lunes, 24 de octubre de 2005

UN DÍA ENTERO POR LA SIERRA DE ANDÚJAR

     Ayer salimos Antonio y yo de ruta por la Sierra de Andújar. El día, que empezó soleado, se tornó lluvioso al atardecer. Pero como dice el refrán, “al mal tiempo, buena cara”, nosotros supimos sacarle partido.
     Fuimos primero a La Ropera, donde desemboca el Río Jándula en el Guadalquivir. Hasta llegar, vimos por el camino estorninos negros y tórtolas turcas en los cables de los tendidos eléctricos, y garcillas bueyeras por los campos cercanos al camino. No dedicamos mucho tiempo aquí, y en la corta espera que hicimos desde el viejo puente, tan solo vimos una garza real y algunos ánades reales.
     A la sierra subimos por la Carretera de la Cadena, donde en los espacios abiertos del primer tramo, donde pastan las vacas, vimos a sus fieles seguidoras, las blancas garcillas bueyeras. Además también había por la zona grajillas y urracas, en las alambradas vimos posados unos pocos trigueros. Al llegar a las viñas, paramos en una explanada donde una charca encontramos ya puestas de sapo corredor. Después fuimos a la vieja piscina, cubierta de agua solo la mitad más profunda. En la parte seca encontramos un montón de tritones pigmeos, de todos los tamaños, en fase terrestre. Nos entretuvimos en contarlos, y había nada menos que 68 ejemplares.

Tritones Pigmeos

     Andorreamos un rato bajo el espeso pinar en el que encontramos el desplumadero de alguna rapaz forestal. Las plumas eran de paloma, y concluimos que habría sido presa de alguna rapaz, porque los cañones estaban intactos. Las plumas habían sido perfectamente arrancadas. Al salir del pinar al claro desde donde podíamos contemplar la sierra, vimos unos lejanos buitres en evolucionaban en círculos en el cielo, aprovechando las corrientes térmicas, desde donde escuchamos algún venado berrear.
     Volvimos al coche para ir hacia el Encinarejo. Por la carretera vimos rabilargos, pinzones, y un conejo que se nos cruzó. Paramos a investigar en un punto donde vimos campo abierto, sin las vallas que por desgracia imperan en esta sierra para cerrar las parcelas privadas, y dimos con un pequeño pozo techado. Cuando se nos hizo la vista a la penumbra del interior, pudimos ver un par de tritones ibéricos. Almorzamos en este lugar. De regreso al coche movimos un viejo sillón de cuero que alguien había tenido la decencia de abandonar en el campo, de donde salió un ratón de campo. Al ponernos en marcha de nuevo, pudimos ver un alcaudón real posado en un cable. Al atajar por un carril que conozco para salir a la carretera, vimos algún conejo más.

Nido de Águila Imperial

Egagrópilas de Águila Imperial

     Por la carretera vimos urracas, y al llegar al puente de hierro que cruza sobre el Jándula, vimos bastantes estorninos en un tendido eléctrico, y grajillas por los chopos de los lados. Hicimos un recorrido bordeando las colas del Embalse del Encinarejo, parando en algunos sitios. Vimos pinzones, trigueros, rabilargos, palomas torcaces, mirlos y algún que otro conejo, además de una garza real en el río. Exploramos la zona donde cría el águila imperial, cerrada durante el periodo reproductor, ahora abierta, donde encontramos bajo el nido sus egagrópilas. En el rato que permanecimos en el mirador, mientras la tarde se volvía gris, vimos algún ciervo, y también los oímos berrear.

Salamandra Común
     Se puso a lloviznar antes de oscurecer, y decidimos irnos tranquilamente para La Lancha. La verdad que entre la oscuridad de la noche y la leve lluvia vimos poca cosa, pues la mayoría de los animales prefieren guarecerse. Tan solo se dejaron ver algunos ciervos, junto al camino. Pero son las condiciones óptimas para tratar de observar anfibios. Y bajando hacia la Lancha nos topamos con dos salamandras adultas, de buen tamaño, de la subespecie propia de Sierra Morena, a las que retiramos del carril. De vuelta, lo que se cruzo por el camino fue una rápida liebre.

(*) Fotografías: gentileza de Antonio Ibarra.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Ratón de Campo (Apodemus sylvaticus)
  • Liebre Ibérica (Lepus granatensis)
  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Garcilla Bueyera (Bubulcus ibis)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Ánade Azulón (Anas platyrhynchos)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Tórtola Turca (Streptopelia decaocto)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Alcaudón Real (Lanius meridionalis)
  • Rabilargo (Cyanopica cygnus cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Grajilla Común (Corvus monedula)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Triguero (Emberiza calandra)
  • Salamandra Común (Salamandra salamandra morenica)
  • Tritón Ibérico (Triturus boscai)
  • Tritón Pigmeo (Triturus pygmaeus)
  • Sapo Corredor (Bufo calamita)
  • Rana Verde Ibérica (Rana perezi)

domingo, 26 de junio de 2005

DESCUBRIENDO LA SIERRA SUR DE JAÉN

     No siempre los espacios naturales gozan de una figura de protección que haga justicia a sus valores ambientales. En las sierras situadas al sur de Jaén hay un buen ejemplo de ello, un amplio espacio natural de media montaña, bien conservado pese a no gozar de ninguna categoría de protección ambiental que en compañía de Esteban, he tenido la oportunidad de conocer este fin de semana.
      Salí para Torre del Campo el viernes después de comer. Habíamos quedado a media tarde para que el calor fuese disminuyendo mientras íbamos de camino a la sierra, pero también poder aprovechar la luz. Dejamos el coche en una vaguada, y empezamos a trepar por una empinada ladera. Al principio de nuestro ascenso no encontramos con la lamentable escena de un enorme lagarto ocelado que yacía ahogado en el interior de una bañera que los pastores utilizan como abrevadero para el ganado, una trampa mortal de la que no pueden salir estos y otros animales por no tener sujeción en la que agarrarse.
      Pasamos las horas a la sombra, mirando el farallón rocoso de en frente, mientras escuchábamos cantar de vez en cuando a la oropéndola en nuestro lado. En aquella pared de piedra vimos a unas lejanas cabras, pero lo más apasionante fue ver el vuelo del águila perdicera, hasta detenerse sobre una roca, donde la pudimos ver a placer gracias al telescopio de Esteban.
     Oscureciendo, bajamos hacia el coche. Entre escaramujos y majuelos se intuía la silueta de los escandalosos mirlos cuando volaban de un arbusto a otro. Cenamos donde habíamos dejado el coche, y cuando casi nos íbamos a montar para irnos, Esteban me hizo apreciar el canto del chotacabras gris, que yo no conocía.
     Seguimos recorriendo la Sierra Sur de noche. Por un camino bordeado de grandes pinos salió volando un ave grande, de gris librea, que afortunadamente para nosotros, se paró en una rama sobre el camino, iluminada por los faros del coche con claridad más que de sobra para comprobar que se trataba de un cárabo. Además permaneció allí, sin quitarnos ojo, un rato considerable. Y solo cuando el cárabo se fue, reanudamos la marcha nosotros.
     Ya había superado con creces mis expectativas, pero aún nos aguardaba otra sorpresa. Esteban descubrió unos ojos brillar en una higuera pegada al camino. Se trataba de una garduña, que no pudimos ver con claridad, moviéndose entre el ramaje del árbol. No habíamos podido verla en las mejores condiciones, pero era mi primera garduña y estaba más que satisfecho.
     Lo que no esperaba para nada es llegar a ver más garduñas aquella misma noche, y disfrutar viéndolas con toda la nitidez que nos daban las luces del coche. Fuimos a la Cañada de las Hazadillas, un área recreativa a la que acuden a buscar restos de comida en la basura que deja la gente en los contenedores, y al llegar, no tardaron en desperdigarse correteando por todas partes. Pero la curiosidad de estos mustélidos, hizo que algunas se detuvieran en sus carreras, para mirarnos con atención, momentos en los cuales también nosotros podíamos observarlas con detenimiento. Algunas de estas curiosas garduñas, que no hacían sino estimar el riesgo que podíamos suponer para ellas, lo hacían levantándose sobre sus patas traseras, y una, demostrando sus dotes para trepar árboles, lo hizo encaramada al tronco de un pino, por el que no tardo mucho en seguir subiendo para quitarse de nuestra vista.
     Llegada la calma, tras la gran espantada, oímos algunos gritos producidos por ellas. En un principio pensamos que se trataría de alguna pelea puntual entre ellas, pero dado que se repetían cada cierto tiempo, nos acercamos cautelosamente esperando descubrir la causa. Los gritos cesaron. Probablemente las garduñas se habrían percatado de nuestro acercamiento antes de llegar y habrían huido. Pero en las inmediaciones había un contenedor, y también podrían estar ahí. Esperamos un poco, haber que pasaba, pero nada sucedía. Entonces Esteban cogió una lata vacía del suelo, y la dejó caer dentro. Procedió así por precaución, ya que de estar dentro y verse sorprendidas, pueden saltar y morder para defenderse. Al hacer esto, confirmamos que había alguna dentro, pues volvió a chillar, pero lo que nos pareció más curioso es que no hubiera saltado, y salido huyendo. Repetimos la prueba, dos veces más, y sucedió igual. Entonces decidimos asomarnos, para averiguar que pasaba, y descubrimos dos jóvenes garduñas en el fondo del contenedor. No eran capaces de trepar ni podían saltar hasta el borde desde tanta profundidad. Afortunadamente para ellas, bastó con que cada uno de nosotros desde un lateral, inclinásemos el contenedor, para que pudiesen volver a estar libres.
     Para el sábado por la mañana teníamos previsto recorrer un tramo de río, buscando indicios de nutria. Bajando de la casería de Esteban, donde habíamos pasado la noche, nos paramos para ver una ardilla en el claro de un bosquete. Llegando al río, pudimos ver unas garzas reales en la orilla, pero lo más llamativo fue ver también un águila calzada posada no muy lejos de las garzas. No encontramos huellas ni excrementos de nutria a lo largo de la caminata por el cauce del río, aunque ello tampoco quiere decir que este ausente. Simplemente no los encontramos. Sí que pudimos ver ranas y culebras de agua, y también una garza real más en el punto donde decidimos volver.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Ardilla Roja (Sciurus vulgaris)
  • Garduña (Martes foina)
  • Cabra Montés (Capra pyrenaica hispanica)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Águila Perdicera (Hieraaetus fasciatus)
  • Aguililla Calzada (Hieraaetus pennatus)
  • Cárabo Común (Strix aluco sylvatica)
  • Chotacabras Europeo (Caprimulgus europeaus)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Oropéndola Europea (Oriolus oriolus)
  • Culebra Viperina (Natrix maura)
  • Rana Verde Ibérica (Rana perezi)

domingo, 10 de abril de 2005

UNA VUELTA ALREDEDOR DEL EMBALSE DEL ENCINAREJO

     Recientemente han desembalsado el Embalse del Encinarejo para realizar labores de limpieza, y aprovechando la ocasión, a Javier Moreno se le ocurrió que podíamos hacer el recorrido perimetral del pantano. Ayer dimos la vuelta alrededor del pantano Javi Moreno, Raúl Díaz y yo.
     Subiendo por la carretera de la sierra no resultaba difícil ver urracas y rabilargos, pero sólo nos entretuvimos un rato observando a un mochuelo posado en una roca de granito. Aunque nos detuvimos justo delante del pequeño búho, aparentemente no mostró signos de inquietud. Reanudamos nuestro camino antes de que se sintiese molestado. Ya por el carril del Encinarejo pudimos observar una garza real en el río.
     Cuando llegamos a la altura de la presa, aparcamos el coche en el área recreativa, bajo unos pinos. Cruzamos el puente, delante de la presa, y comenzamos nuestra marcha por el margen izquierdo de lo que fue el río. El bajo nivel de agua que contenía el embalse había dejado al descubierto amplias orillas totalmente desprovistas de vegetación. Fuimos caminando por el borde superior, y solamente descendíamos cerca del borde del agua para atajar por algunas de las colas del embalse.
     El día fue más bien caluroso, circunstancia que aprovecharon los galápagos que vimos a lo largo del recorrido para tomar el sol en las rocas cercanas a la orillas. También vimos por las orillas algunas garzas, y algún pequeño grupo de patos en el agua. Encontramos una gazapera con bastante pelo de conejo esturreado por alrededor. Había sido hozada por los jabalíes, por ser demasiado superficial, en la que alguna coneja perdió toda una camada. Algún que otro herrerillo se movía entre los apretados arbustos entre los que pasamos, y un bando de perdices voló monte arriba.
     Todavía no habíamos llegado a la mitad del camino, es decir, que aún no habíamos empezado a recorrer el otro margen, cuando paramos para comer. Había empezado a apretar el calor de las horas centrales del día, y los buitres se dejaban ver dando vueltas en el aire. Interrumpimos la comida para buscar la procedencia de unos reclamos. A nuestras espaldas volaba una pareja de águilas imperiales que en sus persecuciones y acrobacias aéreas, evitaron pasar a nuestro lado.
     Después de comer seguimos con nuestro camino, andando algo más apresurados. Pasamos en frente de la desembocadura del Río Sardina, que Raúl nos recordó con nostalgia como era hace varios años, como un frondoso bosque de fresnos y alisos que formaban un túnel de sombra sobre el agua, ahora prácticamente desarbolado. Antes de cambiar de orilla vimos algunos conejos y un bando de gorriones chillones.
     Cruzamos a la otra orilla en cuanto encontramos un estrechamiento que además no estuviese embarrado. Vimos los cantos rodados de lo que fue el primitivo cauce del Río Jándula, ahora sepultado los sedimentos que se acumulan en el fondo de los pantanos. Por allí también encontramos un rastro de huellas de nutria, y excrementos, pero no la vimos a ella. Poco más adelante, encontramos el cadáver de un ciervo que se quedó atascado en el lodo del embalse, cuando probablemente se acercaría a beber.
     Cerca de la presa ya, nos encontramos con otra aberración humana, otra de las muchas agresiones que se cometen impunemente contra el Medio Ambiente. Las mallas cinegéticas de una finca tensadas sobre el aire. Ahora el embalse está casi vacío, pero cuando se llene, la alambrada debe quedar sobre el nivel del agua, cerrando en el interior de la finca las colas sobre las que se encuentra. Ya salimos a andar por el carril, bajo eucaliptos que pueblan la orilla derecha, próximos a la presa. Entre los lentiscos cercanos se movían los mirlos dejando escuchar su canto de alarma. Bajando una cuesta nos encontramos con tres ciervos en medio de la pista, que se apartaron al acercarnos.
     Cuando llegamos a la presa, cogimos el coche y nos fuimos hasta el mirador, para apurar un poco más el final de la tarde. Desde allí contemplamos una finca en la que pastaban los ciervos tranquilos. Una garza real pasó volando sobre el río. Pero nos fuimos de allí antes de que anocheciese. Antes de salir a la carretera, vimos una abubilla y bastantes rabilargos por el área recreativa, y nos paramos para ver a un lagarto ocelado sobre el seco tocón de un fresno.


Lista de Especies Observadas:

  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Ánade Azulón (Anas platyrhynchos)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Mochuelo Europeo (Athene noctua vidalii)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Herrerillo Común (Parus caeruleus)
  • Rabilargo (Cyanopica cyanus cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Gorrión Chillón (Petronia petronia)
  • Galápago Leproso (Mauremys leprosa)
  • Lagarto Ocelado (Lacerta lepida)

martes, 29 de marzo de 2005

DE RUTA POR LA SIERRA DE SEGURA

     Este fin de semana he acompañado a Esteban y a Raimundo en una ruta por la Sierra de Segura. Las condiciones meteorológicas no han sido favorables durante nuestra travesía, pues ha llovido bastante, lo que nos ha dificultado bastante la observación de fauna.

     Quedamos el sábado por la mañana temprano en Torre del Campo, en el pueblo de ellos, desde donde partimos hacia la Sierra de Segura. Pasado Beas de Segura, entramos en el Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas, y seguimos hacia Cortijos Nuevos, atravesando los pinares de estas abruptas sierras y con oscuros nubarrones que nos avisaban que tarde o temprano llovería. Algunos buitres coronaban el cielo plomizo con sus planeos circulares. Las cornejas las encontrábamos posadas hasta en el asfalto, y una las veces que disminuimos la marcha cerca del cruce de la carretera del Tranco, para darle tiempo a un grupo de estos córvidos a que despegasen, nos dio ocasión de ver también un gavilán. Antes de llegar a Hornos, en los aledaños del pueblo, avistamos un ratonero posado en un árbol solitario, que levantó el vuelo en cuanto frenamos. Paramos a comprar pan y alguna cosa más para comer, y ya que estábamos allí, aprovechamos para acercarnos a la plaza, donde se abría un balcón natural desde el que se divisaban los campos del alrededor y las últimas colas del Embalse de El Tranco de Beas. Al asomarnos a este mirador, un cernícalo emprendió el vuelo bajo nuestros pies, que estaba posado el talud rocoso.

Embalse del Tranco, desde Hornos

     Seguimos la marcha en dirección a Santiago-Pontones. A lo largo de este recorrido vimos cornejas, además de algunas palomas torcaces y buitres. En el tramo de carretera que iba paralelo al Río Madera descubrimos un águila real en vuelo que pronto perdimos de vista. Pasada la desembocadura de este río en el Río Segura, nos desviamos hacia Poyotello, con la idea de subir andando a la Cueva del Agua. Tuvimos que ponernos los chubasqueros, pues durante la caminata empezó a llover. Nos refugiamos en la oquedad de la cueva donde aprovechamos para comer, hasta que la lluvia cesó. Nada más salir, para volver al coche de Esteban, nos encontramos volando sobre nosotros una pareja de halcones, que rápidamente se largaron de allí, tal vez porque se sobresaltaron al vernos repentinamente.

El escarpado paisaje de la Sierra de Segura

     De camino a La Toba, cayó otro chaparrón. Paramos en unos cortijos aparentemente abandonados. En una pared encontramos una salamanquesa que se movía con torpeza, debido al frío de aquel día. Cuando dejó de llover, no tardó en aparecer por allí un ratonero. Estuvimos andorreando un rato por un arroyo cercano. Barajamos la posibilidad de quedarnos a dormir allí por la noche, pero afortunadamente lo descartamos, pues hubiésemos estado demasiado expuestos al frío.
     La siguiente parada que hicimos fue en el cercano Embalse de Anchuricas, donde vimos en su entorno unas garzas reales. Pero también observamos por allí otro ratonero, más un cernícalo. En la lejanía vimos la silueta de una rapaz posada sobre un poste metálico de tendido eléctrico. Con el telescopio comprobamos que se trataba de un águila culebrera, y la distancia que nos separaba hizo que permaneciera tranquilamente posada el tiempo suficiente como para verla con detenimiento. Más adelante hicimos otra parada en la desembocadura del Río Zumeta. Desde aquí continuamos la carretera paralela a este afluente del Río Segura hasta llegar a Santiago de la Espada, atardeciendo. Por los alrededores de Pontones vimos pasar en vuelo otra águila culebrera.

Desembocadura del Río Zumeta en el Segura

     Intentamos hacer una ruta nocturna, pero estuvo lloviendo con fuerza toda la noche. Afortunadamente, un pastor que conocía Raimundo, nos permitió dormir en una cabaña suya, a los pies de una chimenea.

     El domingo no llovió, pero a pesar de ello no tuvimos demasiados avistamientos de fauna. Reanudamos nuestra ruta por la sierra, algo monótona, a lo largo de la cual solo vimos algunos buitres, cornejas y palomas. Por la tarde fuimos rumbo sur, por la carretera del Tranco, hasta la Sierra de las Cuatro Villas. Subimos desde el Charco de la Pringue hasta la Fuente de los Cerezos, donde tuvimos un espectacular avistamiento de águila culebrera, que lentamente remontaba la falda del monte, a ras de las copas de los pinos. Cuando la vimos acercándose, nos quedamos repentinamente mudos e inmóviles como estatuas. Y con suma tranquilidad pasó sobre nosotros la encapuchada rapaz de vientre blanco salpicado con motas, a tan escasa distancia que pudimos apreciar el amarillo limón de sus ojos. Aunque el avistamiento fue breve, no siempre se tiene la oportunidad de ver un águila culebrera pasar tan cerca de uno, y en semejantes condiciones.

Un valle cubierto de pinares

     Salimos de vuelta al final de la tarde, y por la noche llegamos a Torre del Campo. Para mí aún no había acabado el viaje, pues debía volver a Andújar. Antes de llegar a Garciez, me encontré con un erizo que lentamente cruzaba la carretera. Por desgracia, habitualmente los que veo por allí, han sido víctimas de atropellos.


(*) Fotografías: gentileza de Raimundo Gómez.

FECHA
LUGAR
ESPECIE
OBSERVACIÓN
26/03/2005
Embalse de Anchuricas
Garza Real
(Ardea cinerea)
Pocas
26/03/2005
Sierra de Segura
Buitre Leonado
(Gyps fulvus)
Varios
26/03/2005
Carretera del Tranco
Gavilán Común
(Accipiter nisus)
Un ind
26/03/2005
Hornos. Embalse de Anchuricas. La Toba
Busardo Ratonero
(Buteo buteo)
3 inds. total
26/03/2005
Embalse de Anchuricas. Santiago-Pontones
Culebrera Europea
(Circaetus gallicus)
2 inds. total
26/03/2005
Río Madera
Águila Real
(Aquila chrysaetos)
Un ind.
26/03/2005
Hornos. Embalse de Anchuricas
Cernícalo Vulgar
(Falco tinnunculus)
2 inds. total
26/03/2005
Cueva del Agua
Halcón Peregrino
(Falco peregrinus brookei)
Una pareja
26/03/2005
Sierra de Segura
Paloma Torcaz
(Columba palumbus)
Algunas
26/03/2005
Sierra de Segura
Corneja Común
(Corvus corone corone)
Algunas
26/03/2005
La Toba
Salamanquesa Común
(Tarentola mauritanica)
Un ind.
27/03/2005
Campiña olivarera
Erizo Europeo
(Erinaceus europaeus)
Un ind.
27/03/2005
Sierra de Segura
Buitre Leonado
(Gyps fulvus)
Algunos
27/03/2005
Charco de la Pringue
Culebrera Europea
(Circaetus gallicus)
Un ind.
27/03/2005
Sierra de Segura
Paloma Torcaz
(Columba palumbus)
Pocas
27/03/2005
Sierra de Segura
Corneja Común
(Corvus corone corone)
Pocas

martes, 4 de enero de 2005

JORNADA DE CAMPO EN LA SIERRA DE ANDÚJAR

     La Sierra de Andújar, declarada Parque Natural en 1989, forma parte de Sierra Morena, y su principal valor ecológico reside en la diversidad de fauna silvestre que alberga. Es el espacio natural que más cerca tengo de donde vivo, y por tanto al que más veces voy. Pero desde el verano pasado, a raíz de participar en un Voluntariado Ambiental sobre el lince ibérico, he empezado a conocerlo y a apreciarlo la de manera distinta. Siempre me ha interesado la Naturaleza, y especialmente los animales, pero muy pocas veces, hasta entonces, había tenido la oportunidad de observarlos libres, en su hábitat natural. Y desde que he comenzado a conocer a otras personas que comparten esta apasionante afición, he empezado a poner en práctica mis conocimientos teóricos, y a seguir aprendiendo para ampliarlos.
     Mi compañero de clase, y amigo, Antonio Ibarra es también mi habitual compañero de salidas naturalistas, de quien he tomado el buen ejemplo de coger notas de campo sobre nuestras observaciones. Dedicamos, cuando podemos, largas e intensas jornadas a recorrer la sierra de arriba a abajo con la idea en mente, aunque a veces no lo admitiésemos, de encontrarnos al escaso y esquivo lince. Hasta ahora no hemos tenido suerte, pero entre tanto hemos podido disfrutar observando otros animales. Y una de esas destacadas jornadas ocurrió en estos primeros días del año. La verdad ya que ninguno de los dos somos demasiado fiesteros, no se nos ocurrió mejor manera de empezar el año que yéndonos al campo.

Sierra de Andújar. Más del 95% de su territorio es privado, ocupado
por fincas cuyo principal aprovechamiento es la caza mayor, y que
aparecen cercadas, estropeando no sólo visualmente el paisaje, sino
también dificultando los desplazamientos de la fauna silvestre.

     Fui a recoger a Antonio a su casa en Linares a primeras horas de la tarde del pasado sábado. Fuimos hacia Baños de la Encina, para coger desde allí un carril que conduce hacia la Sierra de Andújar. Pronto se hace de noche en los primeros días del invierno, de modo que esencialmente hicimos una ruta nocturna. Tan sólo nos dio tiempo a ver aún con luz al comenzar nuestro recorrido estorninos negros y algunas tórtolas turcas en los tendidos eléctricos por la zona de olivares, así como lavanderas blancas por la carretera, y unas urracas y una abubilla ya en los encinares aclarados.
     Hicimos una corta parada en el Embalse del Rumblar, donde vimos algunos cormoranes grandes. Cuando retomamos la marcha se nos cruzó un mirlo ya con las últimas luces del día. Unos pocos ciervos es todo cuanto vimos durante el resto del camino, gracias a los faros del coche, hasta llegar al cruce de Los Escoriales. Allí, hicimos una parada, para a ver si escuchábamos alguna rapaz nocturna, y nada, no hubo suerte.
     Desde allí tiramos hacia el Embalse del Jándula, viendo algunos ciervos más durante el recorrido, pero además se nos cruzó un zorro llegando casi al viejo poblado deshabitado de La Lancha. Antes de cruzarnos con el zorro, habíamos hecho otra parada, pero tampoco conseguimos oír nada. Quizás el frío nos quitaba las ganas de aguantar demasiado tiempo fuera. Pero en la parada que hicimos al lado de la aldea del pantano, sí que logramos escuchar al cárabo. Y desde la presa, en otra espera que hicimos para escuchar los sonidos de la noche conseguimos oír cantar a un remoto búho real.
     De regreso, fuimos más directos hacia Andújar, sin detenernos a hacer escuchas, pero sí que le dedicamos paradas a algunos de los animales con los que nos encontramos. Poco después de haber dejado atrás La Lancha, sobre un poste intuimos la silueta de una gran rapaz nocturna que no podía ser otra que el búho real. Aprovechando el desnivel de la ligera pendiente por la que subíamos, intenté con distintas maniobras del coche alumbrarlo para conseguir verlo mejor. Pero no logré nada, y al final el gran duque desplegó sus alas para lanzarse en vuelo hacia el lado contrario adonde estábamos. Además de los ciervos, más adelante nos topamos con dos muflones machos en el camino, que durante un rato estuvieron recorriéndolo a la carrera en nuestro mismo sentido, queriendo alejarse del coche, a pesar de haber disminuido la velocidad, para permitirles apartarse. Finalmente, de un tremendo salto desde el mismo carril, rebasaron la valla cinegética que se interponía. Y poco antes de llegar a las Viñas de Peñallana, vimos un mochuelo en la alambrada junto a la carretera, que enseguida levantó el vuelo al ver aproximarse el coche.
     El día siguiente, el domingo, lo dedicamos por entero a campear. Salimos de mi casa hacia la sierra por la Carretera de la Cadena. Fuimos a una vieja piscina abandonada que conozco, donde encontramos un tritón pigmeo. Era un macho que ya estaba en fase acuática, desarrollando sus crestas para el celo. De camino, antes de llegar, habíamos visto estorninos negros, urracas y lavanderas blancas por un espacio abierto de pasto para el ganado vacuno, y rabilargos y tórtolas turcas al pasar por el apretado monte bajo de chaparros que poco antes de las Viñas de la Alcaparrosa. Por el pinar de los alrededores de la piscina vimos algún que otro carbonero común y un pico picapinos. En una zona despejada desde la que teníamos amplias vistas de la sierra, donde estuvimos un rato antes de proseguir nuestro camino, vimos pasar palomas torcaces.

Macho en celo de Tritón Pigmeo

     Retomamos nuestro camino hacia el Encinarejo. Por la carretera vimos pinzones, más algún mirlo que se nos cruzó. Pero antes de ir al Encinarejo, hicimos otra corta parada en un lugar con buenas vistas, donde tan solo vimos unas pocas perdices dejarse caer ladera abajo, mientras emitían su señal de alarma. Una vez en el Encinarejo elegimos para comer el punto donde más se eleva el carril del área recreativa que hay en la margen derecha del Río Jándúla, donde visualmente se puede controlar un amplio terreno, que a menudo eligen los naturalistas para esperar el lince. La suerte no nos acompañó, pero logramos ver un águila imperial en vuelo, aunque fuese de lejos. Además, en el rato que estuvimos, se acercó en repetidas veces un petirrojo por las inmediaciones, y pasaron cormoranes, algunos ánades reales, una garza real en vuelo, y una gallineta que vimos nadando por el río, junto a la otra orilla. Y en las alomadas dehesas al otro lado del río, vimos ciervos. Regresando hacia la carretera, por el carril, vimos algún conejo y rabilargos.
     Tiramos hacia el norte por la carretera, viendo sobre todo ciervos en los que cada vez nos fijábamos menos. Pero también vimos unos pocos gamos. Además llegamos a ver torcaces, perdices, urracas, mirlos y pinzones desde la estrecha carretera, bien cuando íbamos en marcha o en algún momento en el que hubiésemos parado. El último sitio donde nos detuvimos, y donde dimos la vuelta antes del anochecer, nos vimos sorprendidos por un numeroso grupo de buitres leonados, que además no volaban muy altos. Y entre ellos, conseguimos ver un buitre negro. A pesar de ser nuestro primer buitre negro, comprobamos que se trataba de un joven, por su oscuro plumaje, que pudimos ver con la suficiente claridad al pasarnos por encima tan relativamente cerca. Se nos hizo de noche volviendo por la carretera.
     Volvimos de noche al Encinarejo, pero esta vez en lugar de hacer el recorrido en coche, lo hicimos andando, y sin linternas. El camino se intuía sobradamente. Caminando bajo la fresneda llegamos a escuchar la llamada de al menos tres cárabos distintos, y arriba, en el mirador, oímos la del búho real, lejana.
     Alargamos nuestra ruta nocturna en coche hasta La Lancha. De camino vimos ciervos cercanos al camino, que al acercarnos, iluminábamos con las luces del coche, y se cruzó también algún conejo. Pero lo más espectacular de todo fue el animal al que le vimos brillar los ojos entre el pasto de la cuneta izquierda de la pista. En cuanto vimos esos ojos que reflejaban la luz del coche, me detuve. No sabíamos lo que era, y pensé que lo más probable es que el animal se fuera hacia la izquierda, perdiéndose en la oscuridad sin darnos la posibilidad de verlo. Pero afortunadamente me equivoque, y el animal atravesó la pista, sin demasiada prisa, de izquierda a derecha, y ante nosotros se descubrió nada menos que ¡una gineta! Al llegar al margen derecho, el pequeño carnívoro moteado brincó al tronco de una encina, trepando hasta la horquilla donde se bifurcaban las dos principales ramas, para descender casi acto seguido a tierra, y continuar su rutina desapareciendo en la noche. Alucinamos con este inesperado y grato avistamiento del elegante vivérrido de cola anillada.
     No llegamos al embalse como la noche anterior, sino que dimos la vuelta poco antes de llegar al poblado porque se nos iba a hacer demasiado pesada la jornada. Volviendo, por el mismo camino, vimos algunos de los únicos animales que casi pueden asegurare que se verán cuando se visita la Sierra de Andújar, más ciervos.

(*) Fotografías: gentileza de Antonio Ibarra.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Conejo Europeo (Orytolagus cuniculus algirus)
  • Zorro Rojo (Vulpes vulpes)
  • Gineta (Genetta genetta)
  • Muflón (Ovis ammon)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Gamo (Dama dama)
  • Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Ánade Azulón (Anas platyrhynnchos)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Gallineta Común (Gallinula chloropus)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Tórtola Turca (Streptopelia decaocto)
  • Búho Real (Bubo bubo)
  • Mochuelo Europeo (Athene noctua vidalii)
  • Cárabo Común (Strix aluco sylvatica)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Pico Picapinos (Dendrocopos major)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Petirrojo Europeo (Erthacus rubecula)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Rabilargo (Cyanopica cyanus cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Gorrión Común (Passer domesticus)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Tritón Pigmeo (Triturus pigmaeus)