domingo, 15 de noviembre de 2015

EXCURSIÓN A LA SIERRA DE ANDÚJAR

     Con el propósito de ayudar a Laura a documentar un reportaje de viajes enfocado sobre la Sierra de Andújar, como destino turístico, la acompañamos ayer, en un recorrido por la sierra, Elena, Fran, y yo. Por mi parte, me dediqué a mostrarle los animales que íbamos viendo, quizás omitiendo o tocando con demasiada ligereza otros aspectos que hacen de la Sierra de Andújar un enclave singular, como la vegetación o su geología, aunque desde luego, el valor más destacado de este espacio natural sea su gran diversidad faunística, de la que tan solo observamos una pequeña muestra, en un día cualquiera.
     Salimos por la Carretera de la Cadena, en cuanto empezamos a transitar por la zona de Los Cerrillos, paré a ver un macho de tarabilla común posado sobre un tamujo cercano al cauce del Arroyo Mestanza. No tardamos mucho en volver a parar para ver a una garcilla bueyera caminado entre las vacas, haciendo honor a su apellido. También se movían lavanderas blancas por la hierba que tapiza las suaves lomas con un fresco verdor, y algún que otro colirrojo tizón. Carretera arriba, donde el encinar es desplazado por los pinares de Las Viñas de Peñallana, se nos cruzaron rabilargos, y vimos el planeo de los buitres leonados.
     Paramos en una vieja viña, en cuya piscina caen anfibios, y actúa como una trampa de la que no pueden salir. Por primera vez en algunos años el nivel de agua estaba lo bastante bajo que dejaba expuesto al aire parte del fondo. Encontramos allí, entre la pinocha, ocho tritones pigmeos adultos, de diferentes tamaños, y nueve gallipatos, también adultos, y aunque de tamaño variable de unos a otros, todavía no habían alcanzado la talla máxima a la que pueden llegar. Optamos por dejarlos allí, pues aunque no puedan entrar y salir libremente de la piscina, es lo bastante amplia como para que puedan vivir en condiciones óptimas, conseguir alimento, y reproducirse.

Tritón Pigmeo



























     Mientras estábamos en la zona de la piscina, escuchamos el canto del águila imperial, pero el pinar que nos rodeaba, impedía localizarla. Caminamos por el umbrío pinar, hasta el borde de un soleado talud donde se abría la vista hacia el norte de la sierra. No tardó mucho en descubrirse un ejemplar adulto de águila imperial, que de vez en cuando soltaba algún cacareo al aire, mientras se elevaba sobre el mismo. Bajo el águila, apareció al rato un buitre negro que iba siguiendo su trayectoria en la columna de aire.

Gallipato













    













     De vuelta hacia el coche, escuchamos la aguda voz del agateador cantar en el pinar. Además se nos cruzó una pequeña lagartija colilarga, que se movía con rápidas carreras. Con el coche llegamos hasta otro sitio desde el que pueden contemplar unas fabulosas vistas de la sierra. Nuestra estancia allí fue breve, pues el tiempo apremia, y anochece pronto en estos días del avanzado otoño.
     Siguiendo por el camino, poco antes de incorporarnos a la carretera, dirección a La Lancha, paré al ver a un macho de curruca capirotada ocultarse en una coscoja. Esa corta parada, en la que ni siquiera nos bajamos del coche, nos permitió oír cantar al carbonero común, y ver pasar algunos rabilargos.
     Vimos de camino hacia el Embalse del Jándula, una vez pasadas Las Viñas, urracas, pinzones y un par de zorzales charlos, pero fueron los ciervos, sobre todo los primeros que vimos, los que parecían acaparar más interés por parte de mis compañeros de ruta, y a mí mismo. Cuanto mayor sea un animal suele producir este efecto. Pero no me pasaban desapercibidos, cada vez que nos deteníamos unos momentos para ver algún ciervo, detectar a las totovías o a los petirrojos a través de sus cantos. Y donde estuvimos almorzando, nos acompañó un petirrojo que varias veces asomó entre la vegetación, y posó sobre la arena del carril.
     Al poco de retomar la marcha, paramos a contemplar la ternura con la que una cierva amamantaba a su gabato, y el contundente rechazo que mostraba frente a otra de sus compañeras del grupo al acercarse a ella, tal vez su cría del año anterior. Paramos algo más adelante, al llegar a la primera de las “curvas de La Lancha”. No tardamos en ver unos ciervos, pero junto a ellos había también un jabalí que, siguiendo su ruta, se perdió monte arriba. Últimamente, a tenor de otras observaciones que he realizado en la zona, parece que los jabalíes empiezan a dejarse ver con luz más a menudo, y también más tranquilos. Es posible que ello se deba a que ha dejado de practicarse la caza en esta finca que circunda el camino, y también sendero, al que presta su nombre, Los Escoriales. Pasaron también por allí unas palomas torcaces.
     Retomando la ruta hacia el pantano, cruzó velozmente el camino un herrerillo que siguió volando pendiente abajo, perdiéndose pronto de vista. Al llegar al embalse, aparcamos el coche y cruzamos la presa andando. Estuvimos viendo la silueta de un par de grandes peces que buceaban superficialmente, mientras que los aviones roqueros nos revoloteaban por encima. Los colirrojos tizones se movían por el muro del dique que contenía el agua embalsada al otro lado. Pasamos al otro lado del túnel excavado en el granito, y nos asomamos al rebosadero de la presa. Podían oírse las notas musicales del petirrojo, procedentes del tupido sotobosque de brezos, madroños y cornicabras que cubría la umbría ladera.
     Al volver a cruzar la presa, además de los aviones roqueros y los colirrojos, pude ver pasar un verdecillo rápidamente. Recorrimos también el corto Sendero del Mirador del Rey. El azar no nos permitió que viésemos a las cabras monteses que viven en estos roquedos. En cambio sí que vimos algún que otro cormorán venir volando desde el embalse. Y también escuchamos los graznidos de la chova piquirroja, pero no la localizamos.
     Invertimos las últimas horas de claridad en dar un paseo por las ruinas del poblado de La Lancha. Descubrí unos estorninos posados en lo más alto de un eucalipto, y pude escuchar los repetitivos pitidos del pico picapinos. Vimos algunos ciervos más en el camino de vuelta, con las últimas luces del fresco atardecer. En una última parada, envueltos ya en la oscuridad de la noche, escuchamos venir de las dehesas los bramidos de un toro, los berridos del ciervo, y el canto de los mochuelos.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Jabalí (Sus scrofa)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Gamo (Dama dama)
  • Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo)
  • Garcilla Bueyera (Bubulcus ibis)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Mochuelo Europeo (Athene noctua vidalii)
  • Pico Picapinos (Dendrocopos major)
  • Totovía (Lullula arborea)
  • Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros)
  • Tarabilla Común (Saxicola torquatus)
  • Zorzal Charlo (Turdus viscivorus)
  • Curruca Cabecinega (Sylvia melanocephala)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Herrerillo Común (Cyanistes caeruleus)
  • Agateador Común (Certhia brachydactyla)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Chova Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocarax)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Verdecillo Común (Serinus serinus)
  • Lagartija Colilarga (Psammodromus algirus)
  • Gallipato (Pleurodeles waltl)
  • Tritón Pigmeo (Triturus pygmaeus)

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