sábado, 18 de julio de 2015

OBSERVACIONES EN LA LAGUNA DE LA VEGUILLA

     Aproveché esta mañana, en la que el calor daba tregua, para acercarme andando a la Reserva Natural del Complejo Lagunar de Alcázar de San Juan. Dado que en la Mancha Húmeda se funden las lagunas con los amplios y llanos campos, es posible observar la variada avifauna que se congrega en estos entornos, pertenecientes a ambos mundos, al lacustre y al estepario. Mi corto paseo se limita a la Laguna de la Veguilla, y mis observaciones se ciñen a lo que fui capaz de identificar a simple vista, debido a que no me traído los prismáticos aquí, un error imperdonable que no se puede permitir un naturalista.
     Las manchas de agua que reflejaban el cielo en su espejo y verdor del carrizal a su alrededor, en el horizonte, en medio del asolado páramo manchego, me indicaban donde se hallaba el humedal que visitaba por primera vez. Aunque yo ya me había fijado en la silueta de la cigüeña sobre su nido situado en un poste, que destacaba en el paisaje. Puntos negros y puntos blancos en el agua, aguardaban a ser identificados. Sobre ellos, la oscura silueta del aguilucho lagunero contra el gris del cielo no suponía ninguna duda.
     Llegando hacia el Centro de Visitantes había conejos entre los tarajes y golondrinas volando a ras del camino. Una abubilla levantó el vuelo desde el suelo, donde se desplazaba una lavandera blanca. También se movía alguna paloma torcaz, abejarucos y gorriones. Antes de dirigirme al primer observatorio, me asome a una alberca junto al centro, donde placidamente nadaban un par de fochas.


     Desde el observatorio pude comprobar que aquellos puntos blancos que veía lo lejos eran flamencos, y los puntos negros se correspondían con fochas y ánades reales, y quizás alguna especie de pato más. Todavía estaban lejos, pero ya podía distinguirlos. Los vencejos bajaban desde las altas capas del aire donde se suelen mover, a beber a la laguna, dando pasadas sobre las mismas, recordándome a las golondrinas que volaban justo a mi espalda, sobre el terreno. Desde el observatorio podía oír a las golondrinas y a los abejarucos mientras miraba a los zampullines sumergirse, o al aguilucho lagunero sobrevolar el carrizal. Más al fondo revoloteaban, entre risotadas, un par de gaviotas reidoras.
     Caminando por los alrededores de la laguna, sin saber que llegaría a un segundo observatorio, destacaban los conejos por su número. Era fácil encontrar sus letrinas y excavaciones por el terreno. También las urracas resultaban frecuentes en el lugar. Desde el segundo observatorio podía ver los flamencos, los patos y las fochas más cerca. También a un par de aguiluchos laguneros, y alguna paloma bravía. Pero el ave que más me llamó la atención fue el morito que pasó volando. Cercanos al observatorio, hubo un pequeño grupo de gorriones en un taray. Un par de bandos de estorninos volaban, lejos y altos.


     Se despejó la mañana, brillaba y calentaba el sol y el cielo se tornó azul. Tras un rato, seguí el camino, que me llevó a un tercer observatorio, donde permanecí más tiempo que en los anteriores. Bullía la vida. Además de los flamencos, ánades y fochas, nada más llegar se levantaron de las someras aguas las avefrías que probablemente advirtieron mi presencia. O tal vez las inquietara el paso de tres aguiluchos laguneros. Por las aguas cercanas a la orilla merodeaban pequeñas limícolas, que probablemente fueran andarríos. El morito, estaba posado por allí cerca, sobre la jungla de carrizos. Y de las entrañas de la jungla se descubrió el gallo azul, el calamón. Una pareja de grajillas posadas en un poste, y el paso de alguna que otra paloma, bravías y torcaces, completan el elenco de aves que fácilmente podía reconocer, sin necesidad de prismáticos, pero con la frustración de no poder observarlas con más detalle. Y adonde estaban las avefrías vinieron a posarse un grupo de cigüeñuelas.
     Pero distintos espectáculos se sucedieron mientras aguardaba allí. Una limícola estuvo hostigando insistentemente con gritos y picados a un aguilucho lagunero que cicleaba en el cielo. Otro aguilucho lagunero se bañaba en la laguna. Junto a las cigüeñuelas volvieron las avefrías, que volvieron a alzar el vuelo un par de veces más, junto con las pequeñas limícolas de la orilla, cada vez que el aguilucho lagunero aparecía por las inmediaciones. Salieron de la espesura del carrizal un par de calamones, que pronto se quitaron de mi vista. Varias cigüeñas cicleaban sobre la laguna. Escuché en un par de ocasiones al ruiseñor bastardo, y multitud de sonidos más que llegaban a mis oídos que no sabía ponerles nombre del ave que los emitía.


     Aparentemente el camino no seguía más adelante. Volví sobre mis pasos, y volví a parar un rato en el segundo observatorio. Poco después hice lo mismo, dirigiéndome al primero. Nada nuevo que añadir en ninguna de ambas paradas.
     Tras el rato que pasé en el observatorio donde estuve al principio, decidí moverme por el lado opuesto a los observatorios, por la otra orilla, tratando de bordear la laguna, explorar un poco, y quizás llegar a encontrar el camino que me llevara a la segunda laguna, de las tres que forman este humedal. Descubrí otro pequeño observatorio bastante alejado del agua, miré a mis pies, y concluí que seguramente funcionaría cuando el nivel del agua subiera. También encontré un par de calvas en el carrizal que abrían la vista a la laguna. El cielo que surcaban las gaviotas sombrías había vuelto a nublarse, a descolorarse entre el gris y el blanco.


     Durante mi andanza pude oír los monótonos arrullos de la tórtola común y a las urracas alarmadas. Pude ver a los flamencos, las cigüeñuelas y a las menudas limícolas de las aguas superficiales allí donde me lo permitían los carrizos. Como no encontré la forma de seguir adelante, bien para rodear la laguna, bien para el encontrar el camino hacia la próxima, volví para atrás. Los crotoreos de las cigüeñas, que ahora planeaban sobre mí, me hicieron alzar la vista para contemplarlas. La melódica estrofa de una cogujada me permitió descubrirla en el suelo.


      Volví a sentarme un rato en el primer observatorio donde estuve cuando llegué. Por una ventana lateral pude ver a un grupo de golondrinas posadas sobre las secas ramas de un taray. Los flamencos se habían acercado ahora a la masa de agua que desde aquí se vislumbraba en primera línea. En esta ocasión me fue posible ver una pareja de malvasías cabeciblancas. Pude identificar a estos pequeños patos gracias a la cabeza blanca y al pico azul del macho. Y junto al observatorio empezó a caminar un andarríos chico, que por la cercanía, pude ver con total claridad. Y ya de regreso a Alcázar escuché unos reclamos entre unas piedras que asocié con collalbas. No tardé en ver que se trataban de una pareja de collalbas grises.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Zampullín Chico (Tachybaptus ruficollis)
  • Cigüeña Blanca (Ciconia ciconia)
  • Morito (Plegadis falcinellus)
  • Flamenco Común (Phoenicopterus roseus)
  • Ánade Azulón (Anas platyrhynchos)
  • Malvasía Cabeciblanca (Oxyura leucocephala)
  • Aguilucho Lagunero Occidental (Circus aeruginosus)
  • Calamón Común (Porphyrio porphyrio) 
  • Focha Común (Fulica atra)
  • Cigüeñuela Común (Himantopus himantopus)
  • Avefría Europea (Vanellus vanellus)
  • Andarríos Chico (Actitis hypoleucos)
  • Gaviota Reidora (Chroicocephalus ridibundus)
  • Gaviota Sombría (Larus fuscus)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Paloma Bravía (Columba livia)
  • Tórtola Europea (Streptopelia turtur)
  • Tórtola Turca (Streptopelia decaocto)
  • Vencejo Común (Apus apus)
  • Abejaruco Europeo (Merops apiaster)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Cogujada Común (Galerida cristata)
  • Golondrina Común (Hirundo rustica)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Collalba Gris (Oenanthe oenanthe)
  • Ruiseñor Bastardo (Cettia cetti)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Grajilla Occidental (Corvus monedula)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Gorrión Común (Passer domesticus)

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