miércoles, 18 de diciembre de 2013

HACIENDO PRUEBAS EN EL MULADAR

     Y tras haber preparado los hides del muladar, llegó el momento de inaugurarlos. Ya sabíamos que el muladar daba buen resultado, pues las reses que habían aparecido muertas y que habían sido llevadas allí (como dicta la ley), fueron devoradas por los buitres en poco tiempo. Hace dos días se dejaron allí los despojos de la montería del día anterior, y ayer, aprovechando que me había llamado Raimundo, fuimos a probar suerte, y aunque no acudió ningún buitre, fuimos compensados sobradamente por la presencia del águila imperial, que poquísimas veces brinda la oportunidad de poder verla tan de cerca.
     De camino a la sierra, por la carretera, pude fijarme en los estorninos, en las tórtolas turcas y en los rabilargos. Habíamos quedado en la sierra con José Luis. Mientras lo esperábamos, podíamos ver unos ciervos, que aunque lejanos, eran bastante visibles cruzando un cortafuegos, y más próximos, un grupo de muflones. Las urracas se movían entre las copas de las encinas, mientras lavanderas blancas y zorzales charlos lo hacían entre los secos pastizales de la dehesa.
     Cuando llegó José Luis, nos montamos en su coche y fuimos los tres hasta el muladar. Durante el breve trayecto por los carriles vimos un pequeño bando de gorriones, unas tórtolas turcas y algunas perdices. Y antes de llegar a la puerta del cercado del muladar, nos detuvimos a ver los buitres, no demasiado lejos, que había a un lado del camino, dos negros y unos cuantos leonados.
     Sin más demora, entramos en el muladar, Raimundo y yo nos metimos en un hide, y José Luis se marchó. A través de la ventana podíamos ver como cientos de buitres montaban la guardia desde las rocas de las colinas de en frente. La mayoría eran los comunes leonados, entre los cuales destacaban los oscuros negros, mucho menos numerosos y repartidos ente aquellos. Esperábamos que tarde o temprano levantaran el vuelo y se dejaran caer sobre la carne. En varias ocasiones se elevaron las columnas de buitres, volando en ciclos sobre el muladar, pero las horas pasaron y esperamos en vano.
     En cambio fueron otras aves las que visitaron el muladar. Un petirrojo y una hembra de colirrojo tizón pusieron entretenimiento en nuestra espera. Ambos pájaros estuvieron dejándose ver por allí con asiduidad, saltando desde sus perchas en las ramas de las encinas al suelo, por donde se movían entre las vísceras a la caza de insectos. Las urracas también hicieron varias veces acto de presencia, y se llegaron a congregar hasta seis a la vez. Caracterizadas por su inteligencia, no picoteaban desde el principio, si no que primero vigilaban el entorno, y cuando estaban en grupo, siempre había alguna que no comía, y oteaba desde algún punto elevado. Permanecían en contacto entre ellas mediante cortos graznidos. La presencia de las desconfiadas urracas nos trasmitía la esperanza de que los buitres se acabaran acercando, pues como es bien sabido, a menudo los buitres descubren las carroñas gracias a estos córvidos de llamativo plumaje. También podíamos ver el paso de algunas aves, como las palomas torcaces, o una pareja de chovas piquirrojas que localizamos porque graznaban mientras iban volando.



     Y ante la relajada situación empezamos a comer, cuando de repente Raimundo, casi sin poder contener la emoción, me dice que ha venido el águila mientras me señala la copa de una encina al borde del muladar. Apenas podíamos verla claramente entre el ramaje, sobre el que se desmarcaba el perfil de la cabeza en contraste con el blancuzco cielo. Durante unos minutos aguardamos con tensión, ante la imprevisible reacción de la rapaz, pues podía irse igual que había venido, pero pasados los cuales, se dejó caer al suelo con las alas entreabiertas como un paracaídas. Ahora podíamos ver claramente que era un ejemplar adulto. Una vez aterrizó, no vaciló mucho en ponerse a comer, pues había visto a las urracas hacerlo, e incluso llegaron a compartir el festín simultáneamente. Mientras comía, podía oírse la voz de otro ejemplar posado en alguna parte de los alrededores, pero que no podíamos ver. Cuando se tomaba una pausa para levantar la cabeza para mirar en todas direcciones, temíamos que se marchara. Graznando, se aproximaron un par de cuervos, que no llegaron a posarse en el muladar. Sobre un cuarto de hora estuvo el águila dándose un atracón de carne. Pasado este tiempo fue a posarse a una encina seca, donde permaneció unos minutos más hasta que decidió irse. Estábamos muy emocionados con haber podido observar un águila imperial a poco más de 15 metros de distancia, durante casi media hora, porque si bien es cierto que solemos verla con frecuencia en estos montes de la Sierra de Andújar, también es cierto que suele ser en vuelo y a muy largas distancias.


     Seguimos algunas horas más, viendo como los perezosos buitres de las colinas permanecían sin moverse del sitio, y los que habían aparecido en vuelo, se alejaban poco a poco. Probablemente no tuvieran hambre. También pasó una joven águila imperial, pero no se detuvo. Y aprovechando un momento de calma, en la que no había ni urracas, abandonamos el hide y salimos del muladar. Fuimos andando hasta el coche. En nuestra caminata se nos cruzó un bando de pinzones y un pito real. Una vez en el coche acordamos rematar la jornada en El Encinarejo, tentando la suerte con el lince, o tal vez la nutria. Por la carretera vimos gamos, gorriones y trigueros en determinados puntos, y una garza real cuando cruzamos el puente del Río Jándula. Siguiendo por el carril del área recreativa fueron mirlos y rabilargos lo que pudimos ver.
     Mientras la luz iba mermando, permanecimos en nuestra última espera en el mirador, acompañados por un par de petirrojos y una curruca cabecinegra. Bajo las encinas de la dehesa que observábamos en frente, se movían algunos ciervos. Pasaron unos pocos cormoranes volando sobre nosotros, siguiendo el curso del río, y sobre sus aguas descubrimos el batido vuelo del martín pescador que por unos instantes estuvo posado en las deshojadas ramas de un sauce. Invisible en cambio resultaba el ruiseñor bastardo que emitía su estrofa musical desde su escondite cercano al borde del río.

(*) Fotografías: gentileza de Raimundo Gómez.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Muflón (Ovis orientalis)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Gamo (Dama dama)
  • Cormorán Grande (Phalacrocorax carbo)
  • Garza Real (Ardea cinerea)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Buitre Negro (Aegypius monachus)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Paloma Torcaz (Columba palumbus)
  • Tórtola Turca (Streptopelia decaocto)
  • Martín Pescador Común (Alcedo atthis)
  • Pito Real (Picus viridis sharpei)
  • Lavandera Blanca (Motacilla alba alba)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Colirrojo Tizón (Phoenicurus ochruros)
  • Mirlo Común (Turdus merula)
  • Zorzal Charlo (Turdus viscivorus)
  • Ruiseñor Bastardo (Cettia cetti)
  • Curruca Cabecinegra (Sylvia melanocephala)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Cuervo Común (Corvus corax)
  • Chova Piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax)
  • Estornino Negro (Sturnus unicolor)
  • Gorrión Común (Passer domesticus)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)
  • Triguero (Miliaria calandra)

domingo, 15 de diciembre de 2013

PONIENDO A PUNTO EL MULADAR

      Cuando se está en el campo, aunque se esté trabajando o centrado en una actividad ajena al mismo, resulta difícil ignorar las manifestaciones de las criaturas que lo pueblan. Más si cabe, se distraerá con facilidad la atención si se tienen inquietudes por la observación, si se trata de un naturalista. Así sucedió ayer, cuando acompañé a José Manuel y a José Luis a preparar los hides para uno de nuestros muladares, trabajo que nos llevó todo el día, y que a pesar de no estar dedicado a la observación de fauna, no por ello dejamos de parar a ratos para dedicarnos a ver pasar los animales que nos acompañaron.
     De camino hacia muladar, por la mañana, mientras recorríamos el carril, vimos perdices, rabilargos, unos ciervos y también algún conejo. Pasamos prácticamente todo el día en el recinto del muladar, donde mientras preparábamos los hides, me limitaba a escuchar el canto del carbonero, que provenía de alguna encina lejana, y los reclamos de los petirrojos, procedentes de los lentiscos próximos.
     Pero también llegó en la mañana un sonido más estimulante a nuestros oídos, las voces de alarma de las urracas. Ante la insistencia de los cacareos decidimos hacer una pausa, y acercarnos prudentemente a la zona donde algo alteraba la tranquilidad de los blanquinegros córvidos. Nos movíamos lentamente y en silencio por el camino, mirando los movimientos de las urracas. No debimos de esperar mucho para descubrir que lo que inquietaba alas urracas, como el lector ya habrá intuido, era el lince. Se trataba de una lincesa de mota fina, que se paseaba por allí, y que perdimos de vista bajo las jaras mientras ascendía lentamente por una solariega ladera.
     Reanudamos el trabajo, y más tarde escuchamos el canto del águila imperial. Alzando la vista, la descubrimos surcando el cielo, en vuelo de crucero. A menudo también se oían los rabilargos y las perdices. Por las cercanías pasó un pequeño bando de pinzones. Hacía las primeras horas de la tarde, con el calor, empezaron a elevarse los buitres.
     Y otra vez las urracas empezaron a revolucionarse, en mitad de la tarde, en la misma zona que en la mañana. Pero esta vez no fuimos, y seguimos en nuestro trabajo. Teníamos la certeza de que se trataba otra vez del lince, si no de la misma lincesa que por la mañana, al menos sí que sería fijo otro ejemplar. Los contantes gritos de las urracas cesaron casi de repente, y la calma y el silencio volvieron a reinar en aquel rincón del monte. Enfrascados en nuestro trabajo, ya casi no le echábamos cuentas al alboroto de las urracas, y cuando a José Manuel le dio por levantar la vista, descubrió de nuevo a la lincesa paseándose por el camino. Había pasado junto adonde teníamos aparcado el coche, y con su característica parsimonia se movía junto al perímetro del muladar. Se sentó un rato, pasado el cual, retomó su lenta marcha hasta perderse una vez más entre el matorral. Sin más demora, ya terminamos nuestras labores antes de que anocheciese.


(*) Fotografía cedida por Iberian Lynx Land.


Lista de Especies Observadas (Orden Sistemático):

  • Conejo Europeo (Oryctolagus cuniculus algirus)
  • Lince Ibérico (Lynx pardinus)
  • Ciervo Rojo (Cervus elaphus)
  • Buitre Leonado (Gyps fulvus)
  • Águila Imperial Ibérica (Aquila adalberti)
  • Perdiz Roja (Alectoris rufa)
  • Petirrojo Europeo (Erithacus rubecula)
  • Carbonero Común (Parus major)
  • Rabilargo Ibérico (Cyanopica cooki)
  • Urraca (Pica pica melanotos)
  • Pinzón Vulgar (Fringilla coelebs coelebs)