamientos era incapaz de identificar al pájaro que producía semejante sonido. No podían ser los cuatro cormoranes que se movían por allí, y que paraban sobre unas piedras, aguas arriba, ni la garza que levantó el vuelo cuando nos vio aparecer. Tampoco eran los aviones roqueros, ni los lejanos buitres que con su vuelo cicleante coronaban la sierra. Dejé de prestarle atención, y entre tanto Raimundo localizó un grupo integrado por seis cabras en el roquedo de la otra orilla. Estuvimos siguiéndolas con la vista en su ascenso por la inclinada cornisa, hasta que se perdieron.

Cabras Monteses

     Apenas unos momentos después, por puro azar, dejé caer la mirada perdida sobre la corriente del río, sin estar buscando nada más allá del sosiego. Pero hay algo que irrumpe a la superficie desde el fondo oculto por las turbias aguas y me obliga a fijarme en ello. Un breve instante de desconcierto me sacude la mente, tratando de averiguar lo que es. Podría ser la cabeza de un pez, pero es una silueta más grande la que asoma en el río, avanzando aguas abajo, y que seguidamente desaparece bajo el líquido elemento. Justo en ese preciso instante, me atrevo a decirle a Raimundo que acabo de ver una nutria, aun cuando el margen de la duda, por la fugacidad del acontecimiento, estaba en mi cabeza.
     Deliberábamos los dos sin quitarle la vista al río. Cada segundo pasaba lentamente, y me hacía perder a pasos agigantados la esperanza de que volviera a emerger la señora del río. Pero lo hizo, dándome tiempo a señalársela a Raimundo. Ahora iba vadeando las aguas de tal manera que también podíamos apreciar la parte dorsal del alargado cuerpo del mustélido acuático. Y con los prismáticos, descubrimos que lleva un enorme pez atrapado entre sus fauces. Raimundo cae en la cuenta sobre la autoría en la nutria de esos repetitivos y silbantes sonidos que llevábamos oyendo desde hacía rato. Y efectivamente comprobamos que dejábamos de oírlos cada vez que se sumergía, y que nuevamente escuchábamos cada vez que asomaba la cabeza. Curso abajo se fue, hasta que la perdimos de vista y dejamos de oírla.
     Continuamos un rato más por las inmediaciones. Por aquel tramo del río se movían ahora un par de lavanderas cascadeñas. Los cormoranes estaban aguas arriba, y aguas abajo una garza real que de vez en cuando lanzaba al aire su graznido mientras volaba. Un mirlo, dando su voz de alarma, salió al descubierto desde unos sauces de la orilla. Y descubrimos un galápago sobre una piedra en medio del ya umbrío río por la caída de la luz. Pero la nutria era la protagonista del reciente recuerdo en nuestra memoria y en nuestro intercambio de impresiones.
     Los ciervos se volvieron más activos con la caída de la tarde, que vimos en mayor número al volver. Incluso paramos para ser testigos de una pelea entre machos. Aún luchan y aún berrean los señores del bosque en pleno Noviembre. Mientras los contemplábamos, un petirrojo que salió de un lentisco, se interpuso en mi campo visual. Pude ver otro más cuando íbamos circulando, y también una perdiz que se nos cruzó por la carretera.

(*) Fotografías: gentileza de Raimundo Gómez.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Nutria Paleártica (Lutra lutra)
  • Cabra Montés (Capra pyrenaica hispanica)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Andarríos Grande (Tringa ochropus)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Pito Real (Picus viridis sharpei)
  • Pico Picapinos (Dendrocopos major)
  • Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris)
  • Lavandera Cascadeña (Motacilla cinerea)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Zorzal Común (Turdus philomelos)
  • Ruiseñor Bastardo (Cettia cetti)
  • Herrerillo Común (Cyanistes caeruleus)
  • Trepador Azul (Sitta europaea caesia)
  • Arrendajo Común (Garrulus glandarius)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Grajilla Común (Corvus monedula)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Galápago Leproso (Mauremys leprosa)
  • Rana Verde Ibérica (Pelophylax perezi)

jueves, 13 de noviembre de 2014

TRABAJO DE CAMPO EN SIERRA MADRONA

     Con motivo de acondicionar el muladar para próximas carroñadas, José Luis y yo nos desplazamos ayer hasta una finca ubicada en Sierra Madrona. Por las dehesas de encinas del Valle de los Pedroches, veíamos sobre todo urracas dispersas, algunos bandos de pinzones que se levantaban de la carretera a nuestro paso y tórtolas turcas cerca de los pueblos. Unas lavanderas blancas se paseaban sobre la verde hierba de una pequeña pradera donde pastaban unas ovejas. Unos buitres leonados, volaban bajos, sobre las encinas, enfrentándose a la tenue lluvia que dejaba caer el denso cielo gris. Se cruzaron en vuelo un arrendajo y un pito real. Como un pequeño bolo de granito más, permanecía un rechoncho mochuelo posado sobre unas redondeadas rocas de este tipo. A un lado del camino también quedaron un conejo sobre un montículo de arena junto a un arroyo, un alcaudón real posado visiblemente en una rama seca de un arbusto, una abubilla posada en la rama seca de una encina, y un carbonero que se ocultó en el interior de la copa de una encina.
     Al entrar a la finca había reunidos bajo unas encinas grupos de muflones que se ponían a cubierto de la fina llovizna. Mientras estuvimos en los aledaños de la casa me fue posible observar a una pareja de mirlos en el jardín, y un colirrojo tizón. También me era posible escuchar a una cercana ranita meridional. Los gorriones estaban presentes en el interior de una nave a la que fuimos a coger algunas de las herramientas que necesitábamos.
     Empleamos todo el tiempo de luz a la limpieza y arreglo de los hides y a quitar tantos huesos como pudimos de anteriores carroñadas, con la ayuda de dos voluntarios estadounidenses que están en la finca como woofers. Vimos una perdiz sobre una piedra de camino al muladar. Y antes de entrar, hicimos una parada casi obligatoria para contemplar los buitres que volaban entre las espesas nubes que envolvían los roquedos más altos. No tardamos en descubrir que había muchos más buitres posados en las rocas, con sus enormes alas extendidas. Aparentemente todos eran leonados, tanto los que estaban en vuelo, como los incontables buitres hacinados en las rocas, pero en el entorno del muladar había un par de negros posados en el suelo. Estuvieron sobrevolando el muladar a lo largo de la mañana mientras nos dedicábamos a nuestra labor. Los rabilargos también se movían por la zona. Entre tanto, podía oírse de vez en cuando la totovía, el pito real y las chovas piquirrojas.
     Buscamos para comer la cercanía de un par de albercas contiguas, donde un martín pescador realizó una formidable zambullida, y en cuyo entorno encontramos bastantes excrementos de nutria. Desde allí nos era posible también escuchar la berrea del ciervo. De vuelta al muladar, una familia de perdices corría por el mismo camino por donde íbamos, hasta que con una volada se echaron a un lado, hasta los juncos de un arroyo donde se ocultaron. Un zorzal charlo se cruzó y fue a posarse a una piedra en medio de un prado.


Ejemplar subadulto de Culebra de Escalera

     Una vez en el muladar, a primera hora de la tarde, mientras llevaba una carretilla de huesos que había recogido al remolque donde los estábamos cargando, me encontré con una culebra de escalera, que a pesar de su considerable tamaño, era todavía un ejemplar subadulto, pues aún se le intuían en el dorso el dibujo de los peldaños de la escalera que presentan los juveniles. El día húmedo y fresco hacía que sus movimientos fueran muy lentos.

     Algunos rayos de sol se abrieron paso entre las nubes a media que atardecía. También apareció por el muladar un colirrojo tizón. Y además de seguir oyéndose a ratos la totovía, el pito real y las chovas, también hubo un momento en el que oí unos pardillos que no pude localizar con la vista, y un arrendajo que empezó a graznar desde el interior de una encina. Pude ver unos lejanos ciervos que iban a la carrera, fuera del recinto vallado del muladar.
     Apuramos la tarde para colocar un hide sobre una estructura metálica, enfocado al águila imperial, con el objetivo de conseguir unos fondos adecuados de cara a la fotografía. Los ciervos empezaron a mostrarse activos al caer la tarde, que vimos cuando nos íbamos de la finca. De vuelta, ya de noche, se nos cruzaron por la carretera un par de ratones de campo.
    

Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Ratón de Campo (Apodemos sylvaticus)
  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Muflón (Ovis orientalis)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Tórtola Turca (Streptopelia decaocto)
  • Mochuelo Europeo (Athene noctua vidalii)
  • Martín Pescador Común (Alcedo atthis)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Pito Real (Picus viridis sharpei)
  • Totovía (Lullula arborea)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Zorzal Charlo (Turdus viscivorus)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Alcaudón Real (Lanius meridionalis)
  • Arrendajo Común (Garrulus glandarius)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Chova Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
  • Gorrión Común (Passer domesticus)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Pardillo Común (Carduelis cannabina)
  • Culebra de Escalera (Rhinechis scalaris)
  • Ranita Meridional (Hyla meridionalis)

lunes, 1 de septiembre de 2014

VIVAQUEO EN SIERRA NEVADA

     Dos días después de la subida al Mulhacén, volvimos a su entorno el grupo de voluntarios de Eco Campus a continuar con nuestras labores, pero esta vez con el requerimiento de quedarnos a vivaquear en la montaña. Subir y bajar al alojamiento de Capileira a diario nos hubiera supuesto demasiado tiempo y esfuerzo, y la proporcional ineficiencia en el trabajo. Y aunque dura, supuso una vivencia incomparable para las personas que integramos el grupo. Pasar más de dos días enteros en un paisaje de aspecto lunar, que a primera vista parece inhóspito, envuelto en la inmensa soledad que trasmiten las altas cumbres cuando te detienes un momento y alzas la vista a los picos y collados que te rodean, es una experiencia única e inolvidable. Sentir el azote del sol durante el día, capaz de quemar aún cuando no calienta, sin sombras donde resguardarse, y que cuando se oculta el frío cala rápidamente, somete al cuerpo a un gran estrés por el mero hecho de estar allí. Preparamos todo meticulosamente el día de la partida, racionalizando alimentos y dosificando agua, que después del primer día, potabilizamos de la que cogíamos de las lagunas.

Ladera norte del Mulhacén (vista desde el Collado del Ciervo)

     Una vez que dejamos el coche en el Alto del Chorrillo (con la correspondiente autorización), emprendimos la marcha. Entre los numerosos saltamontes de alas azules (Oedipoda caerulescens) que escalan hasta estas altas cotas, aparecían ejemplares de la áptera chicharra de Sierra Nevada (Baetica ustulata), sobre todo machos, fácilmente reconocibles por la ausencia del largo tubo ovopositor que presentan las hembras en el extremo del abdomen. Las collalbas grises se desplazaban en vuelos rasantes de roca en roca. Vuelos más altos y largos hacían los pardillos, que a pesar de dejarse oír, eran complicados de llegar a ver. Los aviones roqueros podían verse más fácilmente en sus repetidas pasadas.

Hembra de Baetica ustulata



Macho de Baetica ustulata















     Nuestra primera ocupación fue seguir tapando veredillas y trochas entre una de las veredas principales de subida al Mulhacén por la vertiente oeste, y otra que sube al Collado del Ciervo. En lo alto del Collado del Ciervo comimos en compañía de una cabra y su chivo. Se acercan tanto las cabras (y también los zorros, que no llegamos a ver) en busca de los restos de comida que abandona la gente, o a que directamente le ofrezcan algo los montañeros y excursionistas, e incluso su atrevimiento las lleva a hurgar en las mochilas cuando su dueño se despista. Por supuesto no les dimos nada de comer, pues este comportamiento las está llevando a desnaturalizarse, a perder su instinto silvestre de supervivencia. Además, nuestros alimentos no siempre son apropiados para los animales silvestres. Además pudimos ver algún que otro buitre pasando rápidamente en vuelo de crucero, y unos vencejos reales. Eché de menos los prismáticos más de una vez, cuando vi rapaces que no pude identificar a simple vista, que no llevé conmigo para aligerar peso.

Hembra de cabra montés y su chivo

     Después de comer empezamos a descender hacia la Laguna de La Mosca, levantando hitos de piedra a lo largo del primer tramo de bajada. De vez en cuando aparecía sobre alguna piedra la rechoncha silueta del acentor alpino. No conseguimos finalizar, pues se nos echaban encima las horas, y debíamos llegar a la laguna antes de que oscureciera. En el verde borreguil que la rodea pastaban media docena de machos monteses cuando llegamos.

Laguna de La Mosca

     Nos arropamos, y cenamos a orillas de la laguna, en un lugar distinto donde dormimos, para evitar que se nos acercaran los zorros u otros animales. En plena oscuridad, bordeamos la laguna para dirigirnos al lugar donde pasaríamos la noche, no sin antes pararnos a contemplar el cielo estrellado reflejado en el espejo del agua. La ausencia de la luna nos brindó la posibilidad de observar un cielo nocturno sin igual desde nuestros sacos.

     Había algunas cabras a nuestro alrededor cuando despertamos. El acentor alpino asomaba entre las piedras, y el colirrojo tizón podía verse volar sobre las rocas de la pedrera de los alrededores de la laguna. Empleamos el día central de nuestra estancia en la montaña en eliminar las corraletas que impide el desarrollo del pastizal del borreguil de La Mosca, y en terminar, casi anocheciendo, de marcar con hitos la vereda que va al Collado del Ciervo.

El verde borreguil de La Mosca

     Además de basura, que por supuesto recogimos, al desmontar las corraletas aparecían bastantes escarabajos, arañas y opiniones. Menos numerosos resultaban cochinillas, escolopendras, ciempiés y milpiés. Todo este elenco de invertebrados es lo que sustenta a los acentores, collalbas y colirrojos que afanosamente se dedican a prospectar las rocas a estas altitudes. La chicharra de Sierra Nevada tampoco faltaba allí.


Timarcha sp.

     Almorzamos a orillas de La Mosca, y aprovechamos para potabilizar agua que corría en su zona de desagüe.
     Ya por la tarde, ascendiendo por la empinada vereda que sube al Collado del Ciervo, consigo ver el fugaz paso de tres pardillos a los que previamente había oído. Al detenerme unos momentos y mirar al aire, descubro semillas de diente de león flotando, que serán parte del sustento que el pardillo encuentra a estas alturas. Poco después el graznido de la chova llama mi atención, y al levantar la vista descubro a una ágil chova que parecía estar quitándose del alcance de un águila real que cicleaba sin aparentemente prestar demasiada atención al córvido. Y ajenos a todo esto, los aviones roqueros también volaban por allí.
     Descendimos hasta la Laguna de La Caldera al anochecer, donde cenamos y pasamos la noche a la intemperie.

     Desperté al oír el graznido de las chovas, y poco más tarde nos levantamos en compañía de unas cabras, como el día anterior. A diferencia de La Mosca, La Caldera no tiene borreguil en sus inmediaciones, si no que es una pedrera. No obstante, desmontamos las corraletas que están a menos de 50 metros de la orilla, como está previsto, y seguimos recogiendo basura. Por el pedregal se movía el colirrojo.
     Otra diferencia, es que La Caldera es totalmente estanca, sin desagüe, y aunque extrajimos agua para potabilizar, lo descartamos por la presencia de pequeños seres macroscópicos similares a pulgas de agua y gusanos. Aprendimos así el valor que tiene el recurso del agua, administrando nuestras últimas reservas para poder echar el día.

Laguna de La Caldera

     Almorzamos en el refugio de La Caldera, valorando así lo que es tener una sombra donde cobijarse en medio de tan asolado terreno. Cogimos la vereda arriba del Mulhacén para terminar de cerrar las últimas trochas. Alguna que otra collalba gris se dejaba ver por allí, y mientras tanto los aviones roqueros iban y venían. Seguimos con el levantamiento de un hito caído en otra de las veredas que asciende al Mulhacén por su lado oeste. Y por fin terminamos eliminando una corraleta del borreguil de la ahora seca Laguna de Majano.
     Con la satisfacción por haber completado todo el trabajo previsto, nos felicitamos por ello, y sin mucha demora, cogimos con ganas a pesar del cansancio el camino de regreso al coche. Durante la caminata pudimos ver más collalbas, y unas alondras más abajo, donde el pastizal ya alcanza cierto porte, destacando sobre las rocas. Las negras chicharras de Sierra Nevada y los pequeños saltamontes de alas azules también se veían fácilmente. Una vez que bebimos y nos refrescamos con el agua que había en el coche, nos montamos para volver. Antes de entrar en piso ocupado por el pinar, pude identificar unos cernícalos que parecían estar cazando en grupo en una despejada ladera. Posiblemente se estarían cebando con los montaraces ortópteros.

(*) Fotografías: gentileza de Mabel Roldán.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Cabra Montés (Capra pyrenaica hispanica)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Águila Real (Aquila chrysaetos)
  • Cernícalo Vulgar (Falco tinnunculus)
  • Vencejo Real (Tachymarptis melba)
  • Alondra Común (Alauda arvensis)
  • Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris)
  • Acentor Alpino (Prunella collaris)
  • Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros)
  • Collalba Gris (Oenanthe oenanthe)
  • Chova Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
  • Pardillo Común (Carduelis cannabina)

domingo, 31 de agosto de 2014

SUBIDA AL MULHACÉN

     Hoy ha finalizado un Campo de Voluntariado Ambiental al que he asistido durante los últimos días de Agosto, organizado por Eco Campus y Amigos de la Tierra. A pesar de solo ofertarse 6 plazas, el Campo me ha servido para coincidir con Fran Checa un año después de conocernos en otro Voluntariado y quien me ha acompañado en el viaje desde Andújar, y reencontrarme con Fran Silva después de más de un año sin vernos, así como conocer a personas tan interesantes como Hada, Álvaro, Mabel y Pedro, el monitor, quien metódicamente tenía todo organizado. ¡Una compañía inmejorable!
    El pasado día 24 de Agosto coronamos la montaña más alta de la Península Ibérica, la cota de 3.482 metros del Mulhacén. Pero no subimos a la cima haciendo una relajada excursión, si no realizando parte del trabajo del Campo, junto con los miembros de la Red de Voluntariado Ambiental del Parque Nacional y Natural de Sierra Nevada.

Cumbre del Veleta



Hembra de Cabra Montés































     Pero empecemos por el principio. Partimos en coche después de prepararlo todo desde Capileira, donde todas las mañanas nos amenizaba el carbonero con su estribillo musical. Los pisos de vegetación se sucedían rápidamente durante el camino a medida que ascendíamos. Del bosque mediterráneo compuesto por encinas y robles del entorno de los pueblos de La Alpujarra, pasamos al de pinos resineros y silvestres, donde habitaban los pinzones, procedentes en su mayor parte de repoblaciones forestales, y torturados los que escalan mayores cotas por las duras condiciones de la montaña, antes de dar paso a los enebros que se arrastran entre las piedras y a los piornos. Desde este piso de vegetación de porte rastrero, sobrevolado por los buitres, emprendimos la caminata. Poco a poco las rocas destacaban más sobre el paisaje que la pocas plantas que disminuían con la altitud. De vez en cuando, entre las piedras descubríamos alguna collalba gris. Más adelante vimos algunas cabras, y localizamos a unos pocos pardillos mediante su canto.

Los Lagunillos

Estrella de las Nieves
(Plantago nivalis)
     Tras algo más de dos horas de caminata llegamos al Refugio de La Caldera, y un poco más adelante a la laguna glacial del mismo nombre, y que presta su nombre al refugio. Por encima de los 3.000 metros aparecía la estrella de las nieves, emblema del Parque Nacional y Natural de Sierra Nevada, y que como copos de nieve, emblanquece el suelo en verano. En las inmediaciones del refugio nos alcanzaron los voluntarios de la Red del Parque Nacional y Natural de Sierra Nevada entre los cuales estaba Mariano Sevilla, a quien conocí el pasado mes de Mayo en la Sierra de Cazorla. Venían acompañados por Javier y Antonio, personal del Parque que estuvieron ayudándonos en nuestras labores.
     Piedra a piedra, eliminamos dos corraletas del entorno de la Laguna de La Caldera, y otras dos del borreguil próximo al refugio. Las corraletas son unas construcciones de forma circular hechas con piedras por los montañeros para vivaquear. El problema ambiental que tienen es que al hacerse sobre los borreguiles, o prados que crecen en torno a las lagunas glaciares, acaban asfixiando a las especies endémicas de pastos que dejan de crecer. Además, donde pone el pie el ser humano deja algo más que la huella de su zapato, y conforme desmontábamos las corraletas, aparecían restos de basura (latas, vidrios y papeles).


Laguna de La Caldera

Amapola de Sierra Nevada
(Papaver lapeyrousianum)
     Tras un descanso para almorzar, empezamos la subida al Mulhacén, marcando la vereda principal y cerrando trochas, para evitar que los excursionistas atajen por donde les venga en gana. Perseguíamos con esto una doble finalidad, por un lado evitar la erosión de la montaña y el deterioro de vegetación endémica, como la escasa amapola de Sierra Nevada, por el pisoteo de la gente que sube a la montaña por cualquier parte, y por otro la seguridad de las personas, que si se conducen por el camino correctamente marcado se disminuye el riesgo de perdida en condiciones meteorológicas adversas. Aprovechando estos momentos en los que nos deteníamos a cerrar veredillas y señalizar el camino a seguir, era posible ver a los aviones roqueros volando sobre la pedrera. El duro camino a la cima cada vez se hacía más empinado. Una pareja de chovas voló con toda facilidad por encima de la cumbre que a veces parecía inalcanzable.
     Pero al final, con esfuerzo, todo el grupo consiguió llegar a la cima, e íbamos sentándonos sobre las rocas para recuperar el aire y comer tranquilamente. Pronto nos llamó la atención a Fran Silva y a mí lo confiados que se mostraban los acentores alpinos que se acercaban y pululaban entre nosotros con toda tranquilidad. Entre los resquicios de las piedras, Álvaro descubrió al topillo nival que estaba delante de nosotros, y que durante sus prospecciones conseguimos ver Fran Checa y yo. En la cima del Mulhacén continuó el trabajo de limpieza de basura, y de “ofrendas“ que la romería de gente que desfila hasta el techo de la península deja allí. Estando allí también se acercaron unas cabras.
     Antes de que siguiera avanzando la tarde, bajamos por otra vereda, de pendiente menos acusada. Conseguimos ver unos machos monteses, más esquivos que las hembras y los chivos, y algunas chovas más. Recorriendo la pista forestal de vuelta a Capileira, pudimos ver un cernícalo. A los dos días regresamos al entorno del Mulhacén, para vivaquear y proseguir con nuestras actividades del Voluntariado.

(*) Fotografías: gentileza de Mabel Roldán.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Topillo Nival (Chionomys nivalis)
  • Cabra Montés (Capra pyrenaica hispanica)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Cernícalo Vulgar (Falco tinnunculus)
  • Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris)
  • Acentor Alpino (Prunella collaris)
  • Collalba Gris (Oenanthe oenanthe)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Chova Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Pardillo Común (Carduelis cannabina)

domingo, 20 de julio de 2014

OBSERVACIONES DE CAMPO EN UNA MAÑANA DE VERANO EN LA SIERRA DE ANDÚJAR

     El calor que asola Sierra Morena durante el verano, dificulta la observación de fauna a pleno día, que hace que disminuya o cese su actividad durante las largas horas de luz. Ello obliga a aprovechar las primeras horas de la mañana, desde antes del amanecer, o las últimas de la tarde, hasta después de la puesta de sol, si se quiere poder observar algún animal silvestre. Hace un par de días tuve una fructífera mañana estival.
     Cuando iba de camino a recoger a unos clientes se cruzó un ratón por la carretera. Y poco antes de llegar al lugar donde se hospedaban, encontré un chotacabras apostado sobre el asfalto. Algunos minutos después de recogerlos, cuando íbamos entrando en la finca, empezaba a clarear. Recorríamos lentamente el camino. A los lados podíamos ver los ciervos, aprovechando las primeras luces del alba, antes de internarse en las densidades del sotobosque a sestear. Las perdices, y algún conejo, también podían verse por las secas calvas entre el matorral y las rocas, adonde corrían a refugiarse a nuestro paso. Además del movimiento de urracas y palomas, según avanzábamos por el camino, también el mirlo estaba activo en las tempranas horas del día.
     Nos detuvimos en un punto alto en el mismo camino, antes de que el calor hiciera imposible nuestra estancia allí, y dedicar un rato de observación antes de proseguir el recorrido por las zonas bajas. Entre los romeros y las jaras inmediatas cantaba la curruca cabecinegra. Entre las copas de los pinos y las encinas volaban palomas y urracas, mientras las perdices se desplazaban andando por el suelo. Todo era calma, ninguna alarma de las urracas. Un conejo, testigo de lo que fueron prolíficas colonias y ahora es una residual población, se ocultó en un lentisco. Los gorgoteos de los abejarucos nos hicieron levantar la vista al cielo. Navegaban por diferentes estratos del aire los vencejos, lo más altos, los aviones comunes, en una posición intermedia, y las golondrinas comunes, en vuelos rasantes sobre el suelo. Por nuestra posición elevada respecto a la vaguada, podíamos ver a las golondrinas desde arriba, cuando no a nuestra altura, y cuando no por encima, también daban alguna pasada los aviones y los vencejos a nuestro nivel. Esto nos permitió ver entre los oscuros vencejos comunes, un vencejo cafre que se paseó frente a nosotros en un par de ocasiones.
      Los momentos de gran expectación los crearon las rapaces. Pasaron por allí, a no mucha altura, un par de buitres negros con su majestuoso planeo. Y algo después apareció una joven águila imperial, mostrándonos sus primeros vuelos. Volaba no muy lejos, sobre la vaguada y fue a posarse a un pino donde estuvo el tiempo suficiente como para contemplarla con detenimiento. Que las grandes rapaces empezaran a volar indicaba que la temperatura del aire se estaba elevando, con que reanudamos la marcha buscando las partes bajas, más frescas por la sombra de los árboles.
     Recorriendo las dehesas y los encinares aclarados vimos pinzones, rabilargos y urracas. El pito real voló del tronco de una encina a otro, posándose en el lado opuesto a nuestra posición, escondiéndose deliberadamente. Comisqueaban estorninos y palomas en el terroso suelo de una explanada que recientemente estuvo sembrada de cereales. Menos numerosas, y más discretas que las palomas, también había allí unas tórtolas comunes. En las inmediaciones de una casa aparecían los gorriones, y posados en fila en los cables de un tendido eléctrico, los estorninos. Se dejó ver un pequeño grupo de jilgueros en un claro.
     Llegamos cerca del río, donde podía oírse la oropéndola casi continuamente. Dimos un paseo por las sombras de la arboleda ribereña. Los galápagos, raudos, se tiraban desde las piedras al agua. Sobre las puntas más altas de las ramas de un fresno descubrimos unos picogordos. Las golondrinas, tanto comunes como dáuricas, hacían pasadas rasantes sobre la calmada corriente del río. Entre el ramaje podíamos detectar herrerillos y carboneros comunes, bien porque a veces se dejaban ver claramente, o bien porque escuchábamos sus cantos. También pudimos escuchar las voces del agateador y del pico picapinos.
     Tras el breve y pausado paseo junto al río, y los tiempos de espera por la zona, nos dirigimos a otra área. Esta vez fuimos hacia una alberca. De camino, apreciamos que la actividad de los pájaros había disminuido bastante. Seguíamos encontrándonos con urracas, rabilargos, pinzones y palomas, pero en menor número y frecuencia. Pero ahora pudimos ver una pareja de alcaudones comunes, posados visiblemente en sus oteaderos sobre resecos arbustos. Se nos cruzaron también por los carriles algunas lagartijas colilargas.
     El carril que sube hacía la alberca discurre a través de una mancha de bosque mediterráneo donde se mezcla el quejigar con el encinar, tapizado por un denso sotobosque donde figuran lentiscos, cornicabras, mirtos y agracejos, en cuyas espesuras se refugiaban algunos gamos del calor. Paralelamente baja la garganta escavada por un arroyo, ahora seco, donde crecen adelfas y zarzas.
     Al llegar cerca de la alberca, lo primero que pudimos ver fue un joven lagarto ocelado, soleándose sobre una roca de granito, bajo la cual se ocultó al vernos. Se podían oír las oropéndolas y las tórtolas en el quejigar que bordeaba la alberca, mientras caminábamos hacia ella. Alguna oropéndola se dejó ver en vuelo, entre las copas de los árboles. Un águila calzada dio unas pasadas, sobrevolando el barranco donde estábamos. En una orilla, bajo un túnel formado por las zarzas que han trepado sobre los cercanos árboles, saciaba su sed un mirlo. Los galápagos leprosos se echaban al agua. Al rato algunos nadaban cerca de la superficie, asomando la cabeza, pero ninguno volvió a salir a la playa arenosa de la orilla mientras seguimos allí. También, vadeando cerca de la orilla, apareció una culebra viperina, que al acercarse al punto donde estábamos, se hundió en las profundidades. Entre el ramaje de los sauces que circunda la alberca aparecieron unos mitos, y también se dejó ver algún que otro herrerillo.
     Hacia la media mañana decidimos irnos. Bajando otra vez paralelos al arroyo, hacia la salida, vimos sobre un poste de los tendidos eléctricos un águila culebrera. De los cables que se cruzaban de poste a poste, iba y venían algunos abejarucos.

                                                                                                                          
Lista De Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Ratón de Campo (Apodemus sylvaticus)
  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Gamo (Dama dama)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Culebrera Europea (Circaetus gallicus)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Águililla Calzada (Aquila pennata)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Tórtola Europea (Streptopelia turtur)
  • Chotacabras Cuellirrojo (Caprimulgus ruficollis)
  • Vencejo Común (Apus apus)
  • Vencejo Cafre (Apus caffer)
  • Abejaruco Europeo (Merops apiaster)
  • Pito Real (Picus viridis sharpei)
  • Pico Picapinos (Dendrocopos major)
  • Golondrina Común (Hirundo rustica)
  • Golondrina Dáurica (Cecropis daurica)
  • Avión Común (Delichon urbicum)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Curruca Cabecinegra (Silvia melanocephala)
  • Mito Común (Aegithalos caudatus irbii)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Herrerillo Común (Cyanistes caeruleus)
  • Agateador Común (Certhia brachydactyla)
  • Alcaudón Común (Lanius senator)
  • Oropéndola Europea (Oriolus oriolus)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanipica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Gorrión Común (Passer domesticus)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Jilguero (Carduelis carduelis)
  • Picogordo (Coccothraustes coccothraustes)
  • Galápago Leproso (Mauremys leprosa)
  • Lagarto Ocelado (Timon lepidus lepidus)
  • Lagartija Colilarga (Psammodromus algirus)
  • Culebra Viperina (Natrix maura)