sábado, 9 de enero de 2016

RUTA CAMPERA POR LA SIERRA DE ANDÚJAR

     Mi segunda salida campera del año fue hace tres días a la Sierra de Andújar, en compañía de Raimundo y Esteban, y en la que pude conocer a Ana. No estaba en el mejor momento de salud, y el día, gris, húmedo y frío, se tornó en una jornada bastante completa en lo que a observaciones de fauna se refiere.
     Como de costumbre, quedamos al inicio de la carretera que sube a la sierra, pero en lugar ir directamente hacia allí, nos dimos una vuelta por la zona de Los Cerrillos. Entre los olivares, otros cultivos y el cinturón de pastizal que constituyen Los Cerrillos, área de transición entre la sierra y los campos de labor, podían verse urracas, estorninos, tórtolas turcas, y lavanderas blancas y cogujadas. Sobre unos juncos que crecían junto a un arroyó se posó una tarabilla. En nuestro camino se cruzó literalmente un gavilán, volando bajo y a gran velocidad, al que paramos a ver hasta ocultarse en unas adelfas. Por allí cerca también pudimos ver una garcilla bueyera.
     Nos acompañaron en nuestro camino por la sierra urracas, rabilargos, tórtolas turcas, algunos pinzones y unos mirlos. Nuestro destino fue La Lancha, y llegando a las curvas donde aguardaríamos en espera de ver al lince, nos fijamos en un alcaudón real que oteaba desde lo alto de un poste. Pero eché de menos durante el recorrido los ciervos que suelen verse junto al camino, seguramente refugiados en la tranquilidad de áreas más interiores, alejados del trasiego de vehículos de esta época.
     En nuestras observaciones descubrimos algunos ciervos lejanos. Unas perdices tomaban un baño de tierra en una pista. Divisamos un par de chovas en vuelo a las que antes escuchamos sus llamadas. Sonaban entre los arbustos los reclamos de las currucas cabecinegras y rabilargas. En el interior de un acebuche al que me acerqué atraído por sus reclamos descubrí unos herrerillos y una familia de mitos. Nunca supe si tal algarabía se debía a algún conflicto de relaciones interespecíficas. Los buitres planeaban dispersos, siendo complicado distinguir los leonados de los negros de lejos, a falta de luz contra el gris cielo.

Buitre Leonado

Buitre Negro






































     Entre los buitres, apareció el águila imperial. Nos acercamos hacia donde estaba, pero pronto nos centramos en buscar otra cosa. Nos acababan de decir que un lince acababa de cruzar el camino, y el moteado gato no tardó en dejarse ver. Lo estuvimos contemplando desde unos 200 metros de distancia, unos cuantos minutos. Probablemente se tratara del mismo ejemplar que vimos Raimundo y yo el 2 de enero, y aunque entonces lo vimos en un par de ocasiones, fue a más de un kilómetro de distancia. En su camino hizo una parada para orinar, marcando así su territorio. Pero su camino lo llevó a volcar al otro lado de la ladera. Ya que lo había visto, y no tenía mayor interés en seguirlo. Me quedé con Esteban, y mientras esperábamos que Ana y Raimundo volvieran, vimos un verderón posarse en la alambrada.
     Apuntar, eso sí, que con la presencia de tanta gente como acude a este lugar atraída por el celo del lince, tanto como los propios linces, resulta fácil verlos, pues más tarde o más temprano alguien acaba localizándolo, más lejos o más cerca. No es lo más atractivo observarlo entre tanta gente para el naturalista, ni tampoco el fotógrafo consigue imágenes exclusivas e inéditas de la especie, pero es un aliciente esta facilidad con la que se puede descubrir al lince, que también se mueve más impulsado por sus instintos reproductores en esta época, periodo delicado y crucial para la especie. Y aunque se pude presumir más o menos un comportamiento éticamente correcto en los observadores y fotógrafos de naturaleza, también es cierto que estas concentraciones en el camino de La Lancha pueden constituir una barrera que los linces no pueden cruzar, sobre todo cuando se forman procesiones de gente que, llevados por el interés que suscita observarlos y que lógicamente siente cualquiera al que le gusten los animales, les siguen a cada paso, para satisfacer la curiosidad que sana y egoístamente tenemos los amantes de la Naturaleza. Por desgracia sigue quedando algún descerebrado, que intuyendo la trayectoria que seguirá el lince, se coloca cortándole el paso en aras de capturar la foto “perfecta”, pero afortunadamente son muchos los que toman consciencia de ello, y aunque se apelotonen en un determinado punto para verlo, este queda transversal o paralelo al sentido en el que se desplaza el animal.
     Cuando de nuevo nos juntamos los cuatro, elegimos un nuevo destino, y tiramos para el Encinarejo. Volvimos a ver al alcaudón real cuando nos íbamos. De camino, vimos rabilargos, urracas y bastantes tórtolas turcas. Paramos para ver una pareja de pitos reales en una dehesa. Mientras uno de los componentes voló lejos, el otro se posó en una encina no muy lejana, pero como es costumbre en los pájaros carpinteros optó por ponerse en la otra cara del tronco, opuesta a nosotros. Más adelante volvimos a parar, junto a un arroyo en cuyo entorno encontramos un tritón ibérico, en fase terrestre, y que aunque era adulto, se trataba de un ejemplar inmaduro.

Tritón Ibérico

     Pasaron los cormoranes sobre el Río Jándula, mientras comíamos en la aledaña área recreativa del Encinarejo, sobrevolada por los aviones roqueros. Después de almorzar dimos un paseo junto al río. Revoloteaba un mosquitero entre los cantos rodados entre los que corría el agua, adonde acudieron a beber unos jilgueros. Fue fácil descubrir al escribano montesino en las desnudas ramas de un sauce. Se escuchó el regañante reclamo del carbonero provenir del soto fluvial.
     Pasamos el resto de la tarde, hasta que nos fuimos, en el mirador, desde donde divisamos ciervos ciervos y gamos al frente. Los aviones roqueros también volaban por allí, y además de los cormoranes, también pasó la garza real, dejándonos oír su graznido. Acudió un carbonero que estuvo posado brevemente en los lentiscos cercanos. Y vimos el vuelo batido del martín pescador recorrer el cauce, junto a la deshojada fresneda, que más tarde eligió una rama como posadero no muy lejos del mirador desde el que lo observábamos.

Martín Pescador

(*) Fotografías: gentileza de Raimundo Gómez.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Lince Ibérico (Lynx pardinus)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Gamo (Dama dama)
  • Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo)
  • Garcilla Bueyera (Bubulcus ibis)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Gavilán Común (Accipiter nisus)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Tórtola Turca (Streptopelia decaocto)
  • Martín Pescador Común (Alcedo atthis)
  • Pito Real Ibérico (Picus sharpei)
  • Pico Picapinos (Dendrocopos major)
  • Cogujada Común (Galerida cristata)
  • Avión Zapador (Ptyonoprogne rupestris)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Tarabilla Europea (Saxicola rubicola)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Curruca Rabilarga (Sylvia undata)
  • Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala)
  • Mosquitero Común (Phylloscopus collybita)
  • Mito Común (Aegithalos caudatus irbii)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Herrerillo Común (Cyanistes caeruleus)
  • Alcaudón Real (Lanius meridionalis)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Chova Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Jilguero (Carduelis carduelis)
  • Verderón Común (Chloris chloris)
  • Escribano Montesino (Emberiza cia)
  • Tritón Ibérico (Lissotriton boscai)

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