miércoles, 19 de agosto de 2015

VOLUNTARIADO EN SIERRA NEVADA

     Por segundo año consecutivo, he participado en el Voluntariado que lleva a cabo Amigos de la Tierra y Eco Campus UAM en Sierra Nevada. Además, la zona de actuación también era el entorno del Mulhacén, por lo que he vuelto a muchos de los mismos sitios en los que estuve el año pasado. Y las labores que desempeñamos, como el año anterior, también consistieron en levantar hitos de piedras y señalizar la vereda de subida y bajada al Mulhacén (esta vez en la ladera sur), eliminar sendas secundarias (para evitar el pisoteo de las plantas y la erosión), y eliminar corraletas de los borreguiles, esta vez de Siete Lagunas.
     Lejos de cansarme, o aburrirme, por volver a los mismos sitios, los momentos vividos siempre son diferentes. Ha sido una maravillosa experiencia la que he podido compartir con Juanjo, David, Irene y Eduardo, a quienes he conocido gracias al Voluntariado, y reencontrarme con Sergi, a quien ya tenía muchas ganas de volver a ver, desde otro Voluntariado en el que nos conocimos, hacía tres años, y con Pedro, el monitor, y experimentado montañero, quien una vez más ha conducido el grupo de manera ejemplar. Un extraordinario equipo, del que he aprendido mucho, gracias a todo lo que han aportado.
     Y en la faceta naturalista, puedo decir que mis expectativas han sido bastante satisfactorias. Dado que nunca hay dos días iguales en el campo, ni aun repitiendo en el mismo sitio, en cuanto a observación de fauna se refiere, han convertido estos casi once días en Sierra Nevada, en unas jornadas naturalistas muy interesantes, que desarrollo en el siguiente diario.

                                                                                                     
Martes 4: La llegada.

     Con la emoción contenida, me fui para Granada con bastante antelación, sobre las 14.30, a pesar que la hora de quedada no era hasta las 17.00, y solo necesitaba hora y media para llegar al punto de encuentro, la Estación de Autobuses. A esas horas de calor, no es mejor momento para observar animales. Tan solo le eché cuentas a los milanos negros que se arremolinaban en torno al vertedero de Jaén, y a un águila calzada que volaba sobre la autovía, ya no muy lejos de Granada.
Barranco de Tablate
     Tras el encuentro de quienes íbamos a integrar el grupo, y la presentación oficial, salimos hacia Capileira, el lugar donde de nuevo estábamos alojados. Pero antes de llegar, hicimos una parada, que constituyó nuestra primera visita a Las Alpujarras, al Puente Nazarí de Tablate. El histórico puente une ambos lados de un profundo tajo, en cuyo entorno volaban algunos ejemplares de golondrina común y de avión roquero. También vi una curruca cabecinegra en un arbusto que crecía en las paredes del precipicio. Sergi, pudo ver además, tres oropéndolas volar entre los árboles que crecen desde lo más profundo del encajonado cañón, y extienden sus copas, en busca de la luz, en la parte superior.

Puente viejo de Tablate (Época Nazarí)

Puente nuevo de Tablate (S: XIX)


























     En lo que restaba de camino hasta llegar, tan solo me fijé en unos vencejos. Ya en el hotel, por sus arriates, estuve viendo a un par de colirrojos tizones, que quizás por su juventud, resultaban muy confiados. Y de la espesura de la vegetación circundante a los jardines, emanaba el canto del chochín.


Miércoles 5: Jornada de sensibilización.

     Un vistazo por el balcón, al levantarme, me permitía ver unas lavanderas blancas por los terrados de las casas de Capileira, y al colirrojo tizón antes de entrar al comedor a desayunar, mientras se escuchaba el canto del chochín y los reclamos de un carbonero común, que se dejó ver, por las cercanías.
      Acompañados por Carmen, guía-intérprete del Parque, y Juan, un voluntario de la red local, dedicamos la mañana a realizar una campaña de sensibilización ambiental enfocada a la recogida de los propios residuos generados por los visitantes que subían al Mulhacén, en peregrinación por la romería. Como incentivo, ofrecíamos una camiseta a quien se bajara su propia basura. Para ello nos situamos en el Alto del Chorrillo, y parábamos a los transeúntes que iban hacia arriba, para darles una bolsa de basura, y animarles a que se bajasen sus propios residuos. También dedicamos parte de nuestra labor a la recogida de basura por los alrededores, y por el camino.
     Desde donde estábamos pude ver algún buitre leonado, y también algún cernícalo. Pero me llamaban mucho la atención los insectos de pigmentación melánica que se podían ver con facilidad, como Baetica ustulata, que ya lo había visto el año pasado, y ejemplares de Satyrus actaea, de alas negras, que revoloteaban por allí. Además también había otros tipos de pequeños saltamontes, unos grises que desplegaban alas azules al saltar (Oedipoda caerulescens), otros que combinaban el verde y el pardo-rojizo (Chorthippus binotatus).

Chorthippus binotatus

     Para no estar todos en el mismo lugar, pronto el grupo se dividió, y mientras unos limpiarían los alrededores del Alto del Chorrillo, Pedro, Sergi, Juan y yo subimos un tramo de la senda que va a la cima del Mulhacén, por la cara sur de la montaña, haciendo lo mismo. Ir mirando hacia el suelo para buscar basura nos permitió ver cuatro lagartijas colilargas. Pero más curioso nos resultó cierta oruga vestida con un traje a base de ramitas secas de piorno. Ese canutillo en el que se enfunda la oruga, sirviéndole de camuflaje para pasar inadvertida, como guarida en caso de ser descubierta, y hasta como un posible sistema de aislamiento térmico o solar, o para evitar ser arrastrada por los vientos, fue denominado “capa de armiño” por el naturalista Jean Henry Fabre. Se trata de una especie de psíquido (Psychidae), una familia de polillas.

Vaina protectora, llamada "capa de armiño",
que cobija a una oruga de psíquido

     Echando la vista atrás, para comprobar nuestro ascenso, cruzaron a la carrera unas cabras monteses. Suelen mostrarse más tranquilas en esta zona de interior del Parque Nacional, donde no se las caza desde su declaración en 1999 (diez años después que el Parque Natural), pero la presencia de tanta gente por la romería las inquieta. Además, a causa de la romería, se permite el acceso de vehículos particulares hasta el Alto del Chorrillo, cuando lo habitual es que se queden en la Hoya del Portillo. Entre las piedras también se movían aves como las collalbas grises, y un par de acentores alpinos. En la bajada también vimos un par de cuervos, que graznaron al pasar volando.
     Sobre todo papeles, pero era cuanto menos llamativo la variedad de residuos que la gente es capaz de subir a la montaña, y abandonar allí, tratando de disimularlos bajo las piedras o en las grietas de las rocas. Diversos envases, que fueron portados hasta allí, con su contenido, y por tanto con más peso, abandonados tras ser consumidos, cuando son más ligeros de llevar. Ya no es una cuestión de ecologismo, sino una falta de civismo, que por suerte, poco a poco se va corrigiendo.

Avispa icneumónida arrastrando una oruga hacia su nido

     Nos bajamos a comer a la Hoya del Portillo, donde estuvimos hasta la tarde. Llamó nuestra atención una avispa icneumónida que portaba una oruga a su nido por el área recreativa. También nos fijamos en las mariposas que revoloteaban en torno a las flores de un cardo, entre ellas una Vanessa cardui. Pudimos ver una lagartija colilarga por el área recreativa, y una ibérica cerca de la caseta de la barrera. Se oía el canto de los piquituertos al pasar en pequeños bandos volando sobre el pinar. Llegamos a descubrir un macho posado en el cogollo superior de un pino, mas no pudimos apreciar bien su bonita coloración rojiza por la mala luz de la tarde nublada. Y de una marquesina donde hay un cartel informativo, rescatamos otra lagartija ibérica que no sabíamos como había podido acabar allí.
     Terminamos la tarde por las calles de Capileira, haciendo un recorrido en busca de sus fuentes. Pedro encomendó el plano a Sergi, quien nos guió a ellas. Durante el paseo se vieron aves urbanas, que aunque apellidadas comunes, no por ello dejan de ser interesantes, como gorriones, vencejos y aviones.


Jueves 6: De la alta montaña al bajo humedal.

     Variopinto día, de visitas a múltiples lugares, que ostenta la mayor variedad de fauna que observamos de todo el Voluntariado, por los diversos medios y altitudes que pasamos. Empezando ya por la mañana, antes de salir, con el colirrojo, habitual por los jardines del hotel, y un abejaruco que vi durante el camino hasta llegar a las Oficinas del Parque, nuestra primera parada, donde en los aparcamientos pude escuchar a la lavandera blanca. Carmen y Javier, otro guía informador del Parque, a quien conocía del año pasado, nos estuvieron presentando Sierra Nevada, y nos dieron algunos libros y postes.
     Nuestra siguiente parada la hicimos en el Charcón, a orillas del Río Genil, donde parte la Vereda de la Estrella. Fue el sitio donde almorzamos, y algunos nos dimos un remojón en el río. Había por allí aviones roqueros, golondrinas y gorriones. No lejos de allí, quedaba la Dehesa de San Juan, donde estuvimos un rato viendo unos bunkers que atestiguan la trágica historia reciente de nuestro país, pero que situados estratégicamente, dominaban visualmente el abrupto paisaje del valle. Bajo nosotros volaban aviones roqueros. Del bosque próximo, emanaron lejanos, los repetitivos pitidos que componen la estrofa del pito real. Y de alguna otra parte, llegaron a nuestros oídos el gorgoteo de los abejarucos, pero que aunque miramos hacia arriba, buscándolos en el cielo, no los vimos.
     El siguiente sitio al que fuimos fue el Centro de Visitantes del Dornajo. Eduardo nos amenizó algunos de estos ratos en coche cantándonos alguna coplilla. Mientras visitábamos las instalaciones, David nos señaló donde se encontraba una lagartija ibérica, que se veía en el exterior a través de una cristalera. Bajo las cornisas del Centro crían los aviones comunes, que en su constante trasiego de ir y volver a la colonia, se les podía oír todo el tiempo.
     Después nos dirigimos hacia la Estación de Esquí de Sierra Nevada, en la cara norte del Veleta. Subiendo por la carretera, pude ver un macho de cabra montés, en la parte baja del talud. Dimos una vuelta con el coche por Pradollano, y después subimos más, hasta llegar a la zona de los albergues, a la Hoya de la Mora. En ese trecho paramos un momento para ver un bonito macho de collalba gris que divisé sobre las rocas de la parte baja del talud de la carretera. Nos bajamos del coche para ir hasta unas cercanas rocas, donde sentados sobre ellas deliberamos sobre los impactos de la estación de esquí. Los gritos de los gorriones chillones, que se movían entre el bosquete de pequeños pinos y las cercanas peñas, inundaban el ambiente. Los vencejos y los aviones comunes surcaban el gris cielo, y sobre nosotros pasó un cercano cernícalo.
     Fuimos después al no muy lejano Jardín Botánico de Hoya de Pedraza, ya bajando, que ofrece al visitante la posibilidad de contemplar toda la riqueza botánica que atesora Sierra Nevada en sus montañas. Hicimos un ameno recorrido, pero que por su brevedad, fue imposible que pudiésemos detenernos en todas y cada una de las plantas. Probablemente quien más lo disfrutó fue Juanjo, un gran entusiasta de las plantas. Lo mío son los animales, y fácilmente se me iba la vista persiguiendo algún sonido, tratando de encontrar, sin éxito, al agateador, al carbonero garrapinos o a los pardillos bajo el pinar. Sí vimos en cambio algunas lagartijas colilargas durante nuestro paseo. A la sombra de unos cercanos arbustos pudimos ver un petirrojo, y casi al final del recorrido, unos pinzones que se internaron rápidamente en el pinar aledaño cuando nos acercamos. Sobre un arbusto encontramos un zancudo saltamontes (Pterolepis sp.), y en una zona donde tienen unos pequeños tejos, descubrimos sobre uno de ellos, una pareja de Steropleurus andalusius levantinus, otra especie de ortóptero ápetero endémico del sureste ibérico, aunque no exclusivo de Sierra Nevada. Y volvimos a ver otro de estos grillos verdes sobre una flor seca más adelante, cuando ya nos íbamos.

Pterolepis sp

Steropleurus andalusius levantinus, macho

Hembra de Steropleurus andalusius levantinus,
fácilmente distinguible del macho por la presencia
del tubo ovopositor al final del abdomen. ¡Ojo!
El oviscapto no es un agijón.

     Y exprimiendo al máximo nuestro tiempo, culminamos la tarde en una breve visita al humedal del Padul cuando íbamos de regreso, a propuesta de Sergi. Las blancas garcillas bueyeras podían verse coronando las ramas secas de unos árboles al avanzar hacia el interior del humedal. Sobre las aguas de la laguna nadaban unas pocas fochas. Del agua emergían esos esqueletos de árboles muertos donde además de las garcillas se apostaban palomas torcaces. Las carpas abrían sus bocas sobre la superficie del agua.
     Decidimos hacer una pequeña ruta por el Sendero del Mamut, hasta donde nos permitiera el poco tiempo del que ya disponíamos. Pájaros a los que no me daba tiempo a fijar la vista con los prismáticos, que desaparecían entre la vegetación, y sonidos que no identificaba, fueron la tónica de este paseo. Pequeños bandos de jilgueros, verderones y gorriones comunes acompañaban nuestros pasos por la pasarela de madera, poniendo sonido al paisaje lacustre. De las entrañas de la jungla de carrizos que circundan la pasarela surgía la estrofa del ruiseñor bastardo. Un papamoscas gris se dedicaba a cebarse con los mosquitos, y volver repetidamente a su percha desde donde los acechaba. Llegamos hasta el Mirador del Mamut, desde donde contemplábamos toda la extensión que abarcaba el carrizal, sin interrupción. A lo lejos, levantó el vuelo un ánade real, pero más cerca, pudimos disfrutar por unos instantes de un macho de aguilucho lagunero, alejándose en vuelo rasante sobre la masa verde.
     Desde aquí volvimos hacia el coche, por la misma senda por la que habíamos venido. Me fijé en unas carpas, que podían verse bien, que estaban juntas en una pequeña y somera masa de agua, entre ellas, una de variedad espejo. También me percaté de un grupo de gorriones morunos, posados entre las ramas secas de un árbol. Esta zona húmeda, incluida en los límites del Parque Natural de Sierra Nevada, engrandece aún más el concepto y la esencia de este espacio natural, que no es solo altas cumbres y una estación de esquí.
     Las observaciones de este día cierran con otro abejaruco que pude ver en alguna parte de las Alpujarras, cuando ya íbamos de vuelta hacia Capileira.


Viernes 7: Comenzando el trabajo.

     Las lavanderas blancas eran los primeros pájaros que veía por la mañana, al asomarme al balcón para ver como se presentaba el tiempo. El colirrojo y el carbonero eran los siguientes, que aparecían por las inmediaciones del hotel, donde además del chochín, también acompañaba el petirrojo cantando en la fresca mañana. Se dejó ver además un mirlo, por las ramas de una moreda. Tampoco faltaron los gorriones para completar el elenco previo a la partida hacia la montaña.
     Volaban los vencejos al pasar por la zona donde aparecen lo últimos y torturados pinos. Circulando por el siguiente piso, desprovisto de vegetación de porte arbóreo, no entrañaba ninguna dificultad ver la silueta de la poderosa cornamenta de un macho montés, que en lo alto unas peñas dominantes, contrastaba sobre el fondo del cielo, o un par de cernícalos, más otro cerca del Alto del Portillo. Llegando, también se vieron dos collalbas grises, y desde el sitio donde aparcábamos, unos buitres.
      Fue nuestro primer día de trabajo, que consistió en levantar hitos, sobreponiendo lajas de piedra una encima de otra, para marcar la senda correcta que va al Mulhacén por su vertiente sur. Pero no empezamos en el inicio, allí en el Alto del Chorrillo. Era prioritario coger cierta altura y empezar a marcar un tramo más conflictivo, que se prolongaría hasta la cumbre (pero evidentemente no llegamos arriba).
     Los pájaros ligados a las rocas, como los colirrojos o las collalbas no faltaban por los canchales entre los pasábamos, mientras éramos sobrevolados por los ágiles cernícalos o los pesados buitres. Aunque los animales que con más frecuencia vimos durante el camino eran los insectos como Satyrus actaea, Baetica ustulata, y otros tipos de saltamontes. Conseguimos ver por fin, en la subida, unos pocos ejemplares de Eumigus rubioi, otra de las tres especies de ortópteros endémicos más conocidas de Sierra Nevada. Bajo algunas de las lajas que seleccionábamos para construir los hitos, encontrábamos nidos de avispas. Aunque aturdidas por el frío y por el aire no representaban una amenaza para nosotros, volvíamos a dejar la piedra en su sitio, con el fin de que conservaran su hogar en tan hostil lugar. Y por los pedregales arrastraban lentamente su “capa de armiño” las negras orugas de psíquido, que ya vimos cuando íbamos bajando.

Nubes de tormenta evolucionando sobre las altas cumbres de Sierra Nevada

     El cielo se cubría, y se tornaba gris por nubes de evolución que presagiaban la lluvia precipitándose sobre las montañas, aunque todavía ilumina el sol en la ladera donde nos hallábamos. En el descenso también vimos un pequeño grupo de cabras, que nos permitieron acercarnos bastante. Alguna collalba también se movía por las rocas, y además de los cernícalos, también se dejaron ver unos cuervos. La tarde la pasamos en Capileira, que estaba de fiestas, e invitaban a chocolate y buñuelos.


Sábado 8: Continuando el trabajo.

     Día bastante similar al anterior, en cuanto a trabajo y meteorología. En cambio, seguramente porque no estaría muy atento, hice muy pocas observaciones de fauna. Pero también es verdad que me pude percatar de algunas especies que no habíamos visto hasta entonces.
     Volvimos a la falda sur del Mulhacén, a seguir levantando hitos, pero además también nos dedicamos a tapar veredas alternativas, con el fin de evitar la confusión del camino a los excursionistas y montañeros, y al mismo tiempo evitar el pisoteo de la delicada y exclusiva vegetación “nevadense”.
     Rebasado el encinar, y antes de entrar en el pinar, puede ver en un claro un par de zorzales charlos. Cabras, cernícalos y buitres fueron los vertebrados que observamos por el área en la que estuvimos trabajando, y saltamontes, ejemplares de Baetica ustulata y Satyrus actaea los insectos que vimos en la zona. Sergi y yo pudimos presenciar además la cópula de una dispar pareja de Eumigus rubioi, y en la que el macho resultaba minúsculo en comparación con la hembra, hecho que por habitual que sea en la especie, nos llamó mucho la atención poder verlo con nuestros ojos.
     Empezamos a ascender, mientras trabajábamos, por el tramo de mayor pendiente que hay en la subida al Mulhacén por la cara sur. Almorzando en mitad de la ladera, veíamos jugar con el aire a los cernícalos, que volando en contra, se quedan cernidos, suspendidos en el firmamento como cometas. Y anunciaron su llegada, con graznidos, tres cuervos que se posaron ladera abajo.
     A la vuelta, entrando en el pinar, vimos la silueta de una gran rapaz planeando en círculos sobre el dosel forestal. Sus colores aparecían quemados contra el cielo plomizo y la mala luz de la tarde. Pero su gran tamaño, y la forma de su silueta evidenciaban que se trataba de un águila real adulta. El resto de la tarde la echamos en Pampaneira.


Domingo 9: Eliminación de corraletas en Siete Lagunas.

     Tercer día consecutivo de “doblaje de lomo”, como decía Juanjo, pero esta vez en Siete Lagunas, en lugar de en el Mulhacén. Tampoco se trataba de alzar hitos que marcasen el sendero correcto, sino de desmantelar las corraletas que hacen los montañeros para dormir a resguardo del viento sobre los borreguiles de las lagunas. Y tampoco íbamos solos, como de costumbre, sino que nos acompañaban los voluntarios de la red local, Javier y Carmen.
     Subiendo por la pista, hice frenar el coche a Pedro, pues en la parte superior de unos riscos, no muy lejanos, y que se encontraban a la misma altura del polvoriento camino, localicé la silueta de una gran rapaz. Con los prismáticos comprobamos que se trataba de un águila perdicera, que permaneció posada sobre su atalaya, todo el rato que estuvimos detenidos en el carril. Poco más adelante me fijé también en los aviones comunes que volaban por los alrededores del camino.
     Durante la caminata a Siete Lagunas pudimos ver vencejos, cuervos, buitres y cernícalos, antes que desatara la lluvia que anunciaban las nubes. Anduvimos inmersos por desoladores paisajes pétreos, entre montones de rocas resquebrajadas, azotadas por el viento, la lluvia y la nieve, donde aparte de nosotros, nada se movía. Todo estaba envuelto en la más absoluta quietud, en perpetuo silencio y hasta el tiempo parecía estar congelado, trasmitiendo un profundo sentimiento de soledad. Pero mirando a nuestro alrededor podía hallarse la vida, en forma vegetal, como por ejemplo la estrella de las nieves, o de animal, tales como la pareja de acentores alpinos que revoloteaban entre unas rocas no muy lejanas. La lluvia ya había cesado.

Laguna Hondera

     Y en medio de aquel inhóspito paisaje, aparece ante nuestra vista un oasis. Una laguna rodeada de una amplia orla verde. La Laguna Hondera, o Culo de Perro, una de las que forman el enclave de  Siete Lagunas, en cuyo entorno volaban los aviones roqueros. Para llegar hasta el borreguil, nuestro lugar de trabajo, debíamos bajar una pronunciada cuesta.

El verde borreguil de la Laguna Hondera

     Piedra a piedra, íbamos desmontando las corraletas, y devolviéndolas a los canchales de los alrededores. La razón de hacer esto es conservar las especies herbáceas que componen la pradera del borreguil, y esperar a que comience la regeneración natural de los puntos afectados por las corraletas. Allí donde se encuentra una corraleta, no crece la hierba. Pero no solo a lo largo y ancho de la propia estructura, tampoco en su interior, pues de ir pasando distintas personas que allí duermen, la hierba desaparece aplastada y asfixiada, dando lugar a calveros, manchas de suelo desnudo que tardarán años en recuperarse. Muchas de esas especies de hierbas que integran el borreguil, que a ojos de mucha gente carecerán de importancia, son exclusivas de Sierra Nevada, únicas en el planeta.

La pedrera del entorno de Siete Lagunas

     Pero no solo nos limitamos a eliminar corraletas. También quitamos piedras sueltas que hubiese sobre la pradera lacustre. Moviendo piedras, aparecía basura que íbamos recogiendo. Y cuando bajo las piedras aparecían insectos, tales como ejemplares de Baetica ustulata, tijeretas o escarabajos, o también arañas y opiliones, las dejábamos donde estaban. Nos dio aliento ver como unos excursionistas que había allí, al que le explicamos la razón de nuestra labor, se sumaron espontáneamente a ayudarnos un poco.

Ladera oriental del Mulhacén

     También vimos algún individuo de Eumigus rubioi. Por la frontera entre el borreguil y la pedrera, donde se movían colirrojos y collalbas, acudió una hembra de cabra montés a pastar. Almorzamos a orillas de un lagunillo más arriba, donde también estuvimos trabajando. Pero ante la amenaza de tormenta, no nos quedamos mucho más tiempo allí. De hecho, mientras estábamos quitando una corraleta, la última, cayeron algunas gotas. Al comenzar a subir por la empinada cuesta, cuando ya nos íbamos, oí unos pardillos, que pasaron por allí, pero que no logré ver. Empezó otra vez a llover mientras caminábamos hacia el coche, aunque no tardó demasiado en parar. Caminando mirando al suelo, para comprobar donde ponía los pies, hacía que pudiese fijarme poco en el entorno. Y menos todavía en el cielo. Tan solo advertí unas cabras, a las que tampoco me paré a mirar. En una parada, antes de llegar a los coches, el compañero Juanjo, y Rafa, un voluntario de la red local, nos deleitaron los oídos con su arte para tocar el arpa tailandesa, o de boca.

Eumigus rubioi, hembra

     Saliendo del pinar, cuando íbamos bajando, dos pequeñas rapaces que cicleaban en el cielo atrajeron mi atención. No pudimos contemplarlas en todo su esplendor, porque el contraste con el cielo y la luz vespertina quemaban sus colores, pero se apreciaba lo suficiente el barreado de sus vientres y las partes inferiores de sus cortas y redondeadas alas, y sus largas colas, delataban que se trataba de una pareja de gavilanes.
     Por las fiestas de Capileira, estaban los aparcamientos del pueblo bastante congestionados, así que Pedro se vio obligado a estacionar en las afueras. También para esperar a Carmen, Javier y los voluntarios locales, e indicarles un sitio rápido donde aparcar. Y mientras esperábamos, pude escuchar al agateador en la arboleda de la zona. Fuimos al hotel solo a dejar las mochilas. En sus jardines llegué a ver tres colirrojos diferentes. Tras dejarlas en las habitaciones, fuimos a despedir al grupo de voluntarios junto a los que habíamos trabajado, a Carmen y a Javier. Después volvimos al hotel, nos duchamos, nos cambiamos, y pasamos el resto de la tarde por el pueblo.


Lunes 10: Visita a Tajo Cortés y a Fuente Agria. Ruta Busquístar – Ferreirola – Atalbéitar.

Cascada del Río Bermejo,
en Tajo Cortés
     El tiempo nos trastocó los planes. Llovizneaba por la mañana en el pueblo, y hubo que cambiar el día de trabajo en la montaña, por excursiones a lugares cercanos a los pueblos alpujarreños en las que nos acompañaron Paco y Laura, los padres de Pedro. Desde el balcón de la habitación, además de ver el paisaje montano que configura el Barranco de Poqueira traslucido por la tenue lluvia, vi también una lavandera blanca caminando por la calle.
     Por la mañana nos acercamos al Barranco de Tajo Cortés, a ver los saltos de agua del Río Bermejo. Dejamos el coche en el área recreativa del mismo nombre que el barranco. Los aviones roqueros volaban junto a los acantilados por los que se precipitaba el cauce. También nos detuvimos a contemplar una pequeña náyade (Celastrina argiolus) de alas azuladas y punteadas, que creímos que podría ser la niña del Mulhacén, que revoloteaba por la zona, sin quedarse demasiado tiempo parada allí donde se posara. Al volver a la cercana área recreativa, nos encontramos con una pareja que no podía sacar el coche del sitio donde lo habían metido, en el sendero, y a los que le echamos una mano, literalmente, empujando el vehículo hasta el aparcamiento.


Celastrina algiolus (Náyade)

Salto de agua
     Después caminamos río arriba un poco, hasta llegar a otra cascada, cuyo origen es una acequia, pero que no dejaba de ser igualmente espectacular. Regresamos al puente que cruza el Río Bermejo, por el que pasa la pista forestal, nos asomamos al acantilado que al otro lado daba al área recreativa donde habíamos estado. Sonó el áspero canto del arrendajo, que voló bajo las ramas bajas de las encinas. Hacia el medio día hicimos un paréntesis en nuestra jornada, y volvimos a Capileira, que con motivo de las fiestas, invitaban a paella y cerveza.

La caída del agua
Tajo Cortés

Fuente Agria
     A primeras horas de la tarde retomamos la excursión y nos dirigimos a Pórtugos, a ver el paraje de Fuente Agria. De la fuente, propiamente dicha, emana de sus cinco caños un agua con alto contenido en hierro, y sabor gaseoso. Allí por donde corre el agua, deja su rastro anaranjado los sedimentos férreos que se depositan en el lecho. Especialmente llamativa es la chorrera que hay más abajo de la fuente. Los gorriones estaban presentes en el área recreativa adyacente, donde nos sentamos a merendar.
     Y lo que restaba de tarde lo dedicamos hacer senderismo, recorrido que ya hice el año pasado. Aparcamos no muy lejos de Busquístar, antes de llegar al pueblo, y de allí comenzamos a descender hacia el Río Trevélez. Al otro lado del valle, Pedro nos hizo fijarnos en las carihuelas (aferética de escarihuela) que ascendían zigzagueando por las laderas. Al fondo del barranco discurría el río, confinado en un estrecho y profundo cañón de paredes verticales.

Barranco del Río Trevélez

     Estuvimos en las ruinas de un viejo molino, al que llegaba una acequia que tampoco tiene uso, de donde seguimos la marcha más o menos paralelos al río, siguiendo la corriente. Al poco de comenzar esta etapa de nuestro recorrido divisé un arrendajo en vuelo. Pasamos al lado de tres pequeñas albercas, también abandonadas, y antes de llegar a Ferreirola nos estuvimos fijando en una era, junto a la cual había un gran castaño que estuvimos abrazando Juanjo, Sergi y yo. En el bosque aledaño, podía escucharse el aflautado canto de la oropéndola, que contrastaba con su áspera voz de reclamo.
     Entramos en el bosque que nos separaba de Ferreirola, en el que había dos fuentes de agua con gas, que aunque no nos entusiasmaba el sabor, al menos nos sirvieron para aliviarnos del calor. Juanjo pudo ver una curruca capirotada entrando al pueblo, y yo, un poco más adelante, pude escuchar a la curruca cabecinegra.
     Después de pasear por las calles de Ferreirola, emprendimos la siguiente etapa de nuestra ruta, encaminándonos hacia Atalbéitar, donde también dimos una vuelta pos sus calles antes de irnos. Antes de salir del pueblo, vi pasar una golondrina. La senda ascendente atravesaba las huertas del pueblo, donde pude ver y oír, primero a un carbonero común, y después a un mirlo. Durante el camino encontramos algunas moredas, de las que estuvimos comisqueando sus moras, que con apenas cogerlas, soltaban su jugo, como si las exprimiésemos en nuestras manos. Tras pasar una zona de sombrío bosque, salimos a un área despejada, ya cerca del coche, donde entre la linde del bosque y una era, había un arrendajo posado en el suelo que después de un rato voló hacia el interior de la cubierta vegetal.


Martes 11: Excursión senderista por el Bosque de Soportújar – Cáñar.

     Guiados por Carmen y Javier, hicimos un recorrido a pie desde el Bosque de Soportújar – Cañar hasta Capileira correspondiente al tramo 5 del Sulayr (GR 240). Para ello, nos desplazamos en coche desde Capileira, donde ya por la mañana había visto y oído al carbonero común, hasta un poco más allá del Área Recreativa de Puente Palo, donde iniciamos nuestro recorrido. Antes de llegar, subiendo por la pista forestal que conducía al bosque, pudimos ver un ingente grupo de abejarucos, concentrados y posados sobre un tendido eléctrico.

Bosque de Soportújar - Cáñar

     El bosque de Soportújar – Cáñar, tal y como nos explicaron Javier y Carmen, es el robledal, más meridional de Europa. ¿Y cómo es posible que aparezca un robledal en una latitud tan sureña, de marcado clima mediterráneo, y además en una ladera orientada al sur, es decir, con exposición de
 solana? La respuesta está por un lado en la influencia de la cercanía al mar (en línea recta) que aporta brisas húmedas, y a las altas cumbres de Sierra Nevada, que aportan agua durante la primavera y el verano, al derretirse la nieve. Además de las grandes encinas y robles melojos, bajo sus copas, crecen arbustos y exuberantes helechos junto a los arroyos. Pero el robledal queda interrumpido por el pinar en la zona aledaña al Río Chico. La razón se debe que esta zona, la más sensible a la erosión además, fue la que mayor degradación sufrió, por ello fue necesaria la plantación de pinos silvestres, de crecimiento rápido, que mantengan el suelo hasta que el robledal pueda recolonizar sus antiguos dominios, y volver a unirse formando una masa continua.
     Por la zona cercana al área recreativa se movían los carboneros garrapinos entre las ramas, dejando oír sus notas musicales, mientras que sobre el techo del bosque volaban los vencejos reales. No tardamos mucho en empezar a caminar paralelos a una acequia. Sergi, que se había quedado rezagado, pudo ver una culebra ocultarse, y aunque volví con él al sitio donde la había visto, no conseguimos encontrarla. Caminando bajo la sombra de aquellos frondosos árboles de gruesos troncos y enorme porte, resultaba más fácil detectar a sus alados habitantes por el oído, que con los ojos. El sonido del bosque estaba puesto por el mirlo, los herrerillos comunes, el trepador azul y los agateadores. De cuando en cuando, se veía alguna rana en la acequia.

Rana, bajo el agua de la acequia

     La acequia, y por tanto nuestro camino, nos llevaron a una alberca, la Balsa de Almiar, donde yo ya había estado el año pasado, pero haciendo el recorrido inverso, que empezaríamos a hacer continuación. El nivel del agua era apreciablemente inferior al del año pasado. Se hacinaban las ranas a orillas del agua. Iban saltando progresivamente, en cuanto se sentían intranquilas por nuestra presencia. Otras aguantaban más que algunas, que estando más lejos, ya se habían zambullido. Y había otras, que mientras nadaban con su cuerpo sumergido, asomaban sus saltones ojos por encima de la película superficial del agua. Las libélulas de diferente coloración y tamaño, también eran frecuentes volando en los alrededores.
     Seguimos la marcha, pasando por el tramo que recorrí y en el que estuve trabajando (señalizando las marcas del GR) junto a mis compañeros del año pasado. Por la acequia seguía viéndose alguna que otra rana, y escuchándose algunos cantos de los pájaros forestales. Vimos también algunas lagartijas colilargas. Sergi me mostró un tábano, sobre una flor, que había hecho presa en una abeja. Y mimetizada sobre la rugosa piel de un roble, descubrí un ejemplar de Hipparchia semele.

Hipparchia semele, mimetizada en la corteza de roble rebollo

     Nos desviamos un poco del camino, para acercarnos a la cima de la Atalaya, para contemplar las vistas al Barranco de Poqueira, al este y al Valle del Guadalfeo, al sur, delimitado, al otro lado, por las Sierras de la Contraviesa y de Lújar, al fondo. Nuestro campo de visual se abría hasta el mar, por los pueblos de Motril y Salobreña. Aquí fue donde tomamos el picnic, y mientras almorzábamos, Carmen nos hizo notar lo que estaba aconteciendo sobre nuestras cabezas, el paso migratorio de los milanos negros. Centenares de ellos estuvieron pasando durante bastante tiempo, en vuelo de crucero, dirigiéndose hacia la costa. Algunos se arremolinaban aprovechando alguna corriente térmica, a la que pronto abandonaban, en cuanto cogían un poco de altura. Entre ellos, Juanjo fue capaz de ver un águila calzada.

Las cumbres de Sierra Nevada, vistas desde la Atalaya

     También volaron por allí algunos vencejos, y tres macaones (Papilio machaon) sobre el pasto. Se oyeron los reclamos del herrerillo común, y cuando nos íbamos descubrimos entre el pastizal una mantis y un individuo de Steropleurus andalusius levantinus.
     Nuestra siguiente etapa fue descender por el Barranco de Poqueira, hasta llegar al río que presta su nombre al barranco, donde David, Sergi y yo nos dimos un chapuzón, para refrescarnos, antes de afrontar la última parte de nuestro recorrido, la subida hasta Capileira. Durante este pronunciado ascenso, deparé en algunos aviones comunes que volaban sobre las huertas por las que pasaba el sendero. A la llegada al hotel, pude ver al colirrojo. En un paseo nocturno para bajar la cena por las calles de Capileira en el que acompañé a Sergi, vimos murciélagos, y una pequeña salamanquesa en la pared de una casa.

Río Poqueira



Miércoles 12: Vivac a 3.482 m.

     A diferencia del año pasado, tan solo vivaqueamos un día, y no dos, pero lo hicimos en el punto más alto de la Península Ibérica, en la cima del Mulhacén. Mientras desayunábamos, un alarmado mirlo pasó por la ventana del comedor que daba al jardín. Después de desayunar, nos dedicamos a preparar las mochilas, y a repartir la comida y otras cosas en común para nuestra aventura en la montaña. Podía escucharse el petirrojo y el chochín, mientras cargábamos el coche. Con nosotros dentro, llevando algunas cosas sobre las piernas, no cabía ni un alfiler.
     Por la pista, cuando ya habíamos dejado atrás los últimos pinos, vimos un águila calzada, que volaba sobre barranco, casi a la misma altura de la pista. Tanto era así, que no pude observar sus partes inferiores, y comprobar si se trataba de un ejemplar de fase clara u oscura.
     Pero no subimos directamente al Mulhacén, sino que estuvimos trabajando, levantando hitos, y tapando con rocas veredas dobles en el tramo de máxima pendiente que asciende a la cumbre por el lado sur. Durante la subida, y mientras permanecimos en la ladera meridional del Mulhacén, nos acompañaron colirrojos, collalbas y cabras por los roquedos cercanos. Entre tanto los cernícalos, y también unos cuervos que pasaron, desafiaron la incesante corriente de aire que soplaba. Incluso habíamos visto volar algunas frágiles, pero atrevidas Satyrus actaea al comienzo de nuestro ascenso, compartiendo la zona con pequeños saltamontes. Conseguimos acabar ese tramo, el más difícil, hacia media tarde.
     Entonces Pedro pensó que lo mejor que podíamos hacer, era llegar a la cima, dejar allí las pesadas mochilas, y empezar a trabajar en sentido descendente antes de cenar. No obstante, al coronar el techo de Iberia, lo primero que hicimos fue darnos un abrazo colectivo alrededor del vértice geodésico, y sacarnos fotos. Además, completamos nuestro trabajo con la recogida de basura en la cima y alrededores. En el cielo vespertino se habían formado algunas nubes lenticulares. Varios confiados acentores alpinos se movían por la cima. Los cernícalos viraban en el aire con una agilidad asombrosa a pesar del viento, por encima de la cumbre, mientras los buitres, vistos desde arriba, con su pesado vuelo y su dificultad para maniobrar, lo encaraban para evitar ser derribados. Irene, Sergi y yo tuvimos la suerte de poder ver al genuino habitante de esta cumbre, al neverón mientras reforzábamos con piedras el muro de la estructura donde pasaríamos la noche para protegernos del viento. A mí de hecho, llegó a pasarme por encima de las botas en una de sus apresuradas carreras, buscando ocultarse bajo las piedras. Estas inhóspitas cumbres, castigadas por los rigores de la meteorología, son islas de tierra adentro, que albergan reductos poblacionales de especies que son reliquias glaciares, como el acentor alpino o el topillo nival. Otro tanto sucede con la flora y los insectos, además representados aquí por varios endemismos, exclusivos en el mundo.
     Mientras cenábamos se nos acercó una cabra, acompañada de su chivo, a los que no les ofrecimos nada de comer. Aunque pueda parecer un gesto egoísta por nuestra parte, hay motivos para obrar así. En primer lugar porque muchos de nuestros alimentos tal vez no sean lo más apropiados para estos animales, incluso aunque los tomen con aparente gusto. Por otro lado, es un error acostumbrar a un animal silvestre a tener cierta dependencia del ser humano para comer, ya que desnaturaliza su comportamiento. Y por último, por propio interés humano, ya que cabras, zorros y otros animales llegan a saquear las mochilas de aquellos incautos que las dejan abiertas. De hecho, ni siquiera cenamos en el mismo sitio donde íbamos a dormir, para no dejar rastros olorosos que pudieran atraer animales por la noche. Antes de que oscureciera por completo, Sergi nos recitó un poema de Mario Benedetti y un fragmento de William Blake, y Juanjo nos tocó el arpa.
     Nuestro objetivo había sido realizar el trabajo para el que estaba encomendado el Voluntariado, que no consistía en realizar ninguna observación astronómica del cielo nocturno. Pero así, sin haberlo pretendido, era la noche que la que más perseidas se vieron. Además, jugaron a nuestro favor los factores de poder gozar de un cielo despejado, y sin luna. Una de esas perseidas fue especialmente vistosa, por la gran estela que dejo tras de si al quemarse en la atmósfera, cruzando el cielo de norte a sur, sobre la cima más alta de la península, a la que habíamos ido justo a parar esa precisa noche. Además de las estrellas fugaces, estuvimos reconociendo las que aparecen fijas en el firmamento, y algunas constelaciones que forman, como la Osa Mayor y la Osa Menor, la Cruz del Cisne, Casiopea, el Dragón, el Triángulo de Verano, señalando el sur, o la inmensidad de la Vía Láctea.
     Junto a otra gente que también se quedó allí, fuimos las personas que dormimos aquella noche a la mayor altitud en España, porque aunque el Teide es más alto, su refugio queda por debajo de la cota del Mulhacén, según nos explicó Pedro. Aunque dormir poco, pues a ratos abría los ojos para levantar la vista al cielo. El viento arreció durante la noche, la sensación térmica era muy baja, e incluso llegó a lloviznar un poco. Pero las inclemencias pasaron, y los buenos recuerdos, aquí narrados, son para siempre.


Jueves 13: El descenso.

     El cielo clareaba con las primeras luces. Ya tenía los ojos abiertos antes que el sol asomara sobre las cumbres, y que sonase la alarma que habíamos programado. Afortunadamente no habíamos dormido todos juntos, con lo que podíamos levantarnos sin preocupaciones de molestar a los compañeros. Al poco rato se nos sumaron Juanjo y Eduardo a Sergi y a mí, que fuimos los más madrugadores, y que nos habíamos situado en el lado oriental del Mulhacén. Y mirando hacia La Alcazaba, vimos el amanecer desde lo más alto. Además, para Juanjo y para Eduardo resultaba más especial, todavía si cabe, estar allí, pues ese día ambos cumplieron años.

El alba de un nuevo día, desde la cima

     Desde el lado este también era posible divisar Siete Lagunas. Al norte, donde se halla la cara más escalpada de esta mole pétrea que pisaban nuestros pies, teníamos la Laguna de la Mosca. También era visible la vereda que trepa desde allí hasta el Collado del Ciervo. E inevitablemente recordar a mis compañeros del año pasado, y sonreír. Y la vista desde el lado occidental, desde donde soplaba el viento, daba al Veleta y a la Laguna de la Caldera.

Siete Lagunas, al este

La Mosca, al norte
El Veleta y la Caldera, al oeste














     No faltaban los acentores alpinos moviéndose en el entorno de la cima desde por la mañana, en busca de su desayuno Temprano también, habían emprendido el vuelo unos pocos buitres, que volaban ligeramente por encima de nosotros, luchando contra la corriente de viento, por mantenerse en el aire. En el caso opuesto, parecían disfrutar de la ventisca un par de chovas, haciendo acrobacias y piruetas, lazándose vertiginosamente al vacío, y virando y elevándose a la vez, en el último instante antes de golpearse contra las rocas, haciendo gala de su asombrosa habilidad para el vuelo, y su control sobre el viento.
     Tras desayunar, recoger las cosas y preparar la mochila, comenzamos el descenso por misma vereda por la que ascendimos, sin poder trabajar, como estaba previsto. El viento era demasiado fuerte, como yo nunca antes había experimentado, soplando constante y lateralmente respecto al sentido de la marcha, capaz de empujarnos y hacernos perder el equilibrio a cada paso que dábamos. La bajada pues, fue algo apresurada. Solo fui capaz de ver unos cernícalos, a los que envidiaba por su demostrada habilidad para volar incluso en medio del vendaval.
     Antes de llegar a Capileira, hicimos una parada en el Mirador de Puerto Molina, que a pesar de no estar a mucha altitud, ofrece unas panorámicas increíbles. A nuestras espaldas quedaban las altas cumbres, y al frente el Mar de Alborán, bañando con sus aguas la costa de Granada y de Almería, allí hasta donde alcanzaba la vista. Y sobre la línea del horizonte en el mar, se erigían difusas, las montañas del Rif, las cuales, desde la lejanía, también me despertaron recuerdos. Golondrinas y aviones volaban por la zona.
     Después de dejar nuestras grandes y pesadas mochilas en las habitaciones, nos fuimos de picnic a orillas del río Poqueira, pero por la zona de Pampaneira, donde los más acuáticos del grupo, también nos dimos un chapuzón. Por el río pudimos ver tres lavanderas blancas. Después, estuvimos en el pueblo, donde Juanjo y Eduardo nos invitaron a una ronda de cervezas. Durante la cena en el hotel, le regalamos a los cumpleañeros un libro sobre los pueblos de La Alpujarra a cada uno.


Viernes 14: Terminando el trabajo.

     Día claro y de calma, en el que lucía el sol con todo su esplendor. Ya desde por la mañana me era posible ver a los habituales vecinos del hotel, el carbonero común, que se posó en el brazo metálico de una farola que la anclaba a la pared, y un par de lavanderas blancas paseándose por los terrados con su incesante balanceo de cola. También pasaron unos gorriones por la calle.
     Camino de la montaña, en nuestro último día de trabajo, pude ver un par de carboneros garrapinos sobre las ramas bajas un pino silvestre que las proyectaba horizontalmente sobre la pista, mientras Pedro disminuía la velocidad al acercarnos a la barrera de la Hoya del Portillo. Poco más adelante, levantamos del carril a unos pinzones que fueron cobijarse en las copas de los pinos. Y en lo más alto de la copa de un pino localicé un águila real, que despegó antes de llegar a su altura, dejándonos ver su enorme envergadura, mientras se alejaba lentamente, dibujando ciclos en el aire. Donde el pinar perdía espesura con la altura, volaban aviones y golondrinas.
     En cotas superiores, con total ausencia de árboles, eran fáciles de ver los buitres y los cernícalos sobrevolando estos espacios abiertos montanos. También pude distinguir sobre las piedras algún que otro colirrojo.
     Nuestra primera labor fue reparar una señal en el Alto del Chorrillo, que indica precisamente el nombre de este lugar y la dirección a seguir hacia Trevélez, y hasta donde estábamos autorizados llegar cuando subíamos a trabajar, pues hasta aquí solo pueden subir autobuses, y no vehículos particulares. Desde aquí contemplamos una gran concentración de milanos negros, cicleando, a la que se sumaron después, algunos buitres. Después de un rato, ya habían pasado todos los milanos, y solo quedaban los buitres elevándose en espiral.
     En nuestro ascenso vimos collalbas, colirrojos y unas cabras sobre las rocas, mientras algún buitre nos pasó volando por encima. Individuos de Satyrus actaea volaban a ras de los piornos, los enebros rastreros y las pedreras por las que correteaban ejemplares de Baetica ustulata y brincaban los saltamontes. Pasamos ligeramente de los 3.000 metros de altitud, donde se encuentra el desvío a Siete Lagunas, y aquí fue donde señalizamos sobre una roca la vereda a seguir en el ascenso al Mulhacén, y el camino hacia Siete Lagunas. Mientras nos dedicábamos a ello, irrumpió en el lugar un ingente bando de vencejos comunes. Había algo llamativo en ellos, y no era su rápido vuelo. Era que volaban completamente en silencio, sin emitir un solo pitido con los que suelen acompañar sus desplazamientos en los pueblos y ciudades.
     También nos dedicamos a tapar unas trochas por la zona, que utiliza la gente para atajar, y que tanto perjudican a la vegetación. Bajo alguna piedra encontramos avispas. Con el trabajo acabado, emprendimos la marcha descendente de vuelta, sin demorarnos. Pero no tardé mucho en hacer una parada para mirar al águila calzada que planeaba cercana sobre la ladera. Otra parada no la exigió la nítida panorámica que podía contemplarse ese día, el atmósfera más limpia de todos cuanto tuvimos, que llegaba hasta el mar blanco de plástico de los invernaderos de El Ejido, y el mar azul de las aguas del Alborán. Y más allá de las aguas, aunque difuminadas, despuntaban las cumbres del Rif.
     De vuelta en el hotel, cantaba el petirrojo desde la espesura de los setos del jardín, mientras se dejaba ver el colirrojo posado sobre un coche aparcado. Por la tarde fuimos a tomar el té a un sitio que Sergi nos sugirió, que regenta un artista que él conoce. Desde la terraza donde estábamos sentados, pasaron rápidamente unos gorriones, mientras vencejos y aviones daban vueltas, volando más altos, y se oyeron los gorgoteos de los abejarucos.
     En la última noche que pasamos juntos, teníamos que hacer especial para despedirnos, algo distinto. Así que después de cenar, en lugar de irnos de bares, nos fuimos al campo. Volvimos a Tajo Cortés, a ver la cascada en la oscuridad. Pero antes habíamos estado en la parte de arriba, contemplando los pueblos iluminados en medio el paisaje nocturno, y las perseidas recorrer el cielo. Y después ya, fue cuando nos fuimos un rato de bares.


Sábado 15: La vuelta.

     Nuestro último día, ya solo nos quedaban horas por estar juntos. Me afloraba un poco de nostalgia. Desde la ventana, miraba a la lavandera blanca sobre el terrado. Cantaba el chochín desde las profundidades de la vegetación del jardín, mientras colocábamos las mochilas en el coche, y sobre la moreda bajo cuya sombra nos cobijábamos del sol, vino un carbonero emitiendo su reclamo.
     Después de haber desayunado, y cargado el equipaje en el coche, fuimos de vista al Museo de Artes y Costumbres Pedro Antonio de Alarcón, a propuesta de Pedro, que exhibe una variada colección de utensilios tradicionales, de nuestra historia reciente, pero que dejaron de usarse hace tiempo, y que de no ser rescatados por museos como estos, hubieran caído en el olvido. Por las calles de Capileira, en camino hacia el museo, revoloteaban gorriones, y pasaba en vuelo rasante alguna golondrina común. Desde un balcón de la casa donde estaba el museo, pude ver aviones y vencejos reales, volando altaneros.
     A los primeros que despedimos fueron a David e Irene, que decidieron quedarse en hotel, para organizar sus cosas, tras un cambio de habitación. Los demás nos fuimos a pasar el día y comer juntos en un lugar que conocía Sergi no muy lejos de Granada, los Baños de Urquízar, en Dúrcal. Por el camino vi tres golondrinas dáuricas, una de ellas mientras atravesábamos la comarca de las Alpujarras, las otras dos, llegando ya a los Baños de Urquízar.

Techo de la caverna

Cascada del Arroyo del Alcázar
     Antes de almorzar nos colocamos los frontales, e hicimos un poco espeleología accediendo a unas grutas no muy profundas. Comimos el picnic a orillas del Río Dúrcal, a la sombra de la chopos y de los pinos de la ribera, y rellenamos los cuestionarios sobre el Voluntariado. Entre tanto se habían acercado dos cabras monteses al río, por el talud de la otra orilla, que nos señaló Sergi. Después nos acercamos a la Cascada del Arroyo del Alcázar, que no estaba muy lejos y que desemboca en este río. Antes de llegar, pasamos por una fuente de la que emanan aguas supuestamente medicinales de las que tomamos un trago. En la cavidad de la roca de la que surge la fuente, Sergi descubrió una salamanquesa. No había demasiada profundidad en la poza donde la cascada se estrellaba tras un salto de más de diez metros, pero a pesar de ello, Sergi y yo nos dimos un remojón, y nos metimos en una oquedad tras el chorro del agua.

Ribera del Río Dúrcal

     Y ese fue el último lugar en el que estuvimos juntos. Antes de llegar adonde habíamos dejado el coche, pudimos ver tres rapaces volando por la zona, algo lejanas, que no conseguimos identificar, pues ni Juanjo ni yo llevábamos los prismáticos a mano. Nuestro siguiente destino, Granada, donde despedimos a Juanjo y a Eduardo en la Estación de Autobuses. Después Pedro llevó a Sergi cerca de donde vive, donde nos despedimos de él. Y finalmente nos despedimos Pedro y yo.
     Pero mis anotaciones de campo prosiguen, a pesar de que ya no iba muy atento. Desde la autovía, por la provincia nazarí, solo me di cuenta de una urraca que volaba cerca de la calzada. Al llegar a Jaén, y dejar la autovía, para meterme por una carretera rodeada fundamentalmente de olivares, se incrementaron las animales que fui capaz de ver. De entrada, cerca del vertedero de Jaén, multitud de milanos negros lo sobrevolaban. Próximos a la carretera, vi dos conejos. Y sobre un olivar volaba un compacto bando de estorninos negros.


FECHA
LUGAR
ESPECIE
OBSERVACIÓN
04/08/2015
Vertedero de Jaén
Milano Negro
(Milvus migrans)
Algunos
04/08/2015
Prov. de Granada (autovía)
Aguililla Calzada
(Aquila pennata)
Un ind.
04/08/2015
Las Alpujarras
Vencejo Común
(Apus apus)
Pocos
04/08/2015
Puente Nazarí de Tablate (Lanjarón)
Golondrina Común
(Hirundo rustica)
Pocas
04/08/2015
Puente Nazarí de Tablate (Lanjarón)
Avión Roquero
(Ptyonoprogne rupestris)
Pocos
04/08/2015
Capileira
Chochín Común
(Troglodytes troglodytes)
Oído
04/08/2015
Capileira
Colirrojo Tizón
(Phoenicurus ochruros)
2 inds.
04/08/2015
Puente Nazarí de Tablate (Lanjarón)
Curruca Cabecinegra
(Sylvia melanocephala)
Un ind.
05/08/2015
Ladera sur del Mulhacén
Cabra Montés
(Capra pyrenaica hispanica)
Pocas
05/08/2015
Ladera sur del Mulhacén
Buitre Leonado
(Gyps fulvus)
Algunos
05/08/2015
Ladera sur del Mulhacén
Cernícalo Vulgar
(Falco tinnunculus)
Pocos
05/08/2015
Capileira
Vencejo Común
(Apus apus)
Pocos
05/08/2015
Capileira
Avión Común
(Delichon urbicum)
Pocos
05/08/2015
Capileira
Lavandera Blanca
(Motacilla alba alba)
Pocas
05/08/2015
Capileira
Chochín Común
(Troglodytes troglodytes)
Oído
05/08/2015
Ladera sur del Mulhacén
Acentor Alpino
(Prunella collaris)
2 inds.
05/08/2015
Capileira
Colirrojo Tizón
(Phoenicurus ochruros)
Un ind.
05/08/2015
Ladera sur del Mulhacén
Collalba Gris
(Oenanthe oenanthe)
Algunas
05/08/2015
Capileira
Carbonero común
(Parus major)
Un ind. Oído
05/08/2015
Ladera sur del Mulhacén
Cuervo Común
(Corvus corax)
2 inds. Oído
05/08/2015
Capileira
Gorrión Común
(Passer domesticus)
Algunos
05/08/2015
Hoya del Portillo
Piquituerto Común
(Loxia curvirostra)
Pocos. Oído
05/08/2015
Hoya del Portillo
Lagartija Ibérica
(Podarcis hispanica)
2 inds.
05/08/2015
Ladera sur del Mulhacén. Hoya del Portillo
Lagartija Colilarga
(Psamodromus algirus)
5 inds. total
06/08/2015
Carretera a Pradollano
Cabra Montés
(Capra pyrenaica hispanica)
Un macho
06/08/2015
Humedal de Padul
Garcilla Bueyera
(Bubulcus ibis)
Algunas
06/08/2015
Humedal de Padul
Ánade Azulón
(Anas platyrhynchos)
Un ind.
06/08/2015
Humedal de Padul
Aguilucho Lagunero Occidental
(Circus aeruginosus)
Un macho
06/08/2015
Estación de esquí del Veleta
Cernícalo Vulgar
(Falco tinunnculus)
Un ind.
06/08/2015
Humedal de Padul
Focha Común
(Fulica atra)
Pocas
06/08/2015
Humedal de Padul
Paloma torcaz
(Columba palumbus)
Pocas
06/08/2015
Estación de esquí del Veleta
Vencejo Común
(Apus apus)
Pocos
06/08/2015
Las Alpujarras. Dehesa de San Juan.
Abejaruco Europeo
(Merops apiaster)
2 inds. total. Oído
06/08/2015
Dehesa de San Juan
Pito Real Ibérico
(Picus sharpei)
Oído
06/08/2015
El Charcón (Río Genil)
Golondrina Común
(Hirundo rustica)
Pocas
06/08/2015
Centro de Visitantes del Dornajo. Estación de Esquí
Avión Común
(Delichon urbicum)
Algunos. Oído
06/08/2015
El Charcón (Río Genil). Dehesa de San Juan
Avión Roquero
(Ptyonoprogne rupestris)
Pocos
06/08/2015
Oficina del Parque
Lavandera Blanca
(Motacilla alba alba)
Oída
06/08/2015
Jardín Botánico Hoya de Pedraza
Petirrojo Europeo
(Erithacus rubecula)
Un ind.
06/08/2015
Capileira
Colirrojo Tizón
(Phoenicurus ochruros)
Un ind.
06/08/2015
Pradollano
Collalba Gris
(Oenanthe oenanthe)
Un macho
06/08/2015
Humedal de Padul
Ruiseñor Bastardo
(Cettia cetti)
Oído
06/08/2015
Humedal de Padul
Papamoscas Gris
(Muscicapa striata)
Un ind.
06/08/2015
Jardín Botánico Hoya de Pedraza
Carbonero Garrapinos
(Periparus ater)
Oído
06/08/2015
Jardín Botánico Hoya de Pedraza
Agateador Común
(Certhia brachydactyla)
Oído
06/08/2015
El Charcón (Río Genil). Humedal de Padul
Gorrión Común
(Passer domesticus)
Algunos
06/08/2015
Humedal de Padul
Gorrión Moruno
(Passer hispaniolensis)
Pocos
06/08/2015
Estación de esquí del Veleta
Gorrión Chillón
(Petronia petronia)
Pocos. Oído
06/08/2015
Jardín Botánico Hoya de Pedraza
Pinzón Vulgar
(Fringilla coelebs coelebs)
Pocos
06/08/2015
Humedal de Padul
Verderón Común
(Chloris chloris)
Pocos. Oído
06/08/2015
Humedal de Padul
Jilguero
(Carduelis carduelis)
Algunos. Oído
06/08/2015
Jardín Botánico Hoya de Pedraza
Pardillo Común
(Carduelis cannabina)
Oído
06/08/2015
Centro de Visitantes del Dornajo
Lagartija Ibérica
(Podarcis hispanica)
Un ind.
06/08/2015
Jardín Botánico Hoya de Pedraza
Lagartija Colilarga
(Psamodromus algirus)
Pocas
06/08/2015
Humedal de Padul
Carpa
(Ciprinus carpio)
Pocas
07/08/2015
Pista forestal. Ladera sur del Mulhacén
Cabra Montés
(Capra pyrenaica hispanica)
Algunas
07/08/2015
Alto del Chorrillo. Ladera sur del Mulhacén
Buitre Leonado
(Gyps fulvus)
Algunos
07/08/2015
Pista. Alto del Chorrillo. Ladera sur del Mulhacén
Cernícalo Vulgar
(Falco tinnunculus)
Algunos
07/08/2015
Pista forestal
Vencejo Común
(Apus apus)
Pocos
07/08/2015
Capileira
Lavandera Blanca
(Motacilla alba alba)
Pocas
07/08/2015
Capileira
Chochín Común
(Troglodytes troglodytes)
Oído
07/08/2015
Capileira
Petirrojo Europeo
(Erithacus rubecula)
Oído
07/08/2015
Capileira. Ladera sur del Mulhacén
Colirrojo Tizón
(Phoenicurus ochruros)
Algunos
07/08/2015
Alto del Chorrillo. Ladera sur del Mulhacén
Collalba Gris
(Oenanthe oenanthe)
Algunas
07/08/2015
Capileira
Mirlo Común
(Turdus merula)
Un ind. Oído
07/08/2015
Capileira
Carbonero Común
(Parus major)
Un ind. Oído
07/08/2015
Ladera sur del Mulhacén
Cuervo Grande
(Corvus corax)
Pocos
07/08/2015
Capileira
Gorrión Común
(Passer domesticus)
Pocos
08/08/2015
Ladera sur del Mulhacén
Cabra Montés
(Capra pyrenaica hispanica)
Pocas
08/08/2015
Ladera sur del Mulhacén
Buitre Leonado
(Gyps fulvus)
Pocos
08/08/2015
Pista forestal
Águila Real
(Aquila chrysaetos)
Un ind.
08/08/2015
Ladera sur del Mulhacén
Cernícalo Vulgar
(Falco tinnunculus)
Pocos
08/08/2015
Pista forestal
Zorzal Charlo
(Turdus viscivorus)
2 inds.
08/08/2015
Ladera sur del Mulhacén
Cuervo Grande
(Corvus corax)
3 inds. Oído
09/08/2015
Sendero de Siete Lagunas. Siete Lagunas
Cabra Montés
(Capra pyrenaica hispanica)
Pocas
09/08/2015
Sendero de Siete Lagunas
Buitre Leonado
(Gyps fulvus)
Pocos
09/08/2015
Pista forestal
Gavilán Común
(Accipiter nisus)
2 inds.
09/08/2015
Pista forestal
Águila de Bonelli
(Aquila fasciata)
Un ind.
09/08/2015
Sendero de Siete Lagunas
Cernícalo Común
(Falco tinnunculus)
Pocos
09/08/2015
Sendero de Siete Lagunas
Vencejo Común
(Apus apus)
Pocos
09/08/2015
Pista forestal
Avión Común
(Delichon urbicum)
Pocos
09/08/2015
Siete Lagunas
Avión Roquero
(Ptyonoprogne rupestris)
Pocos
09/08/2015
Sendero de Siete Lagunas
Acentor Alpino
(Prunella collaris)
2 inds.
09/08/2015
Capileira. Siete Lagunas
Colirrojo Tizón
(Phoenicurus ochruros)
Pocos
09/08/2015
Siete Lagunas
Collalba Gris
(Oenanthe oenanthe)
Pocas
09/08/2015
Capileira
Agateador Común
(Certhia brachydactyla)
Oído
09/08/2015
Sendero de Siete Lagunas
Cuervo Grande
(Corvus corax)
Pocos
09/08/2015
Siete Lagunas
Pardillo Común
(Carduelis cannabina)
Oído
10/08/2015
Atalbéitar
Golondrina Común
(Hirundo rustica)
Un ind.
10/08/2015
Tajo Cortés
Avión Roquero
(Ptyonoprogne rupestris)
Pocos
10/08/2015
Capileira
Lavandera Blanca
(Motacilla alba alba)
Un ind.
10/08/2015
Atalbéitar
Mirlo Común
(Turdus merula)
Un ind. Oído
10/08/2015
Ferreirola
Curruca Cabecinegra
(Sylvia melanocephala)
Oída
10/08/2015
Atalbéitar
Carbonero Común
(Parus major)
Un ind. Oído
10/08/2015
Ferreirola
Oropéndola Europea
(Oriolus oriolus)
Oída
10/08/2015
Tajo Cortés. Busquístar
Arrendajo Común
(Garrulus glandarius)
3 inds. total. Oído
10/08/2015
Fuente Agria. Ferreirola
Gorrión Común
(Passer domesticus)
Algunos. Oído
11/08/2015
La Atalaya
Milano Negro
(Milvus migrans)
Muchos
11/08/2015
La Atalaya
Vencejo Común
(Apus apus)
Pocos
11/08/2015
Bosque de Soportújar - Cáñar
Vencejo Real
(Tachymarptis melba)
Algunos
11/08/2015
Pista forestal
Abejaruco Europeo
(Merops apiaster)
Varios
11/08/2015
Barranco de Poqueira
Avión Común
(Delichon urbicum)
Pocos
11/08/2015
La Atalaya
Avión Roquero
(Ptyonoprogne rupestris)
Pocos
11/08/2015
Capileira
Colirrojo Tizón
(Phoenicurus ochruros)
Un ind.
11/08/2015
Bosque de Soportújar - Cáñar
Mirlo Común
(Turdus merula)
Oído
11/08/2015
Capileira
Carbonero Común
(Parus major)
Un ind. Oído
11/08/2015
Bosque de Soportújar – Cáñar. La Atalaya
Herrerillo Común
(Cyanistes caeruleus)
Oído
11/08/2015
Bosque de Soportújar - Cáñar
Carbonero Garrapinos
(Periparus ater)
Pocos. Oído
11/08/2015
Bosque de Soportújar - Cáñar
Trepador Azul
(Sitta europaea caesia)
Oído
11/08/2015
Bosque de Soportújar - Cáñar
Agateador Común
(Certhia brachydactyla)
Oído
11/08/2015
Capileira
Salamanquesa Común
(Tarentola mauritanica)
Un ind.
11/08/2015
Bosque de Soportújar - Cáñar
Lagartija Colilarga
(Psamodromus algirus)
Pocas
11/08/2015
Bosque de Soportújar - Cáñar
Rana Verde Ibérica
(Pelophylax perezi)
Bastantes
12/08/2015
Cima del Mulhacén
Topillo Nival
(Chionomys nivalis)
Un ind.
12/08/2015
Subida y cima del Mulhacén
Cabra Montés
(Capra pyrenaica hispanica)
Algunas
12/08/2015
Cima del Mulhacén
Buitre Leonado
(Gyps fulvus)
Pocos
12/08/2015
Pista forestal
Águililla Calzada
(Aquila pennata)
Un ind.
12/08/2015
Subida y cima del Mulhacén
Cernícalo Vulgar
(Falco tinnunculus)
Algunos
12/08/2015
Capileira
Chochín Común
(Troglodytes troglodytes)
Oído
12/08/2015
Cima del Mulhacén
Acentor Alpino
(Prunella collaris)
Varios
12/08/2015
Capileira
Petirrojo Europeo
(Erithacus rubecula)
Oído
12/08/2015
Subida al Mulhacén
Colirrojo Tizón
(Phoenicurus ochruros)
Pocos
12/08/2015
Subida al Mulhacén
Collalba Gris
(Oenanthe oenanthe)
Pocas
12/08/2015
Capileira
Mirlo Común
(Turdus merula)
Un ind. Oído
12/08/2015
Subida al Mulhacén
Cuervo Grande
(Corvus corax)
Pocos. Oído
13/08/2015
Cima del Mulhacén
Buitre Leonado
(Gyps fulvus)
Pocos
13/08/2015
Bajada del Mulhacén
Cernícalo Vulgar
(Falco tinnunculus)
Pocos
13/08/2015
Puerto Molina
Golondrina Común
(Hirundo rustica)
Pocas
13/08/2015
Puerto Molina
Avión Común
(Delichon urbicum)
Pocos
13/08/2015
Río Poqueira
Lavandera Blanca
(Motacilla alba alba)
3 inds.
13/08/2015
Cima del Mulhacén
Acentor Alpino
(Prunella collaris)
Algunos
13/08/2015
Cima del Mulhacén
Chova Piquirroja
(Pyrrhocorax pyrrhocorax)
2 inds.
14/08/2015
Ladera sur del Mulhacén
Cabra Montés
(Capra pyrenaica hispanica)
Pocas
14/08/2015
Alto del Chorrillo
Milano Negro
(Milvus migrans)
Bastantes
14/08/2015
Pista. Alto del Chorrillo. Ladera sur del Mulhacén
Buitre Leonado
(Gyps fulvus)
Varios
14/08/2015
Pista forestal
Águila Real
(Aquila chrysaetos)
Un ind.
14/08/2015
Ladera sur del Mulhacén
Aguililla Calzada
(Aquila pennata)
Un ind. (morfo claro)
14/08/2015
Pista forestal. Ladera sur del Mulhacén
Cernícalo Vulgar
(Falco tinnunculus)
Algunos
14/08/2015
Ladera sur del Mulhacén. Capileira
Vencejo Común
(Apus apus)
Varios
14/08/2015
Capileira
Abejaruco Europeo
(Merops apiaster)
Oído
14/08/2015
Pista forestal
Golondrina Común
(Hirundo rustica)
Pocas
14/08/2015
Pista forestal. Capileira
Avión Común
(Delichon urbicum)
Algunos
14/08/2015
Capileira
Lavandera Blanca
(Motacilla alba alba)
2 inds.
14/08/2015
Capileira
Petirrojo Europeo
(Erithacus rubecula)
Oído
14/08/2015
Pista forestal. Ladera sur del Mulhacén. Capileira
Colirrojo Tizón
(Phoenicurus ochruros)
Algunos
14/08/2015
Ladera sur del Mulhacén
Collalba Gris
(Oenanthe oenanthe)
Pocas
14/08/2015
Capileira
Carbonero Común
(Parus major)
Un ind.
14/08/2015
Hoya del Portillo
Carbonero Garrapinos
(Periparus ater)
2 inds.
14/08/2015
Capileira
Gorrión Común
(Passer domesticus)
Algunos
14/08/2015
Hoya del Portillo
Pinzón Vulgar
(Fringilla coelebs coelebs)
Pocos
15/08/2015
Campiña olivarera de Jaén
Conejo Europeo
(Oryctolagus cuniculus algirus)
2 inds.
15/08/2015
Baños de Urquízar (Dúrcal)
Cabra Montés
(Capra pyrenaica hispanica)
2 inds.
15/08/2015
Vertedero de Jaén
Milano Negro
(Milvus migrans)
Varios
15/08/2015
Capileira
Vencejo Real
(Tachymarptis melba)
Pocos
15/08/2015
Capileira
Golondrina Común
(Hirundo rustica)
Pocas
15/08/2015
Las Alpujarras. Baños de Urquízar (Dúrcal)
Golondrina Dáurica
(Cecropis daurica)
3 inds. total
15/08/2015
Capileira
Avión Común
(Delichon urbicum)
Pocos
15/08/2015
Capileira
Lavandera Blanca
(Motacilla alba alba)
Un ind.
15/08/2015
Capileira
Chochín Común
(Troglodytes troglodytes)
Oído
15/08/2015
Capileira
Carbonero Común
(Parus major)
Un ind. Oído
15/08/2015
Prov. Granada (autovía)
Urraca
(Pica pica melanotos)
Un ind.
15/08/2015
Campiña olivarera de Jaén
Estornino Negro
(Sturnus unicolor)
Varios
15/08/2015
Capileira
Gorrión Común
(Passer domesticus)
Pocos
15/08/2015
Baños de Urquízar (Dúrcal)
Salamanquesa Común
(Tarentola mauritanica)
Un ind.