viernes, 14 de marzo de 2014

PRELUDIO DE PRIMAVERA EN LA SIERRA DE ANDÚJAR

     Hace un par de días salí por la sierra con un cliente. La jornada no me aportó nada que no hubiera visto antes, pero mereció la pena en cuanto a la gran cantidad de aves que observamos. Y es que a las especies residentes y habituales de la zona, hay que añadirle la presencia de las invernales más rezagadas, que aún no han abandonado estos parajes, y la llegada de las primeras estivales, que anunciando la incipiente primavera, permanecerán hasta el verano o el otoño.
     Por el carril que recorríamos, dirigiéndonos al área de campeo, vimos algún que otro ciervo, y también unos conejos, los cuales nos hizo detenernos unos instantes para contemplarlos. Seguimos nuestro recorrido que nos llevó un lugar desde el que divisábamos un valle con bosque adehesado. Entre los claros se movían perdices, urracas y conejos, y de vez en cuando hacía aparición alguna paloma en vuelo. Desde algún rincón de la dehesa provenían los pitidos del pito real. Más cerca, a nuestro lado podíamos oír la curruca rabilarga entre las jaras y romeros, y también a unos verdecillos que también llegamos a ver. La vegetación se espesaba subiendo por las laderas de los montes que circundaban el valle, por lo que resultaba muy difícil encontrar algún animal por allí, pero en un pino que crecía en lo más alto de un lejano monte, veo algo con los prismáticos que parece ser la silueta de una gran rapaz. Cuando dirijo el telescopio al pino y miro, descubro que se trata de un águila imperial. Permaneció allí durante bastante tiempo, hasta que en un determinado momento, cuando quisimos volver a verla, se había ido. Pero no estaba en el cielo, porque probablemente se habría echado al otro lado del monte.
     Después de un tiempo proseguimos nuestra ruta bajando hacia el valle, viendo más de cerca los conejos, que se apresuraban a refugiarse bajo los lentiscos, las perdices que salían corriendo, y las más desconfiadas urracas que echaban a volar antes de que nos acercáramos. Marchábamos paralelos a un arroyo que sobrevolaban unas golondrinas, las primeras del año, y bajo un pinar en el que vimos algún carbonero entre las ramas, y pinzones que estaban en el suelo y levantaban el vuelo a nuestro paso. Al pasar por una explanada donde la vegetación no era muy densa podíamos ver pequeños grupos de rabilargos y palomas, el vuelo ondulante del pito real que se alejaba de árbol en árbol y la abubilla que picoteaba en el prado. En los aledaños de una casa y una nave había algunos gorriones, camino adelante vimos más pinzones y también estorninos que se movían sobre la alfombra verde de hierba que revestía el suelo.
     Llegamos cerca del río, donde en sus cercanías proliferan los conejos, y estuvimos allí un rato entre varios pájaros que primero localizamos de oído, y que con paciencia lográbamos descubrir a los autores de algunas de las melodías tales como carboneros, herrerillos y el petirrojo. Más difícil de descubrir, pero también más grato cuando lo conseguimos, fueron los chochines. Uno de ellos se movía entre grandes rocas, más que volando parecía saltar como si fuese un ratón, hasta desaparecer entre las fisuras de los granitos. Otro se movía entre las apretadas ramas de un espino albar y hasta acabar penetrando en una zarza. En cambio no llegamos a ver a los agateadores ni a la totovía que también cantaban por allí cerca, ni tampoco al trepador azul que piaba con fuerza al otro lado del río o las ranas que se las oía cerca del agua. Entre los alisos y fresnos del río vimos pasar un pico picapinos, que de alguna forma nos atrajo a acercarnos a la orilla. Los galápagos, que estaban activos a pesar de ser un día fresco y nublado, se lazaron al agua en cuanto nos asomamos a la orilla. Desde aquí vimos una garza real aguas arriba, posada también en la orilla. Y desde aguas arriba vinieron algunos cormoranes, siguiendo el cauce del río, y después pasó, también en la misma dirección, una cigüeña negra.
     Al volver por el mismo camino vimos al mirlo, y a los pinzones los acompañaba un bando mixto de algunos verdecillos y unos pocos jilgueros. Subíamos entre apretado monte hacia otro sitio donde probar suerte, paralelos a la vaguada de un arroyo. Al llegar a la olla que formaba el pequeño valle, rodeada por cerros en los que crecían encinas y quejigos, vimos un pequeño grupo de gamos. Escuchábamos procedentes de estas manchas boscosas pinzones y carboneros. Al rato vimos unos mitos, a los que previamente habíamos oído.
     Bajando por el camino, pero para ir a otro sitio se nos cruzó un mirlo y vimos una abubilla sobre la pista. En el prado de la explanada descubrimos fácilmente al moteado zorzal charlo, que caminaba entre lavanderas blancas. También vimos alguna perdiz, y urracas, así como al pito real. Los rabilargos aparecían en otra zona, mientras subíamos una cuesta que nos llevaría a un punto elevado desde donde observar la explanada. Una pareja de cuervos voló por encima de nosotros, a poca distancia.
     El sol empezaba a brillar tímidamente entre las nubes, y el día parecía despejarse, pero no duró demasiado. Pero sin embargo permitió que los buitres echaran a volar, y así, mientras nosotros bajábamos desde la elevación en la infructuosamente habíamos estado observando un rato, los buitres se precipitaban sobre algún lugar que no podíamos ver. Entonces conduje hasta el primer lugar desde el que estuvimos observando al inicio de la jornada, y desde allí divisamos que los buitres se habían concentrado en torno a unos huesos secos de un animal de los que no sacaron mucho provecho. No eran muchos, un negro y seis leonados, más algunos más que ya habían echado a volar.
    No nos quedamos a esperar a que los últimos buitres se fueran. Ya empezaba a atardecer. Desde allí emprendí un recorrido hacia otro punto elevado. Se trataba de un amplio canchal de granito entre cuyas grietas crecían chaparros, y circundado por pinares. Podíamos oír a la curruca rabilarga entre los chaparros que le daban cobertura para no ser descubierta. Los ciervos empezaban mostrarse otra vez activos al atardecer, pero más llamativo me resultó escuchar los alaridos del cárabo cuando todavía había bastante luminosidad y quedaba rato para que anocheciese. De hecho, sacándole partido a esas últimas horas de luz que le quedaban al día, empezamos a ver sobre nuestras cabezas, como una detrás de otra, pero guardando cierta distancia entre ellas, fueron pasando varias águilas culebreras.


Lista de especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Gamo (Dama dama)
  • Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo)
  • Cigüeña Negra (Ciconia nigra)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Culebrera Europea (Circaetus gallicus)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Cárabo Común (Strix aluco sylvatica)
  • Abubilla (Upupa epops)
  • Pito Real (Picus viridis sharpei)
  • Pico Picapinos (Dendrocopos major)
  • Totovía (Lullula arborea)
  • Golondrina Común (Hirundo rustica)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Chochín Común (Troglodytes troglodytes)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Zorzal Charlo (Turdus viscivorus)
  • Curruca Rabilarga (Sylvia undata)
  • Mito Común (Aegithalos caudatus irbii)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Herrerillo Común (Cyanistes caeruleus)
  • Trepador Azul (Sitta europaea caesia)
  • Agateador Común (Certhia brachyodactyla)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Cuervo (Corvus corax)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Gorrión Común (Passer domesticus)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Verdecillo Común (Serinus serinus)
  • Jilguero (Carduelis carduelis)
  • Galápago Leproso (Mauremys leprosa)
  • Rana Verde Ibérica (Pelophylax perezi)