lunes, 16 de enero de 2017

EL LANCE DEL LINCE

     Inesperadamente no trabajé hace dos días, lo que me brindó la oportunidad de salir al campo en compañía de Julia, Lucía y Paquillo, que junto a otros compañeros de su promoción de Ciencias de Ambientales de Málaga, entre los que están Lola, promotora de la quedada, vinieron a pasar este fin de semana en la Sierra de Andújar. El grupo había contratado una visita guiada por Inma y Paco, y durante nuestro recorrido me encontré con Raimundo, con quien pasé la mitad de la jornada. Una jornada naturalista que además haría las delicias del más exigente de los naturalistas, en la que se dejaron ver las seis especies emblemáticas que residen permanentemente en este privilegiado enclave de Sierra Morena que es Andújar, acompañadas de un variado elenco de otras especies igualmente interesantes, siendo de entre aquellas primeras el lince el que en mejores condiciones pude observar.

La cauta mirada del lince

     Me encontré con el grupo en El Encinarejo. Ellos ya me llevaban cierta ventaja, pues hasta que supe que ese sábado no trabajaría, ya llevaban en el campo casi un par de horas, y habían visto a la nutria. Por el camino yo había visto algunas de las aves más usuales que suelen verse al recorrer ese trayecto, estorninos, algunas urracas y al mirlo. Lamentaba no haber podido llegar antes, y haber compartido el avistamiento de la nutria, pero mientras aún esperábamos su aparición en las tranquilas aguas del río, podíamos oír a un par de gorriones chillones posados en un cable, ver a los mosquiteros y a la lavandera cascadeña pulular entre los guijarros del río y a unos cuantos estorninos sobre un eucalipto seco. Pero tan solo vimos salir de la espesura de la vegetación a un picogordo que cruzo el caudal volando de orilla a orilla, para ocultarse nuevamente entre las plantas.
     Pero con el cambio de ubicación, sí que logramos ver al mustélido acuático, delatada por sus movimientos, aunque tan sólo unos instantes. También divisamos, a pesar del fuerte contraluz, a los dos miembros de una pareja de águilas imperiales posadas en sendos postes, mientras podíamos oír al zorzal charlo y los arrullos de palomas torcaces, de las que vimos alguna que otra pasar por allí. Una familia de mitos se movía por unas encinas próximas, mientras se descubrió entre el matorral por unos momentos una curruca cabecinegra hembra, a la cual habíamos oído. También pasaron unos pocos cormoranes, y vimos a la garza real.
     Del Encinarejo no movimos hacia La Lancha. Lucía me acompañó durante todo este recorrido, lo que nos dio más tiempo para hablar sobre nuestras vidas y ponernos al día, que ya hacía más de un año que no nos habíamos visto. Por el camino vimos urracas, rabilargos, tórtolas turcas, alguna abubilla, perdices, trigueros, petirrojos y pinzones, e hicimos algunas paradas para observar el terreno en las que pudimos ver colirrojos y al andarríos grande. Sobre una redondeada roca de granito aparecían un par de mochuelos, como parte de la misma, a modo de dos pequeños bolos graníticos puestos sobre ella. Un par de madrileños que venían con un niño, que pararon junto a nosotros se entusiasmaron bastante con estos avistamientos, que además, por su entusiasmo motivado, parecían estar descubriendo estas aves por primera vez. Una satisfacción que ya es menos patente en los que nos hemos acostumbrado a ver con cierta asiduidad estos animales, pero que no debemos olvidarnos del placer que supone seguir observándolos, pese a lo comunes que puedan resultar.
     Bajando por la zona de curvas, divisamos un buitre leonado y un negro. Pero eché de menos a lo largo de todo el trayecto no haber visto ningún ciervo. Paramos en el Mirador del Jándula, desde donde vimos más buitres, aunque más lejos. El águila real, posada sobre una roca, a lo lejos, que poco después emprendió el vuelo compartiendo el espacio aéreo con los buitres. Más cerca, vimos un ejemplar damero de águila imperial alejándose. Y por las inmediaciones no nos faltaron los petirrojos, frecuentes ahora, en la invernada, y las torcaces que sobrevolaron el área. También divisamos con los telescopios un ciervo. Inma además estrenaba su “tele” ese día.
     Seguimos hacia la presa del Embalse del Jándula sobrevolada por múltiples aviones roqueros. También vimos algunos buitres planeando, y un leonado particularmente pasó volando bastante cerca. Con Paquillo rememoramos cuando él vio el lince por aquella zona en el Voluntariado en el que nos conocimos Inma, él y yo, así como la valoración del trabajo que allí acometimos con los eucaliptos. Julia, un compañero de su grupo y yo entramos un momento en el túnel a ver los murciélagos que allí reposan durante el día. Desde los aparcamientos, volvimos a levantar la mirada al cielo para ver al águila imperial volando entre los buitres.
     De camino hacia arriba fue muy propicio que me encontrara a Raimundo, con quien me quedé a comer y a echar el resto del día, puesto que el grupo tenía una visita al interior de una finca privada. El zumbido de las abejas entre los florecidos romeros era continuo. Poco antes de comer se escuchaba la curruca cabecinegra, y un macho acabó elevándose sobre el lentisco donde se ocultaba, para volver a esconderse a continuación.


















     Después de almorzar Raimundo sugirió que deberíamos darnos un paseo. Acertada proposición, pues no muy lejos un grupo de gente acababa de ver al lince. Entre ellos estaban los madrileños con los que había coincidido por la mañana. No debimos esperar demasiado rato para verlo. Aunque dada nuestra posición y la del felino resultaba difícil hacer una observación cómoda. Lo descubrimos inmóvil, contra una roca. Algo llamaba poderosamente su atención, que le atrapaba la mirada como para ignorar la expectación que había despertado entre el público que lo contemplaba. Y tras una breve pero apresurada y certera carrera el lince se precipitó sobre su presa por excelencia, un joven conejo en el que yo por lo menos, no había deparado en su presencia. Quizá porque mi atención en el lince estaba tan centrada como la del lince lo estaba en el conejo. Pero durante el tiempo que duró el acecho, me dio tiempo a suponer que podría estar haciendo lo que finalmente hizo. ¡Acabábamos de ver la secuencia de un documental, en vivo!

Es predador especialista con su presa específica

     El conejo no emitió chillido alguno al ser cazado. Pensé que pudiera haber sido silenciado por el murmullo de la gente que me rodeaba, pero lo cierto es que nadie lo escuchó. No tardó mucho en comisquearlo en el mismo sitio donde cazó al lagomorfo, junto a un lentisco, y poco a poco se fue alejando del lugar. Pero antes de largarse volvió a brincar entre las rocas, en las que estuvo un rato echado al sol, tranquilo. Tras perderse de la vista de todo el mundo, la gente volvió a dispersarse, colocándose cada cual en su posición para seguir oteando el paisaje a la espera de que la suerte les sonría de nuevo.


















     Prologando la espera tan solo divisábamos las urracas sobre el terreno por que cruzaban palomas de vez en cuando, más algún que otro lejano ciervo que descubríamos. Y unas horas más tarde, cuando estábamos apunto de marcharnos, de nuevo se dejó ver el punteado gato. Había vuelto de su campeo a la misma área donde anteriormente había cazado. Costaba seguirle sus movimientos entre rocas, lentiscos y acebuches. De hecho yo dejé de verle pronto. Pero Raimundo, que volvió a estar acertado, supo posicionarse mejor y consiguió verle durante más tiempo y más cerca. Volvió a tener éxito al cazar de nuevo, otro joven conejo, y tras comérselo consiguió cruzar la pista, y recuperar su intimidad, penetrando en el monte que lo apartaba de curiosas miradas y objetivos fotográficos. No todos los días se puede presenciar al felino mediterráneo en acción, ejerciendo su papel de depredador. Ya podíamos irnos más que satisfechos. A parte de los ciervos, de regreso, con la luz del atardecer, pude ver también algún gamo.

(*) Fotografías: gentileza de Raimundo Gómez.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Nutria Paleártica (Lutra lutra)
  • Lince Ibérico (Lynx pardinus)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Gamo (Dama dama)
  • Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Águila Real (Aquila chrysaetos)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Andarríos Grande (Tringa ochropus)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Tórtola Turca (Streptopelia decaocto)
  • Mochuelo Europeo (Athene noctua vidalii)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Avión Roquero (Ptyonoprogne rupestris)
  • Lavandera Cascadeña (Motacilla cinerea)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Zorzal Charlo (Turdus viscivorus)
  • Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala)
  • Mosquitero Común (Phylloscopus collybita)
  • Mito Común (Aegithalos caudatus irbii)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Chova Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Gorrión Chillón (Petronia petronia)
  • Pinzón Común (Fringilla coelebs coelebs)
  • Picogordo (Coccothraustes coccothraustes)
  • Triguero (Miliaria calandra)

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