martes, 31 de mayo de 2011

EXCURSIÓN EN BICICLETA A LA ROPERA

     Ayer, a media tarde, cuando todavía no había empezado a refrescar, salimos David y yo a dar un paseo en bicicleta hasta La Ropera. Mientras pedaleábamos en la carretera que separa Andújar de La Ropera, rodeada por cultivos de maíz, de olivos y de árboles frutales, pocas aves se movían a esas horas de la cálida tarde. Tan solo era posible ver alguna cogujada, a la sombra que proyectaba algún árbol o poste en la carretera, y a los bulliciosos vencejos volando en el cielo. Al llegar a la pequeña aldea paramos un momento en la fuente para beber y rellenar de agua las botellas. Se escuchaba algún verderón, y también a los gorriones y estorninos moviéndose en los tejados.
     Al salir de la aldea, pasamos por las choperas que lo rodean y a continuación seguimos nuestra ruta entre caminos envueltos por la densa vegetación rupícola. La sensación de bochorno aumentó durante este tramo debido a la proximidad del río. Una explosión de sonidos bombardeaba nuestros oídos. Sus autores eran mirlos, abejarucos, oropéndolas y ruiseñores. De vez en cuando se cruzaban en el camino algún mirlo o algún ruiseñor, y en los claros de vegetación que apuntaban al cielo, podíamos ver a los abejarucos. Nuestro camino, cada vez discurría más cercano al río, y poco a poco disminuía la densidad de los sauces y las zarzas, lo que nos permitía contemplar las turbias aguas del río sobre las que nadaban algunos ánades reales. En las orillas inundadas del remanso del río, donde se depositan sedimentos, empezaban a crecer de nuevo las espadañas, arrasadas durante las fuertes crecidas del invierno. En esas orillas nos fue posible observar a la garza real y escuchar el corto trompeteo de la gallineta. Las golondrinas bajaban en velo rasante a tomar agua del río.
     Cruzamos el viejo puente, y cambiamos de orilla. Desde el puente nos llamo la atención un potente silbido, pero pronto descubrimos a su autor. Se trataba de una pareja de chorlitejos chicos. Ahora teníamos en frente el margen del río por el que acabábamos de circular, y la escasez de vegetación en este tramo nos permitía ver con más facilidad a las garzas y a los patos, e incluso llegamos a ver algunas gallinetas. Pero no nos detuvimos aquí y seguimos hacía adelante, buscando la sombra del sotobosque que había a continuación. Por el olivar que atravesamos antes de llegar al soto fluvial, descubrimos a una liebre encamada, que se dejó observar tranquilamente. Dejamos las bicis, y nos adentramos entre la vegetación de ribera para acercarnos a la orilla, donde hicimos una espera. Escuchábamos a las ranas croar y a las tórtolas comunes arrullar. De las turbias aguas del río, asomaba la cabeza de algún galápago, y de vez en cuando saltaba alguna carpa. También sobre las aguas del río, pudimos ver un gran número de ánades reales, jóvenes y adultos en plumaje de eclipse. Justo frente a nosotros había un montículo alargado de sedimentos en el que empezaba a crecer vegetación palustre, por cuyas orillas correteaban incesantemente cuatro chorlitejos. Un águila calzada cruzó el río, de lado a lado, por encima del bosque de galería.
     Al coger las bicis para regresar, un gran revuelo de rabilargos enfurecidos que centraban sus ataques sobre un enemigo aparentemente invisible en la copa de una encina, nos hizo detenernos y mirar con atención lo que sucedía. Intentábamos descubrir entre las ramas de la encina a la rapaz que presumiblemente era hostigada por los córvidos, pero hasta que no se movió, saltando de una rama a otra, de la misma encina, no pudimos ver que se trataba de un azor. Y a continuación emprendió la huida, a cielo abierto, perseguido por los rabilargos, hasta que se perdió en la espesura del bosque ribereño.
     Antes de marcharnos definitivamente, volvimos a hacer otra espera más adelante, en el área donde apenas había vegetación y desde donde teníamos una buena perspectiva del río. A la sombra de una encina, escuchábamos el áspero canto del carricero común y la monótona estrofa del ruiseñor bastardo, mientras un pequeño buitrón se movía a nuestro alrededor. En la orilla de en frente se veían fácilmente garzas, patos y gallinetas. Con paciencia acabamos viendo algunas garcillas que pasaron en vuelo, y al advertir nuestra presencia giraron pero sin modificar el rumbo. También pasó volando rápidamente un avetorillo. A la otra orilla fue a posarse una cigüeña y una paloma torcaz que bajó a beber. Y entre la vegetación marchó un calamón, y descubrimos dos pollos de martinete.
     Y antes de que anocheciera, emprendimos el regreso, esta vez sin pasar por el pueblo, por un camino alternativo que discurre entre olivares, donde en un poste pudimos ver un mochuelo que comenzaba su jornada antes de la puesta de sol.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Liebre Ibérica (Lepus granatensis)
  • Avetorillo Común (Ixobrychus minutus)
  • Martinete Común (Nycticorax nycticorax)
  • Garcilla Bueyera (Bulbulcus ibis)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Cigüeña Blanca (Ciconia ciconia)
  • Ánade Azulón (Anas platyrhynchos)
  • Azor Común (Accipiter gentilis)
  • Aguililla Calzada (Aquila pennata)
  • Calamón Común (Porphyrio porphyrio)
  • Gallineta Común (Gallinula chloropus)
  • Chorlitejo Chico (Charadrius dubius)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Tórtola Europea (Streptopelia turtur)
  • Mochuelo Europeo (Athene noctua vidalii)
  • Vencejo Común (Apus apus)
  • Abejaruco Europeo (Merops apiaster)
  • Cogujada Común (Galerida cristata)
  • Golondrina Común (Hirundo rustica)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Ruiseñor Bastardo (Cettia cetti)
  • Buitrón (Cisticola juncidis)
  • Carricero Común (Acrocephalus scirpaceus)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Alcaudón Común (Lanius senator)
  • Oropéndola Europea (Oriolus oriolus)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Gorrión Común (Passer domesticus)
  • Verderón Común (Chloris chloris)
  • Galápago Leproso (Mauremys leprosa)
  • Rana Verde Ibérica (Pelophylax perezi)
  • Carpa (Cyprinus carpio)