lunes, 11 de mayo de 2015

PROGRAMA ANDARRÍOS EN EL JÁNDULA

     Participé ayer como voluntario en el Programa Andarríos junto a los miembros de AMECO (Asociación Medioambiental para la Conservación de Animales y Plantas), que a través de la medición de diferentes parámetros físico-químicos y biológicos del agua mediante su muestreo, mediciones de caudal, velocidad del agua y anchura del río, comprobación del estado de conservación de la vegetación de la ribera y las zonas adyacentes, anotación de la fauna observada y realización del sondeo de nutria para detectar su presencia, busca conocer la calidad de las aguas del tramo de río seleccionado, la ribera y su entorno colindante, con el objetivo de detectar cualquier indicio de degradación e intentar corregir los factores que la provoquen. El río escogido fue el Jándula (afluente del Guadalquivir), en su tramo medio, para lo que nos desplazamos a las Áreas Recreativas de la Recta y del Encinarejo, cercanas entre si. De las varias partes en las que se divide el programa, mi principal contribución fue la identificación de las especies de vertebrados que pueblan el río y la ribera, y el entorno aledaño, sobre la cual versa la siguiente narración.
     Nos dirigimos primero a La Recta, donde pasamos el grueso del día, un área recreativa que a pesar de encontrarse en Lugar Nuevo, una finca de interés público, tiene limitaciones horarias su acceso, lo cual permite un mejor estado de conservación. Levantamos algunos pinzones del carril por el que avanzábamos de camino al sitio donde nos instalamos, y algún que otro rabilargo merodeando por el área recreativa. Aunque todavía era muy temprano, todavía no había nadie, así que en cuanto me bajé del coche puse en marcha el oído dado que era el momento propicio. Sonaba el agateador en alguna parte, entre los fresnos y las encinas del área recreativa, mientras que en la otra dejaba oír su repetitiva estrofa el triguero. De la espesura de los sauces y zarzas podía escucharse las voces del mirlo, el repertorio de notas musicales del ruiseñor común, la estrofa del ruiseñor bastardo, y un lejano cuco.

Culebra Viperina, en actitud defensiva, emulando a una víbora, por lo
que debe su nombre. En cualquier caso no es más que una farsa,
porque incluso en el extraño caso de llegar a morder no podría inocular
veneno alguno, por carecer de él, por lo que es una especie
completamente inofensiva.

    En cuanto nos acercamos a la orilla no tardamos en ver una culebra viperina de considerable porte. Y casi inmediatamente otra, esta vez una cría. Tampoco nos llevó mucho tiempo en encontrar los excrementos de nutria sobre las rocas del río. La lavandera blanca, daba pasadas sobre el tramo del río en el que empezábamos a trabajar, y de vez en cuando se posaba en las piedras del río. De vez en cuando aparecía el mirlo en algún claro entre la espesura, pero siempre eran avistamientos fugaces. Río arriba había una garza real posada, que por la distancia que nos separaba, permaneció allí tranquilamente durante bastante tiempo. Se podían encontrar diversas especies de escarabajos en las flores. Lejanas, vimos las siluetas de grandes aves planeadoras, imposibles de asegurar de que se trataban. Apareció un ratonero volando sobre las copas de los árboles, que se mostró en un par de ocasiones. Altos, pasaron sobre nosotros un par de buitres negros, en vuelo de crucero. También volaban altos los vencejos, pero iban y venían continuamente. Los aviones comunes y las golondrinas dáuricas volaban más bajo, bien papando los mosquitos que se movían sobre el cauce, bien a ras del agua, dando pasadas sobre su superficie para beber.
     Avanzada la mañana, el cuco se había callado por completo, el ruiseñor común ya prácticamente permanecía en silencio, y el bastardo tan solo se oía de vez en cuando. Pero había empezado a oírse la melódica voz de la oropéndola. Un agudo sonido llamó mi atención, y pude ver que trataba de un andarríos chico que se había acercado hasta donde estábamos, y al verse sorprendido, se retiraba alarmado. El triguero se seguía oyendo con fuerza, a los que se sumaron a cantar los pinzones, los verdecillos, y algún verderón. Además arrullaban las palomas torcaces, así como las ranas, que ya se oían croar. A las palomas torcaces se las podía ver a veces, como también a una abubilla que se dejó ver por el área recreativa. También irrumpió en aquel tramo de río donde estábamos un pequeño bando de jilgueros, que pasó en seguida.
     Poco a poco aumentaban su actividad las culebras de agua, que descubríamos cruzando la masa de agua a lo ancho, nadando a gran velocidad con la cabeza asomada. Era fácil ver los cardúmenes de alevines en las aguas tranquilas y someras, pero no sucedía lo mismo con los adultos, que se prestaban rápidamente a la huída en cuanto notaban nuestra proximidad. No obstante logré ver con la suficiente claridad algunos ejemplares de barbo y de pez sol. Del agua extrajimos varias ninfas de libélula y otros invertebrados, que nos sirvieron como medidores biológicos de la calidad del agua, y que por supuesto fueron devueltos a su medio tras ser observados. Libélulas y caballitos del diablo adultos, de distinta coloración y variados tamaños, volaban sobre el cauce. Y entre las piedras de la orilla, de vez en cuando asomaba alguna lagartija colilarga, entre ellas, un gran macho adornado con los colores del celo.
     Hacia el medio día, salimos andando, río abajo, sirviéndonos de la sombra que nos brindaba la arboleda riparia. Bajo la cubierta arbustiva cantaba el chochín, mientras el carbonero lo hacía desde las copas de los árboles, que moviéndose entre las ramas, logramos descubrirlo. Entre ambos estratos vegetales se delataba el petirrojo, llegando a ver una pareja. Diferentes clases de hongos saprófitos crecían sobre los troncos de los pinos muertos que yacían en el suelo. Unos parecidos a los yesqueros, otros similares a agallas. Allí donde podía verse el río entre algún hueco de la vegetación, si había alguna roca, esta servía a los galápagos para tomar un baño de sol.
     Saliendo a una zona más aclarada, escuchamos el ruido de un animal corriendo monte a través. Se trataba de una hembra de gamo, que probablemente se habría ocultado en la fresca sombra de la ribera para pasar el día, y que huía al percatarse de que nos acercábamos. Un banco de arena de la margen del río por la que caminábamos aparecía minado por los cráteres de las larvas de la hormiga león. Había también bastantes caballitos del diablo que volaban por allí, algunos enlazados en la cópula. Y de entre la variedad de escarabajos nos fijamos en uno considerablemente mayor que los demás, que resultó ser una hembra de Melolontha papposa apoyada en las hojas de un pequeño taray. Escuché el gorgojeo de los abejarucos, y los divisamos en el cielo, junto con vencejos. También cruzó el espacio aéreo del claro del bosque alguna paloma. Los chapoteos en el agua llamaban mucho nuestra atención, por si podía ser la nutria, pero se trataba de los saltos de los peces, o de los galápagos al lanzarse al agua, buscando apartarse de nuestra vista. Cuando nos asomábamos al río, entre la turbidez del agua, aparecían las grandes sombras de los barbos, o los pequeños y plateados alburnos al nadar cerca de la superficie. Un par de patos levantaron el vuelo desde el agua, y fueron río abajo. En alguna ocasión se vio al mirlo pululando en la otra orilla, y las lavanderas blancas en su trasiego a lo largo del cauce o con su incesante balanceo de la cola cuando permanecían posadas.

Hembra de Melolontha papposa.

     Con la llegada paulatina de la gente, o tal vez por el aumento del calor en las primeras horas de la tarde, dejaron de verse las culebras vadeando el río. En cambio los galápagos aprovechaban para solearse en aquellos puntos más tranquilos, que no usaba la gente como zona de baño. Los pájaros también habían disminuido su actividad, y mientras el grupo pasábamos las horas de calor a la sombra, solo pude ver un alcaudón común que se posó en la rama baja de un fresno del área recreativa. En los fondos arenosos y someros, donde el agua no parecía tan turbia, podían verse con tanta nitidez las percas soles, que era fácil apreciar su dimorfismo sexual.
     Pasadas las horas de más calor, nos dirigimos al Encinarejo, un área recreativa que está en una zona pública a la que se puede ir en cualquier momento. Pero aquí no hicimos mediciones de ningún parámetro del agua, si no que nos limitamos a evaluar el estado de la cubierta vegetal. A la ida por el Encinarejo, se veían a los rabilargos, esperando pacientemente a que la gente abandonase la zona, para acercarse a buscar algún resto de comida. No estuvimos mucho tiempo allí. Nos acompañó una hembra de lagartija colilarga en el lugar que escogimos para hacer la valoración sobre la vegetación. Terminándola, oímos a la curruca cabecinegra, que poco después se mostró un macho, con su frágil vuelo sobre unos arbustos. Una vez acabado nuestro trabajo, saliendo del área recreativa, ya se veían los bandos de rabilargos en los merenderos donde había estado gente, y también algún mirlo.

Lagartija Colilarga, hembra.

     De nuestro trabajo concluimos que las condiciones del agua, si bien no son las óptimas, permiten albergar diferentes formas de vida. En cuanto al estado de la vegetación, estamos ante un bosque en galería aceptablemente bien conservado. No obstante la intervención humana está patente en las estructuras presentes del entorno, y en la presencia de eucaliptos y especies de árboles ornamentales en las zonas recreativas, así como en la presencia de un mayor número de especies exóticas de peces, que nativas en el río. Además, es muy importante hacer un llamamiento al poco civismo que demuestran algunas personas que disfrutan de estos enclaves naturales, dejando tirada la basura, aún cuando existen contenedores para depositarla, en incluso para el reciclaje.

                                                                                                                           
Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Gamo (Dama dama)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Ánade Azulón (Anas platyrhynchos)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Busardo Ratonero (Buteo buteo)
  • Andarríos Chico (Actitis hypoleuca)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Cuco Común (Cuculus canorus)
  • Vencejo Común (Apus apus)
  • Abejaruco Europeo (Merops apiaster)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Golondrina Común (Hirundo rustica)
  • Golondrina Dáurica (Cecropis daurica)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Chochín Común (Troglodytes troglodytes)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Ruiseñor Común (Luscinia megarhynchos)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Ruiseñor Bastardo (Cettia cetti)
  • Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Agateador Común (Certhia brachydactyla)
  • Alcaudón Común (Lanius senator)
  • Oropéndola Europea (Oriolus oriolus)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Verdecillo Común (Serinus serinus)
  • Verderón Común (Chloris chloris)
  • Jilguero (Carduelis carduelis)
  • Triguero (Miliaria calandra)
  • Galápago Leproso (Mauremys leprosa)
  • Lagartija Colilarga (Psammodromus algirus)
  • Culebra Viperina (Natrix maura)
  • Rana Verde Ibérica (Pelophylax perezi)
  • Barbo Gitano (Luciobarbus sclateri)
  • Alburno (Alburnus alburnus)
  • Perca Sol (Lepomis gibbosus)